En las últimas semanas ha resurgido el tema de la
inseguridad entre los ciudadanos.
Parecía que la situación se había controlado
relativamente, cuando en forma sucesiva se presentaron varios eventos que
conmocionaron a la sociedad, entre ellos la extorsión y en algunos casos
también el homicidio de varios comerciantes, secuestros y un gran número de
robos a casa habitación y a personas.
El tema reabre la llaga sobre el hecho cada vez más
irrefutable de que nuestra sociedad parece estar seccionada en tres grandes
bloques: los ciudadanos, los políticos y los delincuentes; una especie de
triángulo isósceles donde la clase política está en la parte alta, supervisando
a medias a las otras dos esquinas (y a veces confundiéndose con una de ellas).
Esto se puede constatar si uno habla con un
ciudadano promedio, quien dirá sin tapujos que a él o ella el Gobierno no lo
ayuda, que la Policía no lo defiende y que los políticos no lo representan; y
dirá que hay una gran cantidad de delincuentes de los que debe protegerse, ya
sea solo o en alianza con sus conciudadanos.
Se debe aspirar a que el actual triángulo se
convierta en un círculo -virtuoso- que permita que la ciudadanía recobre la
confianza en sus gobernantes, que éstos se involucren verdaderamente en los
problemas que aquejan a aquélla, y que los delincuentes dejen de dedicarse a
actividades ilícitas y se integren a la sociedad, para participar como lo hacen
los demás miembros mediante un modo honesto de vivir.
Es un tema sumamente complejo y desde luego tomará
tiempo mejorarlo. Pero un primer paso debe ser la búsqueda de un cambio
drástico en el desempeño de las autoridades, mediante un contacto directo con
las zonas afectadas, donde quienes en campaña prometieron dar seguridad se
arremanguen la camisa y se mezclen con sus representados, para así ganarse su
confianza, y que sus acciones deriven en resultados tangibles, reales y no
maquillados.
Lo anterior deberá generar que los ciudadanos
puedan recuperar la expectativa de que pueden salir de sus casas y convivir en
espacios abiertos, como lo hacían antaño. Para ello será fundamental la
integración de los vecinos mediante la generación de espacios adecuados, tales
como parques en buenas condiciones, y una cultura de la solidaridad, respeto y
convivencia ciudadana.
Existen ejemplos de éxito al interior de diversas
colonias de nuestra Ciudad, como en el caso muy reciente de Colinas de San
Jerónimo, e incluso a través de agrupaciones de colonias, donde los vecinos se
han unido en torno a un objetivo común para mejorar su entorno y con ello
reducir los índices de inseguridad que los aquejan.
De hecho, actualmente se encuentra en el Congreso
del Estado una iniciativa de ley que busca establecer esquemas más flexibles
para que las colonias puedan organizarse y operar.
Aunado al esfuerzo que debe hacerse con la
ciudadanía, debe resolverse el otro aspecto del problema -la otra esquina del
triángulo-, que consiste en confrontar directamente a la delincuencia. Esto
implica implementar acciones preventivas y correctivas.
Dentro de las primeras, debe trabajarse mucho más
en elevar las oportunidades para las clases más desfavorecidas, que
lamentablemente son muchas y de las cuales emanan muchos de los delincuentes,
quienes por convicción o por falta de oportunidades deciden emprender ese
camino.
El Estado debe mejorar las condiciones de este
sector social mediante servicios públicos adecuados y espacios de
esparcimiento, para que puedan llevar una vida más digna, pero sobre todo debe
generar modelos que les permitan aspirar a mejores oportunidades, con una
esperanza real de un mejor futuro.
Dentro de las acciones correctivas es indispensable
que la autoridad mejore la calidad de su trabajo: que la Policía arreste a más
delincuentes, que el Ministerio Público investigue y estructure mejor sus
averiguaciones para que sean debidamente integradas al presentarse ante el
juez, y que los jueces tengan elementos objetivos para que los delincuentes
verdaderamente purguen una pena y vean que hay consecuencias reales ante su
ilegal comportamiento.
Esto que expresamos corresponde en mucho al modelo
que ha permitido a países como Colombia mejorar considerablemente sus
condiciones de seguridad. No es necesario inventar modelos, sino aplicar los
que han demostrado que pueden funcionara.
Se requerirá mucha más voluntad política y
ciudadana para lograr el cambio que necesitamos. Los ciudadanos están
demostrando con acciones estar dispuestos a dar ese paso. La pregunta es si la
autoridad también, y en su caso cuándo y cómo lo hará.
Carlos Leal-Isla Garza. Doctor en Derecho por la
Universidad de París II (Panthéon-Assas). Socio del Despacho Leal Isla &
Horváth, S.C. Profesor de la Maestría en Métodos Alternos de Solución de
Controversias y del Doctorado de la Universidad Autónoma de Nuevo León, así
como de licenciatura y posgrado de la Universidad de Monterrey. Impulsor del
movimiento Colonias Unidas en Colinas de San Jerónimo.