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193. El imperativo de la Paz

Ciudad Victoria, Tamaulipas. Quizá no haya otro imperativo en este momento crucial de la humanidad que reflexionar y en consecuencia actuar para transformar la cultura de violencia en favor de una cultura de paz.
No es simple saber de los orígenes de la violencia, pero lo cierto es que encontramos sus atizbos en las comunidades primigenias que requerían del uso de la fuerza física violenta para sobrevivir, pero no solo eso, pareciera ser que la violencia se hace presente para ejercer dominio sobre el clan y aún más sobre los otros. Quizá ahí se encuentran las huellas culturales que poco a poco se fue anidando en nuestras mentes hasta formar parte de un valor no reconocido (escondido sutilmente en nuestras sombras inconscientes) para ejercer el poder.
Encontramos la violencia en las guerras entre los pueblos y entre las civilizaciones, y en mucho de los casos sustentadas en la retórica de construir la paz, la democracia, de los derechos humanos y del bien común.
La violencia recorre el interior de los hogares, de las escuelas, de las calles, de los espacios laborales, de los espacios de gobierno y hemos también violentado a la naturaleza misma, y por cierto podemos constatar hoy en día formas más complejas de violencia, más estructurada, organizada, tecnologizada.
Ahora bien, ¿Es esto aceptable? ¿Debemos vivir con ello como parte de la historia, de la cultura y la naturaleza? Creo que no hemos accedido a una comprensión y acción verdaderamente humanizadora que permita transformar esa cultura de violencia en una cultura de paz. ¿Qué tenemos que hacer para cambiar la página de esta historia?
Creo que se requiere de una movilización trascendental de las buenas conciencias dispuestas a participar en la transformación de la cultura y de la sociedad misma, acciones de hombres y mujeres desde distintos ámbitos de actuación humana, desde la ciencia, el arte, la religión, la educación, la política, la filosofía, etc.
Manifiesto por la Paz y No Violencia
A finales de 1999, un grupo de premios nobel de la paz, auspiciados por la UNESCO. nos convocaron a asumir seis compromisos como condición necesaria para construir una cultura de paz en el mundo, dichos compromisos dados a conocer a través del manifiesto 2000 plantearon lo siguiente:
“Reconociendo mi parte de responsabilidad ante el futuro de la humanidad especialmente para los niños de hoy y de mañana, me comprometo en mi vida diaria, en mi familia, mi trabajo, mi comunidad, mi país y mi región a: 1. Respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación ni prejuicios; 2. Practicar la no violencia activa, rechazando la violencia en todas sus formas: física, sexual, sicológica, económica y social, en particular hacia los más débiles y vulnerables, como los niños y los adolescentes; 3. Compartir mi tiempo y mis recursos materiales, cultivando la generosidad a fin de terminar con la exclusión, la injusticia y la opresión política y económica; 4. Defender la libertad de expresión y la diversidad cultural , privilegiando siempre la escucha y el diálogo, sin ceder al fanatismo, ni a la maledicencia y el rechazo del prójimo; 5. Promover un consumo responsable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta; 6. Contribuir al desarrollo de mi comunidad, propiciando la plena participación de las mujeres y el respeto de los principios democráticos, con el fin de crear juntos nuevas formas de solidaridad.”
Esta convocatoria fue signada por más de 100 millones de ciudadanos de todo el planeta. Así también, y en la búsqueda de promover una nueva conciencia de cuidado, protección de la infancia, la ONU denominó a la década del 2001 al 2010 como la década mundial de la paz y no violencia para todos los niños del mundo.
El Movimiento Internacional
Con estas iniciativas cobró vida el movimiento internacional por una cultura de paz y no violencia cuyo propósito fue concientizar, promover, desarrollar nuevas visiones y acciones que influyeran en cambios significativos a favor de una nueva ética global fundamentada en el respeto, el desarme de una cultura de violencia.
A finales de 2008, la Organización Internacional “Mundo sin Guerras” y el Movimiento Humanista Internacional” convocaron a los ciudadanos del mundo a participar en la primera marcha mundial por la paz y no violencia, misma que inició el 2 de octubre en Nueva Zelanda y culminó el 2 de enero de 2010 en Punta de Vacas, Argentina. La marcha cubrió un recorrido de más de 200 000 kilómetros, transitó por los 5 continentes, se adhirieron millones de ciudadanos, se celebraron miles de eventos culturales, y se hicieron presentes grandes líderes políticos, espirituales, intelectuales, del mundo artístico, ciudadanos galardonados por su acción a favor de la paz
Hay mucho trabajo por hacer, es urgente que instituciones sociales como la familia, la escuela, los centros religiosos y hasta las instituciones de readaptación social participen de una nueva oleada creativa de un cambio socio cultural y educativo, todos ellos tienen el cometido –entre otros- de promover el crecimiento emocional, intelectual y espiritual de las personas, es urgente una acción social sin precedente en favor del desarme de una cultura de violencia, de acceder a una nueva conciencia cuyo fruto sea la paz genuina.
Educación que trascienda
“Desde el Hijo del Cielo hasta los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la persona como la raíz de todo lo demás".
-Confucio
Creo que todos estamos de acuerdo que la educación juega un papel importantísimo en el cambio que necesitamos, pero una educación en su sentido más amplio posible debe ser holística, consciente, integral y trascendental. Más allá de formar hombres-máquina, de producir mentes en serie, de formar sujetos-objetos para el mercado, la educación de nuestro tiempo debe ser un gran movimiento que trascienda las aulas y que impregne también a la ciudadanía.
Quizá debiera decir que se requiere urgentemente de una nueva alfabetización, pero una alfabetización de las grandes ideas necesarias para transformar el mundo, de grandes visiones y acciones que generen movimiento, solidaridad y un sentimiento profundo de cambio. Esa educación debe emerger de un gran diálogo social, local, nacional e internacional.
Debe ser una educación para todas y todos, de todas las edades. Educar debe suponer extraer lo mejor de cada ser y trascender los elementos nocivos que conforman nuestra humana personalidad. Así, se requiere educar en la comprensión, la cooperación, la solidaridad, la tolerancia, en cuidado, la gratitud, la bondad, la compasión, el perdón, la empatía, el diálogo, el silencio creativo, la sensibilidad, la responsabilidad, la fraternidad, el amor, el respeto, el sentido de evolución, el reconocimiento mutuo y entre las culturas y las naciones, e insisto, sin descuidar el cultivo de la justicia, la democracia, la libertad y la armonía.
Necesitamos de una nueva ética social orientada al cuidado de la vida en todas sus manifestaciones, necesitamos nutrir las mentes de la infancia con los mejores sentimientos y pensamientos a favor del bien común, la verdad, la integridad, la belleza y el respeto y afecto incondicional para todos los seres vivientes. Necesitamos transitar de una conciencia centrada en el yo al nosotros, a la humanidad, a la naturaleza, al cosmos. Requerimos de una nueva ética holística, global, integral.
El momento es ahora y la responsabilidad es de todos. Hemos llegado a un punto crucial, o unimos esfuerzos y cooperamos para transformar positivamente este estado de cosas, o nos sumergiremos cada día más en este caos que resulta más doloroso para muchos. Este es el desafío del momento presente, ese es el imperativo más grande a que nos convoca hoy por hoy la vida, el desafío de construir un mundo sin violencia, un mundo mejor y más justo para todos, un mundo de paz con justicia, libertad, armonía y trascendencia.
Eduardo Delgado Gurrola. La verdad.com.mx. 17/4/2011

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