Barcelona, España. La muerte de
Nelson Mandela nos ha dejado un poco más huérfanos. El último referente moral
de carácter global ha desaparecido del escenario, pero su recuerdo permanece
vivo entre nosotros y es y será una fuente de inspiración para las nuevas
generaciones.
Al salir de la cárcel el día 11
de febrero de 1991, después de permanecer allí encerrado casi treinta años, por
causas políticas, Nelson Mandela repitió las mismas palabras que había
pronunciado en el juicio de 1964: “He luchado contra la dominación blanca y he
luchado contra la dominación negra. He anhelado el ideal de una sociedad
democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas y en armonía y
con las mismas oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir. Y es un ideal por el cual estoy preparado a morir.
Todas las organizaciones de la
sociedad civil que, de una manera u otra, tratamos de edificar un mundo en paz
tenemos a Nelson Mandela como un referente, como un ejemplo nítido de
coherencia y de fidelidad, de apuesta por la igualdad y la libertad, pilar
esenciales de una sociedad democrática. En su discurso no hay ni una gota de resentimiento
contra los que allí lo habían cerrado injustamente. En su propuesta para
cambiar el modelo social, político y económico de su país, no hay ninguna
alusión a la violencia. Buscar la unidad de criterio, la complicidad de todos
los sectores, la lucha común para hacer un futuro mejor. Mandela tenía motivos
para encender el odio y el rencor y generar, de esta manera, una confrontación
política y civil, pero pensando en el bien del país y en las generaciones
futuras, buscó el camino de la paz y de la reconciliación, sin derramar sangre
inútilmente.
Su liderazgo político tiene
unas bases espirituales que trascienden el cálculo estratégico y la
preocupación por la imagen. Parte de una fraternidad común entre todos los
hombres y mujeres, ve más lo que nos une que lo que nos diferencia, capta que
la construcción de un país no puede depender de una única sensibilidad. Dice en
el citado discurso: “Ahora, y como siempre ha sido, la necesidad de unir a la
gente de nuestro país es una tarea importante. Ningún líder puede asumir por sí
solo esta enorme tarea”.
Esta comprensión de unidad es
esencial en la
defensa de la libertad, la igualdad y la democracia madura. Mandela conoce, por
propia experiencia, como la sacralización de las diferencias raciales es causa
de discordia y conflicto y como es necesario buscar aquellos puntos de unión
como base para fundamentar la convivencia. La Comisión para la verdad y la
reconciliación que tuvo lugar en su país estaba basada en que los resentimientos del pasado
no pueden ser obstáculo para el futuro. Hay que hacer memoria del pasado, es
necesario que los verdugos lamenten públicamente el daño que han causado y, en
la medida de sus posibilidades, es necesario resarcir a la víctimas. Sólo así
se curan las heridas y se puede edificar un mundo mejor. Necesitamos líderes
mundiales con la altura espiritual de Mandela, con su capacidad de sacrificio y
de fidelidad a unos ideales.
Francesc Torralba. Director de
los Institutos de la Paz de la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU
Francesc Torralba. Carta de la Paz.org. 14/12/2013
http://www.cartadelapaz.org/portal/mandela-o-la-politica-del-perdon/