Monterrey,
Nuevo León. Hace poco más de cuatro meses que Manuela Romero vive en un tejaban
de madera y lámina que levantó sobre una ladera en el Cerro del Topo Chico.
Tras
perder su empleo como ayudante de cocina, la falta de ingresos le impidió
seguir pagando los mil pesos mensuales por la renta de un cuarto que compartía
con su madre, de 63 años, y sus dos hijos de 4 y 10 años.
En
el nuevo hogar de esta mujer de 29 años, que sólo cursó la primaria, no hay
servicios de agua potable, drenaje sanitario ni energía eléctrica, pero tal vez
eso sea lo de menos. En el hogar de Manuela no hay nada qué comer hoy.
Es
Monterrey, la capital industrial del País, en Nuevo León, el alguna vez llamado
"Estado de Progreso", una entidad donde la pobreza extrema creció 36
por ciento del 2010 al 2012, según la última medición del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), presentada el pasado
29 de julio.
Este
crecimiento ubicó a Nuevo León como el cuarto Estado con la mayor alza en el
País, después de Colima, Nayarit y Quintana Roo, aunque es la que tiene el
menor índice de marginación.
De
acuerdo con el reporte, del 2010 al 2012, más de 31 mil personas pasaron a
vivir en condiciones de pobreza extrema en el Estado, para sumar 117 mil 500
habitantes, 2.6 veces la capacidad del Estadio Universitario.
El
organismo califica como condición de pobreza extrema cuando una persona
presenta tres o más carencias sociales, como alimentos, vivienda, salud,
servicios básicos y educación, y además no tiene ingresos suficientes para
adquirir una canasta básica.
En
total, un millón 132 mil 900 personas, 14 por ciento más que en el 2010, sufre
ahora algún tipo de pobreza, es decir, tiene al menos una carencia social y
percibe un ingreso inferior a las canastas alimentaria y no alimentaria.
Esta
alza en Nuevo León se da pese a que, en el mismo lapso de dos años, la pobreza
extrema a nivel nacional se redujo 11 por ciento.
En
ese periodo, el número de pobres en el País subió 1 por ciento, de 52.8
millones a 53.3 millones, el 46 por ciento de la población.
Según
la primera y más reciente medición de pobreza a nivel municipal del Coneval,
del 2010, en Monterrey había 20 mil 804 personas en pobreza extrema, lo que la
convierte en la Ciudad con más pobres en el Estado.
Esta
cifra tuvo como consecuencia que Monterrey fuera incluida en la Cruzada
Nacional contra el Hambre.
Si
este programa cumple su meta, al término del sexenio Manuela tendría una
vivienda digna, todos los servicios básicos, acceso a la canasta básica y a la
educación, empleo y seguridad social.
De
lo contrario, seguirá engrosando las estadísticas de millones de mexicanos
arrojados a la pobreza extrema por décadas de una política económica convertida
en fábrica de pobres.
Osvaldo
Robles. El Norte.com. 18/08/13
'La
necesidad nos trepó aquí'
Monterrey,
Nuevo León. Son más de las 3 de la tarde de un infernal día de verano y desde
el tejaban de madera y lámina enclavado sobre una roca en las faldas del Cerro
del Topo Chico se escucha el llanto agudo de Bella.
La
bebé de un año, que lleva puesto sólo un pañal barato, llora frente al plato
vacío del que comía fideos que su madre dejó preparados para ella y sus cuatro
hermanos.
Yamileth,
su hermana mayor, de 14 años, la levanta en brazos y le da golpecitos en la
espalda procurándole consuelo, pero la pequeña sólo apunta al plato de plástico
verde y sigue llorando.
"Ya
no hay más, bebé. Al ratito", dice Yamileth, quien ejerce una suerte de
maternidad cuidando a sus hermanos para que su madre, único sostén de esta
familia, pueda salir a trabajar.
