En esta columna, Mairead Maguire, militante pacifista y
premio Nobel de la Paz 1976, sostiene que, a lo largo de 1.700 años las
iglesias cristianas se han abstenido de impartir el más simple mensaje de
Jesús: ama a tus enemigos, nunca mates. Se ha tratado de un prolongado desvío
teológico. Hoy en día, los cristianos tienen que desarrollar una teología
coherente con la no violencia predicada por Jesús, que era un pacifista.
Recientemente estuve
en Asís, la ciudad natal de San Francisco y Santa Clara, dos grandes espíritus
que han inspirado a millones y millones de personas en todo el mundo.
San Francisco, un
hombre de paz, y Santa Clara, una mujer de oración, transmiten desde la Edad
Media un mensaje de amor, de compasión, de afección por los seres humanos, los
animales y el ambiente, que aún hoy nos ilumina y nos conmueve.
Ahora, en el inicio
del siglo XXI, nuestra generación enfrenta una creciente violencia, y nos vemos
obligados a admitir que estamos yendo por mal camino, y necesitamos ideas y
modelos alternativos para orientarnos desde una perspectiva gobal.
La paz es una gracia
a la que todos aspiramos, pero es apreciada particularmente por aquellos que
han vivido situaciones de conflictos violentos, de guerra, de hambre y pobreza.
La paz es un derecho humano básico y universal.
Esto vale para todos
los derechos humanos, con independencia de credos, religiones y pertenencias
étnicas
El amor al prójimo y
el respeto por sus derechos es la base para establecer relaciones de
cooperación y solidaridad que son la condición para unir nuestras fuerzas a fin
de encarar las amenazas de nuestro tiempo.
La pobreza es una de
esas amenazas y el papa Francisco nos exhorta a asistir a los pobres, así como
a propiciar la fraternidad entre los pueblos
Estrechar lazos de
fraternidad entre pueblos y naciones es
fundamental para que la paz pueda prevalecer en este mundo interconectado e
interdependiente.
La violencia engendra
la violencia. Por lo tanto, cada uno de nosotros debe optar entre violencia o
no violencia.
Sin embargo, si
nuestro sistema educativo y nuestras instituciones religiosas no difunden los
valores de la no violencia, ¿cómo podemos optar por ella?
Todas las religiones
comparten la grave responsabilidad de impartir orientación espiritual y un
claro mensaje sobre todo lo vinculado con las injusticias económicas, la
violencia, el militarismo y la guerra.
Mi fe cristiana fue
sometida al dilema de vivir en medio de un grave conflicto étnico-político en
Irlanda del Norte, atrapada entre la violencia del ejército británico y del
Ejército Republicano Irlandés (IRA, en inglés), y de confrontarme con las
preguntas:¿puede ser legítimo matar? ¿puede existir una guerra justa?
Durante mi travesía
espiritual llegué a la absoluta convicción de que matar es un grave error, y
que la teoría de la guerra justa es, para decirlo con las palabras del
sacerdote católico John L. McKenzie, “una burda falsedad”.
Y adopté el
pacifismo, porque creo que la vida humana es sagrada y no tenemos el derecho de
matar a nadie.
Creo que Jesús
también fue un pacifista y que, cuando madura nuestro amor y compasión hacia el
prójimo se vuelve imposible matar o torturar a alguien, no importa quién sea o
lo que pueda haber hecho.
Comparto estas
palabras de McKenzie: “Si no somos capaces de entender, leyendo el Nuevo
Testamento, que Jesús rechazó toda forma de violencia en manera absoluta,
entonces no hemos entendido nada de Jesús y de su mensaje.”
Lamentablemente, a lo
largo de 1.700 años las iglesias cristianas se han abstenido de impartir el más
simple mensaje de Jesús: ama a tus enemigos, nunca mates.
En los tres siglos
siguientes a la muerte de Jesús, las primeras comunidades cristianas observaron
el mandato de Jesús sobre la no violencia.
Lamentablemente,
durante los 17 siglos siguientes los cristianos se alejaron de la doctrina
cristiana de la no violencia.
Se ha tratado de un
prolongado desvío teológico. Hoy en día, los cristianos tienen que rechazar la
teoría de la guerra justa y desarrollar una teología coherente con la no
violencia predicada por Jesús.
Algunos cristianos
aún creen que la doctrina de la guerra justa puede ser aplicada y justificar el
empleo de la violencia, incluso para respaldar a gobiernos que entran en
guerra.
Se trata de una mala
teología que debe ser rechazada por los líderes religiosos, quienes deben
proclamar que la violencia es ajena al cristianismo, y que el armamentismo,
nuclear o convencional, el militarismo y la guerra, deben ser abolidos y
reemplazados por métodos humanos y morales de resolver nuestros problemas, sin
matarnos los unos a los otros.
Mairead Maguire (Editado por Pablo Piacentini). Ipsnoticias.net. Belfast, Irlanda. 19/12/14