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698. Martin Luther King Jr: 45 años de su muerte

«Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por su carácter».
- Martin Luther King Jr., en Washington D.C. (28.08.1963)
 
El Mesías Negro
Madrid, España. El distrito de Sweet Auburn, en Atlanta (Georgia, EEUU) es hoy Lugar Histórico Nacional. Miles de visitantes pasean cada año por el barrio que vio nacer y crecer a Martin Luther King Jr., en torno al 501 de la Avenida Auburn, casa natal del reverendo baptista que lideró la lucha por los derechos civiles en EEUU, consciente de estar librando una batalla mundial por los Derechos Humanos. Los niños que, como King, vivían, jugaban y trasteaban por estas calles no imaginaron nunca que su país tendría un día un presidente negro. La segregación racial y la supremacía blanca avivaban el sueño de un mundo más justo, pero en sus mentes infantiles, la flamante residencia de Washington sólo tenía un color.
En 1964 el premio Nobel de la Paz ensalzaba la figura de Martin Luther King Jr. como «la primera persona del mundo occidental que ha demostrado que una batalla puede ser ganada sin violencia, la primera en haber hecho de su mensaje de amor fraternal una realidad a lo largo de esa lucha, y la que ha llevado ese mensaje a todos los hombres, a todas las naciones y a todas las razas». Su lucha le costó la cárcel. Y la vida..
El cine, el arte y la literatura han parido numerosas obras sobre el racismo, el apartheid, la injusticia racial, el sinsentido y la crueldad del Ku Klux Klan... Fueron años convulsos cargados de capítulos dramáticos, épicos, históricos, en Arkansas, Carolina del Norte, Tennessee, Georgia, Mississippi, Alabama... Como el asesinato del adolescente Emmett Till en Mississippi por silbar a una chica blanca; la valentía de Rosa Parks negándose a ceder su sito a un blanco en el autobús; el boicot a las compañías de autocares de Montgomery o Tallahassee; los insultos y agresiones a los primeros estudiantes negros en Little Rock o la entrada de James Meredith, escoltado por el Ejército, al campus de Mississippi; los asesinatos impunes, las sentadas pacíficas, las cargas policiales, las detenciones de manifestantes o la gran marcha sobre Washington por el empleo y la libertad. Quienes creyeron que la desobediencia civil y la no violencia eran el camino para combatir la discriminación racial, encontraron en el reverendo de Atlanta el pastor a seguir.
La Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln, en 1863, fue el punto de partida de un proceso que ha durado más de un siglo. Hubo que esperar al 17 de mayo de 1954 para que la Corte Suprema de EEUU declarara inconstitucional la segregación racial en las escuelas, y tuvieron que pasar casi 10 años más para que la Ley de Derechos Civiles fuera una realidad. Luther King lideró el movimiento social que demandaba la igualdad real de todos los ciudadanos establecida en la Constitución. Y si hoy el racismo sigue siendo una lacra social, nada tiene que ver con las desigualdades e injusticias que inspiraron su lucha, inmortalizada en su 'Carta desde una cárcel de Birmingham' o en el histórico discurso 'Yo tengo un sueño', un siglo después de la Emancipación:
«Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra».
Cuenta Taylor Branch en 'Martin Luther King y su tiempo' que la autopsia que le hicieron al reverendo de Atlanta tras su asesinato reveló el corazón de un hombre anciano en un cuerpo que aún no había cumplido los 40 años, interpretado como la evidencia del coste físico y personal de las mil y una batallas que libró. Sus restos descansan hoy junto a los de Coretta en el Centro King de Atlanta, muy cerca de la casita de la Avenida Auburn que le vio nacer.
Cronología
1863. Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln. 1865. Termina la Guerra de Secesión. Nace en Tennessee el Ku Klux Klan. La decimotercera enmienda deroga oficialmente la esclavitud. La decimoquinta enmienda prohíbe la discriminación al voto por motivos de raza.
