Oslo, Noruega. La ceremonia de entrega del Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo fue ayer uno de los más importantes actos incriminatorios contra la tiranía china desde los sucesos de la plaza de Tiananmen de 1989. Nadie pudo recoger el galardón, porque su familia y sus amigos permanecen arrestados o retenidos. La imagen de la silla vacía en el Ayuntamiento de Oslo envió un mensaje al mundo sobre lo que es y representa el régimen comunista. La reacción de Pekín a la concesión del Nobel de la Paz, con una enorme hostilidad contra el galardón, Noruega y los países occidentales, demostró, en alguna medida, la debilidad de China, pero sobre todo el gran acierto en la elección en un Premio que no siempre ha estado a la altura. En el gigante asiático se intentó por todos los medios silenciar el acto, incluido el bloqueo en internet de cualquier mención al disidente y la censura de las señales de la BBC y CNN, e incluso el régimen chantajeó a distintos países con consecuencias comerciales para que no enviaran representantes a la ceremonia. Unos cuantos cedieron a la presión, aunque la mayoría de las naciones con embajadas en Oslo estuvo presente, lo que las dignifica.
La segunda potencia económica mundial ha logrado que sus evidentes y espectaculares progresos financieros ocultaran la cara más atroz del régimen, con la aquiescencia de una comunidad internacional plegada a los negocios comerciales con Pekín. Pero más allá del milagro económico, cada año grupos como Amnistía Internacional o Human Rights Watch compilan miles de violaciones de los derechos humanos en el gigante asiático. Con una corrupción estructuralmente instalada, las penas de muerte, los trabajos forzosos, los centros de reclusión clandestinos y la tortura están institucionalizados. La limitación de la libertad de expresión, las restricciones de acceso a internet y a telefonía móvil, la discriminación que sufren las mujeres, la violación de los derechos de los niños y de las personas con discapacidad, la prohibición de que los trabajadores constituyan sindicatos, el mantenimiento de penas de reeducación a través del trabajo, el excesivo número de delitos por el que se puede imponer la pena de muerte o la degradación del medio ambiente definen a un sistema político criminal.
Para Liu Xiaobo su delito fue ser uno de los autores de la Carta 08, un histórico manifiesto en el que los disidentes chinos denunciaron la dictadura y expusieron el programa para la construcción de la democracia en su país. Aquello le costó una condena de once años de prisión. Ayer, sus anhelos resonaron en Oslo con voz prestada: «En el futuro de China los derechos humanos estarán por encima de todo». No será fácil, mientras el Gobierno comunista someta con su poderío financiero demasiadas voluntades políticas, pero será imposible si el mundo no escucha y atiende a héroes como Liu Xiaobo. A miles de kilómetros de China, otra tiranía, la cubana, impidió ayer al disidente Roberto Fariñas recoger el Premio Sajarov a la libertad de conciencia que le dará el Parlamento Europeo el miércoles en Estrasburgo. Pekín y La Habana demuestran que la causa de la libertad es una batalla que debemos librar a diario.
La Razón.es. 10/Dic/2010
China amordaza al Nobel
Pekín, China. Después de año y medio de debate y superando muchas presiones políticas, el Comité noruego decidió conceder el Premio Nobel de la Paz a Carl von Ossietzky. Corría el año 1935 y este periodista alemán, apenas conocido fuera de los círculos intelectuales europeos, acababa de salir del campo de concentración de Papenburg-Esterwegen, al que fue enviado por cuestionar públicamente el Tercer Reich. La propaganda nazi prohibió que la prensa publicase una sola línea sobre el premio.
Mientras, la Gestapo apretaba las tuercas a la disidencia, amenazaba a sus amigos e impedía que el galardonado viajase a la ceremonia de entrega, negándole el pasaporte y encerrándolo en un sanatorio. En el frente diplomático, el nacionalsocialismo presionó a los países aliados para desprestigiar el galardón. En mitad de una monumental rabieta, Goebbles llegó a anunciar que Alemania no volvería a aceptar nunca más un premio Nobel. Von Ossietzky murió de tuberculosis, en la misma cama, dos años después.
