Cuando un pueblo se dispone a hacer un cambio social, antes debe decidir si emplea o no la violencia para conseguir sus objetivos. Es posible que quienes opten por la no violencia no sean objetores de conciencia contra la violencia, sino que creen que la no violencia no les ayudará en lograr sus objetivos, o porque temen las lesiones, o son incapaces de persuadir a otros a que se les unan en la ejecución de acciones violentas. En este caso, la no violencia puede calificarse de conveniente o pragmática.
Sin embargo, a lo largo de los siglos hubo muchos que pudieron haber conseguido sus objetivos por medio de la violencia – porque disponían de los medios, el temple y la fuerza para cometer actos violentos — pero que libremente optaron por la no violencia sin importar las circunstancias. Se adhirieron al principio de la no violencia. Si bien muchos adoptaron este principio por razones afectivas o culturales, también influyó en ellos una rica tradición intelectual contenedora de unos argumentos lógicos a favor de la no violencia.
Esta tradición intelectual fluye a lo largo de la historia de Estados Unidos como una corriente subterránea, con sus raíces en el cristianismo anabautista de la Europa del siglo XVI, fecha a la que se remontan los orígenes del protestantismo. Los anabautistas rechazaban la violencia con su manifiesta consagración a una vida apartada de la sociedad moderna y de sus conflictos. Algunos de sus descendientes llegaron a Estados Unidos donde establecieron las históricas iglesias dedicadas a la paz.
La contribución particular de Estados Unidos a esta tradición intelectual surgió cuando otros cristianos, que sí estaban muy involucrados en los conflictos de la sociedad, decidieron adoptar el principio de no violencia como la única vía para lograr cambios sociales y políticos. El proceso dio comienzo en los tiempos de la colonia, antes de que Estados Unidos proclamara su independencia de Inglaterra, y entre los miembros de la Sociedad de Amigos, mejor conocidos como cuáqueros. Su estricta adhesión a la no violencia motivó que algunos se opusieran al pago de impuestos para el financiamiento de guerras, a la esclavitud de africanos traídos a América, y a la persecución y el desplazamiento de los pueblos indígenas nativos. Sin embargo, los cuáqueros eran, sobre todo, un grupo religioso cuyas creencias los obligaban a la no violencia.
En la trayectoria histórica del principio de no violencia, el momento decisivo se produjo en las décadas segunda y tercera del siglo XIX, cuando un grupo de personas de diferentes antecedentes religiosos comenzaron a exigir la abolición de la esclavitud en Estados Unidos. Estos abolicionistas eran casi todos cristianos, pero no todos estaban comprometidos con el ideal de la no violencia para el logro de sus fines. Sin embargo, los que sí lo estaban se unieron para formar el primer grupo establecido en torno al ideal de efectuar un cambio político y social sin recurrir a medios violentos. Creían en Dios como rey supremo del universo y, por consiguiente, ningún ser humano podía ejercer su autoridad sobre otro ser humano. Su denuncia contra la esclavitud se fundamentaba en este principio. A esta concepción de la violencia como manera de ejercer autoridad, le sucedía lógicamente la renuncia a la misma.
La misma línea de pensamiento influyó sobre el gran ensayista Henry David Thoreau, quién fue encarcelado por no pagar al gobierno los impuestos que financiarían la guerra y la esclavitud. En su famoso ensayo de 1848 titulado “Desobediencia civil”, Thoreau explicó las razones por las que nunca acataría leyes injustas, sin importarle el castigo que le impusieran, ya que sus acciones debían seguir los dictados de su conciencia antes que responder pasivamente a las demandas del gobierno. El propósito de Thoreau era defender su propia virtud moral y su libertad de actuar conforme a su propia idea de la verdad. Además, señaló Thoreau, si muchas personas transgreden las leyes injustas, pueden “obstruir la maquinaria” del gobierno.
Tolstoy y Gandhi
Los escritos de los abolicionistas y de Thoreau fueron fuente de inspiración para el gran novelista ruso Leo Tolstoy, quien se convirtió en fiel partidario de la no violencia. Sus escritos fueron a su vez determinantes en el ideario de la figura más insigne del activismo no violento, Mohandas K. (Mahatma) Gandhi, líder del movimiento de independencia de la India. En el siglo XX, las ideas de Tolstoy y Gandhi retornaron a Estados Unidos donde entusiasmaron a muchos estadounidenses, quienes eran desconocedores de que gran parte de la teoría de la no violencia trazaba sus orígenes a su propio país.
Los escritos de los abolicionistas y de Thoreau fueron fuente de inspiración para el gran novelista ruso Leo Tolstoy, quien se convirtió en fiel partidario de la no violencia. Sus escritos fueron a su vez determinantes en el ideario de la figura más insigne del activismo no violento, Mohandas K. (Mahatma) Gandhi, líder del movimiento de independencia de la India. En el siglo XX, las ideas de Tolstoy y Gandhi retornaron a Estados Unidos donde entusiasmaron a muchos estadounidenses, quienes eran desconocedores de que gran parte de la teoría de la no violencia trazaba sus orígenes a su propio país.
Para Gandhi, la no violencia era una cuestión de intención, más que de comportamiento. Definió la “violencia” como la intención de ejercer coacción sobre una persona para que haga algo que esa persona no quiere hacer. Las acciones no violentas tales como boicots, bloqueos y desobediencia de la ley pueden parecer coactivas, pero si se hacen en el verdadero espíritu de la no violencia, son meramente formas de alinear su comportamiento a su idea personal de la verdad moral. Los demás son libres de responder de la manera que elijan. Un seguidor de la no violencia propugnada por Gandhi observó que, conforme al ideario de Thoreau, “yo hago lo que creo debo hacer. Usted haga lo que crea debe hacer. Puede encarcelarme, golpearme o hasta matarme, pero no podrá privarme de la libertad de ser fiel a mi conciencia”.
