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1501. "Hasta que la dignidad se haga costumbre"

Jacinta, Alberta y Teresa reciben las disculpas de la PGR; es una victoria "Hasta que la dignidad se haga costumbre"
Después de volver a relatar la aprehensión injusta, las acusaciones falsas, la violación a sus derechos, las humillaciones, las pérdidas y el dolor que les causó la fabricación de su caso por parte de la Procuraduría General de la República (PGR) -pero esta vez sí con la atención de funcionarios de alto nivel-, las mujeres hñähñú Teresa González Cornelio, Jacinta Francisco Marcial y Alberta Alcántara Juan escucharon el reconocimiento público de su inocencia y el ofrecimiento de disculpas por parte del titular de la PGR, Ricardo Cervantes, en un acto llevado en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
Ciudad de Mexico. 22/02/17


Discurso de Teresa González 
Buenas tardes, soy Teresa González Cornelio.
El 26 de marzo 2006 llegaron a mi comunidad de Santiago Mexquititlán Agentes
Federales a hacer destrozos al tianguis, y al no dejarnos es que nos hicieron
acusaciones falsas. Nos acusaron de delitos que no cometimos y nos llevaron detenidas
el 03 de agosto del mismo año, con engaños, sin saber por qué estábamos detenidas.
La PGR nos acusó con acusaciones falsas de secuestradoras y posesión de cocaína y
nos sacó ante los medios de comunicación. Nuestra familia sufrió mucho porque nos
cambió la vida por completo, porque no sabíamos cómo defendernos al no tener los
recursos económicos.
Hoy en día, estos once años de lucha nos han hecho tener las fuerzas para seguir
luchando con nuestra familia y amigos. Para mí esta disculpa pública es una gran
victoria porque cierra estos once años de lucha junto con el acompañamiento de
nuestros abogados. La organización Miguel Agustín Pro Juárez creyó en nuestra
inocencia, en nosotras, siendo mujeres indígenas.
Hoy quisiera darle un mensaje a mujeres víctimas como nosotras: que luchen, que no
se queden calladas hasta que las autoridades las escuchen y la sociedad sepa la
verdad. Sí se puede. A veces es por miedo que nos quedamos calladas.
Por último quisiera pedirle, señor Procurador, que se comprometa a que ya no va a
volver a suceder que las autoridades fabriquen pruebas, que más personas no vayan a
parar injustamente a la cárcel por delitos que no cometieron.
Muchas gracias.

Discurso de Alberta Alcántara 
26 de marzo 2006.
Llegaron unos agentes federales a Santiago Mexquitilán a hacer
un decomiso de discos, pero llegaron sin orden y sin
identificación. La gente se molestó por los hechos.
3 de agosto 2006.
Me detienen en mi trabajo. Me llevaron al Cereso femenil. Allí
pasé humillaciones por las custodias y compañeras, por ser
indígena y pobre. Viví cosas muy difíciles por estar separada de
mi familia.
Tocamos muchas puertas y no nos hacían caso, hasta que
encontramos al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín
Pro Juárez. Allí empezó a cambiar nuestra situación, a ser
escuchadas, después de 3 años 8 meses en prisión.
Después de salir de prisión no fue fácil volver a la sociedad;
algunos no te comprenden.
No se queden callados. Hablen, busquen apoyo de las
organizaciones, siempre hay alguien que nos puede ayudar,
siempre hay una pequeña luz en el camino.
Señor Procurador: espero no sea la primera ni la última disculpa
pública. Hay muchas víctimas como nosotras. Espero que sus
colaboradores trabajen bien.
Con la disculpa no me devuelven el tiempo perdido.

Discurso de Esthela, hila de Jacinta 
Buenas tardes a todos y cada uno de ustedes pueblo de México y pueblos del mundo,
gracias por todavía acompañarnos, es lamentable, vergonzoso e increíble que a 6 meses
de cumplirse 11 años del caso 48/2006…hoy, por fin la Procuraduría General de la
República reconoce de manera forzada no por voluntad que el caso citado fue un error,
la disculpa es por funcionarios mediocres, ineptos, corruptos e inconscientes que
fabricaron el delito de secuestro e inventaron que Jacinta era delincuente, la evidenciaron
en los diarios locales de Querétaro, la demandaron por un delito federal que no alcanzaba
fianza, la investigaron los mismos policías demandantes, la encarcelaron con mentiras sin
decirle que tenía derecho a un abogado de oficio y a un traductor.
