CreeSer
Así se vive desde una Cultura de Paz
Omar Gutiérrez
Jugar es un concepto que de uso cotidiano y sobre el cual se han construido una serie de representaciones entre las cuales destaca en el imaginario social la idea de considerar al juego una actividad exclusivamente de la infancia y con fines de distracción factible de realizarse en aquellos momentos en los que las niñas y niños no están haciendo algo “verdaderamente importante” ante lo cual las y los adultos les hacemos la concesión de “permitirles jugar”.
Nada más errado del sentido profundo del juego ya que es una actividad y a la vez un proceso humano que existe en todas las culturas y civilizaciones y tiene como característica primordial el no tener un vínculo entre los medios y los fines; el no tener un intención estructurada más allá de jugar por y para jugar. Al tener esta flexibilidad y apertura, el juego nos ha permitido a las personas de todos los tiempos el desarrollo de habilidades en la práctica, en ambientes retadores y motivadores pero no amenazantes
Cuando las personas adultas nos permitimos jugar y sobre todo, aprender a través del juego, podemos interactuar, reflexionar y dialogar desde áreas de nuestro ser que pueden expresarse con mayor libertad, confianza y seguridad lo que resulta difícil en situaciones no lúdicas más rígidas en las que más que la expresión libre se opta por la expresión políticamente correcta y dónde se teme al error y al descrédito.
Así mismo, sí educar para la paz implica entre otras cosas el identificar nuestras actitudes, comportamientos, creencias personales y formas de organizarnos colectivamente así como revisar si favorecen condiciones de violencia o de noviolencia, el juego es la herramienta ideal para hacerlo ya que favorece la “relajación” de los mecanismos de defensa que bloquean las transformaciones personales y colectivas de las prácticas violentas.
En este sentido marginar el juego de la educación para la paz tanto de niñas, niños y personas adultas, significaría mutilarla de uno de sus instrumentos más pertinentes.
Quien no juega corre el riesgo de crecer sin habilidades socio-afectivas de convivencia noviolenta. Es por ello que el juego es un derecho reconocido y promovido por la Organización de Naciones Unidas desde 1989, porque es fundamental para el desarrollo de las personas y de las sociedades que conforman.
En este sentido, CreeSer ABP plantea su trabajo de intervención comunitaria y de educación para la paz desde una perspectiva lúdica, porque hay quien dice que si creemos que un mundo mejor es posible, para construirlo es necesario comenzar por soñar con él y nosotras/os agregaríamos: “y después de soñar con él hay que jugar a él, colectivamente.”
Omar Gutiérrez. Coordinador de Área de Educación para la Paz. CreeSer ABP. Av. Ricardo Covarrubias No. 3303. Col. Primavera. Monterrey, N.L. CP 64830. México. Teléfono/Fax +52 (81) 1234-2929. http://www.creeser.org.mx/
