Islas en disputa: ¿Falkland o Malvinas?
Puerto Stanley, Islas Malvinas. La
sola llegada a este lugar plantea el problema. Al desembarcar, el visitante
recibe un folleto del gobierno de las Islas que da la bienvenida, pero advierte
de inmediato: "Seguramente, usted debe estar consciente de que algunas de
las personas de ambos lados que fueron parte del conflicto todavía están sensibles
sobre ciertas cosas relacionadas con sus experiencias en 1982, y por lo tanto,
le pedimos que respete los sentimientos de los isleños, tal y como nosotros
respetaremos los suyos".
El párrafo resume
la guerra entre Argentina y Reino Unido ocurrida hace 31 años por el dominio de
estas islas localizadas en la parte más austral del Atlántico Sur.
Una guerra en la
que el primero las ocupó militarmente reclamando derechos soberanos sobre ellas
y donde el segundo las recuperó haciendo valer su dominio sobre ellas como
territorio de ultramar británico.
Conflicto ancestral
que no cesa y, en medio del cual, se encuentran 2 mil 932 falklanders o
kelpers, reconocidos por el Reino Unido y desconocidos por Argentina. Isleños
que, día a día, viven las Islas y el conflicto.
"Por favor
-sugiere el folleto del Servicio de Aduanas e Inmigraciones del gobierno local-
esté consciente del hecho de que agitar o mostrar en forma pública una bandera
argentina en cualquier lugar de las Islas Falkland podría causar alarma y angustia.
Por favor, absténgase de hacerlo para prevenir molestias o inconvenientes
innecesarios".
No es para menos.
La toma militar de las Islas fue una ocupación infame a los ojos de los
falklanders y una legítima reivindicación desde la óptica argentina. Un lance
emprendido el 2 de abril 1982 por el general Leopoldo Galtieri, que terminó por
cavar la tumba de la dictadura argentina y, sin querer, por darle lustre al
hierro de la dama Margaret Tatcher.
Una guerra que
culminó con la rendición de Argentina el 14 de junio de ese año, que costó la
vida a más de 650 militares de ese país, 255 militares británicos, así como a
tres isleños, y dejó por reino el de la incertidumbre en las Islas.
Unas islas ..aisladas
Llegar a estas
islas no es del todo sencillo. Se puede arribar naturalmente por barco -como lo
hacen los 35 mil cruceristas al año para ver pingüinos, orcas o leones y
elefantes marinos- o bien, a través de un único vuelo comercial, con frecuencia
semanal, proveniente de Chile y no de Argentina, tierra continental más próxima
a ellas.
Otra opción es el
vuelo militar británico que parte, dos veces a la semana, de la base Brize
Norton, cercana a Londres, con enseres de toda índole para las Islas, refrescos
para la guarnición militar, y acepta alrededor de 35 pasajeros civiles.
Una larga travesía
con escala obligada en la Isla de la Ascensión, otro de los 14 territorios de
ultramar del Reino Unido.
Un vuelo que, a
veces, reciben en el aire dos aviones Eurofighter Tifoon de la Real Fuerza
Aérea destacada aquí, para escoltarlo hasta la terminal. Versátiles cazas que,
cuando los isleños los oyen surcar los cielos, dicen escuchar "el sonido
de la Liberación".
Llegar aquí, desde
Argentina, hoy es imposible. De ahí que los isleños se quejen de un cierto
bloqueo económico y comercial.
Presente festivo, porvenir incierto
Si la sombra del
pasado duele en la memoria de los falklanders y la incertidumbre del porvenir
de cara a la Argentina irrita su conciencia, el presente los mueve a hacer
cosas.
Estos días, los
isleños están de plácemes.
Celebran una idea
que hace ya tres años tuvieron Gavin Short y Dick Sawle, dos de los ocho
integrantes de la Asamblea Legislativa: hacer un referéndum para fijar postura
frente al estatuto de las Islas.
Con base en el
derecho a la autodeterminación y la autonomía, aunque no al ejercicio de la
política exterior y la defensa -que competen al Reino Unido-, el Consejo
Ejecutivo (gobierno) de las Islas, compuesto por tres miembros de la Asamblea,
anunció el 12 de junio del año pasado la realización de ese referéndum que tuvo
lugar apenas los pasados 10 y 11 de marzo.