Gandhi aceptaba que sus llamamientos instaban a todos a actuar conforme a una visión subjetiva de la verdad. Nadie es poseedor de toda la verdad, señalaba Gandhi, y debemos ser receptivos a la posibilidad de más tarde tener que reconocer nuestro error. Es por ello que nunca debemos imponer nuestras ideas sobre los demás. Pero debemos afianzarnos, incluso hasta la muerte, en la verdad tal como la percibimos ahora. Sólo así podremos descubrir por nosotros mismos lo que es la verdad en una situación determinada.
Ya que la no violencia equivale a la no coacción, las personas que se adhieren a este principio creen que nunca deben intentar resolver una situación conforme a sus deseos. Su trabajo no obedece a fines egoístas, sino al bien de todo el mundo y consecuente con su propia visión. De hecho, según Gandhi, no debe preocuparles en absoluto el resultado de sus acciones. Sólo deben asegurarse de que sus acciones son en todo momento consonantes con lo que es moralmente correcto. Las acciones conjugadas con la verdad moral son tanto el fin como el medio de la no violencia, y su objetivo es un proceso justo. Por consiguiente, no hay que juzgar la no violencia por su capacidad de producir resultados.
El más famoso exponente de la no violencia en Estados Unidos es Martin Luther King Jr., gran portavoz de la demanda de derechos civiles de los afroestadounidenses en los años 50 y 60 del siglo pasado. King convenía con Gandhi en que las acciones no violentas debían emprenderse por el bien de todas las personas, aun por el de los injustos y los opresores. King afirmó que “somos cautivos de una inescapable red de mutualidad tejida en una única trama del destino. Todo lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente”.
A diferencia de Gandhi, King se preocupaba por los resultados de sus acciones. Juzgaba las estrategias del movimiento de derechos civiles no solo por su valor intrínseco moral, sino por su efectividad en la eliminación de la discriminación contra la población de raza negra. Le interesaba provocar el conflicto y ganar victorias políticas.
Sin embargo, King sostenía que siempre que se trabaje sin violencia por la justicia y la igualdad, el resultado del conflicto será una mayor justicia y paz para todos. De modo que, a su manera de ver, el éxito personal y el beneficio para la sociedad no son incongruentes. “Estamos en la posición afortunada de tener nuestro más profundo sentido de moralidad fusionado con nuestro propio interés”. Aun cuando nuestras acciones requieran la confrontación y la presión inflexibles, afirmó King, siempre que actuemos motivados por un amor desinteresado que ofrecemos por igual a ambas partes del conflicto, estaremos trabajando para armonizar las partes contrarias y para mejorar la vida de todos. Gandhi seguramente estaría de acuerdo con King.
Resultados de la no violencia
El movimiento de derechos civiles dejo demostrado que, si se opta medir con esta vara, la no violencia produce resultados. En los años 60 del siglo pasado, el movimiento no violento a favor del cese del conflicto en Vietnam, influido por el éxito de los activistas de derechos civiles, cumplió una importante función para persuadir al gobierno de Estados Unidos para que retirara sus tropas de Vietnam.
El movimiento de derechos civiles dejo demostrado que, si se opta medir con esta vara, la no violencia produce resultados. En los años 60 del siglo pasado, el movimiento no violento a favor del cese del conflicto en Vietnam, influido por el éxito de los activistas de derechos civiles, cumplió una importante función para persuadir al gobierno de Estados Unidos para que retirara sus tropas de Vietnam.
Hasta los años 60, la mayoría de los estadounidenses comprometidos con el principio de la no violencia emprendían acciones a partir de sus creencias religiosas cristianas. Sin embargo, el movimiento de protesta en contra de la guerra de Vietnam atrajo a muchos que no eran cristianos. La cantidad de miembros de la Asociación Judía por la Paz (fundada en 1941) aumentó significativamente. El incipiente movimiento budista a favor de la paz siguió las enseñanzas de Thich Nhat Hahn y, más tarde, del Dalai Lama.
El principio de no violencia captó la atención de muchos estadounidenses no afiliados a una religión. Muchos encontraron inspiración en los escritos de la activista feminista Barbara Deming. La no violencia es necesariamente coactiva, escribió ella. Sin embargo, sólo obliga a las personas a no emprender acciones que, moralmente, no son justificables. Deja intacta su libertad de obrar con justo derecho. De ahí que la no violencia sea la manera más eficaz de efectuar un cambio social y político duradero, porque es la manera que menos suscita el antagonismo de las personas afectadas por el cambio.
A partir de los años 60, se ha observado en Estados Unidos un gran interés en aplicar el principio de la no violencia a muchas cuestiones políticas, a pesar de que sus adeptos son todavía una pequeña minoría de la población.
Los movimientos de no violencia en Estados Unidos han contribuido a generar movimientos similares en todo el mundo. Estos movimientos son responsables de importantes mejoras en las condiciones de vida en otros países y, en particular, tras el derrocamiento de regímenes totalitarios en Europa Oriental y las Filipinas. Los activistas no violentos contribuyeron a resolver viejos y enconados conflictos en Irlanda del Norte, Guatemala y Timor Oriental, entre otros. Ahora dirigen su activismo a los muchos frentes en las zonas de conflicto en todo el mundo. En los anales de la historia, Estados Unidos figurará como partícipe central de un proceso global y constante para la consecución no violenta de cambios sociales y políticos.
Ira Chernus. Profesora de Estudios Religiosos en la Universidad de Colorado, Boulder y autora de American Nonviolence: The History of an Idea(La no violencia en Estados Unidos: la historia de una idea).
America.gov. 9/3/2009