No
es una comunidad rural, es Monterrey, la llamada capital industrial del País,
donde 20 mil 804 personas -de acuerdo con el último reporte del Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)- carecen
de lo mínimo para alimentarse y habitan en una zona metropolitana que alberga
también al municipio más rico de México.
La
pobreza en lo alto
"Donde
hay fe, hay amor. Donde hay amor, hay paz. Donde hay paz, está Dios, y donde
está Dios, no falta nada", dice un pequeño cuadro clavado en la entrada
del tejabán de cuatro por dos metros, donde hay un par de colchones
desvencijados, las moscas revolotean y la miseria tiene rostros sucios e
infantiles.
Aquí
sólo se come dos veces al día un menú de fideos, arroz, papas o frijoles -la
carne, el huevo y la leche son el lujo de algún día de pago- y se bebe agua
acarreada a través de una empinada pendiente bordeada de rocas sueltas y
arbustos espinosos que conduce a la Colonia 23 de Marzo.
No
hay servicios de agua, drenaje sanitario ni electricidad y a nadie le importa
la hora.
El
día empieza y termina con el crepúsculo y, al caer la noche, las lucecitas de
la mancha urbana bañan las tinieblas y se convierten en un espectáculo gratuito
para los pequeños que las admiran desde las ventanas sin vidrios.
La
marginación de estas familias va más allá de la categoría de pobreza extrema
definida por el Coneval.
Según
el organismo, una persona está en esta situación cuando presenta tres o más
carencias sociales (alimentos, vivienda, salud, servicios básicos, educación o
seguridad social) y no tiene ingresos suficientes para adquirir una canasta
básica alimentaria para cada habitante del hogar.
La
última actualización de la canasta básica alimentaria correspondiente a junio
del 2013 señala un precio de mil 172 pesos por persona al mes.
Quienes
tienen la suerte de tener un empleo aquí reciben un salario que no rebasa los
400 pesos por semana. Un mes completo de sueldo les alcanzaría apenas para
alimentar a un miembro de su familia
Comer
o pagar la renta
Manuela
Romero tiene 29 años, es madre soltera de dos hijos y hace cuatro meses perdió
su empleo como ayudante de cocina en un modesto restaurante de tostadas de
pollo.
La
falta de ingresos la obligó a dejar la casa que rentaba por mil pesos mensuales
y levantar un cuarto de madera de dos por tres metros sobre una ladera del
Cerro del Topo Chico.
"El
hambre y la necesidad nos trepó aquí. Era la renta o comer, y no la
libré", cuenta en la casucha que comparte con su madre, una viuda de 63
años que recibe una pensión de mil 700 pesos mensuales con la que sobreviven
los cuatro.
Su
pequeña, de 4 años, padece estrabismo y requiere una operación que puede
recibir a través del Seguro Popular, pero antes necesita un tratamiento de
parches que para ella es imposible costear.
"Vinieron
que a apuntarnos en (el programa) Oportunidades, pero todavía no nos han dicho
nada. Que hasta noviembre habláramos. Dios quiera".
¿Sin
hambre?
En
los sectores más marginados de Monterrey, donde ni hay televisores para ver los
spots de la Cruzada Nacional contra el Hambre que inundan el horario Triple A y
cuestan al erario 3.3 millones de pesos, todavía nadie ha oído del ambicioso
programa federal, cuya meta es erradicar la pobreza extrema.
Antes
que eso, muchos de ellos continúan todavía esperando concretar su afiliación al
programa federal Oportunidades, o algún otro estatal como el de Jefas de
Familia.
"¿Acabar
con la pobreza? Se me hace que es pura publicidad eso, oiga", opina
Rosalinda Mejía, de 36 años, madre de tres hijos y tutora de una nieta en el
predio irregular Riberas del Río, en las márgenes del Río Pesquería.
"Mejor
que den trabajos bien pagados, escuelas buenas. Nomás así nos van a quitar el
hambre".
Osvaldo
Robles. El Norte.com. 18/08/13

