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452. Generación asesina

Los Derechos en serio
Generación asesina
Rogelio López Sánchez

"A veces una generación puede hacer algo extraordinario tu puedes ser parte de esa generación".
-Nelson Mandela

En las últimas semanas presenciamos en Monterrey  varias protestas por la muerte de estudiantes universitarios de los principales Campus de la Ciudad: UANL e ITESM. La autoridad seguramente estará pensando que los jóvenes somos demasiado ingenuos para creer, más bien, para entender como se llevan a cabo las negociaciones confeccionadas desde las élites de poder, la mafia política y el clientelismo que subyace en toda esta cloaca de sistema político y construcción de redes que se tejen desde el subsuelo y que han erosionado la confianza en las instituciones.
El miedo es el peor consejero, y nosotros hemos encontrado en él, el peor de nuestros dirigentes. Nos hace tomar decisiones irracionales y nos hace atrincherarnos en nuestros feudos posmodernos, recelosos a conservar lo poco que nos queda, llorando en el peor de los recovecos de inmundicia humana compartiendo el miedo de nuestra familia y semejantes. Creo que la peor fase de la “guerra” está por venir, no solamente por la vulnerabilidad de nuestras instituciones, sino por la falta de restructuración del tejido social cuyo proceso de fortalecimiento ha sido pésimo en las últimas décadas. Entramos a una especie de guerra civil, donde las instituciones fallan y el ciudadano de a pie decide enfrentarse a sus semejantes. Para muestra basta un botón: ¿Cuántas comunidades amuralladas al estilo medieval conocemos en nuestra ciudad? Preparadas para un embate externo y arrojar la mejor de las artillerías contra el invasor. La desconfianza en el “otro” ha sido punto de quiebre para generar la peor de las estrategias en materia de “seguridad” y demás políticas públicas en la historia política del país.
Tenemos miedo, sí, demasiado, tanto que nos consume y nos hace afirmar que la estrategia de “mano dura” ha sido la mejor decisión que hemos tomado en años, de sacar la porquería que teníamos en la alfombra acumulada por un Partido Hegemónico y por toda su red de clientelismos y de mafias políticas que negociaban con todo lo que estuviera a su alcance. Es muy fácil culpar al “pasado”, la gente ordinaria lo hace comúnmente para olvidar sus cicatrices mentales y emocionales, no me extraña que la sociedad puritana regiomontana lo haga también. Pero no recordamos que nosotros hemos ayudado a conservar ese pastel podrido que nos heredaron nuestros ancestros, y cuyo sabor pestilente nos sigue seduciendo, día a día con nuestros actos cotidianos y en el reflejo de esa cultura autoritaria, corrupta, mafiosa, clientelista, arribista, materialista, etc. Somos humanos a final de cuentas. Que sin dinero nadie existe, que es el fin de todas las cosas: el principio y el fin. Que todos somos medios para obtener lucros y que nadie puede existir sin él. Que nadie es exitoso sin dinero y que el éxito es el lucro monetario. Quizá no lo digamos, pero sí lo reflejan nuestras acciones. Si queremos culpar a alguien, volteemos al espejo y encontraremos la respuesta.
Este fenómeno no se reduce a nivel local, sino globalmente observamos que la tendencia humana persigue dicho propósito, los grandes rescates financieros por el capital en sí son ejemplo de ello, ante amenazas globales de sequía, desertificación, hambruna, y otra sarta de barbaries que terminan por agotar nuestra confianza en la especie humana. La instrumentalización de la persona como medio para obtener lucro es una práctica cotidiana este país, se objetiviza a las personas como ritual inviolable, en las dependencias públicas, en las licitaciones con nuestros impuestos, en los desfalcos públicos, en los Ministerios Públicos, en los Juzgados, en las Universidades Públicas y Privadas... nos ninguneamos, nos mandamos a la “chingada”.