Como un gran
victoria festejan los isleños el ejercicio, donde respondieron sí o no a la
pregunta: "¿Desea usted que las Islas Falkland mantengan su status
político actual como territorio de ultramar del Reino Unido?".
Un 99.8 por ciento
dijo sí.
O sea, del total de
los mil 518 participantes sólo tres falklanders votaron no y quién sabe por qué
lo hicieron.
La celebración no
deriva tanto del resultado, porque los habitantes lejos de cuestionar o dudar
de su pertenencia al Reino Unido, la veneran.
Al menos, la ven de
modo tan natural que cuando a Sarah Bowles, una joven mujer casada, nacida
aquí, se le pregunta si se considera británica, responde: "así como sé que
soy mujer, sé que soy británica".
No, la celebración
proviene del hecho de contar, ahora, con el resultado de un ejercicio
democrático que les permite orgullosamente expresar a coro y al exterior
-entendiendo por el exterior a la Argentina, los organismos y la comunidad
internacionales, así como al Papa Francisco- su deseo de permanecer como territorio
de ultramar británico.
Están contentos.
Tanto que, al dar a
conocer el resultado del referéndum, el asambleísta Gavin Short aseguró:
"por primera vez en nuestra larga historia no puede malinterpretarse cómo
nos sentimos en nuestra relación con la Gran Bretaña".
Y pidió enviar su
claro mensaje al mundo: "nuestro resonante 'sí' al deseo de permanecer
como un territorio de ultramar del Reino Unido".
De igual modo, la
asambleísta Jan Cheek asegura: "nosotros sí sabíamos lo que queríamos,
pero no habíamos encontrado la forma democrática de hacérselo saber al
mundo".
Más elocuente es
Lisa Watson, editora de Penguin News, el único periódico semanal de las Islas:
"queríamos decir por nosotros mismos lo que sentimos, lo que creemos,
porque todos hablaban del asunto pero nosotros éramos tratados como un problema
académico y es muy frustrante, como ser humano, ser tratado como un problema
académico".
Y subraya:
"hoy, en el mundo, el asunto es la gente y sus derechos.
Aquí, no sólo es un
problema de la tierra, y fuimos tratados por mucho tiempo como si no
existiéramos.
Incluso por Gran
Bretaña antes de 1982.
Éramos un pequeño
interés para el gobierno británico y, desde luego, nada interesamos al gobierno
argentino.
Todo era qué hacer
con el problema y el problema éramos nosotros.
Ahora estamos
diciendo 'no somos un problema, estas islas son nuestras.
Quizás necesitemos
de la protección de Gran Bretaña por la situación política, pero aquí vivimos,
hemos desarrollado estas islas.
Aquí
estamos'".
Están de plácemes
los falklanders, pero inciertos del porvenir y desconfiados de la presidenta
argentina, Cristina Fernández, quien ya pidió interceder al Papa Francisco en
el conflicto, donde ellos están en medio.
Como quiera, les
satisface haber realizado el referéndum.
Tan felices están
que con banderas del Reino Unido y de las Islas, adornan sus casas y coches.
Sienten haber dicho
lo que quieren.
Conjunto de 780
islas
Descripción
geográfica: Archipiélago formado por dos grandes islas y 778 pequeñas islas e
islotes, con una superficie de 12 mil 173 kilómetros cuadrados.
Localización:
Atlántico Sur a 483 kilómetros de la parte más austral del continente
suramericano y a 1,365 kilómetros del Círculo Antártico. Se ubica tan cerca del
Polo Sur, como Londres del Polo Norte.
Coordenadas:
latitud 51-53' sur; longitud 57-62' oeste.
Población: 2,932
habitantes: 54% nacidos en las Islas; 25% descendientes de británicos; 14% de
las Islas de Santa Helena (igualmente ubicadas en el Atlántico Sur, a 7 mil
kilómetros de las Falkland o Malvinas) y 5% chilenos. 85% del total habita en
la capital, Puerto Stanley o Puerto Argentino.
Además de ellos, en
la base militar de Mount Pleasant habitan 2 mil personas, entre militares y
civiles.
Flora y fauna:
habitan 220 especies de aves, cinco de pingüinos, 14 de mamíferos marinos tales
como elefantes y leones, delfines, orcas y 350 especies de plantas.