15.01.1929. Martin Luther King Jr. Nace en Atlanta (Georgia, EEUU). En 1963 se casa con Coretta Scott.
1954. El Supremo declara inconstitucional la segregación racial en las escuelas de todo el país.
1955. Boicot contra la compañía de autobuses en Montgomery, tras el incidente de Rosa Parks.
20.12.1956. El Supremo declara ilegal la segregación racial en los autobuses.
1957. King viaja a La India, donde se acerca a la filosofía de Gandhi de la no violencia. La Guardia Nacional impide la entrada de 9 alumnos negros en la escuela de secundaria de Little Rock (Arkansas).
1960. 'Los 4 de Greensboro' (Carolina del Norte) se rebelan contra la segregación sentándose en la barra de una cafetería, reservada para blancos. La sentada se extiende como forma de protesta.
1963. King es arrestado durante una protesta pacífica y escribe su 'Carta desde una cárcel de Birmingham'. Acuerdo de Birmingham contra la segregación en escuelas, restaurantes y tiendas. Gran marcha sobre Washington: ante más de 250.000 personas, pronuncia su discurso 'Tengo un sueño'.
02.07.1964.
Asiste a la Casa Blanca a la firma de la Ley de Derechos Civiles. Ese mismo año obtiene el Premio Nobel de la Paz y es nombrado 'Hombre del Año' por la revista 'Time'.
1965. La Ley de Derechos Electorales acaba con las prácticas de coacción e intimidación para votar.
04.04.1968.
Martin Luther King Jr. es asesinado en Memphis (Tennessee, EEUU).
1983. Se establece el Día de Martin Luther King, cada año el tercer lunes de enero.
Octubre 2005. Obama da las gracias a Rosa Parks al ser elegido el tercer senador en la Historia de EEUU.
04.11.2008. Obama, primer presidente negro elegido en EEUU. Reelegido en 2012.
Sonia Aparicio. El Mundo.es.
 
La Ebullición de los 60´s: Eran tiempos de soñar.
Madrid, España. Eran los años del fracaso de EEUU en Vietnam, de la consolidación de la clase media, d ela contracultura y los movimientos estudiantiles; la experimientación y la Guerra Fría. Máxima ebullición. La lucha por los Derechos Civiles de Martin Luther King se enmarcó en un contexto apasionante. Todo estaba cambiando. Todo se cuestionaba. Del "I have a Dream" al "Sous les pavés, la plage". Y el hombre pisó la Luna. Eran tiempos de soñar. La supremacía económica de EEUU dominaba el mundo. La Segunda Guerra Mundial había dejado una Europa arrasada y los países del Este e incluso Japón aún trataban de reconstruirse. La industria norteamericana fue la única que salió fortalecida —su producto nacional bruto (PNB) aumentó de unos 200.000 millones de dólares en 1940 a más de 500.000 millones en 1960— y desplazó de su liderazgo a Francia, Inglaterra y Alemania. El capitalismo y su libre mercado se consolidaban en Norteamérica pero, al mismo tiempo, empezaban a definirse movimientos sociales que reclamaban otra forma de vivir, una nueva escala de valores. El hippismo, el feminismo, los ecologistas, la burguesía universitaria... Todos tenían algo que aportar.
El movimiento hippie tomó fuerza en San Francisco —acogió el Verano del Amor en 1967— con su mantra de la no violencia. Y se sumó a la lucha contra la segregación racial lideraba por Martin Luther King y a las protestas contra la intervención de Estados Unidos en Vietnam o contra la injerencia política en los 'países del Sur'. Al mismo tiempo, se empezó a tomar conciencia sobre la pobreza. En 1959, el Gobierno de EEUU comenzó a calcular las cifras y registró a un 22,4% de la población que vivía por debajo del umbral mínimo. Los suburbios de las ciudades se expandían y las campañas de asistencia social empezaron a tomar fuerza. El presidente Johnson —en el poder de 1963 a 1969—hizo de la 'Guerra contra la Pobreza' el elemento central de su programa y creó la Oficina de Oportunidades Económicas, que impartió formación a los más desfavorecidos y desarrolló agencias de vivienda, salud y educación. En 1965, la tasa había bajado hasta el 15,1%.
