El fundador de Human
Rights Watch ha dedicado su vida a defender los derechos humanos
A sus 78 años, continúa
la lucha como presidente emérito de la Open Society Foundations
La vida de Aryeh Neier
(Alemania, 1937) está tan plagada de hitos que es imposible afirmar que un solo
momento o circunstancia le empujara a dedicar su vida a la defensa de los
derechos humanos y la libertades civiles. Del mismo modo, su currículo es
irreductible a un puñado de cargos, pues ninguno explica por qué este hombre de
mirada transparente y sosegada es un referente de lucha reconocido
mundialmente. Unas líneas de su trayectoria sirven, sin embargo, para esbozar
su compromiso. Abogado de profesión, fue director ejecutivo de la American
Civil Liberties Union (ACLU), organización en la que ingresó en 1963 con 26
años, fundó y dirigió Human Rights Watch en los 80, y después presidió la Open
Society Foundations, organización de la que hoy es su presidente emérito.
Nacido en la Alemania
nazi, la familia de Neier huyó a Inglaterra cuando él tenía dos años. “Allí
crecí. Como refugiado”, subraya como quien señala la primera cicatriz que ha
marcado su piel. Dos años después del fin de la II Guerra Mundial, la familia
Neier emigró a Estados Unidos. La adolescencia le pilló en un país obsesionado
con la persecución de comunistas. “Había asuntos importantes sobre derechos
humanos que se debatían en aquel momento en EE UU. Con el comienzo de la Guerra
Fría, había histeria anticomunista”, recuerda. Era la época del senador
McCarthy (1947-1957) y su conocida ‘caza de brujas’, y el joven estudiante de
secundaria que era Neier entonces, se enroló en movimientos contra el político
republicano. “Conseguí que reputados defensores de los derechos humanos
vinieran a mi instituto a dar charlas. Raphael Lemkin, padre de la Convención
contra el genocidio, supo de aquello y me invitó a ir a la ONU cuando tenía 16
años para hablar del tema”, relata con orgullo.
Desde entonces, Neier
no ha dejado un solo día de defender los derechos humanos, las libertades
civiles y, especialmente, la de expresión. Y no cree que pueda parar nunca. “Mi
trabajo no tiene fin porque siempre habrá violaciones de los derechos y habrá
que defenderlos”, afirma entre fechas y recuerdos de su dilatada trayectoria en
una conversación en Madrid. Las luces rojas de alerta han saltado a la agenda
del experto al conocer los pormenores de la Ley de Seguridad Ciudadana aprobada
por el Gobierno del Partito Popular. “Esta ley mordaza pone a España en un mal
lugar. Si un gobierno quiere restringir la protesta, te hace pesar a qué temen.
Si confiara en lo que hace, no tendría por qué temer”, razona.
El abogado cree tan
profundamente en los derechos a la libertad de expresión, protesta y
manifestación que apoya que cualquiera pueda ejercerlos, incluso quienes tienen
ideas opuestas a las propias, más aún, quienes persiguieron a sus padres y él
mismo por ser judíos. Así, a pesar de ser víctima directa del nazismo, entre
1977 y 1978 representó desde la ACLU al Partido Nazi americano para que pudiese
manifestarse libremente en Skokie (Illinois), pueblo en el que residían muchos
supervivientes del Holocausto. Ese es, sin duda, uno de los episodios más
conocidos de la vida Neier y que este detalló en su libro Defendiendo a mi
enemigo: nazis americanos en Skokie y los riesgos de la libertad (Defending My
Enemy: American Nazis in Skokie, Illinois, and the Risks of Freedom).
“Durante un tiempo, la
gente asociaba mi nombre exclusivamente a este caso”, reconoce. “Mis padres
habían muerto, pero creo que mi padre lo habría entendido. No mi madre. A ella,
le habría molestado y entristecido”, añade. Durante el juicio, rememora, le llegaron
un montón de cartas criticando que él, un judío, pudiera defender la libertad
de expresión de los nazis. “Precisamente por ser judío, les decía, sabía que
todo el mundo tiene derechos. Y si se le quitan a un grupo, se le puede a
quitar a todos”, recuerda su argumento. Finalmente, la corte suprema de
Illinois dictaminó que el partido nacional socialista estadounidense podía
marchar por las calles de Skokie. No lo hicieron allí, pero sí en Chicago,
donde ya les habían dado permiso.
Sea cual fuere el fallo,
cuando el juicio estaba tocando su fin, Neier ya tenía planes mayores en mente
para la defensa de los derechos humanos. “Fue en junio del 78, cuando unos
colegas y yo creamos HRW. No se llamaba así… en realidad, creamos el Helsinki
Watch”, apostilla. Eran un grupo de activistas que denunciaban públicamente,
con el fin de avergonzar a los gobiernos, las violaciones de los Acuerdos de
Helsinki de 1975, que se producían principalmente en la Unión Soviética, relata
Neier. “Pasaron 10 años hasta que fundamos realmente HRW”, recuerda.
En ese tiempo, Neier y
sus colegas recibieron peticiones desde todas partes del mundo para denunciar
abusos. Incapaces de ignorar aquellas demandas, empezaron a apoyar con su
altavoz internacional a las organizaciones locales defensoras de los derechos
humanos. “Vimos que casi todos los gobiernos quieren aparentar que respetan los
derechos humanos; y si documentamos que no lo hacen, podemos avergonzarles.
Elaboramos informes en los que demostramos la diferencia entre lo que dicen y
la situación real”, expone. ¿Qué se consigue con esto, además de sacarles lo
colores a algún político? “Al final, si lo hacemos, habrá cambios. Nunca
ocurren rápido, pero con el tiempo, esta estrategia es efectiva”, asevera
convencido.
De esa creencia nació
finalmente HRW, en 1988. Y casi tres décadas después, su labor es igual de
necesaria que entonces para documentar violaciones de derechos humanos por todo
el mundo, desde China hasta América Latina, pasando por Palestina o Nigeria. En
unos países, las autoridades cometen abusos que sobrepasan los límites de los
acuerdos internacionales, restringen las libertades civiles y oprimen
violentamente a su pueblo. En otros, inmersos en conflictos armados, el respeto
por la vida y la dignidad humana enemiga, amiga o vecina, simplemente no
existe. Neier ha comprobado, documentado y sentido muchos de esos abusos en sus
años recorriendo el mundo defendiendo a las víctimas.
“Mi legado será haber
creado HRW y haber ampliado la defensa de los derechos humanos a los
conflictos”, asegura el hoy presidente emérito de la Open Society Foundations.
“Porque los derechos humanos son universales”, subraya. En la paz y en la
guerra, en oriente y occidente, norte o sur. Para los que nos caen bien y los
que no. Los amigos e, incluso, los verdugos. Así de convencido está este hombre
de hablar tranquilo y ojos claros, casi transparentes.
Alejandra Aguada. ElPaís.com. Madrid, España. 23/05/15