Jacinta Francisco Marcial, es mi querida madre, es una mujer Indígena ñhöñhó de
Santiago Mexquititlán. ella fue secuestrada legalmente el jueves 03 de agosto de 2006
acusada de privación ilegal de la libertad de seis agentes Federales de Investigación (Hoy
agentes ministeriales) con el expediente 48/2006, sentenciada a 21 años de cárcel y una
multa de dos mil días de salario mínimo un equivalente a 90 mil pesos. Ella fue liberada
gracias al apoyo del Centro de derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez,
A.C.(Prodh), organismo no gubernamental de los padres jesuitas de México la noche del
15 de septiembre de 2009.
El caso 48/2006 es un simple ejemplo de tantas, de las muchas arbitrariedades ilegales
que cometen las autoridades que tienen título, nombramiento, reconocimiento oficial en
este nuestro país que es México.
Este largo proceso de desgaste económico, emocional, físico, psicológico dejo una gran
experiencia de la realidad. Hoy se sabe que en la cárcel no necesariamente están los
delincuentes, están los pobres que no tienen dinero, los indefensos de conocimiento, los
que poderosos someten voluntad ajena; Los delincuentes de mayor poder, de cuello
blanco no pisan la cárcel, no conocimos en Querétaro ningún rico que estuviera en la
cárcel.
Jacinta pudo ser liberada gracias al apoyo de su familia, gracias a la publicación que hizo
muchos seres humanos pensantes, pero sobre todo, gracias a la valiosa intervención de
todo el equipo de apoyo del Centro Prodh. De no haber sido por esta gran labor, Jacinta
hoy estaría pagando una sentencia de un delito que jamás existió. La pregunta es
¿cuántos inocentes están hoy en la cárcel por un delito no cometido o que no existe?
¿Cuántos secuestradores, delincuentes autorizados, con título, nombrados por la ley
andan sueltos, cobrando de nuestros impuestos, encarcelando, persiguiendo o acosando
con un delito fabricado?
Agentes federales como los que acusaron a Jacinta y sus cómplices (porque tuvieron
cómplices) son los que él estado contrata para garantizar la seguridad social, ¿Qué sería
la vida sin ellos?, ¿qué hay hoy de estos funcionarios públicos con título o nombramiento
(Agentes federales, ministerio Publico, juez y los cómplices de los policías demandantes)
espero equivocarme, pero, seguramente siguen trabajando y cobrando de nuestros
impuestos, siguen siendo nuestros empleados a pesar de demostrar con este caso su
ineficiencia e inutilidad.
Preguntaran que si es suficiente la disculpa pública y la aclaración de inocencia de Jacinta,
jamás lo será, no basta la reparación de daños para superar el dolor, la tristeza, la
preocupación y las lágrimas ocasionado a la familia. ¿Quién va devolver la de vida mi
hermano José Luis que no pudo estar tres años con su mamá? Y que hoy, a seis días de
cumplir siete años que falleció, seguimos recordando que estuvo solo cinco meses con mi
mamá después de recuperar su libertad.
A los que solo piensan en el dinero de reparación de daños, no se preocupen, no nacimos
con él, ni moriremos con él, nuestra riqueza no se basa en el dinero, pueden estar
tranquilos lo destinaremos y lo haremos llegar a donde tiene que llegar en su momento
justo.
A los abogados particulares que se dedican a robar a sus clientes, no sean mediocres de
conciencia y no abucen del dolor ajeno, tengan tantita dignidad y si no pueden tomar el
caso con éxito, no engañen a la gente, no coman ni beban a costa del sufrimiento.
Este caso cambio nuestra vida para ver, saber y sentir que las victimas nos necesitamos,
que, lo que al otro le afecta, tarde o temprano me afectara a mi, en este sentido nuestra
existencia hoy tiene que ver con nuestra solidaridad con los 43 estudiantes normalistas
que nos faltan, con los miles de muertos, desaparecidos y perseguidos, con nuestros
presos políticos, con mis compañeros maestros caídos, cesados por defender lo que por
derecho nos corresponde: mejores condiciones de vida y trabajo.