Los hippies no fueron los únicos que se asentaron en la contracultura. En los campus universitarios, movimientos juveniles abogaban por una convivencia pacifista y anticonsumista. Juntos dejaron decenas de símbolos. Como Woodstock, que en 1969 reunió a casi medio millón de personas en una granja del estado de Nueva York en un concierto programado para unas 40.000. Todo se desbordó bajo la música de Janis Joplin, Jimi Hendrix o Joan Baez. Un año antes, el gran símbolo fue París, con su Mayo del 68, que la joven burguesía propagó por ciudades como Praga o México D.F. La calle cuestionaba jerarquías y se miraba en movimientos revolucionarios como los de Latinoamérica, con su propio ídolo, el Che, asesinado en Bolivia en 1967.
Se vio también en Washington el 28 agosto de 1963, en la Marcha en la que sonó el mítico 'I have a Dream' ante más de 200.000 personas. Dos años después, los afroamericanos conseguían en la práctica el derecho al voto. Y es que junto a los defensores del idealismo, reclamaban su espacio grupos hasta entonces sometidos por las elites masculinas y blancas: los afroamericanos, los indios, los latinos, las mujeres —se incorporaban al mercado laboral pero, según datos oficiales, en 1963 su salario medio era sólo el 63% del de los varones—. Movimientos como la Conferencia del Liderazgo Cristiano del Sur, formado por sacerdotes afroestadounidenses, o el Comité Estudiantil de Coordinación de la No Violencia lideraban la lucha por la igualdad de forma pacífica. Tuvieron enfrente a extremistas como los que asesinaron a Malcom X en 1965 y a Luther King en el 68.
En el terreno político, otro asesinato, el del presidente Kennedy en noviembre de 1963, marcó uno de los momentos clave. Había sido elegido presidente en 1960 y se le veía como un símbolo de esperanza. Tras él, el vicepresidente Lyndon B. Johnson, fue elegido para la Casa Blanca y Richard Nixon le sustituyó en 1969. A todos les pesó Vietnam. La intervención norteamericana estalló en 1964 con 4.000 soldados. En 1967 ya eran casi 500.000 y un año después ya quedaba claro que no iban a salir bien parados de allí. Los bombardeos masivos, el uso de armas químicas y la violencia sobre la población civil se vieron por primera vez en los medios de comunicación, que retransmitieron la guerra. Y al final, la derrota, en 1975, con 58.000 americanos muertos y 300.000 heridos frente a cerca de un millón y medio de soldados vietnamitas y dos millones de civiles fallecidos.
Eran años en los que la tensa calma de la Guerra Fría sobrevolaba las cabezas, con EEUU liderando el enfrentamiento contra un bloque soviético que empezaba a mostrar fisuras. La tensión tocó techo en crisis como la de los misiles cubanos en octubre de 1962, cuando la URSS quiso instalar su armamento en la isla. Un año antes, en abril de 1961, la CIA había fracasado en un intento de invasión de Cuba en la Bahía de Cochinos. El miedo a una crisis nuclear atenazaba el ambiente. La persecución al comunista se había materializado ya en los 50 en EEUU en otro símbolo, la caza de brujas a la que el senador McCarthy sometió a los intelectuales de izquierdas desde el Comité de Actividades Antiamericanas.
Y mientras, la clase media se consolidaba y la explosión demográfica era imparable. Y Sartre y Marcuse construían teorías. Y sonaba The Beatles... El mundo crecía.
Raquel Quílez. El Mundo.es.
 
Su Herencia
El mayor logro de la era moderna
Madrid, España. Una de las canciones que siempre suena en los conciertos de la banda irlandesa U2 habla de un hombre que vino en el nombre del amor, un hombre del que nunca hubo uno igual y que fue finalmente libre cuando, un 4 de abril, resonó un disparo en el cielo de Memphis. El tema es 'Pride (In the name of love)' y el hombre es Martin Luther King. El reverendo bautista cuyo legado quiso hacer propio el primer presidente negro de EEUU en el juramento de su segundo mandato al frente de la Casa Blanca. En la misma capital, Washington, en la que el líder de los derechos civiles dijo en 1963 que había tenido un sueño.
