Oslo, Noruega. Liu Xiaobo es el segundo preso político distinguido con el Nobel de la Paz. Su antecesor fue el escritor pacifista alemán Carl von Ossietzky, a quien la Academia de Oslo concedió el galardón en 1935, provocando una encendida reacción de Adolf Hitler, quien prohibió a los alemanes aceptar en adelante Nobel alguno.
Ossietzky, que tras haber pasado tres años en campos de concentración, donde contrajo una tuberculosis, fue internado en un hospital de Berlín en 1936, falleció en 1938 sin que llegase a sus manos el importe del premio, del que se había hecho cargo un abogado berlinés. El escritor fundó en 1922 el movimiento «Nunca más la guerra», desde el que denunció el rearme de Alemania, lo que le valió la cárcel en 1931. Amnistiado en 1932, su oposición al nazismo lo colocó de nuevo, y para siempre, entre rejas en 1933.
Agencia Efe.
"Veinte años de lucha sin tregua".
El crítico literario y ensayista político chino Liu Xiaobo, de 54 años, galardonado con el premio Nobel de la Paz, se encuentra en prisión desde 2008 por exigir reformas democráticas. Liu se ha convertido en un molesto disidente para el Gobierno comunista de Pekín, que ha tratado, sin éxito, de intimidar a la Academia Sueca.
En los últimos días ha sido precisamente la propia «dictablanda» china, como el mismo Liu la denomina, la que más fama le ha dado al amenazar a la Academia de Oslo y al Gobierno noruego con graves consecuencias en sus relaciones bilaterales si decidían otorgar el galardón al escritor disidente.
Nacido en Changchun (Jilin) el 28 de diciembre de 1955, Liu es uno de los autores del manifiesto «Carta 08», rubricado por otros 303 intelectuales y artistas de su país en 2008, y que un año después le supuso una condena de once años entre rejas.
En el documento, los todavía hoy acosados firmantes pedían al Gobierno de la segunda potencia económica mundial que llevase a la práctica toda una serie de derechos recogidos en la Constitución china, como la libertad de prensa y de expresión, el multipartidismo o la protección del medio ambiente.
El manifiesto, que ya ha acumulado 20.000 firmas, está inspirado en la «Carta 77» que la oposición de la extinta Checoslovaquia redactó en 1977 y que tanto contribuyó a la caída del régimen comunista en 1989.
Se da la circunstancia de que fue ese mismo año cuando Liu abandonó su estancia como profesor visitante en la Universidad de Columbia, en Nueva York, para encabezar una huelga de hambre durante las protestas estudiantiles de la plaza de Tiananmen, en Pekín, que acabaron en masacre.
En la madrugada del 4 de junio de 1989, Liu Xiaobo y otros tres veteranos activistas salvaron las vidas de cientos de personas al negociar una salida pacífica de la plaza antes de que los carros blindados mataran a todos cuantos se negaban a abandonar su protesta.
Quienes lo conocen desde entonces aseguran que su carácter se suavizó a raíz de aquellos acontecimientos y que su lucha se volvió pacifista y dialogante. Tiananmen le valió una primera condena, de dos años de cárcel. En 1996 le llegó la segunda, de tres años, esta vez en un «campo de reeducación laboral» («laogai») donde se casó con su segunda y actual esposa, la poeta Liu Xia, cinco años más joven que él. Gracias al certificado de matrimonio Xia pudo visitar a menudo a su marido.
La poeta cuenta que le une a su marido una amistad de décadas y su amor por la literatura, en concreto por Dostoievski y Kafka. Por su parte, él definió así su relación en un mensaje escrito tras la sentencia de 2008: «Tu amor es la luz que atraviesa los muros y las rejas de la prisión, acaricia cada pulgada de mi piel, calienta cada una de mis células, me permite mantener mi calma interior».
Se trata de la misma calma interior que mostró en 2007, cuando abandonó la presidencia del Centro Chino PEN para la libertad de expresión y, en una entrevista concedida a «Efe», dibujó el futuro carcelario que se vería obligado a asumir si quería continuar con su lucha pacífica. Esta actitud le emparienta con Carl von Ossietzky, el pacifista alemán galardonado con el Nobel de 1935 por su oposición al nazismo (ver información adjunta).
Geir Lundestad, director del Instituto Noruego Nobel, quien denunció esta semana las presiones de la vicecanciller china Fu Ying para que el premio no vaya a parar a ninguno de los disidentes chinos nominados, sugirió en 2001 que tarde o temprano la pesadilla que para Pekín representa la concesión del galardón a un disidente se convertiría en realidad. Así ha sido. Mientras los defensores de la libertad celebraban ayer en todo el mundo la concesión del Nobel de la Paz a Liu, éste, a quien las noticias llegan con cuentagotas, pasa sus días en la prisión Jinzhou, en Liaoning.
Lne.es/España/9.Sept.2010
"Un Nobel en prisión"
El premio de la paz al disidente Liu Xiaobo interpela a China por la vulneración de los derechos humanos.
Se cumplió el pronóstico, muy debatido en función del nivel de audacia con que actuaría el Comité Noruego, y el Premio Nobel de la Paz ha sido justamente concedido al disidente político chino Liu Xiaobo. La atribución reconoce su tenaz trabajo, siempre pacífico, en pro de la instauración de una Constitución democrática y por el respeto a los derechos del hombre en el gigante asiático. Pero también envía un nítido mensaje político, como ya hiciera el jurado hace un año otorgando la distinción a Barack Obama, al homenajear a quien en estos momentos purga once años de prisión por inspirar el documento conocido como 'Carta 08', una razonada petición de reforma pacífica del régimen de Pekín y sus leyes constitutivas. Es difícil encontrar un Nobel de la Paz más elocuente que éste, concedido a un hombre que se encuentra arbitrariamente privado de libertad por decisión de los jerarcas comunistas dispuestos a flexibilizar el marco en el que opera una economía cada vez más poderosa, pero no a acompañar ese progreso de una sincera apertura a la democracia; y ello por más que China firmara en su día el Pacto Internacional por los Derechos Civiles y Políticos de la ONU, reconocidos en el retoque constitucional de 2004, y por más que el ala reformista y tecnocrática del Gobierno apueste por una cierta tolerancia, siempre bajo control. Era poco menos que inevitable que, desde su lógica interna, el régimen se revolviera contra un premio que le interpela tan directamente sobre la vulneración de las libertades ciudadanas. Pero su airada reacción, agudizada por el unánime aplauso al gesto del Comité Noruego, vuelve a ofrecer la imagen de un régimen esclerotizado frente a las exigencias para que rebaje su política represiva y deje de ahogar a la disidencia, cuya voz, como la de Liu Xiaobo, corre el riesgo de quedar silenciada ante la indiferencia de una sociedad cada vez más próspera y de una comunidad internacional que ha priorizado sus intereses hacia China. La cuestión no es exigir ahora la obligada liberación de aquel al que el Nobel ha convertido ya en símbolo planetario de la paz. Sigue siendo la de recordar que nunca debió ser encarcelado.
Diario Vasco/España/9.Sept.2010