A todas las instituciones gubernamentales como CDI, CNDH, y otras de apoyo social,
pónganse a trabajar de verdad, no solo den recomendaciones cuando ya otras
instituciones no gubernamentales lo hacen por ustedes, no sean títeres ni solo sirvan para
acarrear gente para ver a un gobernador o político.
Alas victimas actuales, a mis hermanos luchadores sociales y maestros que estamos en
pie de lucha, a los caídos, desaparecidos, encarcelados, exiliados, perseguidos,
aterrorizados que defienden, luchan y están a favor de los derechos humanos…quiero
decirles que después de vivir este terrorismo de estado, asumimos el dolor, vencimos el
miedo para que la victoria fuera nuestra …la ignorancia, el miedo no puede estar ensima
de la vida…estamos orgullosos de ustedes…, hoy la historia la podemos escribir gracias
a las personas que nos atrevimos a levantar la voz, los que nos atrevimos hacer uso de la
palabra, los que todavía tenemos principios humanos, estamos orgullosos de que esta
historia aun cuando los tiempos actuales está de moda enaltecer la corrupción, la
estupidez, la ignorancia, no se la dejamos a la pudrición. Hoy nos queda solidarizarnos
con otras víctimas, nos queda saber que la conciencia, la sabiduría, la razón, la vida y la
libertad no se vende, no se negocia, ni tiene precio…
Al procurador General de la Republica, decimos que no estamos contentos ni felices por
este acto de disculpa, pedimos el cese a la represión, persecución y liberación de presos
políticos quienes su único delito es aspirar mejores condiciones de trabajo, vida, patria
digna y justa…, pedimos no sigan dándose este tipo de casos, hoy queda demostrado,
que, ser mujer, pobre e indígena, no vergüenza del pueblo, vergüenza hoy es de quien
supuestamente debería garantizar nuestros derechos como etnia, como indígenas, como
humanos,
Actualmente vemos autoridades ignorantes, corruptos y vendidos, no les damos las
gracias, exigimos que, por traidores a nuestra patria, renuncien a sus cargos si no tienen
dignidad, por vergüenza.
La familia Jacinta gradecemos infinitamente a todos(as) los(las) aquellos héroes anónimos
que nos apoyaron incondicionalmente en el caso, con sus cartas, con comida, con dinero
de manera directa o indirecta, “estamos seguros que la vida les recompensara el favor
realizado, sabemos que el éxito de este proceso es gracias a la participación de muchas
personas…este caso nos cambió la forma de ver la vida, hoy sabemos que no es necesario
cometer un delito para ser perseguido o estar en la cárcel.
Por los que seguimos en pie de lucha por la justicia, la libertad, la democracia y la
soberanía de México, para nuestra patria, por la vida, para la humanidad, quedamos de
ustedes por siempre y para siempre la familia Jacinta Francisco Marcial…hasta que la
dignidad se haga costumbre.

Discurso de Jacienta 
Buenas tardes a todos aquí presentes. Yo, como acaba de decir
Ricardo Rocha, soy Jacinta Francisco Marcial, hay muchos que ya
me conocen. A veces me voy por donde quiera y siempre digo gracias
a muchas gentes; a donde quiera que vaya, a veces cuando oigo
“doña Jacinta” y me volteo a verlos, y ni los conozco, digo “¿Quién
es?” y me dicen: “tú no me conoces, pero tú eres la señora de la tele,
tú eres la señora del periódico”.
Me dicen eso porque yo estuve en la cárcel injustamente, porque yo
no sabía defenderme, yo no sabía hablar, ni sabía por qué me
llevaban. Es igual que cuando tienes un animalito y lo llevas, y ni sabe
por dónde lo llevas. Me decían que era secuestradora, y me pongo a
pensar y digo que secuestradores eran ellos, porque me llevaban a
un lugar que yo no conocía, y nunca pensé que iba a llegar allí. A mí
me llevaron con engaño, a muchos de nosotros nos ha pasado eso.
Ese día yo estaba en una comunidad de la religión católica, no estaba
en mi casa. Agarré un taxi para llegar temprano a mi casa. Llegando,
había dos señores que llegaron preguntándome por un terreno,
cuando yo no conocía el terreno, ni de compras ni ventas de terreno,
pues yo no tengo nada. Y ya atravesaron el camino y me dijeron: “no
tengas miedo”, mientras me llevaban; “te vamos a llevar a declarar
por un árbol verde que tú cortaste, ¿no sabes que eso es un delito?”.
