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940. El suelo ético, exigencia y camino para la paz

El nuevo Plan de Paz y Convivencia, elaborado por el Gobierno Vasco habida cuenta de las propuestas de aportaciones hechas por los diferentes partidos políticos, fue presentado oficialmente el día 26 de este mes de Noviembre. Fue una buena noticia, porque en él se recoge, como punto de partida ineludible, el suelo ético necesario para la afirmación y realización de una convivencia justa y verdadera
Euskadi, España. EL nuevo Plan de Paz plantea y recoge los mínimos éticos y democráticos que, a juicio de quienes lo aprobaron, pueden ser también admitidos en el futuro por quienes no lo hubieran aceptado en el momento presente. Con la convicción de que solamente un suelo ético compartido por todos los que viven juntos, puede garantizar a todos que la convivencia diaria no se transforme en una «contraconvivencia». Asumir como sociedad hoy y aquí el reto de afianzar un suelo ético compartido por todos para vivir y convivir en paz, es ya el comienzo de un futuro más libre y solidario.
En todo caso, aprobado el Plan, se impone ahora la necesidad de llenarlo de su contenido práctico. ¿Qué elementos, qué compromisos prácticos, qué conductas y valores concretos deben ser respetados y apoyados para afirmar que dicho suelo ético es una realidad de gran valor y no solo una palabra bonita? ¿Cuáles son los obstáculos a vencer para la realización veraz de dicho suelo ético? He aquí el desafío y la tarea a realizar.
Llenar de contenido la idea del suelo ético, exige la aceptación de la verdad histórica de los hechos tal como se han dado, sin ocultarlos, tergiversarlos o justificarlos. No se puede decir que se quiere la paz sin revisar la propia postura ante tantos hechos injustos y sangrientos como los que hemos sufrido. Y mucho más, cuando han sido apoyados y justificados. Los crímenes de un bando no hacen perdonables los crímenes del otro. En concreto: es verdad que ETA ha dejado de atentar contra la vida de las personas y que la derogación de la doctrina PAROT ha supuesto un grado de racionalidad en la aplicación de las leyes penales, aunque resulte ello doloroso para las víctimas del terrorismo de ETA. Entendemos que todos estos pasos son importantes y necesarios. Pero sólo esto, no es suficiente.
Muchas de nuestras relaciones sociales y políticas, individuales y colectivas, institucionales o no, repelen y contradicen en la práctica los principios que se proclaman en foros, encuentros y manifestaciones públicas. No está de más que nos preguntemos sinceramente por la salud democrática de nuestra convivencia en muchos pueblos, barrios, escuelas, ayuntamientos, celebraciones culturales o de ocio.
¿No hay todavía demasiadas prácticas, que más que la construcción o reconstrucción del tejido social deteriorado, buscan el enfrentamientos y el desafío mediante el boicot, la amenaza, la extorsión, la manipulación sesgada de la información, la coacción, la ocupación del espacio público, la denuncia calumniosa y descalificadora del oponente político, la interpretación interesada de la ley, o gestos y expresiones ambiguas y contradictorias que se enfrentan con los hechos reales, etc.etc.?
¿No se dan en Euskal Herria actitudes y acciones que, lejos de construir una ética humanista, expresión de ese suelo ético proclamado, alimentan más bien una convivencia de confrontación y de odio? ¿O es la referencia ética pura propaganda ideológica para ocultar un golpe al contrario?
En el intento de visualizar ese suelo ético común no podemos dejar de hacer una referencia especial al mundo de la educación. Sólo cuando el relato de lo sucedido tenga las bases sólidas de la verdad en toda su crudeza, podremos comprometernos en una auténtica educación para la paz. Esta no puede obviar la conculcación de los derechos humanos que se han dado desde la guerra civil hasta el final de la actuación antidemocrática y bilateral de ETA, a lo largo de más de medio siglo. Ninguna causa es lo bastante noble, para que no se manche sin remedio por el asesinato, la coacción y la tortura, sea quien fuere su ejecutor. Se impone la necesidad de una educación como reverso de toda injusta violencia, desde el mutuo entendimiento y el consenso. Una educación no como indoctrinación ni como instrumento interesado de paz. Una educación que alcance todas las heridas e impida su repetición. Una educación para compartir el dolor ajeno. Todo ello exige abrir a los niños y jóvenes a la percepción y la aceptación de los valores éticos básicos de la persona humana.
Para terminar no podemos olvidar la referencia a la grave y dolorosa situación económica que nos envuelve. Aunque no sea ése un objetivo específico del suelo ético común del que estamos hablando, no podemos ignorar esta realidad. También ese suelo ético debe potenciar e impulsar la justicia social y la solidaridad entre todos los que trabajamos por una convivencia pacificada y justa.
Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y Ramón Balenziaga. Noticias de Gipuzkoa.com. 10/12/13
http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2013/12/10/opinion/tribuna-abierta/el-suelo-etico-exigencia-y-camino-para-la-paz-el-nuevo-plan-de-paz-y-convivencia-elaborado-por-el-gobierno-vasco-habida-cuenta-de-las-propuestas-de-aportaciones-hechas-por-los-diferentes-partidos-politicos-fue-presentado-oficialmente-el-dia-26-de-este-mes