México,
Distrito Federal. Mujeres, jóvenes y niños menores de 18 años, personas con
discapacidad, adultos mayores y habitantes de ciudades... ese es el perfil de
los mexicanos más propensos a caer en situación de pobreza.
Pobre
es toda aquella persona que tenga por lo menos una carencia social (rezago
educativo, falta de acceso a servicios de salud, a seguridad social, a calidad
y espacios de vivienda, a servicios básicos de la vivienda o a la alimentación)
y que tenga un ingreso menor a la línea de bienestar, que en 2013 se calculó en
mil 172.89 pesos mensuales per cápita.
El
último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo
Social indica que, entre 2010 y 2012, aumentó en 500 mil el número de personas
en situación de pobreza: de 52.8 a 53.3 millones.
Aunque
la población en pobreza extrema se redujo de 13 millones de personas en 2010 a
11.5 millones en 2012, los pobres en general aumentaron de 39.8 millones a 41.8
millones en el mismo periodo.
Los
500 mil nuevos pobres viven mayoritariamente en ocho estados; sus ingresos
aumentaron sólo dos pesos entre 2010 y 2012; no tienen acceso a servicios
básicos y cuando pueden acceder a un empleo éste es sumamente precario.
Según
el estudio, la pobreza se redujo más en la población masculina (46 a 45.1 por
ciento), que en la femenina (46.2 a 45.9 por ciento).
El
grupo poblacional más afectado es el de 0 a 18 años: el 53.8 por ciento de los
menores de edad son pobres.
La
pobreza en población con discapacidad aumentó del 50.5 al 51.2 por ciento de
ese sector; a diferencia de la pobreza en personas sin discapacidad, que
disminuyó del 45.9 al 45.1 por ciento.
Finalmente,
la pobreza disminuyó más en la población indígena que en la no indígena. Según
el documento, los estados que registraron el mayor incremento de pobres no son
aquellos con población indígena predominante -donde tradicionalmente se
concentra el rezago social-; por el contrario, algunos de estos estados
albergan las ciudades más importantes del país, así como zonas industriales y
turísticas.
Se
trata del Estado de México, Jalisco, Puebla, Nuevo León, Guerrero, Quintana Roo
y Morelos.
El
informe señala que, aunque en estas entidades se redujo la población en rezago
educativo, mejoró la calidad de las viviendas y aumentó el acceso a los
servicios de salud, creció en un 20 por ciento el número de personas que no
pueden acceder a alimentos suficientes y adecuados, de 6 millones 124 mil a 7
millones 363 mil habitantes.
En
tanto que el número de personas que no pueden satisfacer sus necesidades
básicas se incrementó de 18 millones 249 mil a 18 millones 989 mil.
El
informe destaca también que, entre los años 2010 y 2012, el salario de los
trabajadores más pobres se incrementó en sólo dos pesos. Para los trabajadores
del decil I aumentó de 104.44 pesos a 106.95 pesos mensuales por persona; para
los del decil II pasó de 408.30 pesos a 410.20 pesos mensuales.
Andro
Aguilar. El Norte.com.18/08/13
Comen,
duermen bajo puente
México,
Distrito Federal. "La vida da muchas vueltas", advierte Olimpia Lozada
Martínez mientras cuenta cómo hace 16 años manejaba un automóvil propio y tenía
empleada doméstica. Lo narra desde el bajopuente que habita con sus cuatro
hijos en el oriente de la Ciudad de México.
La
madrugada del 26 de agosto de 2010 llegó a vivir debajo del puente vehicular.
Hacía frío. Traía consigo un ropero, dos camas, una estufa, un refrigerador que
le había regalado su madre y lo principal: sus cuatro hijos de ocho, seis,
cinco y tres años de edad. Ya no le alcanzaba para comprar alimentos, pagar los
mil pesos de renta, el consumo de luz y rellenar el tanque de gas.
Con
ayuda de uno de sus tres hermanos y su vecino Miguel, quien también se mudó al
puente, acarreó aparatos y muebles en un diablo metálico. Apenas terminaron de
descargar, tendió en el suelo polvoso un colchón y se acurrucó con sus hijos
somnolientos. La oscuridad era total. Cubrieron sus cabezas con las cobijas
para evitar -sin éxito- que los moscos les picaran el rostro. Era la primera
noche de las mil 89 que hasta hoy han pernoctado en el lugar.
"¿Has
visto esas ratas que andan en el basurero, que llegan y se meten en un hoyo con
sus ratitas?", pregunta, y de inmediato responde: "así yo me
vi".
Vivienda
Es
viernes. El espacio que han acondicionado como su casa es invadido por el humo
que despide el fogón donde cocinan, rebota en el techo inclinado que reduce las
dimensiones del lugar al fondo. La ropa pronto se impregna de olor a hollín.