Purga contra la disidencia
Han pasado tres cuartos de siglo y la historia se repite con un guión que resulta escalofriantemente parecido. El disidente Liu Xiaobo no pudo acudir ayer a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz 2010 porque se encuentra en la cárcel. Su esposa, sus amigos y decenas de disidentes han sido detenidos, incomunicados, o puestos bajo arresto domiciliario en las últimas semanas.
La Prensa china apenas habla del galardón y cuando lo hace es para desprestigiarlo, insistiendo en que Liu es un «criminal» y un peligro para el Estado, que cumple una condena de 11 años de cárcel por «subversión» y delitos de opinión. El premio, insiste la propaganda, es un intento de desestabilizar a China desde el extranjero y una manera de imponer criterios occidentales en un país con una cultura política y social propia. Pekín ha realizado enormes esfuerzos diplomáticos para evitar el premio a Liu, primero, y para que la ceremonia fuese boicoteada, después, presionando con su musculatura económica y con su peso en las instituciones internacionales donde las grandes potencias practican el clientelismo.
Algunos, como Serbia o Colombia, que inicialmente renunciaron a asistir para contentar al gigante asiático, cambiaron de opinión después de que prendiese el debate en sus respectivos países.
Como en 1935, la silla del Nobel de la Paz quedó ayer vacante, no hubo discurso, ni palabras de agradecimiento. Es cierto que ocurre algunos años, siendo ésta la quinta vez: tampoco les dejaron recoger el premio, por ejemplo, a la disidente birmana Aung San Su Kyi o al polaco Lech Walesa. Pero ellos, al menos, pudieron mandar a alguien de su familia a leer su discurso y hacerse con el cheque de 1,5 millones de dólares con el que está dotado el galardón. Algo que, en la historia de los Nobel, tan sólo a Von Ossietzky y Liu Xiaobo no les ha sido concedido.
Durante la ceremonia, en la que una foto gigante de Liu presidió el acto frente a su silla vacía, el presidente del Comité Noruego, Thorbjoern Jagland, hizo un repaso histórico de los galardonados que recibieron la noticia en prisión, algo que «por sí mismo ya demuestra que este premio es necesario y apropiado». «Muchos se preguntarán –continuó– si China no estará manifestando su debilidad (…) al condenar a un hombre a once años de cárcel únicamente por expresar sus opiniones sobre cómo se debería gobernar su propio país».
Mientras esto ocurría en Oslo, y al tiempo que desde la Casa Blanca Obama pedía la liberación de Liu, en Pekín la mayor parte de la población ni siquiera estaba al tanto de la ceremonia. Por la censura, pero también por la indiferencia que despierta entre la mayoría de los chinos el trabajo de unos pocos intelectuales que todavía piden una reforma democrática radical, la mayoría de ellos supervivientes de los movimientos estudiantiles de la Plaza de Tiananmen de 1989.
Algunos diarios, como el nacionalista «Global Times», sí hablaban del Nobel, pero en un tono colérico. «Es inimaginable», aseguraba en un editorial refiriéndose al Nobel, «que tal farsa, similar a la que puede verse en las sectas, pueda representarse en el continente civilizado de Europa». Y por si acaso a alguien le quedaban ganas de descorchar una botella de champán en la capital, las autoridades prohibieron la celebración de fiestas privadas en bares y restaurantes con más de seis personas, incomunicaron a los opositores habituales y redoblaron la vigilancia policial.
La censura en internet, una vez más, volvió a apretarse, dejando fuera de servicio la web oficial de los Nobel, la de la televisión noruega y la BBC, entre muchas otras. Frente a la casa de Liu Xiaobo, donde sigue encerrada su esposa, Liu Xia, se levantó un misterioso andamio. Un armatoste colocado justo a tiempo para impedir que nadie fotografíe o grabe la fachada donde solía vivir el Premio Nobel de la Paz.
Ángel Villarino. La Razón.es. 11/Dic/2010
Silla vacía en la entrega de Premio Nobel de Paz
Oslo, Noruega. La ceremonia, con el premiado ausente, fue calificada por el Gobierno chino como una ‘farsa política’, mientras censuraba la transmisión del premio en su país.
