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231. ¿Para qué hablar de amor?

Mejor...Hablemos de Paz
¿Para qué hablar de amor?
Laura Aída Pastrana Aguirre
El tema original de este comentario era “El Arte de Amar, de Erich Fromm” porque, como cada mes, me había preparado para hacer una breve reseña de alguna obra considerada interesante y era el turno de ésta. El Arte de Amar se convirtió en algo más que una simple obra literaria, se convirtió en un hacer, saber, construir, conocer y sentir el amor.
Luego pensé que era demasiado ambicioso reseñar una obra de tal categoría, así que lo titulé ¿porqué hablar de amor? pero todas las respuestas me llevaban a las justificaciones retóricas del amor. ¿Para qué hablar de amor? me implicaba un reto mayor, pues las hipotéticas respuestas tendrían que cargarse de significados positivos y la razón es muy simple, si nos preguntáramos el porqué de las cosas, nos regresaríamos posiblemente a la historia, a las justificaciones o razones de lo ocurrido; en cambio, si nos preguntáramos el para qué, tendríamos que avanzar en el pensamiento, con el fin de encontrar las razones o justificaciones de lo que está por venir.
Fue así como me decidí a intitular mi comentario ¿Para qué hablar de amor? no contradiciendo la extraordinaria construcción que de él hace Fromm, sino en un intento por explicar el para qué de la trascendencia del amor desde la perspectiva biológica de Maturana. Nada es posible si no se intenta, así que intentaré explicar lo que es el amor desde las palabras de Maturana, incluso desde el explicar mismo, ya que “la reformulación de la experiencia, cuando es aceptada por quien la escucha, se convierte en explicación”.
En esta reflexión de Maturana, cabría la interrogante de saber si el que escucha o en este caso el que lee, está en interacción con quien escribe y le corresponde en el pensar; es decir, si coincide o no en la concepción del amor. Veamos, Maturana manifiesta que la palabra amor es de uso cotidiano para hacer referencia a la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia, por tanto, amar es abrir un espacio de interacciones recurrentes con otro, en el que su presencia es legítima sin exigencias.
Para amar se ha de estar vivo, cuya exigencia no se requiere para ser amado; así, mientras se está vivo se encuentra en interacciones recurrentes con el medio, bajo condiciones en las que el medio y nosotros cambiamos de manera permanente. Sólo si nosotros en lo individual o colectivo cambiamos, cambia nuestra circunstancia, y nuestra circunstancia cambia sólo si nosotros cambiamos.
Entonces, el pertenecer a la misma historia determina una congruencia conductual de dos o más organismos en convivencia, es el resultado de una historia de cambios estructurales congruentes en un ámbito de interacciones recurrentes que, directa o indirectamente, han contribuido recursivamente a configurar los mismos cambios que surgen de esa historia.
Así, mientras se está vivo con el otro y se está en interacción y cambio, se está también en la aceptación del otro como un legítimo otro, lo que significa que no se trata de un sentimiento, sino de un modo de actuar.
Para que haya historias de interacciones recurrentes tiene que haber una emoción que constituya conductas que resultan en interacciones recurrentes. Si esa emoción no se da, no hay historia de interacciones recurrentes, y sólo hay encuentros casuales y separaciones.
Si no hay historia construida en la interacción con otro que defina el rumbo mismo de la acción no hay amor, luego entonces no tendría sentido hablar de él.
El oponente al amor es el rechazo, que constituye el espacio de conductas que niegan al otro como legítimo en la convivencia. El rechazo y el amor no son alternos, porque la ausencia de uno no lleva al otro y ambos tienen como alternativa la indiferencia.
Rechazo y amor también son opuestos en sus consecuencias en el ámbito de la convivencia; el rechazo la niega, y el amor la construye.
Para Maturana no todas las relaciones humanas son relaciones sociales, sólo aquellas que se fundamentan en el amor, porque las demás serán acaso, relaciones de poder, de subordinación, de dominio, en las que uno y otro ser se niegan a sí mismos.
¿Para qué hablar de amor? quizá sólo para plantear que lograremos un mundo en armonía cuando convivamos con amor entre los seres humanos y la naturaleza, no siendo así, Mejor… hablemos de Paz
Laura Aída Pastrana Aguirre. Licenciada en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM. Diplomada en Criminalística por la Universidad Anáhuac, México. Especialista en Derecho Penal Económico por la Universidad de Castilla la Mancha, Toledo, España. Maestra en Ciencias Penales por la Universidad Anáhuac, México. Estudios concluidos de Maestría en Estudios para la Paz y el Desarrollo, por la Universidad Autónoma del Estado de México UAEM. Doctora en Administración Pública por la Universidad Anáhuac, México. Catedrática de las materias de Teoría General del Derecho Penal y Sociología Jurídica en la UAEM. Catedrática de la materia Clínica de Introducción a la Mediación en la Escuela Judicial del Poder Judicial del Estado de México. Jefa de Departamento en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Asesora Jurídica en la Comisión de Gobierno de la Primera Legislatura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Subdirectora de Recomendaciones Legales en la Procuraduría General de la República. Asesora Jurídica en Oficina de Enlace de la Cámara de Diputados. Profesora Investigadora en el Centro de Investigación en Ciencias Jurídicas, Justicia Penal y Seguridad Pública de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de México. mejorhablemosdepaz@yahoo.com.mx