Barack Hussein Obama, hijo de blanca y de negro, cuando los parejas interraciales no sólo eran tabú sino que en muchos lugares estaban prohibidas, juraba su cargo sobre la biblia de Luther King y la de Lincoln, y se proclamaba heredero de los principios de «quienes dejaron sus huellas en este parque para escuchar a un pastor decir que no podemos caminar solos, y para a oír a aquel King proclamar que nuestra libertad individual está unida a la libertad de cada alma sobre la Tierra». Era, lleno de simbolismo buscados, en el día de la fiesta nacional de Luther King.
Aunque, según un estudio publicado en 2010, en EEUU las familias blancas siguen siendo cinco veces más ricas que las negras, lo cierto es que en aquel discurso histórico de King no pudo haber ni el menor atisbo de que, un día, el hombre más poderoso de la Tierra sería de la misma raza que aquel que fue asesinado, ese 4 de abril. Aquel tiro ponía fin a una vida de lucha que le valió el Nobel de la Paz cuando sólo tenía 36 años, pero no pudo terminar con los avances que, finalmente, igualaron a blancos y negros.
El congresista John Lewis, uno de los colaboradores más estrechos de King, lo dijo en ese día de enero de 2013: «Si no hubiese habido un Martin Luther King Jr., no habría un Barack Obama como presidente». De la misma opinión es el profesor de la Universidad de Stanford Clayborne Carson, director del Instituto para la Investigación y la Educación Martin Luther King, y el hombre al que Coretta King, viuda del pastor, encargó poner en orden los papeles de su marido. «Entre los líderes actuales a los que ha inspirado King está el Dalai Lama, Aung San Suu Kyi y Barack Obama».
Carson, que lleva documentando la vida de Luther King durante los últimos 30 años, asistió cuando sólo tenía 19 a la marcha de Washington y fue un activista durante toda su etapa universitaria en UCLA, en Los Ángeles. Fue entonces cuando se percató de que la lucha de los negros iba más allá de conseguir una reforma que les reconociera los mismos derechos civiles que los blancos. Se dio cuenta de que su empeño y el de los suyos era parte de una batalla mayor para conseguir la justicia social, así como el respeto de los derechos humanos.
«King fue uno de los líderes que apreció las dimensiones globales de la lucha por la libertad», afirma este profesor, que opina que Rosa Parks, la mujer que se negó a levantarse del asiento del autobús, le marcó bien el camino. «Durante los últimos 250 años, la mayoría de la Humanidad ha superado sistemas enormes de opresión basados en la clase, la raza o el género. La transformación de un mundo de campesinos y sus descendientes en ciudadanos ha sido el mayor logro de la era moderna», asevera.
Junto a Mandela o Gandhi, Carson cree que King es uno de los grandes símbolos del siglo XX: «Aunque fue un líder de los derechos civiles, su visión fue mucho más allá de conseguir determinada legislación en EEUU. Como dijo en su discurso de Memphis, algo estaba pasando. Había masas de gente en Johanesburgo, Nairobi, Atlanta o Nueva York con el mismo grito: 'Queremos ser libres'». Luther King amplió sus exigencias cuando se fueron alcanzando logros: protestó por la guerra de Vietnam o apoyó la huelga de basureros de Memphis, lo que le llevó a la ciudad en la que finalmente perdió la vida.
En los últimos tiempos, según su propia familia, su postura se radicalizó, ya no era el mismo que dulcificó posturas por consejo de JFK y se ganó la enemistad de Malcolm X por ello. Mientras estaba en la habitación número 306 del motel Lorraine, preparaba un discurso que llevaba por título 'Por qué América podría ir al infierno'. Su viuda y sus hijos, que no creyeron que James Earl Ray fuese el asesino, apuntaron más arriba. King se proponía formar una coalición interracial para terminar con la guerra de Vietnam y obligar a que hubiera reformas económicas para luchar contra la pobreza. Parece que había un pacto con Robert Fitzgerald Kennedy (el hermano del presidente asesinado en 1963, muerto a tiros sólo dos meses después que King) para que fuese su vicepresidente si resultaba elegido en las urnas. «Quienes lo vigilaban lo sabían», dijo Dexter, su tercer hijo, a la revista 'Newsweek'. «Tenemos días difíciles por delante», aseguró King la noche previa a su muerte. Antes de que resonara un disparo en el cielo de Memphis.