La imagen no podía ser más diciente: una silla vacía, sobre ella dos estuches azules cerrados, en el uno estaba el diploma del del Premio Nobel de la Paz y en el otro una medalla, simbolizaron ayer para el mundo la falta de libertades civiles y derechos humanos en China.
Minutos antes, al concluir su discurso en la entrega del Premio Nobel de Paz al ausente disidente chino Liu Xiaobo, el presidente del Comité Nobel, Thorbjorn Jagland, afirmó, "Lamentamos que el laureado no esté hoy aquí".
El Nobel de la Paz otorgado por el comité noruego al chino Liu Xiaobo, desde su mismo anuncio, estuvo lleno de controversias, ya que el gobierno chino lo prostestó desde un comienzo.
“Liu no hizo más que ejercer sus derechos cívicos. No hizo nada malo. Debe ser liberado”, declaró el Presidente del Comité Nobel poniendo de relieve que la Constitución china garantiza la libertad de expresión y el derecho de criticar al Estado.
Pero el Gobierno chino no dio señal alguna de cambiar de parecer y calificó de “teatro político” la ceremonia de Oslo.
“Este tipo de teatro político no hará vacilar nunca la determinación del pueblo de China en el camino del socialismo con características chinas”, declaró la portavoz de la cancillería china, Jiang Yu, en un comunicado.
Unos 20 países decidieron ausentarse de la ceremonia, entre ellos Colombia, aunque decenas de otros enviaron a sus representantes al evento, encabezado por el rey y la reina de Noruega.
Entre los invitados figuraban varias celebridades, como los actores Denzel Washington y Anne Hathaway, que por la noche presentaron un concierto, y la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi.
Durante la ceremonia, la actriz sueca Liv Ullmann leyó un texto del disidente que envió especialmente para la ocasión, condenado en diciembre de 2009 a 11 años de cárcel por “subversión del poder del Estado”. El motivo: haber participado en la redacción de la ‘Carta 08’, texto que reclama la democratización de China.
“Ninguna fuerza podrá frenar la búsqueda de la libertad y China se convertirá al fin y al cabo en una nación regida por la ley, donde los derechos humanos reinen por encima de todo”, decía el comunicado.
“Espero ser la última víctima de la interminable inquisición literaria en China y que en adelante ya nadie sea acusado por sus palabras”, agregaba el texto.
La transmisión de la ceremonia fue censurada en China, donde las pantallas de las cadenas de televisión extranjeras BBC, CCN o TV5 quedaron oscuras en el momento en que se inició, y su esposa Liu Xia está en detención domiliaria desde el anuncio del Premio, el 8 de octubre. El presidente estadounidense Barack Obama, Nobel de la paz 2009, llamó a China a liberar al disidente “lo antes posible”.
UE pide liberación de Liu
La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, solicitó la liberación inmediata del disidente chino Liu Xiaobo, al tiempo que se le concedía, en ausencia, el Premio Nobel de la Paz. “Reitero mi llamamiento para su liberación inmediata...
En este día dedicado a los defensores de los derechos humanos en el mundo, pienso en Liu Xiaobo", dijo la jefa de la diplomacia, quien ya había exhortado su liberación cuando se anunció el premio el 8 de octubre pasado.
La carta de la discordia
La ‘Carta 08’, que aboga por una “nueva constitución”, una “separación de poderes”, una “democracia parlamentaria”, una “justicia independiente”, un “control público de funcionarios”, la “garantía de los derechos humanos” y la “elección de los responsables públicos”, le valió al disidente chino Liu Xiaobo una condena de 11 años de cárcel y, en parte, la atribución del Premio Nobel de la Paz 2010.
Inspirada en la ‘Carta 77’ de los disidentes checoslovacos de los años setenta, la ‘Carta 08’ hace un llamamiento al respeto de los derechos humanos y de la libertad de expresión, así como a la convocatoria de elecciones para lograr “un país libre, democrático y constitucional”.
Publicada el 10 de diciembre de 2008, al cumplirse el 60º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, con la firma de 300 personas, la Carta 08 suma actualmente más de 10.000 firmas, según la red China Human Rights Defenders.
