Éste es un siglo apto
para rebeliones. Los poderosos no son invencibles. Tenemos todo para
levantarnos contra dictaduras, Gobiernos abusivos y Presidentes incapaces. Y,
además de la indignación, la principal arma para levantarnos está en nuestras
manos: el celular.
"Todo el mundo
es un reportero investigativo con un teléfono", me dijo en una entrevista
el director de cine Spike Lee. Su último documental -"I Can't
Breathe"- se centra en el joven que filmó con su celular el terrible
momento en que varios policías de Nueva York ahorcaron al afroamericano Eric
Garner, en julio de este año.
Si no fuera por el
video, nadie se hubiera enterado del abuso policial.
Esto es más que un
"trending topic".
"Esto no va a
desaparecer", me dijo Spike Lee sobre el uso de celulares para hacer
denuncias sociales. "Esto es poderoso" (aquí está el video de la
muerte de Garner y la entrevista con Spike Lee: http://fus.in/1x4lk8k).
Los videos grabados
en celulares terminaron con 23 años de dictadura en Túnez en el 2011 (aquí
están esos videos: http://nyti.ms/10j6Kgb).
Lo mismo ocurrió en
Egipto. Los tuits sobre cambio político en Egipto pasaron de 2 mil 300
diariamente a 230 mil la semana que renunció el Presidente Hosni Mubarak en el
2011.
Antes de la renuncia,
más de 5 millones de personas vieron 23 videos que promovían las protestas
contra el régimen de casi 30 años de Mubarak, según un estudio de la
Universidad de Washington.
Hay revoluciones
-como las de Túnez y Egipto- que comienzan con un clic en un celular y que
ningún Ejército puede detener. De ésas se hace la historia.
Pero también hay
rebeliones que no tiran regímenes autoritarios y mandatarios mediocres, pero
que es preciso realizar porque sus jóvenes están hartos de que les mientan, los
atropellen y los asesinen. Ésas se hacen por dignidad, por libertad y por
democracia. Ahí están los casos de México, Venezuela, Brasil y Hong Kong.
"¿Pueden 43
jóvenes inspirar una nueva revolución en México?", se preguntó hace poco
la revista The New Yorker. Quizás. En este video tomado con un celular y
filtrado a la prensa (http://bit.ly/1wBNWG8), el padre de uno de los
estudiantes desaparecidos en México le exige al Presidente Enrique Peña Nieto
que renuncie "si usted no tiene la capacidad".
La estrategia de Peña
Nieto es decir que él no tuvo nada qué ver con las desapariciones. Pero sí es
su culpa. Él es responsable del clima de violencia e impunidad que domina al
País. De nadie más. Desde diciembre del 2012 a septiembre del 2014 han sido
asesinados 31 mil 892 mexicanos, según cifras del propio Gobierno
(http://t.co/qqCMKSBpJD). Son sus muertos.
Human Rights Watch
acusó a Peña Nieto de crear un país de "ficción" y de estar más
preocupado por su imagen. Pero los jóvenes ya se le rebelaron. La guerra en
celulares, redes sociales y universidades ya la perdió. Sigue la calle.
Venezuela -con
algunos de los niveles más altos de criminalidad, corrupción e inflación del
continente- estuvo a punto de ser transformada a principios de año por un
valiente y creativo movimiento de protesta. Frente a la censura de los medios,
la Oposición ganó las calles -con guarimbas- y las redes sociales.
El punto de quiebre
fue cuando el Presidente Nicolás Maduro permitió que la guardia nacional y
colectivos bolivarianos dispararan y mataran a jóvenes manifestantes. Ningún
Presidente legítimo mata estudiantes. Al menos 42 personas fueron asesinadas.
Maduro perdió las pantallas de los celulares, pero ganó con las balas. Por
ahora.
En Brasil, el Mundial
de futbol encubrió la indignación de los pobres, y en Hong Kong está a prueba
el experimento de dos sistemas en una sola y represiva China. Pero en ambos
lugares, los controles gubernamentales fueron ampliamente rebasados por miles
de jóvenes expertos en tuitear y feisbuquear.
Estos primeros 14
años del siglo 21 nos han enseñado que mantenerse neutrales no es una opción
cuando los gobernantes abusan de su poder y cuando los Presidentes no hacen
bien su trabajo. Hay que rebelarse.
Ante el autoritarismo
y la muerte, Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz y sobreviviente del
Holocausto, tiene una frase fulminante: "Debemos tomar partido. La
neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio da ánimo al
torturador, nunca al torturado. Hay veces en que debemos intervenir".
Mi interpretación:
rebelarse o morir. Y el verdadero reto -gracias, Gandhi- es rebelarse sin
violencia.
Jorge Ramos Ávalos. Elnorte.com. 08/11/14