Bogotá,
Colombia. En conversaciones con amigos sobre los posibles acuerdos para la
terminación del conflicto armado, la unidad de pensamiento resultó imposible,
como es normal en la construcción del conocimiento. Pero hubo consenso sobre la
importancia del debate en las diferentes esferas de la sociedad, para ambientar
un imaginario colectivo y mejorar los niveles de información que actualmente se
manejan sobre lo que en La Habana puede pasar. De allí surgió la idea de tener
un referente teórico para nuestros diálogos.
Recordando
la frase de Kurt Lewin, en el sentido de que no existe nada más práctico
que una buena teoría, uno de los amigos sugirió encuadrar nuestro análisis
dentro de las líneas conceptuales del politólogo noruego Johan Galtung
sobre la paz negativa y la paz positiva. Surgieron temas adicionales referidos
a las clases de violencia, entre ellas la estructural, la directa y la
cultural, referidas a lo que ha sucedido en el país con posterioridad a la
muerte de Gaitán.
Iniciamos
por compartir la definición de paz, entendida como la armonía que busca el ser
humano consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. La paz debe verse como
un proceso de transformación, que no exige el rechazo del conflicto sino que
enseña a manejarlo en forma pacífica y justa.
Para Galtung, la violencia estructural nace de formas políticas y culturales injustas de la sociedad que generan agresiones y agravios, las que a su vez se convierten en violencia visible física y verbal.
Para Galtung, la violencia estructural nace de formas políticas y culturales injustas de la sociedad que generan agresiones y agravios, las que a su vez se convierten en violencia visible física y verbal.
En
tal conceptualización, la paz negativa pone el énfasis en evitar los conflictos
armados, es decir, busca la ausencia de agresión física o violencia directa.
Así, la paz se logra imponiendo el orden en el interior de la sociedad y se
defiende mediante las armas. La paz negativa es la no-guerra, sin que ello
necesariamente signifique cambios en las relaciones que generan violencia
estructural.
En su otra visión, la de paz positiva se logra con justicia y armonía social y, por ende, supone la ausencia de violencia estructural y reducidos niveles de violencia directa. Ella exige controlar el deseo ambicioso y egoísta del "Yo personal" para dar paso a la construcción colectiva de bienes sociales y progreso común.
La paz positiva no implica renunciar a los desacuerdos, pero sí el compromiso de hallar el método para resolver los conflictos a la luz de la justicia. Su construcción es lenta, pero a medida que las condiciones se igualan, las pasiones guerreras fenecen.
En su otra visión, la de paz positiva se logra con justicia y armonía social y, por ende, supone la ausencia de violencia estructural y reducidos niveles de violencia directa. Ella exige controlar el deseo ambicioso y egoísta del "Yo personal" para dar paso a la construcción colectiva de bienes sociales y progreso común.
La paz positiva no implica renunciar a los desacuerdos, pero sí el compromiso de hallar el método para resolver los conflictos a la luz de la justicia. Su construcción es lenta, pero a medida que las condiciones se igualan, las pasiones guerreras fenecen.
Para
Galtung, aquellos procesos de resolución de conflictos focalizados en la paz
negativa, donde no se busque la paz positiva y no se controle la violencia
estructural, están condenados a fracasar.
En
medio de los desacuerdos, nuestra tertulia concluyó que, aunque no tenemos una
cultura de paz y a pesar de la tozudez de los violentos, el 72 % de aprobación
de la opinión pública a los diálogos contribuye a generar el ambiente propicio
para iniciar la construcción de la paz positiva.
Gandhi
decía: "no hay un camino para llegar a la paz, la paz es el camino".
Henry
Medina Uribe. El Colombiano.com. 02/11/12