Ante escenarios como
los que vivimos, un grupo de académicos que conforman la Cátedra Unesco de
Ética y Cultura de Paz para el logro de los Derechos Humanos, en vinculación
con el Tecnológico de Monterrey y coordinados por la doctora Dora Elvira
García, inició hace casi cinco años una reflexión que, con el título de
Trascender la violencia: críticas y propuestas interdisciplinarias para
construir la paz, fue presentada el jueves 26 de marzo en la Casa Frissac de la
delegación Tlalpan. Justo porque el tema de la violencia nos invade y acongoja,
este grupo, que cuenta con la cercanía y el apoyo de Johan Galtung, uno de los
fundadores de los estudios de paz, buscó dilucidar y entender por qué se
generan las situaciones de violencia, para desde ahí buscar soluciones. La
preocupación y, en cierta medida, el atractivo del conflicto organizado y
sostenido aparecen desde tiempos inmemoriales, y ello ha impulsado que el
fenómeno de la guerra haya sido estudiado desde sus variadas facetas y de
manera más prolija que la paz.
Sin embargo, el libro
propone la defensa de la paz no sólo como un problema teórico, sino también
como un tema práctico, procurando superar y trascender los valores pervertidos,
rescatando aquellos que se acrisolan en el seno de la paz. En el texto se
defiende la posibilidad de hacer las cosas de otra manera, resolviendo los
conflictos en forma más justa, desarrollando, para poder convivir pacíficamente,
las debidas organizaciones políticas y sociales.
Las reflexiones
filosóficas, antropológicas, económicas, sociológicas, de género y literarias
que en él se realizan, todas orientadas hacia la paz, parten de una perspectiva
ética, dado que el reconocimiento de todos los seres humanos como tales es
fundamental para lograrla. Se lleva a cabo una tarea de reconstrucción de las
conductas humanas para poder vivir pacíficamente a través de cambios de
actitudes, comportamientos, así como mediante la explicitación de la relevancia
de los valores ético-políticos en la sociedad.
Para ello se precisa
de cavilaciones serias en torno a un tema tan importante, en aras siempre de
poder influir en la realidad vivida. De ahí que se busque impulsar una
racionalidad práctica, para desde ella defender posicionamientos de
no-violencia en un contexto real, de modo que tal razón práctica-moral exprese
el veto irrevocable kantiano del no debe haber guerra.
Si bien es cierto que
la guerra nos resulta normal dada su generalización, pensar entonces la paz
como orden de vida resulta más complicado que construir la guerra como estado
de muerte. Esta última situación, que ha prevalecido, es heredera de los
pesimismos antropológicos de corte hobbesiano, cuyas tesis a propósito de lo
innato de la violencia en las personas, en el estado natural, son los supuestos
existentes. Otro objetivo del libro se asocia con el compromiso de crear nuevas
maneras de pensar y transformar positivamente la realidad humana en sus
distintos aspectos. Estamos obligados a comprender la naturaleza de los
escenarios de violencia y la especificidad de esos conflictos, para desde ahí
poder sortear las formas de solucionarlos, aún en sociedades que se encuentren
en profunda división.
La voluntad de paz es
fundamental, y se ubica en el compromiso hacia un horizonte de reconciliación,
que incluso colectivamente implica el perdón, que no es olvido, sobre la base
de la verdad, la justicia y la reparación de los daños, para que no se vuelvan
a repetir. Necesitamos por ello buscar criterios que apunten hacia alternativas
que pretendan soluciones frente a aquellas situaciones destructivas de los
seres humanos. Esta labor ha de ser de reconstrucción colectiva, en el
entendido de lo que nos podemos exigir unos a otros para organizarnos de manera
alternativa, y desde ahí intentar formular posibilidades constructoras de otros
modos de ser. Para ello, y tener claridad de aquello que nos debemos exigir, se
precisa también llevar a cabo y practicar la reconstrucción de las intuiciones
éticas que todos tenemos, y transformar factores de violencia estructural, como
la privación de necesidades básicas para vivir humanamente –alimentación,
educación, salud, vivienda, trabajo, identidad, libertad de realización–, y
construir una sociedad más justa.
Los procesos de
reconciliación son relevantes para conseguir una paz de largo alcance y obtener
situaciones de justicia en nuestras sociedades. De ahí que frente a las
problemáticas del mundo contemporáneo hayan surgido gran cantidad de
reflexiones en torno a la justicia, sus características y fundamentos. Aún
prevalecen situaciones de generalizada injusticia económica y social, en las
que los procesos democráticos son todavía muy inmaduros. Hemos de partir por
ello de lo existente en nuestros marcos de injusticia y exclusión, para desde
ahí construir la paz.
Las transformaciones
se producirán al trascender los conflictos utilizando los recursos apropiados
para ello, y desde ahí la presencia de la imaginación ética. Tener claridad en
torno a los conceptos de paz permite postularlos como medios para alcanzar los
fines, de modo que si el fin es la supervivencia y la dignificación humana,
hemos de considerar los medios que potencien la vida. El valor de la paz tiene
que ver con lo humano, con la realización de lo más valioso, que es la dignidad
de las personas. Por ello, la paz es el valor eje sobre el que se montan otros
valores, como son la solidaridad, la cooperación, la hospitalidad y el
reconocimiento, cuya realización logra una sociedad más pacífica. La búsqueda
de la concordia es el fin, e implica un esfuerzo enorme, como diría Ortega y
Gasset. Para lograrla es preciso poner en acción todas las potencias humanas,
pues el valor de la paz tiene que ver con el desarrollo moral de una razón
esperanzadora que permita y posibilite inventar e imaginarla como algo realista
que implica la restauración de los vínculos sociales profundamente amenazados
por la violencia que vive entre nosotros.
Miguel Concha. Jornada.unam.mx. México, Distrito Federal, 04/04/15