Les dije “No, yo no he cortado nada, pues por qué no me lo dijeron
antes para entrar en mi casa y ver que ahorita no tengo leña”. Y me
dijeron: “no, vamos, nomás vas a ir a declarar y te regresas. Hasta
nosotros vamos a regresar y dejarte en tu casa”, como burlándose de
nosotros. A mí en ese momento no me dio miedo, era mi esposo
quien iba un poco espantado porque decía: “se me hace que son
esos que llegaron el día de la piratería en Santiago”. Me decía “tú di
la verdad, lo que es y lo que tú viste. No digas otra cosa que no sean
verdades”. Entonces, por decir la verdad me llevaron 3 años y dos
meses a la cárcel, por decir la verdad. Así fue. Yo nunca pensé que
iba a estar 3 años, pensé que, si yo ni vendía ni estaba allí, ¿por qué
voy a estar?
Tuvimos una semana inicial con rejas abiertas, cuando uno nunca
conoce cómo es la cárcel: todo abierto y un frío que hacía ese día...
Estaba lloviznando. Y nos dice la custodia: “agarre una cobija cada
quien, nomás una”. Y ese lugar donde íbamos a dormir era una piedra
sin nada y con mucho frío. Yo lloré en ese momento, porque pensé:
“¿pues yo qué hice para estar en este lugar?”. Y pensé: “siempre se
habla del infierno y yo creo que en el infierno estoy ahorita en este
momento”; eso es lo que pensé, porque hacía mucho frío y yo no hice
nada.
Pero todavía, otro de los días que estuve allí, estuve contenta, porque
mi familia estaba luchando para que yo saliera fuera. Y ya cuando
me pasan a población me dicen las compañeras: “¿Por qué estás
aquí? Te vimos en la tele que vienes por secuestro. Pero eso nadie
te va a creer, ni nosotras que estamos aquí”. Me dijeron: “no tengas
miedo. Si tú dices la verdad, la luz del día algún día va a salir”. Yo
creo que en este momento lo estamos viendo, pero no por ello estoy
contenta, estaría yo contenta el día que se acabe la injusticia, estaría
contenta cuando seamos respetados como indígenas. Y mientras
que no, no estoy contenta.
Gracias a las compañeras que me apoyaron allá, que me decían “no
llores”, porque yo lloraba día y noche acordándome de mis hijos que
dejé en la primaria, que dejé en la secundaria y en bachilleres. Y en
su graduación no estuve, en ninguna de las tres. Eso es un dolor muy
grande cuando tienes hijos, cuando tienes familia y estás unida a ella.
En ese momento uno sufre mucho porque, si llega la familia a
visitarte, van llorando y salen con tristeza. Y gracias a Dios que la
directora, la contadora que estaba, era bien buena gente, y dijo:
“cuando llegue su familia, quiero que ustedes estén bañadas, que
estén arregladas. Recíbanlos con sonrisas y no llorando”. En ese
momento yo me ponía fuerte para no llorar y que me vieran bien. Y
ellos igual, salían bien y yo me quedaba llorando. En ese momento
entraba en la celda donde estaba y lloraba porque veía a mi familia.
Una vez, uno de mis nietos no se quería ir, se quería quedar conmigo.
Yo digo que seamos escuchadas y que se respete nuestro derecho
como indígenas, nada más. Que nos hablen y que nos digan:
“tenemos mucho apoyo para los pueblos indígenas”. A mí, aunque
no me den apoyo, aunque no me den un peso, con tal de que se haga
justicia con todo lo que hay en este momento, porque ahorita yo ya
la viví y me duele mucho escuchar a otras personas y verlo en otras
personas. Me duele porque me hace revivir y me hace recordar todas
las cosas que me pasaron a mí y a mi familia. Y, por ejemplo, como
dijo mi hija, mi hijo que falleció a los 5 meses y los 3 años de que me
quitaron de libertad, eso no se puede regresar. Nunca se puede
recuperar.