Según el abogado de Liu Xiaobo, la ‘Carta 08’ fue presentada como prueba contra el disidente para condenarlo a 11 años de cárcel por “subversión del poder del Estado” el 25 de diciembre de 2009.
“Se trata de una realidad política que todo el mundo puede comprobar, en China hay leyes pero no hay un Estado de derecho; China tiene una Constitución pero no tiene gobierno constitucional”, dice la ‘Carta 08’.
Portafolio.com. 10/Dic/2010
Liu: "No siento odio ni tengo enemigos; China será libre"
Oslo, Noruega. Aunque el régimen chino impidió al activista chino Liu Xiaobo enviar cualquier mensaje o discurso de aceptación, las palabras del Nobel de la Paz fueron escuchadas en el Ayuntamiento de Oslo con la voz de la actriz noruega Liv Ullmann, que leyó un texto pronunciado por Liu el 23 de diciembre de 2009, en el juicio en el que se le condenó por incitar a la subversión como coautor del manifiesto «Carta 08». Frente a lo que él definió como la «mentalidad del enemigo» del régimen chino, Liu dijo no tener «enemigos» ni sentir «odio», porque esa forma de pensar «incitará a luchas mortales y crueles, destruirá la tolerancia y humanidad de una sociedad y dificultará los progresos de una nación hacia la libertad y la democracia».
En «No tengo enemigos, mi declaración final», título del discurso que pronunció entonces, Liu remarcó que «no hay fuerza que pueda limitar la búsqueda humana de la libertad, y China al final será una nación regida por la ley, donde los derechos humanos reinen de forma suprema».
«Espero ser la última víctima –proseguía–de las inquisiciones infinitas de China y que de ahora en adelante nadie sea incriminado por expresarse». El discurso fue seguido con emoción por los reyes suecos, Carlos Gustavo y Silvia, acompañados de su hija, la princesa Victoria, así como por los monarcas noruegos, Harald y Sonia.
Durante la jornada se realizaron múltiples concentraciones por todo el planeta en apoyo al disidente chino. Desde Hong Kong –que dispone de un régimen especial dentro de China–, donde centenares de activistas se dieron cita para ver la ceremonia en la calle, hasta Nueva York, donde el actor Richard Gere leyó un manifiesto junto a la sede de Naciones Unidas para exigir la liberación del Nobel.
Mientras, tanto Estados Unidos como la Unión Europea volvieron a reclamar a China la «inmediata» excarcelación de Liu. El presidente Obama –en una declaración distribuida por la Casa Blanca– elogió los logros económicos chinos pero advirtió de que «la dignidad humana depende del avance de la democracia». El líder demócrata, quien hace un año recibió el mismo galardón, en este caso marcado por la polémica, señaló en el comunicado que Liu «merece el premio mucho más que yo».
Ausentes involuntarios
- «Hubo una considerable indignación en Moscú cuando Andrej Sajarov recibió el Nobel en 1975», recuerda el presidente del Comité noruego, Thorbjoern Jagland. El galardón fue recogido por la esposa del disidente ruso, que entonces se encontraba preso.
- Lech Walesa, en 1983, también tuvo que enviar a su esposa a recibir el galardón.
- El hijo de Aung San Suu Kyi recogió el premio en 1991 ya que el Gobierno birmano impidió viajar a «La Dama».
La Razón.es. 11/Dic/2010
Liu envía un mensaje de conciliación y esperanza en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz
Oslo, Noruega. El activista chino Liu Xiaobo envió hoy un mensaje de conciliación y de esperanza a su país en la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz 2010, en la que se le recordó con una silla vacía al no poder asistir por cumplir una pena de once años de prisión.
Las palabras del ganador del Nobel fueron escuchadas en el Ayuntamiento de Oslo con la voz de la actriz noruega Liv Ullmann, que leyó un texto pronunciado por Liu el 23 de diciembre de 2009, en el juicio en el que se le condenó por incitar a la subversión como coautor del manifiesto "Carta 08".
