Nueva York, Estados Unidos. En
medio del debate de la reforma migratoria en Estados Unidos, la campaña
"seguridad fronteriza primero"
demanda castigos más severos contra las personas que deciden cruzar a
los EE.UU. sin autorización, pero un nuevo estudio realizado por la Universidad
del Sur de California indica que la posibilidad de ser arrestado o incluso el
encarcelamiento, no disuade de manera significativa a los inmigrantes mexicanos
que tratan de cruzar la frontera sin documentos. "Esto sugiere que tal vez
es muy poco lo que la ley de inmigración, por sí sola, pueda influir en las intenciones de las
personas a migrar ilegalmente", dijo la autora del estudio, Emily Ryo.
Los resultados del estudio
hacen eco de las investigaciones realizadas por Human Rights Watch entorno a
los procesos penales por entrada y reingreso ilegal los cuales, se han
disparado en los últimos 10 años para convertirse en el delito federal más
perseguido. En la investigación de nuestro informe, "Convirtiendo a
migrantes en delincuentes" encontramos que uno de los principales motivos
por el que las personas ingresan a los Estados Unidos sin autorización es el
deseo de reunirse con sus familias, un impulso tan fuerte que están dispuestos
a correr grandes riesgos. Una y otra vez, las personas me dijeron que habrían
preferido reunirse con sus familias legalmente, pero no les quedaba otra opción
que infringir la ley, en algunos casos de forma reiterada. Una madre de dos
niños pequeños, que ya había tratado infructuosamente de ingresar tres veces,
me dijo: "No he perdido el ánimo para intentarlo de nuevo."
Estados Unidos necesita
reformar su ley de inmigración de modo que proteja adecuadamente el derecho
humano esencial a la unidad familiar. Eso significa crear un camino a la
ciudadanía para millones de inmigrantes no autorizados que guardan fuertes
lazos con las familias y las comunidades estadounidenses, incluyendo aquellos
que han sido deportados. Mientras esto no suceda, las personas seguirán
arriesgando todo para ingresar a los EE.UU., tal es el caso de un hombre que
conocí en la ciudad fronteriza de Tijuana, México, que recientemente había sido
deportado. El hombre, ahora lejos de su esposa y sus cinco hijos quienes viven
en los Estados Unidos, me dijo: "Mi corazón está ahí. Mi cuerpo está aquí.
"
Grace Meng. Hrw.org. 08/08/
2013