Yo le pediría en éste momento, a quien nos esté escuchando, como
el presidente de derechos humanos… porque recurrimos con mi
familia a diputados, a senadores, a gobernadores y decían que no
podían hacer nada porque era un delito muy grave. Y entonces
llegaban y me decían: “ya fuimos con éste, pero no nos atendió, no
nos dijo nada”, y en ese momento me ponía a llorar. Yo lloraba
mucho, y una compañera me decía: “no llores doña Jacinta, ya sabes
que nosotras aquí te apoyamos, te ayudamos”. Y las personas que
me apoyaron son las que llevaban un delito muy grave. A veces dicen
que son los malos, pero para mí son los que fueron mejores amigos
porque me apoyaron cuando yo no sabía hablar, cuando no entendía
bien las palabras, cuando no sabía qué decir... Ellos me dijeron qué
significaban las palabras que yo no entendía. Por eso no de daba
miedo, porque yo no sabía que era un secuestro, me dio miedo
cuando ya uno me dijo: “pues quién sabe si te vas o no te vas, porque
el delito por el que te están acusando es un delito grave. Yo vengo
por homicidio y es más fácil que me vaya yo que tú”. Y en ese
momento pensé: “¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Quién me va a
ayudar? Más que pedirle a Dios que me ayudara. Mi esposo me
decía: “no llores ni tengas miedo, nosotros estamos luchando”. Y mis
compañeras me decían: “no llores, hay personas que están aquí y
salen y ya no están sus hijos. Tú sabes que tienes una familia bien
unida que te está esperando allá fuera: tus hijos, tus nietos... ellos no
te van a dejar sola”. Pero es muy difícil para quien está dentro y para
la familia que está fuera. Y me dijo mi esposo “te estamos apoyando
porque sabemos que no has hecho nada. Si hubieras hecho, yo creo
que es otra cosa”.
Y yo digo que no nada más los pueblos indígenas, indígenas y no
indígenas si no son culpables yo les pido a las autoridades que
chequen bien el expediente, que no esperen a mañana, hasta que se
muera su familia para dejarles salir; no esperen hasta que se
enfermen dentro de la cárcel para ver estos casos.
Yo, cuando llegué a la cárcel, supe que sí hay mucha gente
injustamente encarcelada; decía una compañera, discúlpenme por la
palabra, pero así lo dijo la compañera: “las cárceles se hicieron para
los pendejos, como nosotros que estamos aquí; no se hicieron para
otras personas”. Y eso me di cuenta que sí era cierto, porque ahí
conocí a personas pobres, a ninguna persona rica conocí.
Entonces les pediría que hicieran algo, que fueran a revisar los casos,
que no esperen a que se mueran sus familias. Pónganse en su lugar,
el de ellos y de nosotros; que ya sufrimos y vivimos, y es muy difícil
estar ahí y más cuando pierdes a un ser querido, un hijo, un familiar,
mamá y papá. Cuando nosotros no queremos dejar un niño, no
queremos dejar una mamá, un papá. Entonces sí, durante 3 o 4 años
te prohíben tu libertad. En este momento yo no estoy para estar
contenta sino para decirles que ojalá que otras personas sean
escuchadas y se haga justicia. Eso es lo que estamos esperando y,
al estar aquí, eso es lo que queremos que vean. Hay muchos que
está su familia esperando ahorita, pero ojalá que con esto, que es
algo importante y especial, recordemos tanto a los que salieron sin
pedirles disculpas ni perdón pero ojalá que de aquí en adelante, a
todos los que salen injustamente, les pidieran una disculpa y perdón;
yo creo que todo eso es lo que necesitamos.

CentroProdh.org.mx. Ciudad de México, 22/02/17
http://www.centroprodh.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=2264:jacinta-alberta-y-teresa-reciben-las-disculpas-de-la-pgr-es-una-victoria-qhasta-que-la-dignidad-se-haga-costumbreq&catid=209:front-rokstories

Para Jacinta, Alberta y Teresa, una disculpa “cosmética”
El reconocimiento de inocencia en el caso de las indígenas hñähñu Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara Juan y Teresa González –presas durante tres años– y las disculpas públicas del titular de la Procuraduría General de la República, Raúl Cervantes, pusieron nuevamente en evidencia la incapacidad del Estado mexicano para impartir cabal justicia.
De los casos en que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó al Estado mexicano reparación a las víctimas, en ninguno ha cumplido de manera integral, sostiene Tania Reneaum Panszi, directora ejecutiva de Amnistía Internacional (AI) México.
