El
activista ugandés está nominado al Nobel por su labor contra la violencia en el
continente
Victor
Ochen nació en 1981 en Lira, en el norte de Uganda. Seis años más tarde, el
Ejército de Resistencia del Señor (LRA por sus siglas en inglés) liderado por
Joseph Kony empezó sus actividades en la zona destruyendo propiedades, matando,
violando, obligando a cientos de personas a abandonar sus hogares y
secuestrando a miles de niños y niñas para utilizarlos como soldados o esclavas
sexuales. “De mis 35 años, he pasado 21 viviendo en un campo de desplazados”,
comenta. Ochen, fundador de la ONG African Youth Initiative Network y nominado
al Nobel de la Paz, recogía en Madrid el pasado 6 de febrero otro galardón, el
Premio Mundo Negro a la Fraternidad.
Hoy,
recuerda cómo tuvo que convivir durante muchos años con el miedo a ser
secuestrado, "sobreviviendo con una sola comida al día, casi sin ropa y
sin zapatos". No tuvo unos hasta los 14 años, cuando por fin pudo
comprárselos. Desde pequeño tuvo que ponerse a buscar y vender carbón y
trabajar en los huertos de otras personas o en "cualquier cosa" que
le permitiera pagarse los estudios, hasta terminar la secundaria. Ochen
recuerda que sus compañeros estaban seguros de que nunca podría acabar su
educación y le preguntaban por qué hacía tantos esfuerzos.
"Pero
yo sabía que las cosas podrían ser diferentes. Podría haber usado mi energía
para matar y llegar a ser un líder rebelde, pero elegí un camino diferente y
pienso que mis padres tuvieron un papel decisivo en esa opción. Mi madre estaba
segura de que un día la vida sería mejor y nos decía que tuviéramos fe en el
futuro, incluso cuando la situación era muy difícil".
Ante el
sufrimiento y la falta de oportunidades del campo de desplazados, muchos se
unían a los rebeldes del LRA o al ejército ugandés. Sin embargo, Ochen asegura
que desde muy joven decidió “que nunca cogería un arma ni aprendería a disparar
un fusil” y agradece que sus padres le inculcaran "la disciplina, el
esfuerzo y la cultura de paz".
En los
momentos más duros de la guerra del norte de Uganda, Ochen se fijó en los
jóvenes que volvían al campo tras ser liberados por el LRA. “Muchos se dejaban
capturar de nuevo o volvían con los rebeldes porque la vida en el campo era
horrible, peor que la que llevaban en la selva. Vi la rabia de aquellos
jóvenes. Después de 20 años de guerra, nada cambiaba y el sentimiento de
frustración y el resentimiento crecían”, evoca.
Esta
situación le impulsó a fundar la ONG African Youth Initiative Network (Ayinet),
con la idea de traer esos cambios y evitar que más jóvenes se unieran al
conflicto. “Estaban frustrados y eso les hacía ir a la guerra. Yo quería
explicarles el papel distinto que podrían desempeñar en la sociedad”.
Los inicios
no fueron fáciles. “¿Nos vas a hablar de paz, algo que tú nunca has conocido?
¿Dinos cuándo fue la primera vez o la última vez que has vivido en paz?",
le replicaban. "Creo que podemos cambiar las cosas y salir de esto,
cuidando los unos de los otros y creando así la paz, en vez de luchar y
matarnos", les respondía él.
"Nuestra
sociedad se estaba hundiendo y lo mejor que podíamos hacer era crear un club
donde los jóvenes, los desplazados, los que habían sido soldados o las chicas
que habían sufrido violencia sexual pudiéramos hablar de paz, incluso cuando no
sabíamos lo que era". El activista recuerda que mucha gente creía que
traicionaban a la comunidad porque renunciaban a luchar para protegerse. Él les
pedía mirar a la paz, pero no en términos militares, sino desde "el
corazón humano". Ochen insistía: "Aunque mates a tu enemigo no habrá
paz, seguirás enfadado, frustrado y habrá alguien que también querrá matarte a
ti. Así no construimos una cultura de paz". Se enorgullece de haberse
mantenido fiel a su idea aunque al principio fueran cosas que molestaban o que
mucha gente no quería oír.
