De pronto, escribió Leonardo Da Vinci, ya no hay a bordo
ricos o pobres, jóvenes o ancianos, blancos o negros… sólo pasajeros afanados,
trabajando en común para sobrevivir, para evitar el naufragio.
Ese es el consejo que ahora deberíamos difundir por todos
los medios para que los “pueblos” tomen conciencia de la situación en la que,
por primera vez en la historia, se halla la humanidad. En efecto, desde hace
unos años, han aparecido una serie de amenazas globales como procesos
potencialmente irreversibles, que exigen que se las aborde y trate a tiempo,
antes de que sea demasiado tarde.
El cambio climático es ya una realidad incontestable. El
océano glacial Ártico ha desaparecido prácticamente y la Antártida empieza a
agrietarse. No se ha logrado reducir los gases “con efecto invernadero”… y la
habitabilidad de la Tierra se deteriora sin cesar. La puesta en práctica de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sabiamente adoptados por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en octubre de 2015 “para transformar el mundo”,
no se llevan a cabo porque no cuentan con el respaldo efectivo de los grandes países… y los ciudadanos se hallan bajo la presión de un inmenso poder
mediático que les aturde y les convierte en espectadores impasibles en lugar de
actores responsables.
El neoliberalismo, capitaneado contra viento y marea por
el Partido Republicano de los Estados Unidos, ha debilitado el Estado-Nación y
ha sustituido el multilateralismo democrático de las Naciones Unidas por la
gobernanza de unos grupos oligárquicos plutocráticos (G6, G7, G8, G20) que han
conducido a la presente deriva, en la cual sólo cuenta el PIB, los intercambios
mercantiles… y la discrecionalidad del Presidente Trump, al que nadie se atreve
a enfrentarse.
Lo más preocupante es cómo germinan aquí y allá semillas
de supremacismo, de racismo, de fanatismo, de dogmatismo… sin que nadie parezca
acordarse de lo que sucedió en los año 1933 a 1939… Una gran mayoría de la
ciudadanía se halla siguiendo aturdida y
obsesionada a sus equipos de fútbol o atenta en exclusiva al pasado inmediato y
al presente, con reivindicaciones que, fundamentadas con frecuencia en torpezas
de los que han gobernado a uno y otro lado, tendrían cabida en situaciones de
menor apremio, no se da cuenta de que ahora las generaciones jóvenes y
venideras son las únicas que merecen atención para conseguir mantener el mundo
a flote y asegurarles una vida en condiciones aceptables.
Aunque haya razones para soñar y procurar otros sistemas de gobernanza, aunque se
estime que, por fin, se está cerca de convertirse en realidad lo que siempre se
dijo que era imposible, lo único cierto es que ha llegado el momento de la
unión de manos y voces y no de rupturas; el momento del multilateralismo
eficiente y con autoridad a escala planetaria; el momento de la democracia
genuina… porque, de otro modo, la zozobra será irremediable.
Que los medios de comunicación transmitan fidedignamente
los datos sobre la sostenibilidad de la Tierra y alerten al mundo,
sustrayéndose de las intencionadas noticias mercantiles y políticas que les
incitan a lo contrario.
Que los grandes consorcios financieros se aperciban de la
responsabilidad histórica que tienen, en situaciones sin retorno, de alentar y
contribuir a la toma de conciencia y no
a la confusión y la desmesura.
Que los pueblos –“Nosotros, los pueblos”, como tan
lúcidamente se inicia la Carta de las Naciones Unidas- tomen en sus manos,
ahora que ya saben lo que acontece y que pueden expresarse libremente, ahora
que ya son hombre y mujer, las riendas del destino común.
La nave, por no haber prestado atención a las
recomendaciones que se han formulado repetidamente en las últimas décadas, se
está hundiendo. Es preciso y urgente que, como en el relato leonardino,
reaccionemos todos, porque a todos nos concierne, para lograr mantener en toda
su grandeza el misterio de la existencia humana. “Todo es posible,… pero ¿quién
si no todos?”, nos advirtió Miquel Martí i Pol.
Repito una vez más, porque para mí su lectura fue
determinante, los versos de José Ángel Valente en su poema “Sobre el tiempo
presente”:
“Escribo desde un naufragio.
escribo sobre la latitud del dolor,
sobre lo que hemos destruido
ante todo en nosotros…
Escribo desde la
noche,
desde el clamor del hambre y del trasmundo,
desde la mano que se cierra opaca,
…desde los niños infinitamente muertos,
…desde el árbol herido en sus raíces…
Pero escribo también desde la vida,
desde su grito poderoso
…desde la muchedumbre que padece…
Escribo, hermano mío, de un tiempo venidero”.
Inspirados por Leonardo Da Vinci, Miquel Martí i Pol y
José Ángel Valente, depongamos cualquier actitud adversa al rápido
restablecimiento de una adecuada y serena navegación. En los nuevos tiempos no
será la razón de la fuerza la que prevalezca sino la fuerza de la razón, no las
armas sino la palabra, no el gregarismo
sino cada ser humano capaz de crear, de reflexionar y decidir por sí mismo.
Si logramos mantener el buque a flote, con todos los
pasajeros, la humanidad podría inaugurar una nueva era.
Federico
Mayor Zaragoza. Profesor,
político y alto funcionario internacional español. Doctor en Farmacia por la
Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid. Exdirector
General de la Unesco. Director de la Fundación Cultura de Paz de España.