Nueva York, Estados Unidos. La tecnología se
ha vuelto en contra de los derechos humanos, o al menos esa fue la sensación
imperante a partir de las revelaciones de Edward Snowden el año pasado. Se puso
en evidencia que los avances tecnológicos que propiciaron la Primavera Árabe y
permitieron a los ciudadanos desempeñar un rol periodístico durante estos
sucesos, también facilitaron la vigilancia sin trabas en todo el mundo y
dejaron de lado las garantías legales.
Nos enteramos de que la vigilancia de tipo
Gran Hermano, un recurso que emplean los regímenes totalitarios, también está
operando en Washington DC. La Agencia de Seguridad Nacional (National Security
Agency, NSA) estuvo observando y reuniendo información de millones de personas
bajo la supervisión del Congreso que, según la opinión de muchos, no habría
ejercido un control adecuado, y con una potestad excesivamente amplia aprobada
por tribunales secretos. Según se demostró a través de auditorías internas, la
agencia transgredió incluso estos endebles controles.
Es evidente que las leyes sobre privacidad
sancionadas antes del surgimiento de Internet y de los teléfonos móviles
ofrecen una protección bastante dudosa en 2013. Los gobiernos tienen la
obligación de proteger la seguridad nacional y prevenir delitos, pero eso no
les otorga plena libertad para monitorear las comunicaciones de millones de
personas que no se encuentran bajo sospecha. ¿Qué valor se otorga a la libertad
de expresión cuando el gobierno de Obama intenta que Snowden sea extraditado
por una presunta violación de la seguridad que, a los ojos de muchos, es
simplemente una práctica legítima de denuncia?
El gobierno británico ha manifestado que
actuó correctamente pero aún debe informar de manera clara sus prácticas de
vigilancia y cuál es el impacto de estas para la privacidad. En Estados Unidos,
las arrolladoras revelaciones de Snowden no fueron más que el inicio de un
proceso vertiginoso que finalmente dio origen a reclamos de reforma. De hecho,
se han propuesto numerosas soluciones legislativas. Un panel de especialistas
conformado por Obama ha recomendado que se impongan nuevos límites a las
actividades de vigilancia, a fin de lograr un equilibrio más adecuado entre la
privacidad y las necesidades en materia de seguridad nacional. Por su parte, un
juez federal determinó que el espionaje masivo posiblemente se considere una
práctica inconstitucional.
Y una resolución de la Asamblea General de
las Naciones Unidas calificó a la vigilancia global indiscriminada como una
práctica que implica una grave afrenta a los derechos humanos.
Documentamos numerosos casos de civiles que
murieron como resultado de ataques con vehículos no tripulados utilizados por
las fuerzas estadounidenses para eliminar de manera selectiva a presuntas
milicias; y si bien el gobierno de Obama se comprometió a establecer mayores
límites para este programa, aún no se conoce que haya habido resultados en este
sentido. A su vez, activistas de todo el mundo han persuadido a estados de
todas las regiones para que analicen la posibilidad de establecer una
prohibición preventiva sobre “robots de combate” y frenar así el desarrollo de
“armas completamente autónomas” que permitirían seleccionar y atacar objetivos
sin intervención humana.
Sin duda, en el último año se produjeron
muchas otras violaciones de derechos humanos en todo el mundo, quizás incluso
más evidentes. En muchos casos, la tecnología tuvo un papel fundamental en
sacar a la luz estas atrocidades, particularmente en regiones demasiado remotas
o peligrosas para llegar a ellas en persona. En Siria, activistas de ambos
bandos del cruento conflicto utilizan Skype, el correo electrónico y YouTube
para difundir información, ya se trate de videos que muestran ataques con armas
químicas o entrevistas a personas que han sido testigos de otros delitos.
A través de imágenes satelitales fue posible
mostrar el alcance de la destrucción provocada en Nigeria cuando soldados
incendiaron vecindarios enteros de una importante localidad, pero manifestaron
que solamente 30 viviendas habían sufrido daños; y también en Myanmar, cuando
se perpetraron reiterados ataques contra musulmanes y sus lugares de residencia
fueron arrasados completamente. Amnistía Internacional publicó imágenes de
campamentos de prisioneros en Corea del Norte. Y Human Rights Watch, junto con
varios blogueros expertos, utilizó imágenes satelitales, medios sociales y
otras herramientas de alta tecnología para verificar datos relativos a Siria.
