Por Daniel Jesús Carrillo Polanco
Mérida, Yucatán. Toda crisis lleva consigo una oportunidad. Las crisis políticas, como las que estamos viviendo en todos los ámbitos, son consecuencia de las fallas recurrentes en el quehacer político.
La mayoría de los seres humanos estamos negados a ejercer la política que no es otra cosa que la capacidad que debemos tener para llegar a acuerdos vía diálogo y negociación. Para lo cual es necesario asumir valores como respeto, comprensión, tolerancia, etcétera.
En vez de política somos presa de la antipolítica que es la otra cara de la moneda, ya que en vez de la búsqueda de acuerdos las partes antagónicas se enfrascan en episodios de venganza, de rencores, de intolerancia, etcétera.
Y es que cada una de las partes cree tener la verdad total a su favor y quizá sea esa la causa por la cual no pueden ceder ni medio milímetro en sus posturas en pos de buscar el entendimiento y la armonía social.
El ejercicio de la política debe comenzar con el diálogo, que es la virtud que deben tener las personas para intercambiar impresiones sobre determinados asuntos. Así de simple: si no hay diálogo, no hay política.
Y si no hay diálogo mucho menos habrá posibilidad de negociar. La negociación viene a ser la esencia misma del quehacer político. Debe ser la virtud del ser humano para entender que no siempre puede y debe tener toda la razón en todo. Cuando una o ambas partes se niegan a negociar, se niegan a ceder, sólo hay desentendimiento.
Si no hay diálogo no pude haber negociación y si no hay negociación jamás podrá llegarse a consensos. Así de simple: cuando no hay negociación la política está ausente.
Otro de los factores de la política es la comunicación, misma que tiene que entenderse desde un doble ámbito: la que debe darse de modo directo y personal entre quienes forman parte de una misma organización y entre estos y la sociedad, y las posturas públicas que deben ser en función de lo que la sociedad aspira y desea. La falta de comunicación es detonante de malos entendidos y rumores.
El tercer factor que viene a ser el menos afortunado es el de la postura ética, que consiste en la capacidad de la persona humana de actuar con legitimidad sin simulaciones. Así de simple: si no hay legitimidad en la actuación, no hay política.
Entonces ¿por qué surge una crisis pública? Simplemente porque no hay entendimiento y hay más disensos que consensos.
La situación política es particularmente difícil porque se ha llegado al grado de que, en muchos casos si no es que en todos, ni siquiera se abre la posibilidad para entablar el diálogo como premisa necesaria para la negociación. ¿Qué resultado se puede esperar así?
Cuando no hay diálogo ni negociación o cuando éstos se dan sin una postura legítima, se generan o se profundizan los desacuerdos. Y a mayor cantidad de disensos, mayores son los niveles de crisis. Y la situación empeora aún más cuando las divergencias brincan a la esfera pública e involucran a otros agentes.
Ante una crisis cualquier organización cae en una situación de debilitamiento en su estructura, en su imagen y, por ende, en sus niveles de credibilidad. Lo que se pierde no es cualquier cosa: es el poder de sumar esfuerzos y voluntades, es decir, el poder político.
Precisamente cuando una organización padece de una crisis política la primera recomendación es recurrir a los valores que sustentan su existencia misma. Una crisis no se supera cuando los valores quedan como adornos en el papel o en las paredes. Aquí está la oportunidad: la de demostrar que se puede actuar con valores.
Si las crisis no son superadas obviamente la organización seguirá divida y por tanto seguirá siendo vulnerable. Aquí las únicas que salen ganando son las organizaciones contrarias, que en vez de coadyuvar al entendimiento social y supremo se aprovechan de las debilidades en detrimento de la sociedad.
Finalmente, las crisis políticas no se resuelven por sí solas, tienen que ser gestionadas. ¿Cómo? Sencillo: atendiendo las causas que les dieron origen, pero en vez de hacerlo seguimos sin ejercer la política es decir sin diálogo, sin negociación y sin acuerdos. Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.
Daniel Jesús Carrillo Polanco es Maestro en Comunicación Política y Mercadotecnia
Yucatan.com.mz. 25/Oct/2010