Viriginia Hermandez. El Mundo.es.
 
Películas

MLK, una historia de cine imposible

Madrid, España. ¿Qué hace tan difícil que el predicador de Atlanta tenga su sitio en Hollywood? Quizá una vida 'demasiado' perfecta
La pregunta hasta duele. Por obvia. ¿Por qué no existe a fecha de hoy una película de referencia sobre Martin Luther King? Al fin y al cabo, y sobre el papel, pocas historias pueden presumir de tenerlo absolutamente todo (drama, sangre y épica) como la aventura existencial, y hasta equinoccial, de uno de los mejores y más efectivos oradores que ha dado el siglo, cualquiera de ellos. Y como todas las preguntas aparentemente fáciles caben dos posibles respuestas: la sencilla y la otra, siempre algo más imaginativa.
Fue en mayo de 2009 cuando el mundo recibió la buena nueva de que los tres celosísimos hijos del predicador cedían ante el poder de convencimiento del dinero (mucho) y, por fin, autorizaban a que su padre tuviera su lugar en Hollywood. El hombre elegido no era otro que, en efecto, Steven Spielberg. Poco se supo de los detalles del acuerdo que llevó a los herederos a permitir el uso y explotación de todos los escritos, discursos e imágenes de MLK. Lo único que alcanzó a saberse es cómo se sentía el más que probable director, entonces hasta arriba de deudas como consecuencia de la separación de su empresa Dreamworks de la casa madre Universal. Según el comunicado oficial, el cineasta se mostraba esperanzado en que «el poder creativo de la película y el impacto de la vida del Dr. King puedan traer al presente una historia de un incuestionable poder del que nos sintamos todos orgullosos». Bien, pero ¿cuánto? Lo que sigue es la respuesta fácil y habla de dinero.
Hasta la firma del acuerdo, se sabía que Bernice, Dexter y Martin Jr. habían conseguido que tanto el periódico 'USA Today' como la televisión CBS pagaran por emitir sin el debido permiso el célebre discurso 'I have a Dream'. No contentos con ello, y para escándalo de las mentes piadosas, se conoció que también habían cobrado (más de medio millón de dólares) por la utilización de la imagen de su padre en (atentos) el memorial de (efectivamente) su padre. Y lo más llamativo es que no actuaban de mutuo acuerdo. Fueron públicos su rifirrafes a cuenta del libro de memorias de Coretta, la madre. De otro modo, la memoria, como tantas otras cosas, puede ser insaciable.
Pues bien, han pasado cuatro años desde entonces, y a Spielberg le hemos visto embarcarse en dos guerras mundiales (en 'Pacific' como productor y en 'Caballo de batalla' en calidad de director), una aventura animada ('Tintín') y hasta relatar de forma pautada y brillante la vida del mayor de los iconos americanos con un innegable aire de familia con Luther King. Nos referimos a 'Lincoln'. ¿Alguien sabe qué ha pasado?
Quizá la respuesta (ahora viene la no obvia) se encuentre en las propias palabras del director cuando atendía al carácter del extraño 'biopic' de Abraham Lincoln. De repente, la figura absolutamente inmaculada del padre de la patria aparecía en la pantalla como un 'trilero' que no dudó en acudir al soborno por conseguir sus objetivos. «Tiempos desesperados exigen medidas desesperadas», decía el realizador comprensivo. «Lo que hizo Lincoln no fue en ningún caso ilegal. Si se quiere turbio, pero a la vez fue noble y grande. Intentar el retrato de un hombre de una moralidad intachable que sostiene sus principios inquebrantables por encima de todo, sinceramente, no me interesa. No hay drama en ello». Hemos llegado.