Y cita como ejemplos los casos de Campo Algodonero, de Rosendo Radilla, de las indígenas me’phaa Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú.
¿En qué estado se encuentra el tema de la reparación integral a las víctimas por parte del gobierno en México? –se le pregunta.
–Hay que ver de dónde viene la tradición jurídica de la reparación. La reparación del daño está vinculada tradicionalmente a que un organismo internacional como la Corte Interamericana mandate al Estado realizar actos de reparación ante la violación a los derechos humanos. Una forma puede ser de índole económica, para devolver a las víctimas los gastos en que incurrieron debido a las situaciones de violación a sus derechos; una segunda, la restitución, la menos común por la dificultad que entraña que las cosas regresen al estado en que estaban antes de ser violentadas sus garantías; una tercera es de carácter moral y puede ser una disculpa pública o poner el nombre de la víctima a una calle emblemática; una cuarta son las manifestaciones o las formas que tienen que ver con la reparación física y psicológica de una persona, y la quinta es la garantía de no repetición.
La reparación tiene que comprender que los hechos no vuelvan a ocurrir: “Esto es muy importante. Tengo algunos años trabajando con víctimas y lo interesante es que todas tienen una frase común, todas piden que las cosas que vivieron no le ocurran a nadie más. Esa es la garantía de no repetición”.
La disculpa, un avance
Sostiene Reneaum: En México, las formas de reparación del daño han estado vinculadas al ámbito interamericano. La sentencia a Rosendo Radilla es un caso emblemático por la forma en que se constituyó después de una garantía de no repetición y reparación del daño. Se dio a través de una reforma constitucional que después devino en reconocer que todos los derechos humanos consagrados en las convenciones internacionales tenían un reconocimiento constitucional.
Para la representante de AI, es interesante que en el caso de las tres indígenas hñähñu que estuvieron más de tres años presas acusadas de secuestrar a seis agentes federales y de narcotráfico, por primera vez la reparación la mandató un tribunal federal, como es la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Añade: “La disculpa pública en un acto solemne, público, por parte del titular de la PGR, Raúl Cervantes. Moralmente repara mucho a las víctimas, de alguna manera las reivindica y las reconstituye, pues es una forma de decir: ‘Yo no hice nada’… El Estado se equivocó”.
Comenta que la importancia de la reparación integral es que las formas de reparación no son aisladas. Lo adecuado es que coadyuve una con la otra, dice. “Por ejemplo, si a una persona le hacen una disculpa pública, que también le hagan una pecuniaria por el tiempo que estuvo presa y que no ganó dinero; pero también es interesante para las víctimas saber quiénes son los responsables; ponerles rostro, cara, voz, y sancionarlos”.
La representante de AI no cuenta con el número de recomendaciones emitidas por la Corte Interamericana que el Estado mexicano ha incumplido. Sin embargo, menciona que cifras de la CNDH muestran que hay incumplimiento hasta en 60% de los casos. De las emitidas por la Corte Interamericana, recuerda una que fue resuelta en 2007 en materia de derechos sexuales y reproductivos y que se concluyó con un acuerdo de solución amistosa:
“Se trata del Caso Paulina N., la menor que quedó embarazada al ser víctima de violación sexual. Las autoridades de Baja California obstaculizaron la interrupción de su embarazo. En el acuerdo (con la Corte) el Estado mexicano se comprometió a poner la pastilla del día siguiente como un medicamento de la canasta básica de medicamentos. Eso aún es un pendiente porque en algunas entidades la pastilla no se vende.”
Otros casos
La directora ejecutiva de AI México refiere que la sentencia del Campo Algodonero fue muy importante, pues también marcó la comprensión de la violencia contra las mujeres. Dice que de ésta se cumplieron las partes menos complicadas –entre ellas la de legislar–, pero aún se desconoce quiénes son los responsables o cómplices de los delitos.
“El Estado suele incumplir con frecuencia la conducción del proceso penal de manera eficaz y en la parte de hacer visibles a los responsables y sancionarlos, así como la rendición de cuentas cuando hay funcionarios involucrados en un proceso de irregularidad”, afirma.
–¿Cómo califica el que se cumpla con una parte y con la otra no?