René Delgado. El Norte.com. 31/01/2013
Tan lejos y tan cerca
Puerto Stanley, Islas Malvinas. La historia que angustia a los
falklanders y enerva a los argentinos data desde principios del siglo XIX... y
sigue viva.
Tan viva que,
cuando se vuela a las Islas, no se aterriza en un aeropuerto civil sino en uno
militar: Mount Pleasant. Ahí tienen base mil 300 soldados británicos -un
militar por cada 2.25 habitantes- y alrededor de 700 civiles de apoyo,
destacados para resguardar la integridad del territorio y la defensa de los
isleños. De no ser por el camuflado de las instalaciones, el cerco con uno, dos
o tres hilos de alambre-concertina con navajas de acero, los helicópteros y
aviones militares, los sistemas de detección aérea y comunicación, los hombres
con uniforme y la obvia prohibición de tomar fotos, filmar o grabar, la base militar
más bien parecería una pequeña ciudad, distante casi 60 kilómetros de la
capital, Puerto Stanley.
Tan presente es la
memoria del conflicto que, a la vera del camino de Mount Pleasant a Puerto
Stanley, casi al llegar a este último punto, se mira uno que otro campo
sembrado... pero sembrado de minas antipersonales y antitanques. Sí, en esta
casi tundra con ligeras elevaciones y un viento impresionante -útil para
generar energía eólica-, grandes extensiones de terreno se encuentran
delimitadas con alambre de púas del que, de tramo en tramo, pende un letrero
rojo con una calavera cruzada por dos huesos y una leyenda: "Danger,
mines".
Minas no detonadas,
enterradas durante la guerra por el ejército argentino y que hoy retiran
esforzados trabajadores de Zimbabwe sin que les castañeen los dientes. Ése es
su trabajo en Bactec, una compañía especializada en "limpiar" campos
bélicos.
Más todavía, si se
deja esa carretera y se enfila con rumbo a Wilreless Ridge o, mejor aún, a
Mount Longdon, las huellas de la derrota argentina prevalecen. Entre los
enormes y abundantes mechones de pasto -tussac grass- todavía es posible
encontrar botas militares, tripiés de morteros, trozos deshilvanados de lona
verde olivo, carcazas de las cajas de municiones, cañones de baterías antiaéreas
carcomidos, trincheras semidestruidas, casquillos oxidados, cráteres abiertos
por obuses o granadas y, en la parte más alta de la colina, las infaltables
placas conmemorativas y ofrendas para honrar a los soldados caídos. Sobre todo,
obviamente, a los británicos.
Ahí, en el
escarpado risco que corona Mount Longdon, reposa la memoria de una de las
últimas grandes batallas, librada un par de días antes de la rendición
argentina del 14 de junio de 1982, fecha que para los isleños marca el Día de
la Liberación. Toda una efeméride.
En buena y mala hora
Con todo, a 31 años
de la toma por asalto de las Islas -mañana se cumplirá ese aniversario-, el
problema prevalece y en un momento singular. La economía de los falklanders es
chica en extremo, pero de ensoñación y, paradoja o no, después (quizás, a raíz)
del conflicto con Argentina mejoró considerablemente.
Las Islas no pagan
tributo a la Corona ni ésta las subsidia -excepción hecha del gasto generado
por el resguardo militar; 0.5 por ciento del presupuesto de defensa del Reino
Unido, algo así como mil 300 millones de pesos anuales-. Tienen autosuficiencia
económica, finanzas sanas, uno por ciento de desempleo, casi nula tasa de
criminalidad... y, la cereza del pastel, petróleo al norte de su costa pero dentro
de la zona económica, riqueza que empezarán a comercializar y exportar a partir
del 2017.
Las licencias de
pesca a escala, siguiéndole de lejos la agricultura -significada por medio
millón de ovejas, lana y carne, pues- y el turismo son los pilares de esa
pequeña pero sana economía.
Un cuadro que, con
la explotación del yacimiento submarino Sea Lion, estimado en 300 millones de
barriles de petróleo -sin considerar lo que deparen las exploraciones en el mar
al sur de las Islas-, les pinta un prometedor paisaje económico. Tanto así que
aún no determinan bien a bien qué hacer con los ingresos de las concesiones
petroleras, aunque se inclinan a seguir el modelo Noruego para no petrolizar su
economía y garantizar recursos para el futuro.