¿Cómo conseguir el drama que reclama Spielberg en la biografía perfecta de un hombre que hasta perdonó a la mujer negra que el 20 de septiembre de 1958 le apuñaló acusándole de comunista? La víctima llegó a decir incluso que la culpable de su herida (el filo pasó muy cerca de la aorta) era la sociedad de forma genérica y la violencia que reside en ella de manera delegada. Y, claro, pensarán algunos, así no hay drama.
De hecho, y por no moverse del sitio de los derechos civiles (pues de eso se trata), las mejores películas sobre el asunto siempre han jugado en las sombras, en la doble moral, en la necesidad de hacer saltar por los aires las normas de la buena educación. En 'Arde Mississippi', el rudo y siempre efectista (además de efectivo) Alan Parker dejaba que el foco de la cámara se desplazara hacia los modales hoscos, quizá brutales, de Gene Hackman. Y era ahí donde surgía la identificación con el patio de butacas, en el hombre que para conseguir sus objetivos (por muy buenos y santos que sean) obedece a los siempre bajos instintos del espectador.
Lo mismo sucede con el ejemplo más cercano a la futura, o futurible, película de MLK que hasta hoy ha dado Hollywood. 'Malcolm X', de Spike Lee, no es tanto una hagiografía como una llamada a las armas; es simplemente el reconocimiento de que la lucha de antaño aún es necesaria, y de que eso que suena tan mal como 'el mal necesario' todavía es perfectamente aplicable. O eso cree Lee. El director, lo dijo varias veces, nunca habría contado la historia de Luther King. Aunque hubiera podido. Por el drama, claro.
Desde su más tierna infancia, las películas que se han ocupado de una forma u otra de algo tan primariamente injusto como el racismo han introducido en sus argumentos algo tan dramáticamente elemental como la simple venganza. Eso o algo parecido. Eso o la piedad disfrazada de, otra vez, 'mal necesario'. Virgil Tibbs (Sidney Poitier) puede ser implacable cuando las cosas se ponen feas en 'En el calor de la noche', de Norman Jewison, de la misma manera que Atticus Finch, el mejor de todos, puede hacer trampa y presentar como un accidente lo que fue, quizá, homicidio. Todo sea por no 'Matar a un ruiseñor'. Cuando recientemente vimos 'Criadas y señoras', sólo el placer de ver comer a la odiosa y blanquísima señora de la casa una tarta de mierda (literal) compensó tanto drama rutinario. De nuevo, la venganza como la más resolutiva de las armas dramáticas. Y así hasta llegar a Shaft, el vengador por definición, el primer y único héroe perfectamente negro. Y sin remordimientos.
Las miniseries de televisión como 'King' (una hagiografía setentera protagonizada por Paul Winfiled) o 'Boycott' (a vueltas con el caso Rosa Parks de 1955) son de los pocos y contados ejemplos que se han acercado directamente al personaje, a MLK, y lo han hecho con una bondad y esmero que terminaron por resultar 'dramáticamente' (en la acepción de Spielberg) insulsas. Y lo mismo vale para, por ejemplo, la meritoria 'The Rosa Parks Story'. En definitiva, a la bondad, como al optimismo, les falta el suficiente brillo intelectual para resultar siquiera de buen gusto. Carecen de drama. Fue Gramsci, comunista e italiano, el que dijo que el pesimismo es asunto de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Pues eso. Hasta Spielberg, después de pagar lo suyo a los herederos del tótem, parece ser consciente de ello. 'Lincoln' salió adelante merced a un guión capaz de caminar entre las grietas de la mayor de las estatuas de Estados Unidos. ¿Cómo contar la historia del más perfecto de los hombres? Descartado Oliver Stone para la misión (lástima) toca seguir esperando.
Luis Martínez. El Mundo.es.
 
La fuerza de la desobediencia civil
Madrid, España. Si una ley es injusta, es lícito no acatarla. El principio de desobediencia civil de Thoreau ha llevado a numerosos líderes a rebelarse contra gobiernos que violaban Derechos Humanos. Y muchos han cambiado la Historia con sus campañas.