Los
siete sillones que en su mayoría les han regalado vecinos de la zona forman una
escuadra en torno a la mesa central de madera. Enfrente se encuentra una estufa
que no usan por falta de gas -les robaron el tanque- y un refrigerador que
mantiene frescos los alimentos. En medio hay otras dos mesas con un par de
lechugas, un frasco de azúcar, platos, aceite, trastes...
En
el piso, dos canastas verdes de plástico con verduras recolectadas en la
Central de Abastos.
Olimpia
sirve frijoles negros, arroz rojo y un trozo de pescado. Tiene buen sazón. Un
hombre que trabaja en una pescadería les regaló un kilo de filete que los
anfitriones comparten. Para acompañar: tortillas calientes y una salsa roja.
Aquí
viven seis adultos y cuatro niños que no pueden satisfacer con sus ingresos
todas las necesidades con que el Coneval mide la pobreza. No tienen un espacio
para vivir, ni todos los servicios básicos de una vivienda; carecen de acceso a
servicios de salud y seguridad social.
Al
fondo se encuentran los dormitorios, delimitados por alfombras o cobijas
colgadas en cordones amarrados a la estructura tubular del puente.
Alrededor
hay montones de cartón acumulado, muebles desvencijados de madera que después de
un tiempo terminarán usando como leña, papel, láminas de fibra de vidrio, latas
de aluminio que también serán vendidas por kilo. Un foco lucha, tímidamente,
contra la oscuridad del lugar, ayudado por los rayos del sol que se cuelan por
los costados.
En
uno de los rincones -enmarcado por una tarima, un tablón y el barandal metálico
de la vía pública- está el espacio donde se bañan. Lo hacen a jicarazos y con
agua fría.
De
forma paralela al puente, está tendida sobre dos largos lazos la ropa que
Olimpia lavó por la mañana en un lavadero que iba a ser tirado a la basura.
También el lavadero llegó a este lugar en su diablo metálico.
En
el espacio convive La Negra, una pequeña perra criolla que menea el rabo ante
la menor provocación, y siete gatos hechos bola en un rincón; son las mascotas
del lugar.
Los
habitantes han adaptado un espacio como pequeño auditorio. Así le llaman. Ahí
están colocados los libreros y algunos lo utilizan para ejercitarse.
Es
viernes. El tráfico vehicular también se resiente aquí. Claxonazos y motores
provocan un ruido permanente que en ocasiones obliga a alzar la voz para ser
escuchado. Cuando pasa una máquina grande, su rugir hace vibrar la estructura.
Olimpia
Olimpia
tiene 36 años. Es robusta, tiene el cabello corto y ensortijado. Morena. De
trato amable pero firme. Sus cuatro niños, de 6 a 11 años, pertenecen al grupo
poblacional más afectado por la pobreza en el país.
Le
gusta escribir poemas. Aunque ha escrito varios, destaca uno dedicado a la
libertad. No recuerda los versos de forma literal, pero asegura que se trata de
una libertad personal, de espíritu, que la llevaría a transformar su entorno.
Le gustan las canciones de la agrupación francesa Era, que mezcla cantos
gregorianos con rock, pop y música electrónica. Esa música le recuerda los años
en los que cursó la secundaria y vivía con sus hermanos, no muy lejos de donde
hoy vive.
Tiene
claro dónde deposita su fe. Muestra las palmas de sus manos al tiempo que
asegura: "éste es mi dios. Y mis hijos, mi motor". Es trabajadora
doméstica en una casa del Pedregal en donde gana 400 pesos por hacer la
limpieza los jueves y los domingos. Le gustaría tener más casas que limpiar,
pues para ir al Pedregal se gasta 40 pesos por los dos días, el 10 por ciento
de su paga.
Con
los 360 pesos de ingreso neto semanal, y la ayuda de algunas personas que se
acercan al puente, cubre el acceso a la alimentación y manda a sus hijos a la
escuela primaria.
Apenas
en junio pasado, el DIF le entregó su primera despensa. A finales de este mes
intentará recibir un segundo apoyo. No ha logrado alguna pensión destinada a
madres solteras por parte del GDF ni del gobierno federal. La razón que le dan
es que los niños llevan el apellido del padre, a quien hace años no ve y del
que sólo sabe que actualmente está preso en el Reclusorio Oriente.
De
la Secretaría de Desarrollo Social ha obtenido en los últimos siete años 2 mil
500 pesos y algunos paquetes de leche en una sola entrega. "No sé de qué
igualdad hablan (los políticos), cuál ayuda universal", cuestiona.
Recolecta
en las calles cartón, papel y PET, que transporta en su diablo metálico, su
principal herramienta de trabajo. La ganancia obtenida por la venta de estos
materiales la utiliza para comprar jabón, detergente, suavizante, azúcar, entre
otros productos domésticos.