Es esa
firmeza la que ha llevado a este treintañero que nunca pierde la sonrisa a ser
nominado al Premio Nobel de la Paz 2015 y a que la revista Forbes le considere
uno de los 10 hombres más influyentes de África. También es embajador mundial
del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 16, referente a la paz y la
justicia, y consejero global de Naciones Unidas para el tema de los refugiados,
género y protección en la región de los Grandes Lagos. Tras su parada en España
viaja hacia Ginebra para reunirse con el Secretario General de las Naciones
Unidas, Ban Ki-moon.
“Ahora me
preparo para hacer más cosas en el continente y para ser una voz de África en
Europa y América”, explica. “Ahora puedo hablar con los presidentes y con los
líderes de la Unión Africana y creo que tenemos que movilizar a mucha más gente
joven como yo, provenientes de todas las partes del continente. No para una
revolución militar, sino para una revolución intelectual que nos lleve hacia
una sociedad pacifica. Nosotros creemos en esa fuerza, en nuestra fuerza”.
Victor
Ochen se ha convertido en una voz respetada en todo el mundo que habla de los
problemas y del sufrimiento de muchos africanos. “Y no porque yo tenga muchos estudios, porque
represente a una institución poderosa o porque provenga de una familia con
mucha influencia, sino porque he vivido esa situación. Yo he sido desplazado
interno durante la mayor parte de mi vida y mi familia ha vivido con menos de
un dólar al día. Por eso puedo hablar y ofrecer soluciones a nivel
internacional”, insiste.
Su
organización, Ayinet, ha trascendido las fronteras de Uganda y también trabaja
en Sudán del Sur y Burundi, ayudando a los jóvenes a convertirse en
"agentes de paz". Ochen está convencido de que las nuevas
generaciones tienen en sus manos el poder de transformar África, pero cree
también que hay que guiarlos. "Los jóvenes africanos carecen de modelos a
seguir. Solo ven a gente que llega al poder y se enriquece, genera corrupción,
usa los recursos públicos para su beneficio, fomenta el nepotismo y el
tribalismo…Esto es lo que los jóvenes ven y es algo que se da en todo el
continente", resume. Por eso cree que la oportundiad de consolidar el
avance de la paz es llegar a los jóvenes pobres y frustrados. Él, que fue uno
de ellos, cree que si se plantan y se niegan a ser herramientas de la
injusticia y la guerra, la violencia, el tribalismo y las dictaduras morirán.
"El futuro de África está en sus manos".
Y por eso
cree que hay que facilitar el acceso a la educación a los más vulnerables.
"¿Cómo podemos romper el círculo de la violencia si a los que pueden salir
de la pobreza les negamos la oportunidad de estudiar, si hacemos la educación
tan cara?". Ochen critica a los políticos africanos que
"manipulan" a los jóvenes para que vayan al campo de batalla
"mientras sus hijos estudian en EE UU o en Europa". Pero para este
padre de un niño de 10 años la culpa no solo recae en los políticos locales. “Si
la única cooperación que Europa ofrece al continente africano es militar, no
servirá para sembrar ni paz ni reconciliación en África. La cooperación debe
ser cooperación para la paz y el desarrollo”.
Con todo,
Ochen es optimista: "Los signos están ahí, poco a poco los patrones de
mala gobernanza se están debilitando en el continente, y los jóvenes son parte
de ellos. Hay que seguir hablándoles para que sean conscientes de todo el bien
que pueden hacer", insiste. "Para ello hay que empoderarles. Porque
si los jóvenes no tienen nada que perder, les dará todo igual. Hay que darles
la oportunidad de tener algo y hacerles partícipes en la toma de las decisiones
que les afecten. Entonces ellos mismo honrarán a su país, a su distrito y a su
casa y tendremos una paz sostenible en África", predice.
Chema Caballero. ElPaís.com, Madrid, España, 09/02/15