Henry David Thoreau
Este filósofo estadounidense (1817-1862) dotó de contenido al concepto de desobediencia civil en su obra 'On Civil Disobedience', publicada en 1849. Se oponía a pagar un impuesto que el gobierno destinaba a financiar una guerra entre Texas y México y, a partir de su negación, desarrolló una idea clave para todos los que siguieron su filosofía: que el gobierno no debe tener más poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle. Y a él, la guerra le parecía injusta, y también que su gobierno avalase la esclavitud. Así que se negó a cooperar con él y pasó una noche en prisión por su gesto. El texto influyó a figuras tan dispares como Tolstói, Gandhi o el propio Luther King, que lo describió así: «Fascinado por la idea de rechazar el cooperar con un sistema maléfico, releí el libro varias veces. He llegado a convencerme de que la no cooperación con el mal es tan obligación moral como la cooperación con el bien». Thoreau llegó a proponer la abolición de todos los gobiernos.
Otro intelectual que influyó en Luther King fue Howard Thurman (1899-1981), un teólogo que había coincidido con Ghandi en La India gracias a su trabajo como misionero. Era compañero de clase de su padre y se convirtió en su mentor.

Mahatma Gandhi

Es el rostro de la no violencia. Mahatma Gandhi (1869-1948) demostró que la resistencia pacífica es un instrumento válido para alcanzar objetivos políticos. Objetivos tan inmensos como la independencia de una nación, La India, en 1947. Ghandi abogó por el pacifismo en un contexto enmarcado en el periodo de entreguerras. Educado en Gran Bretaña, comenzó su carrera política en Sudáfrica, donde luchó, con éxito, contra la discriminación que sufría la comunidad india. Al regresar a su país, prosiguió la batalla, llamó a boicotear al gobierno colonial inglés violando su autoridad y fue encarcelado por ello. Movió masas y dejó símbolos como la 'Marcha de la Sal', una protesta pacífica por la independencia que encabezó en 1930. «La violencia es el miedo a los ideales de los demás», dijo.
Austero y enemigo de privilegios, cuestionó la sociedad de castas india poniéndose del lado de los 'intocables'. Recurrió al ayuno y a la espiritualidad como protesta y propugnó que la desobediencia civil era el arma más efectiva contra las leyes injustas. Sabía que los ingleses aplastarían cualquier intento de lucha armada. En 1948, a los 78 años, fue asesinado en Nueva Delhi por Nathuram Godse, un radical hindú. Y se convirtió en símbolo; en referente para los movimientos pacifistas futuros. El propio Luther King lo reconoció: «De mi formación cristiana he obtenido mis ideales y de Gandhi, la técnica de la acción». En una visita a La India en 1959, King pudo profundizar en su filosofía.
Bayard Rustin
La espiral de la no violencia se retroalimenta: en 1948, un entusiasta Bayard Rustin (Pennsylvania, 1910-Nueva York, 1987) viajaba a La India para aprender directamente de los principios de Gandhi. Rustin era un experimentado activista por los derechos civiles: un año antes había organizado en Carolina del Norte las primeras protestas contra la segregación en los autobuses, por las que fue arrestado y pasó varias semanas en prisión —no fueron las únicas; le detuvieron decenas de veces en toda su vida—. Entre 1947 y 1952 formó un comité de apoyo a la resistencia en Sudáfrica junto a líderes de Ghana y Nigeria y trabajó intensamente en el Movimiento por los Derechos Civiles de los años 60 en EEUU. Él fue el principal organizador de la Marcha sobre Washington de 1963 y quien asesoró a Martin Luther King sobre las técnicas de la resistencia no violenta para incumplir las leyes de segregación.
Pero la racial no fue su única lucha: Rustin era abiertamente homosexual —fue arrestado y atacado públicamente por ello. Incluso se afirmó que mantenía una relación con Luther King— y abogó por los derechos de gays y lesbianas hasta el final de su carrera.