No es mi intención culpar, ni menos diagnosticar, me encuentro muy lejos de ello, tampoco hago esoterismo, solo escribo porque me agrada compartir ideas con mis amigos lectores, es complicado transmitir un sentimiento y más cuando uno se topa con tantas desventuras, cuando lee la prensa y pierde su fe en las instituciones que tanto defendían nuestros padres, cuando un joven trata de mejorar el sistema y termina devorado por el mismo o parte de él, cuando intimas con tu semejante y te confiesa que ha perdido su fe en las instituciones y en todo aquello que suene a político. En fin, terminas devorando a Schopenhauer y crees en la fatalidad humana como un destino irreversible y la solución de entregarte al Leviathan para agotar ese sentimiento de inseguridad que te agota y te persigue.
Estas dos últimas semanas vimos a una generación que quizá no esté muerta (me refiero a los chicos de la UANL y del ITESM). Hablé hace aproximadamente un año de una generación de “cadáveres”, me refería a mi generación. Más bien, tendría que replantear ese punto y hablar de generaciones asesinas, como aquellas que acaban con el espíritu de otras generaciones que desean transformaciones culturales profundas y cuyas pretensiones son exterminadas por miedo. Ese miedo cobarde y asesino de conservación de privilegios, de dejadez y de maniqueísmo cínico, el cual debería estar prohibido en cualquier sociedad. Eso es lo que observo el día de hoy, en mi país y en mi Ciudad.
Pero mi generación también es la de los olvidados, la de los NI Nis, la de Sicarios, la de prostitutas, ladrones, narcotraficantes, drogadictos, la de gente invisible y visible, la de personas “in-decentes”, con las que alguna vez todo político tuvo que haber convivido e incluso pedido el voto a cambio una que otra promesa e incluso colaborado con ellos, admitimos nuestra culpa de ser como somos y no como los demás quieren que seamos con sus concepciones del “bien” y el “mal”, pero recuerden que nosotros somos la herencia de una generación asesina que ahora pretende callarnos y coartar nuestra libertad de expresión, a costa de negociar y de permanecer en silencio sólo porque se trata de situaciones incómodas. Digámoslo como los estudiantes estas dos semanas, en nombre de una sociedad harta de mentiras: exigimos transparencia en las investigaciones sobre los cobardes homicidios de hace más de dos años de estudiantes del Tecnológico de Monterrey: Jorge Antonio Mercado y Javier Francisco Arredondo, por los homicidios de José Fidencio García, Hiram "N", por Gabriela Pineda, Lucila Quintanilla, Raúl Villarreal , Jorge Mercado, Javier Francisco Arredondo, por los desaparecidos Roy Rivera Hidalgo, José Ángel Mejía Martínez y David Ibarra Buenrostro. Todos ellos y la sociedad que ya ha padecido los efectos de esta “guerra” demanda transparencia, porque mientras la autoridad no investigue y mantenga la opacidad a través de la práctica burlona de la ley, en nombre de la paz y la fatalidad del bien a costa de “daños colaterales”, todos tenemos la posibilidad de ser “Sicarios”.
Rogelio López Sánchez. Profesor de Derechos Fundamentales en la Facultad de Derecho y Criminología. Investigador-colaborador del Área de Filosofía del Derecho del Centro de Investigación de Tecnología Jurídica y Criminológica de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Actualmente es Estudiante del Doctorado en Derecho Constitucional y Gobernabilidad por la misma institución y becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT); asimismo, ha sido becario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dentro del Programa “Los caminos de la justicia en México 1810-1910-2010”. Secretario Académico de la Revista Isotimia (Revista Internacional de Teoría Política y Jurídica). Cuenta con distintas publicaciones en materia de derechos fundamentales en Revistas y compilaciones en México y el extranjero. Coordinador del sitio “Aula Virtual de Derechos Fundamentales” http://aulavirtualdf.blogspot.com/, rogelio.lopez.sanchez@gmail.com

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