Frente a lo que él definió como la "mentalidad del enemigo" del régimen chino, Liu dijo no tener "enemigos" ni sentir "odio", porque esa forma de pensar "incitará a luchas mortales y crueles, destruirá la tolerancia y humanidad de una sociedad y dificultará los progresos de una nación hacia la libertad y la democracia".
En "No tengo enemigos, mi declaración final", título del discurso, Liu admitió no obstante progresos, y resaltó que la reforma y la apertura impulsadas en China tras el fin de la era de Mao Tse-Tung fueron un "proceso de debilitamiento gradual de la mentalidad del enemigo y de la psicología del odio".
Ese proceso favoreció, a juicio de Liu, el desarrollo de la economía de mercado, los avances hacia el Estado de derecho, la diversificación de la cultura y también una mayor tolerancia respecto al pluralismo social por parte del régimen.
Como ejemplo mencionó la aceptación de la universalidad de los derechos humanos que fueron incluidos en la Constitución china, de ahí que considere su condena "inconstitucional", porque entiende que sólo ejerció su derecho a la libertad de expresión.
Ese cambio, reflejado también en un trato más digno y humano en las prisiones, es el que le hace confiar en el progreso político, "porque no hay fuerza que pueda limitar la búsqueda humana de la libertad, y China al final será una nación regida por la ley, donde los derechos humanos reinen de forma suprema".
"Espero ser la última víctima de las -literalmente- inquisiciones infinitas de China y que de ahora en adelante, nadie sea incriminado por expresarse", dijo Liu, quien calificó de "experiencia más afortunada" en los últimos 20 años el "amor entregado" de su esposa, la poetisa Liu Xia.
Liu, quien definió como "punto de inflexión en su vida" su participación en las protestas de Tiananmen en junio de 1989, se mostró convencido de que el progreso político en su país "no parará" y que llegará "una futura China libre".
El sillón destinado a Liu, cuya foto presidió el escenario principal, permaneció vacío ante la negativa de las autoridades chinas a dejarle viajar a él o a algún familiar suyo a Oslo.
Liu Xiaobo, quien sucedió en el palmarés del Nobel de la Paz al presidente de EEUU Barack Obama, fue galardonado "por su lucha larga y no violenta por Derechos Humanos fundamentales en China", según el fallo del jurado difundido en octubre pasado.
Es la quinta vez que un galardonado con el premio no acude a la ceremonia, pero la segunda que nadie lo recoge en su lugar: el único precedente data de 1935, cuando el régimen nazi no dejó viajar al activista alemán Carl von Ossietzky.
Que nadie venga a recoger el premio refleja que éste era "necesario y apropiado", resaltó en su discurso el presidente del Comité Nobel Noruego, Thorbjoern Jagland, quien depositó el diploma y la medalla del premio en el sillón vacío de Liu.
Jagland calificó a Liu de "símbolo de la lucha por los derechos humanos en China" y pidió su liberación porque, según él, sólo se ha limitado a ejercer la libertad de expresión.
China, a la que elogió por su "éxito económico", debe asumir su responsabilidad como gran potencia, y también la crítica que ello conlleva, resaltó Jagland, quien vinculó el destino del mundo al de este país: si éste impulsa los derechos humanos, tendrá un efecto positivo sobre el resto del planeta.
Los discursos leídos por Jagland y por Ullmann fueron la parte central de una ceremonia en la que finalmente no estuvieron representados 15 países, presidida por los reyes Harald y Sonia de Noruega y a la que acudieron unos 40 opositores chinos.
En el programa musical fue incluido el Coro Infantil de la Ópera Nacional noruega por deseo de Liu.
Decenas de chinos a favor y en contra de la concesión del Nobel a Liu Xiaobo se manifestaron por separado en los alrededores del ayuntamiento durante la celebración de la ceremonia.
La tradicional procesión con antorchas que se realiza todos los años horas después de la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz, tenía previsto finalizar en esta ocasión con la proyección de una imagen de Liu sobre la fachada del Grand Hotel de Oslo.
El concierto Nobel en el Spektrum y la inauguración de una exposición dedicada a Liu en el Centro Nobel cerrarán mañana el programa de actos del premio de la Paz.
Agencia EFE. Google.com. 11/Dic/ 10