Nelson Mandela
Nelson Mandela (Qunu, Sudáfrica, 1918) asumió la desobediencia civil como 'arma' para neutralizar el Apartheid. Y pasó 27 años en prisión por ello. En 1948, el Partido Nacional había ganado unas elecciones en las que sólo podían votar los blancos y había instalado un sistema de segregación racial. Enfrente tenía al Congreso Nacional Africano, formado en 1912 para luchar por los derechos de los negros y al que Mandela se unió en 1942. Se rebeló contra su destino en el clan familiar y se metió en política para combatir las prácticas xenófobas del régimen sudafricano promoviendo la desobediencia. Hasta que fue arrestado y acusado de alta traición. Como peaje, pasó casi tres décadas en una celda. En 1990 dio resultado la campaña internacional por su liberación y, ya en la calle, abogó por una solución política que no menoscabase los derechos de nadie. Tomó las riendas de la transición y se convirtió en presidente en las primeras elecciones democráticas. Siempre defendió la reconciliación.
Otro partidario de la no violencia en la lucha por los derechos de todos los sudafricanos fue Albert Luthuli (1898-1967), profesor y político galardonado con el Nobel de la Paz en 1960 por su oposición al Apartheid y su trabajo en favor de la integración. Luthuli pidió públicamente la desobediencia pacífica a las leyes decretadas desde el gobierno racista al considerar que atentaban contra la dignidad del hombre.
Jesse Jackson
Hasta que apareció Barack Obama, Jesse Jackson (Carolina del Sur, 1941) fue el gran líder negro del Partido Demócrata de EEUU. El reverendo, discípulo de Luther King, ha dedicado su vida a la lucha por los derechos civiles. Nació en un barrio pobre de Carolina del Sur, de madre soltera, estudió teología en Chicago y se ordenó pastor baptista en los sesenta, cuando aprendía de la lucha civil al lado de Luther King, al que acompañaba en el momento de su asesinato. Tras su muerte y la de Malcolm X, se convirtió en el principal cabecilla negro del país.
Preocupado por la integración real de los negros en la vida estadounidense, fundó organizaciones de vecinos en Chicago que impulsaran la educación y la actividad cultural y social de este colectivo al margen de guetos. Y en dos ocasiones —1984 y 1988— compitió sin éxito por convertirse en el candidato a la presidencia de EEUU por su partido, del que representaba el ala más a la izquierda. No lo consiguió, pero el simple hecho de que entrase en liza evidenciaba un paso adelante en el apoyo a una persona de su raza. Además, trabajó durante años como asesor en conflictos internacionales como el de Sudáfrica, Cuba u Oriente Próximo y fundó la asociación Rainbow/PUSH.
Dalai Lama
Estaba llamado a perpetuar el régimen feudal del Tíbet hasta que la China de Mao se cruzó en su camino. Cuando tenía sólo dos años, Tenzin Gyatso (Tíbet, 1935) fue identificado como la reencarnación del Dalai Lama y comenzó a prepararse para asumir su destino. Pero la Historia se precipitó: en 1950, la China comunista invadió el Tíbet y él tuvo que tomar las riendas: recibió el poder a los 16 años, dos antes de lo previsto, pidió ayuda a Naciones Unidas, que le ignoró, y se refugió en el sur del país mientras Mao imponía sus condiciones y los tibetanos eran sometidos. Hasta que, en 1959, la población de la capital, Lhasa, se sublevó en una insurrección fallida que terminó con el líder religioso huyendo a La India seguido de unas 150.000 personas. Se registraron cerca de 10.000 muertos.
Desde entonces, el Dalai Lama ha liderado una campaña de resistencia pacífica desde el exterior, en la ciudad de Dharamsala, cedida por La India al pie del Himalaya. Ha viajado por todo el mundo defendiendo la recuperación del territorio y no ha cesado de hacer pública la represión sangrienta y el «genocidio cultural» emprendido por los chinos, con los que, sin embargo, ha mantenido un espíritu negociador. Siempre ha apostado por la no violencia y los derechos humanos y su campaña le valió el Nobel de la Paz en 1989. En 2011 anunció que renunciaba a todos sus cargos políticos para quedar sólo como líder espiritual y religioso. Algo que ocurría por primera vez en tres siglos para un Dalai Lama.
Raquel Quílez. El Mundo.es.
http://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/martin-luther-king/otros-lideres.html

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