Sus
dos hijos varones, de 8 y 9 años de edad, ayudan algunas veces en las bodegas
de la Central de Abasto por las mañanas. Si están de vacaciones, trabajan hasta
las dos de la tarde. Si es periodo escolar, vuelven al mediodía para que les dé
tiempo de asistir a clases en el plantel donde Olimpia presidirá la sociedad de
padres de familia a partir del nuevo ciclo escolar.
En
los últimos tres años ninguno de sus tres hijos mayores ha dejado de estudiar,
y la más pequeña se incorporará este año.
Movimiento
En
1994, con 19 años de edad, Olimpia se casó con un panadero del oriente del
Distrito Federal que le regaló un automóvil, la llevó a vivir a casa de su
madre y contrató a una persona que se encargara de las labores del hogar.
La
"felicidad" duró hasta que el hombre partió a Estados Unidos con la
promesa de volver en un año. Nunca volvió. Poco después, la suegra de Olimpia
murió de insuficiencia renal y ella decidió dejar aquella casa y todo lo que su
marido le había comprado. "Me sentía en una jaula de oro, como en la
canción", explica.
Se
fue a vivir con sus hermanos. Terminó la secundaria para trabajadores y truncó
una carrera técnica en administración de empresas. A los 25 años conoció al
padre de sus hijos y empezó a "retroceder como cangrejo". Se embarazó
por primera vez en 2002.
Limpió
instalaciones del Metro, lavó ropa ajena, pepenó alimentos de la Central de
Abasto, pero ni así alcanzaba a cubrir sus necesidades.
Olimpia
no tenía ideales. No hablaba como ahora lo hace: de derechos, de justicia, de
igualdad, de dignidad...
Hasta
que en 2010 su vecino Miguel le propuso vivir debajo de un puente y concentrar
sus ingresos en la alimentación y la escuela de los niños. Las carencias
ayudaron a persuadirla.
Miguel
es un hidalguense de barba cerrada blanqueada por sus 47 años de edad, quien
está convencido de que la única forma de sacar a México de la pobreza es a
través de la educación.
Él
pide que se le llame así, Miguel. No confía en iglesias ni partidos. "Si
así fuera, estaría más dormido", dice. En quien sí cree es en la Santa
Muerte. En un rincón del bajo puente, una figura de La Niña Blanca es iluminada
por una veladora. Le ofrece cerveza, licor. "Por los que ya se han
encontrado con ella", afirma.
Contar
con sólo el tercer año de primaria no le ha impedido a este campesino fundar
una biblioteca pública debajo del puente vehicular.
Con
ayuda de Olimpia, ha llenado dos libreros y una mesa que están colocados en el
espacio que llaman auditorio; el primer librero es convencional, el segundo
está hecho de guacales de fruta.
Olimpia
y Miguel han formado un círculo de estudio con otras cuatro personas que
llegaron a vivir con ellos debajo del puente. Leen libros básicos de política y
literatura, y los comentan.
Instruidos
por Miguel, lunes y miércoles algunos practican también artes marciales,
principalmente los hijos de Olimpia.
Con
él cerca, la madre de familia incrementó sus lecturas. Leyó desde La madre, de
Máximo Gorki, hasta La reina del Pacífico de Julio Scherer García.
Ya
dieron nombre a su organización: Movimiento Pueblo Unido. Juntos establecieron
un reglamento para lograr una mejor convivencia: cero alcohol, cero drogas,
cero prostitución. Hacen brigadas para conseguir alimento, limpiar el espacio y
vigilar.
Entre
otros puntos se comprometen a la autocrítica, el respeto y la disciplina. El 25
de agosto próximo celebrarán tres años de existencia con proyecciones de
películas, talleres y música en vivo.
Dignidad
Olimpia
ha desarrollado una visión crítica hacia la clase política.
"No
necesitamos que el Estado o cualquier funcionario interceda por nosotros.
Tenemos voz para hablar. Si nos dieran la oportunidad de tener una vivienda
digna, algo sencillo, con todos los servicios básicos, y nos dieran facilidades
de pagarlo, la gente que vive en la calle se motivaría". Lo enfatiza con
su dedo índice apuntando al cielo.
Olimpia
alza la voz, manotea, endurece el gesto, y sugiere que el Presidente Enrique
Peña Nieto se vaya a vivir una semana bajo el puente: "así como dice que
quería ensuciarse los zapatos, quiero que se los ensucie aquí conmigo una
semana".
La
cifras. Reporte de personas que viven en condiciones de pobreza en México.
23
millones 514 mil habitantes con ingreso inferior a la línea de bienestar
mínimo.
21.2
millones de personas menores a 18 años en situación de pobreza.
28.1
millones de personas entre 18 y 65 años en situación de pobreza.
4
millones de personas mayores a 65 años en situación de pobreza.
Andro
Aguilar. El Norte.com. 18/08/13

