Siete de las 10
galardonadas con el Premio Internacional al Valor de las Mujeres (IWOC) 2015,
del Departamento de Estado de Estados Unidos posan con Richard Stengel,
subsecreatario para asuntos y diplomacia pública.
A la periodista Nadia
Sharmeen le pidieron el 6 de abril de 2013 que cubriera una marcha organizada
por Hefazat-e-Isla, una asociación de organizaciones islamistas de Bangladesh,
entre cuyas demandas se destacaba revocar la Política Nacional para el
Desarrollo de las Mujeres, y las cosas no salieron bien.
Cuando Sharmeen llegó
al lugar le pidió a su camarógrafo que filmara la multitud y se dispuso a
realizar entrevistas.
Pero “de repente, un
hombre me preguntó por qué estaba ahí como mujer”, contó. “Le dije que no
estaba como mujer, sino como periodista. Pero no lo aceptó y comenzó a
gritarme”, continuó.
Las agresiones
verbales del hombre rápidamente llamaron la atención de la gente y antes de que
pudiera entender qué estaba pasando, fue atacada por entre 50 y 60 hombres.
“Me golpearon, me
tiraron al piso cuatro o cinco veces. Trataron de romperme el vestido. Querían
matarme, ese era su objetivo”, relató.
Sus compañeros
lograron hacer frente a la multitud enardecida y lograron trasladarla hasta un
hospital. Pero el daño estaba hecho. Debió permanecer cinco meses postrada y
someterse a varias cirugías.
A pesar de ser
abandonada por su empleador, quien se negó a cubrir el costo del tratamiento y
terminó por obligarla a renunciar, Sharmeen logró superar el calvario gracias a
su propia fortaleza y al infatigable apoyo de su familia.
Sharmeen está entre
las 10 mujeres reconocidas por el Departamento de Estado de Estados Unidos por
su valor excepcional en la búsqueda de la paz y la igualdad. Actualmente
realiza una gira por este país como receptora del Premio Internacional a las
Mujeres con Coraje 2015 (IWOG, en inglés).
Según ella, tuvo
suerte, y seguramente tenga razón. En Bangladesh, miles de mujeres sufren la
violencia que se manifiesta de diversas formas. En 2011, 330 de ellas fueron
asesinadas por incidentes relacionados con la dote. Además, 66 por ciento de las
bangladesíes se casan antes de los 18 años.
La tasa de empleo es
de 57 por ciento para las mujeres, comparada con 88 por ciento para los
hombres.
La discriminación
comienza, según algunos datos, con el nacimiento. La mortalidad infantil
femenina es de 20 fallecidas cada 1.000 nacidos vivos, muy por encima de los 16
varones que corren la misma suerte.
Una luz de esperanza
en Asia
Este año, cinco de
las 10 premiadas por IWOC proceden de Asia, donde las mujeres representan la
mitad de los 4.000 millones de habitantes y están sujetas a fuertes leyes y
arraigados comportamientos patriarcales.
Sayaka Osakabe, por
ejemplo, se dedica desde unos años a luchar contra una forma de discriminación
muy propagada en Japón, “matahara” o acoso maternal, la práctica de someter a
las mujeres a una fuerte presión para que “elijan” entre tener hijos o una
carrera.
Una de cuatro mujeres
sufre acoso maternal, indicó Osakabe, mencionando datos de la Confederación de
Sindicatos, mientras que 60 por ciento de las trabajadoras generalmente
renuncia después de tener a su primer hijo.
Ella misma fue
víctima de matahara en sus dos embarazos, que perdió porque se negaron a
concederle licencia maternal.
Decidida a luchar
contra esa forma de discriminación, fundó la organización Matahara Net, que en
menos de un año llegó a más de 100 mujeres víctimas de acoso maternal.
Su lucha también
llevó al gobierno a tomar medidas, e incluso la justicia dictaminó que las
degradaciones o despidos por embarazo son, en principio, ilegales.
Fue una dura victoria
porque se encontró con “tremendas reacciones” desde muchos ámbitos, incluso
femeninos.
“Las amas de casa y
las mujeres dedicadas a sus carreras, dos grupos obligados a elegir entre sus
trabajos o sus hijos, son los que más me hicieron frente”, relató.
En un país en el que
las mujeres representan una de cada tres personas pobres y 63 por ciento de
quienes tienen empleos que pagan menos del 38 por ciento del salario de un
trabajador de tiempo completo, matahara amenaza con ensanchar la brecha de
género.
En 2060, se estima
que la población de Japón disminuirá a dos tercios respecto de sus actuales 127
millones de habitantes. A las autoridades les preocupa el futuro de la
población económicamente activa y, sin embargo, la sociedad sigue demonizando a
las mujeres que quieren formar una familia y tener un sueldo, se lamentó
Osakabe.
Opciones de vida o
muerte
La activista birmana
May Sabe Phyu trabaja mucho para lograr justicia y dignidad para las minorías
étnicas y religiosas de su país, en especial para las personas desplazadas en
su estado natal de Kachin, donde el conflicto civil obligó a unas 120.000 a
abandonar sus hogares solo desde 2011.
En un país cada vez
más intolerante con las minorías, Phyu trabaja en un contexto cruento. Hace dos
meses, soldados birmanos violaron y mataron a dos mujeres kachin que trabajaban
como maestras voluntarias en una aldea del vecino estado de Shan.
Ella misma recibe
amenazas y sufre un constante acoso y acusación legales, pero sigue adelante.
Como fundadora de la
Red para la Paz en Kachin y la Red de Mujeres Kachin para la Paz, aboga
incansablemente por los derechos de las mujeres, niñas y niños desplazados,
quienes más sufren la violencia en los campamentos provisorios.
Además, está al
frente de Igualdad de Género Ya, una coalición de 90 organizaciones que
defienden los derechos de las mujeres.
“Cuando me enteré que
me habían elegido para el premio, me dije: ‘¿realmente lo merezco?’”, contó, porque hay tantas mujeres que han demostrado un gran valor en momentos
difíciles.
Ella se refería a su
amiga kachin, la primera que le abrió los ojos a la difícil situación de las
personas desplazadas y a la discriminación de género.
“Es mi símbolo de
valor, y cuando me siento decaída, la miro, la escucho y su voz y su fundamento
me renuevan las fuerzas”, contó Phyu.
Entre las otras
premiadas está Niloofar Rahmani, la primera mujer en convertirse en piloto de
la Fuerza Aérea en la historia de Afganistán.
También está la
pakistaní Tabassum Adnan, residente del valle de Swat, otrora bajo control del
grupo extremista Talibán, y quien sobrevivió a 20 años de abusos físicos y
mentales antes de encabezar el primer jirga (consejo) de mujeres dedicado a
asuntos como los ataques con ácido, los asesinatos por honor y la “swara”, la
práctica de intercambiar mujeres para resolver disputas o compensar un delito.
Afganistán y Pakistán
son lugares sumamente peligrosos para las mujeres. La Comisión Independiente de
Derechos Humanos afgana registró más de 3.000 casos de violencia contra la
mujer en seis meses en 2012 y la policía pakistaní contabilizó 160 ataques con ácido
en 2014, aunque organizaciones de la sociedad civil sostienen que el número
real es mucho mayor.
En esos países,
luchar contra la discriminación suele ser un asunto de vida o muerte, pero eso
no disuadió a estas mujeres de optar por el camino de la libertad.
Las otras ganadoras
son activistas y periodistas de Bolivia, Guinea, Kosovo, República
Centroafricana y Siria.
Kanya D'Almeida. Ipsnoticias.net. 17/03/15