En 1962 fue condenado a
cadena perpetua y estuvo 27 años en la cárcel, la mayoría en la prisión de
Robben Island. Salió convertido en un símbolo
Madrid, España. «Además de la vida,
una constitución fuerte y una vinculación con la casa real de Thembu, lo único
que mi padre me dio al nacer fue un nombre, Rolihlahla. En xhosa, Rolihlahla
quiere decir literalmente “arrancar una rama de un árbol” pero su significado
coloquial se aproxima más a “revoltoso”. Yo no creo que los nombres
predeterminen el destino, ni que mi padre adivinara de algún modo cuál iba a
ser mi futuro, pero en años posteriores, tanto mis amigos como mis parientes
llegaron a atribuir a ese nombre las muchas tempestades que he causado, y a las
que he sobrevivido. Mi nombre inglés, o cristiano, más familiar, no me fue dado
hasta mi primer día de colegio, pero me anticipo a los acontecimientos». Así
reza el primer párrafo de «El largo camino hacia la libertad», la autobiografía
de Nelson Mandela, publicada en España en 2010 por la editorial Aguilar.
Nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo,
una diminuta aldea a orillas del río Mbashe, distrito de Umtata, capital del
Transkei. Conocido en su país como Madiba (título honorífico otorgado por los
ancianos de su clan), tras acabar los estudios de secundaria ingresó en el
colegio universitario de Fort Hare. Elegido para el Consejo de Representantes
Estudiantiles, fue expulsado junto a otro compañero por tomar parte en una
huelga. Se fue a vivir a Johannesburgo, donde finalizó el bachillerato. Abogado
(se graduó en 1942 en la universidad de Witwatersrand) y político, se casó tres
veces y tuvo seis hijos. Su matrimonio más sonado y controvertido fue el
segundo, con la activista Winnie Madikizela, de la que se separó tras 38 años
de matrimonio a causa de los escándalos políticos en que se vio involucrada.
Cuando cumplió 80 años contrajo matrimonio con Graça Machel, viuda de Samora
Machel, el mítico presidente de Mozambique.
Fue el primer presidente en la
historia de Sudáfrica en ser elegido democráticamente mediante sufragio
universal. Antiguo líder del Umkhonto we Sizwe, brazo armado del Congreso
Nacional Africano (CNA), fue detenido en el año 1962 y condenado por varios
cargos, entre ellos el de sabotaje, a cadena perpetua. Mandela había empezado a
cobrar relevancia en las filas del CNA durante la campaña de desobediencia
civil de 1952, y sobre todo en el denominado Congreso del Pueblo, celebrado en
1955, y en el que se aprobó la «Carta de la libertad», programa para combatir
el sistema de segregación racial imperante en el país. Es en ese período cuando
Mandela y Oliver Tambo, también abogado, prestan apoyo legal a negros sin
recursos. La figura de Gandhi y la no violencia inspiraban la acción de
Mandela, que junto a otros 150 miembros de su partido es detenido. Sentenciados
a prisión, son puestos en libertad en 1961, una vez reconocida su inocencia.
Las tensiones políticas en el seno del CNA, sobre todo por cuestiones de
estrategia para combatir el régimen de Pretoria, acaban provocando una
escisión. Mandela aprovecha la Conferencia Pan-Africana de 1961 para hacer un
llamamiento a la lucha armada y anuncia la creación del Umkhonto we Sizwe
(Lanza de la nación), a imagen de los movimientos guerrilleros judíos, y a cuyo
mando se sitúa el propio Mandela, que se implica en la organización de acciones
de resistencia armada. Era considerado un terrorista tanto por el régimen como
por la ONU. En el recién aparecido «Nelson Mandela por sí mismo» (el libro de
citas autorizado), publicado por Plataforma Editorial, en la entrada
“violencia” se lee: «La resistencia del hombre negro frente a los intrusos
colonialistas fue aplastada por las armas. Nuestra ofensiva para liberarnos de
la dominación blanca está contenida por la fuerza de las armas» (Declaración
sobre la sublevación de Soweto de 1976, pasada de contrabando desde la
prisión). El tono de sus opiniones se va suavizando a medida que pasa años en
prisión, y sobre todo a su salida. Durante una intervención en un mitin
celebrado en febrero de 1990 en un estadio de Durban, declaró: «La ira y la
violencia no pueden edificar una nación».
En el tercer capítulo de su
autobiografía, escribe Madiba: «No puedo precisar en qué momento se produjo mi
politización, cuándo supe que dedicaría mi vida a luchar por la liberación. Ser
negro en Sudáfrica supone estar politizado desde el momento de nacer, lo sepa
uno o no. (...) No experimenté ninguna iluminación, ninguna aparición, en
ningún momento se me manifestó la verdad, pero la continua acumulación de
pequeñas ofensas, las mil indignidades y momentos olvidados, despertaron mi ira
y mi rebeldía, y el deseo de combatir el sistema que oprimía a mi pueblo».