Twitter y Facebook permitieron que activistas
y disidentes se movilizaran en Arabia Saudita, uno de los países con mayores
niveles de represión del mundo. El hashtag #Women2Drive y el video de YouTube
en el que se muestra a Manal al-Sharif transgrediendo la prohibición de
conducir que rige para las mujeres cosecharon un amplio apoyo mundial a favor
de reformas en este Reino. Una campaña en línea que se llevó a cabo en 2010
para exigir la liberación de Samar Badawi, enviada a prisión por la justicia
saudí por el delito de “desobediencia a la autoridad parental”, captó la
atención de los medios internacionales e influyó para que las autoridades
finalmente dispusieran su liberación.
De hecho, durante el año pasado, las
historias sobre derechos de las mujeres tuvieron una fuerte repercusión entre
quienes siguen a Human Rights Watch en Internet. El mensaje que tuvo más
retuits fue un comentario vertido por nuestra directora en Egipto, Heba
Morayef, acerca del juicio que enfrentaron un grupo de jóvenes mujeres
manifestantes en Alejandría: “Es demencial que fiscales lleven a juicio a
jovencitas de 15 años por haber participado en una manifestación pacífica el 31
de octubre”. Los videos sobre abuso sexual infantil en la India y violencia
sexual contra mujeres manifestantes en Egipto fueron los más vistos de nuestra
cuenta de YouTube, mientras que el del encarcelamiento de las integrantes de la
banda punk feminista Pussy Riot en Rusia fue el más compartido en Facebook.
Aun así, hay muchas catástrofes de derechos
humanos que, al producirse en lugares sumamente remotos, corren el riesgo de
ser ignoradas.
Un caso que evidencia esta situación es el de
la República Centroafricana, donde no existen servicios de electricidad,
telefonía celular ni conexiones a Internet confiables, y mucho menos usuarios
de Twitter o Facebook. Según relató un investigador de Human Rights Watch, tan
sólo el sonido generado por un vehículo puede ser suficiente para sembrar el
terror en toda una aldea.
Rebeldes de la República Centroafricana, en
su mayoría musulmanes, tomaron el poder mediante un golpe perpetrado durante la
primavera pasada y lanzaron brutales ataques sobre sus oponentes, especialmente
quienes se suponía que apoyaban al presidente depuesto. Como represalia, los
sectores cristianos se organizaron en milicias para tomar venganza. La
situación en materia humanitaria y de derechos humanos sigue siendo dramática,
y se repiten los ataques sectarios contra distintas comunidades. No obstante,
en las últimas semanas, tanto a través de medios tradicionales como electrónicos,
diversos activistas de derechos humanos y periodistas han alertado sobre los
peligros vinculados con la crítica situación de la población civil y, de este
modo, han impulsado a que se adopten medidas a nivel internacional, como el
envío de más tropas, ayuda y protección.
Y, por supuesto, algunos abusos no se ven a
simple vista. A pesar de que Rusia tomó medidas enérgicas contra la disidencia
y ha legalizado la discriminación de las personas LGBT, publicitó al mismo
tiempo los próximos Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi como un evento de
talla mundial. Posteriormente trascendieron versiones sobre residentes de
aldeas locales que, según se indicó, habrían sido hostigados y expulsados para
permitir la construcción de instalaciones para los Juegos Olímpicos, y sobre
trabajadores de la construcción que sufrieron abusos y no habrían recibido su
paga.
En Estados Unidos, fue necesario que se
alzaran miles de voces a través de medios sociales y recursos más tradicionales
como vigilias, huelgas de hambre y actos de desobediencia civil para que la
reforma de las leyes de inmigración fuera incorporada en la agenda del
Congreso. Los republicanos en la Cámara de Representantes manifiestan que este
tema será prioritario durante el mes de enero, y los defensores de esta causa
esperan que la Cámara finalmente tome medidas para recomponer el sistema de
inmigración, que ha quedado desintegrado, a fin de crear un camino justo hacia
la legalización que tenga en cuenta la unidad de las familias.
Quizás 2014 también sea el año (tan
postergado) en que el Senado ratifique la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, y posicione nuevamente a Estados Unidos como líder
de iniciativas globales destinadas a fijar estándares de derechos humanos más
ambiciosos para este grupo marginado.
La tecnología también puede contribuir a
estas iniciativas. Un gran desafío para 2014 será aplicar nuevas herramientas y
tácticas para un cambio positivo y, al mismo tiempo, lograr frenar los
esfuerzos de quienes, con la misma determinación, procuran utilizar la
tecnología para robar, espiar o reprimir la disidencia.
Emma Daly. Directora de comunicaciones de
Human Rights Watch
Emma Daly. Hrw.org. 07/01/14
http://www.hrw.org/es/news/2014/01/07/por-que-la-tecnologia-es-un-arma-de-doble-filo-para-los-derechos-humanos