Así que en buena y
en mala hora la circunstancia de los isleños porque, si bien ya establecieron
su deseo de permanecer como territorio de ultramar británico, la diplomacia
argentina considera el referéndum como un asunto de relaciones públicas, que
resuelve lo obvio: un grupo de británicos implantado quiere ser británico.
Resuelve eso, si se quiere, pero no los derechos soberanos sobre el territorio
que reclama Argentina.
¿Qué sigue?
A esa pregunta es a
la que los falklanders buscan una respuesta desde hace años, por no decir
generaciones.
Y es que, más allá
de la disputa diplomática por las Falkland o Las Malvinas, por ejemplo, Eric
Goose, un guía en las visitas a los campos de batalla, relata la llegada de sus
ancestros en 1844 a las Islas, como también cuenta con enorme sencillez la
resistencia pacífica que ofreció en Goose Farm cuando, allí, llegaron los
argentinos en 1982. No podía enfrentarlos pero hasta donde pudo, como administrador
de la granja, vio cómo hacerles difícil su estancia.
Relatos como ese
abundan. Patrick Watts, encargado en aquellos años de la radiodifusora de las
Islas, narra con orgullo cómo se mantuvo al frente de ella el día del asalto.
Primero porque el gobernador Rex Hunt le pidió mantener informados a los
isleños de la ocupación y, luego, ya tomado Stanley, para servir de enlace a la
comunidad hasta donde los militares se lo permitían.
Quienes vivieron la
ocupación militar argentina del 2 de abril al 14 junio de 1982, algo tienen qué
contar. "Dijeron", recuerda el asambleísta Roger Edwards, "que
respetarían nuestras costumbres y formas de vida, pero en cuestión de días
querían que manejáramos a la derecha, aunque luego dieron marcha atrás".
Respaldo y disuasión
Quienes tienen
claro qué sigue son el gobernador Nigel Haywood y el brigadier Bill Aldridge.
El primero, designado por el Reino Unido, sirve de enlace entre el gobierno de
las Islas y el británico, el segundo comanda la base militar de Mount Pleasant.
El gobernador
Haywood advierte cómo el gobierno argentino intenta obstaculizar y dañar el
desarrollo de las Islas Falkland, mostrando hostilidad y dificultando cualquier
forma de cooperación con ellas en la región. Desde esa perspectiva, subraya la
importancia del referéndum porque deja en claro, ante el mundo, la decisión de
los falklanders de permanecer como territorio de ultramar británico. Precisa,
sin embargo, que el ejercicio fue una iniciativa del gobierno de las Islas
aunque, desde luego, lo apoya el Reino Unido.
El brigadier
Aldridge es claro. Dice que su misión es disuadir cualquier intento de agresión
militar al territorio de las Falkland y que, para ello, cuenta con lo
suficiente y necesario. No da cifras, pero acepta como una buena deducción que
hay mil 300 efectivos que pertenecen al ejército y las fuerzas área y naval
británicos, y alrededor de 700 civiles contratados en la base.
Personal al que se
agregan -eso él no lo dice- una fragata, una patrulla de tarea naval con
helicóptero, dos aviones Eurofighter Typhoon, un par de helicópteros Sea Kings,
un avión Hércules C130 y un avión VC10, además de defensas antiaéreas y un
complejo sistema terrestre de radares de detección.
El brigadier señala
que, si bien después de la ocupación de 1982, se incrementó la guarnición
militar, durante los últimos años se ha reducido considerablemente. Tal
señalamiento le permite asegurar que las Islas no están militarizadas.
El reino de la incertidumbre
Los falklanders
tienen claro cuándo, cómo y por qué llegaron a las Islas. Lo que han hecho a
largo de los siglos para desarrollar allí una economía donde nada falta, pero
nada sobra. Cómo a más 12 mil kilómetros de Londres han sostenido su cultura,
sus usos y costumbres. Incluso saben que a las Falkland se les quiere o se les
odia, y ellos las quieren. Saben todo eso, pero aun así no tienen certeza de
qué sigue en ese conflicto ancestral por su dominio.
René Delgado. El Norte.com. 01/04/2013