En 1962 fue arrestado y condenado
por sabotaje (además de otros cargos) a cadena perpetua en el célebre juicio de
Rivonia. Estuvo 27 años en la cárcel, la mayoría en la prisión de Robben
Island, con el número 466/64 (es decir, el preso 466 del año 1964): 18 en
precarias condiciones, los últimos diez en otras cárceles del régimen que
combatió desde su militancia. Wikipedia recuerda uno de los aspectos menos
conocidos de su cautiverio: la falsa operación de fuga que el servicio secreto
sudafricano ideó en 1969 con el objetivo de asesinarle bajo la apariencia de
captura. Pero el espionaje británico descubrió el compló y frustró la
operación, como relató el agente británico Gordon Winter en su libro de
memorias, «Inside Boss».
Carácter conciliador y no resentido
Algunas de las páginas más vibrantes
de sus memorias son las que se refieren a su larguísimo tiempo de prisión, y
las que acabaron de forjar un carácter que desembocó en la reconciliación, no
en el resentimiento. En el capítulo «Hablando con el enemigo», cuando el
gobierno de P. W. Botha buscaba la manera de poner fin a la situación de su
preso más famoso, escribe: «Amo profundamente mi libertad, pero amo aún más la
vuestra. Ha muerto demasiada gente desde que ingresé en prisión. (...). No amo
menos la vida que vosotros, pero no puedo vender mis derechos ni estoy
dispuesto a vender el derecho del pueblo a ser libre... ¿Qué clase de libertad
se me ofrece cuando la organización de mi pueblo sigue estando prohibida?».
Mandela fue puesto en libertad el 11
de febrero de 1990 y encabezó la delegación de su partido en unas arduas
negociaciones con las autoridades surafricanas, que desembocaron en unas
elecciones libres que ganó de forma inapelable el preso más famoso del mundo.
Ejerció la presidencia desde 1994 hasta 1999. Hizo de la reconciliación
nacional el eje de su política. La inmensidad de los problemas de su país le
hacía desvelarse. «Si yo no puedo dormir, ningún ministro debe dormir». A veces
convocaba a sus ministros de madrugada. Escribe: «El día de mi liberación me
desperté, tras pocas horas de sueño, a las cuatro y media de la mañana. El 11
de febrero fue un típico día de finales de verano en Ciudad del Cabo, un día claro
y sin nubes. Hice una versión abreviada de mis ejercicios habituales, me lavé y
desayuné. Seguidamente llamé por teléfono a una serie de compañeros del CNA y
el UDF de Ciudad del Cabo para que vinieran a la casa para preparar mi puesta
en libertad y trabajar en mi discurso. (...). No pensaba tanto en la
perspectiva de ser libre como en la cantidad de cosas que tenía que hacer antes
de que llegara el momento de serlo. Como tan a menudo ocurre en la vida, la
trascendencia de una determinada ocasión puede perderse en un marasmo de
detalles».
Recibió más de 250 premios y
reconocimientos, incluido en 1993 el Premio Nobel de la Paz, junto a presidente
que abrió la puerta a fin del apartheid, Frederik Willem de Klerk. Junto a la
madre Teresa de Calcuta y Khan Abdul Ghaffar Khan, ha sido el único extranjero
distinguido (en 1958, cuando penaba en la cárcel) con el Bharat Ratna, el
premio civil de mayor prestigio de la India, y el premio Príncipe de Asturias
de Cooperación Internacional en 1992, el año de los Juegos Olímpicos de
Barcelona. Sudáfrica volvía a participar en las Olimpiadas después de una
ausencia de treinta años, y el futuro presidente de la superpotencia africana
acudió para apoyar a su país.
Las últimas palabras de su
autobiografía son un resumen de su credo y de su grandeza: «Cuando salí de la
cárcel ésa era mi misión: liberar tanto al oprimido como al opresor. Hay quien
dice que ese objetivo ya ha sido alcanzado, pero sé que no es así. La verdad es
que aún no somos libres; sólo hemos logrado la libertad de ser libres, el
derecho a no ser oprimidos. No hemos dado el último paso, sino el primero de un
camino aún más largo y difícil. Ser libre no es simplemente desprenderse de las
cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás».
Y termina: «He recorrido un largo camino hacia la libertad. He intentado no
titubear. He dado pasos en falso en mi recorrido, pero he descubierto el gran
secreto. Tras subir a una colina, uno descubre que hay muchas más colinas
detrás. (...) sólo puedo descansar un instante, ya que la libertad trae consigo
responsabilidades y no me atrevo a quedarme rezagado. Mi largo camino aún no ha
terminado». Ahora sí. Acaba de terminar. Descanse en paz, Nelson Mandela,
Madiba para su pueblo, ejemplo para políticos y seres humanos de toda
condición.
Alfonso Armada. Abc.es 06/12/2013
http://www.abc.es/internacional/20131206/abci-mandela-rolihlahla-201312060803.html