–Es más fácil cumplir con las partes “cosméticas”, como una disculpa pública, una reforma legislativa o pagarle a las víctimas. Lo pendiente es que los hechos no se repitan. México tiene la sentencia del Campo Algodonero y al día de hoy tenemos alertas de género en Jalisco, Morelos, Edomex…
–¿Ninguna víctima ha sido reparada integralmente?
–No… Las víctimas de violaciones a derechos humanos nunca se sienten del todo reparadas. La hija de Jacinta Francisca lo ilustró totalmente cuando le dijo al titular de la PGR: “No estamos contentas de estar aquí, porque el tiempo perdido nadie lo recupera”. Y así es en su caso, pues un hijo de Jacinta murió al par de días de que ella quedó en libertad.
El caso de Jacinta, Alberta y Teresa, detenidas el 26 de marzo de 2006, fue atraído por la SCJN en 2010, después de que un juez les ratificó la sentencia de 21 años de cárcel. Meses antes, en septiembre de 2009, Jacinta quedó en libertad “no por ser inocente, sino porque no encontraron pruebas para inculparla”, argumentó la PGR.
Olga Sánchez Cordero, entonces ministra de la Primera Sala, comenta que ella propuso que la Corte atrajera el caso en apelación extraordinaria. Eso determinó la libertad de Alberta y Teresa.
–¿Hay otros casos tan evidentes de violaciones al proceso penal de las víctimas que la Corte pudo haber atraído en algún momento?
–En apelación extraordinaria podía haber, sí, pero nosotros revisamos en amparo directo, por ejemplo, el caso del acusado de los homicidios de Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez. Le decretamos la libertad, pero ya había pasado todas las instancias judiciales. Entonces, sí hay asuntos que la Corte ha atraído en amparo, no en apelación.
Acerca de si hay asuntos graves que pueda atraer la SCJN en apelación extraordinaria en este momento, Sánchez Cordero explica: “Integré la Primera Sala durante 21 años. Le puedo decir que la Corte no atrae apelaciones porque les resta instancia a los justiciables. Por los candados que hay en la propia Constitución, los casos que la Corte vea tienen que ser extraordinarios.
–¿En el caso del Campo Algodonero la Corte pudo atraerlo?
–No, porque ahí lo que se reclamó ante la Corte Interamericana es la falta de investigación de la PGR. Estos casos no llegan ni siquiera a tribunales; se quedan en la instancia de las procuradurías, que no investigan.
Habla también de la ciudadana francesa Florence Cassez, quien también agotó todas las instancias: “Nosotros resolvimos sobre un amparo directo en revisión, como una especie de cuarta instancia. Hubo violaciones flagrantes al debido proceso”.
Otro caso es el de Sebastiana, una indígena chiapaneca a quien se le decretó la libertad desde la Corte por falta de atención al debido proceso. Las de Rosendo Radilla, Atenco y Tlatlaya son investigaciones que aún están en la PGR.
–Uno de los objetivos de la reparación es la garantía de no repetición. ¿Por qué el Estado mexicano repite los mismos hechos? –se le pregunta a Sánchez Cordero.
–Ocurre en una responsabilidad internacional, o sea si el Estado mexicano tiene una actuación de repetición, la consecuencia sería esa.
–¿Por qué el Estado insiste en repetir los mismos hechos?
–En el caso de Jacinta, la disculpa pública es parte del reconocimiento del Estado mexicano de los errores judiciales y de los errores en que incurrió y de la no repetición; eso es clave. Por eso es trascendente este reconocimiento de inocencia y esta disculpa pública. (El Estado) está obligado a no repetir este tipo de acusaciones que no tienen sustento.
–Si no hay castigo para los culpables, ¿no hay una reparación completa?
–Después de esta disculpa pública y de este reconocimiento de inocencia, cuando menos tendrían que investigar a los agentes que denunciaron. Este es mi punto de vista: que se tiene que seguir la investigación sobre esto, darle vista al Ministerio Público para que continúe con las atribuciones, facultades y competencia que le son asignadas por la Constitución.
En el caso de Jacinta, Teresa y Alberta la reparación no llegó hasta conocer y sancionar a los responsables. De acuerdo con la oficina de Comunicación Social del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, el organismo no gubernamental que llevó su defensa, eso no formó parte del reclamo.
Patricia Dávila. Ciudad de México, 27/02/17 
http://www.proceso.com.mx/475933/jacinta-alberta-teresa-una-disculpa-cosmetica 

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