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899. Hamba Kahle Nelson Mandela: con nuestra profunda gratitud

"Lo importante en la vida no es el mero hecho de que la hemos vivido. Consiste en la diferencia que hemos hecho en la vida de los demás lo que determinará el significado de la vida que tenemos"
-Discurso de Nelson Mandela en el 90 aniversario de la celebración de Walter Sisulu, en el Salón Walter Sisulu, Randburg, Johanesburgo, Sudáfrica, 18 de mayo de 2002.
Johannesburgo, Sudáfrica. En realidad Nelson Mandela nunca fue un prisionero, todo el tiempo fue libre, y a partir de hoy, lo será por siempre. Como sudafricano, como un camarada en la lucha para liberar a mi país natal de la maldad del Apartheid y también como ciudadano del mundo, mi corazón tiene un gran pesar. La pérdida era esperada, pero aún así es muy difícil de soportar.
El mundo ha perdido a un verdadero líder, a un padre y a una inspiración. Decir que tuvo una vida llena de significado apenas le hace justicia y por fortuna no se quedará ahí, nos deja un profundo legado de esperanza, en un mundo aún sacudido por la injusticia y la iniquidad. Su inspiración vivirá en mi corazón y en el de todas las personas del mundo.
En estos momentos difíciles mis pensamientos y oraciones están con su familia y amigos. El mundo ha suspirado colectivamente y está de luto. Es un momento de reflexión y de tranquila contemplación de una vida bien vivida, de un hombre profundamente querido.
Tenía 15 años la primera vez que escuché el nombre de Mandela, o Madiba, como se le conoce con cariño en África. Durante el Apartheid fue el enemigo número uno de Sudáfrica. Envuelto en el secreto, el mito y el rumor, los medios de comunicación lo llamaban "El Pimpernel negro". Podía eludir a la policía utilizando varios disfraces –uno de sus favoritos era el de chofer- hasta que la CIA, coludida con el régimen del Apartheid logró detenerlo. En Durban, donde nací y crecí, y en todo África, él era un héroe. Hoy es un héroe del mundo.
"La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo", dijo en la Universidad de Witwatersrand en 2003.
Recordando cómo dio forma a mi joven vida como activista, durante el régimen del Apartheid primero estuve al frente en las protestas contra la iniquidad en la educación –combatí el aparheid de educación- Recuerdo cuando mis amigos y yo escuchamos por primera vez la campaña "Liberen a Mandela". Madiba, como le decimos con cariño, era censurado por los medios de comunicación. Era un reflejo del miedo oficial que el estado tenía ante sus ideas. Desde entonces Madiba se convirtió en una fuente de inspiración para mí, y cuando él dijo "la lucha es mi vida", me di cuenta qué tan poderosas y ciertas eran sus palabras. Esas palabras inspiraron a muchos de mis compañeros activistas para combatir la brutalidad del régimen del apartheid. Para mí, como para muchos de mis ex camaradas, también se convirtió en mi vida, una vida alegre, pero también una vida dura.
Tuve el privilegio de encontrarme con Madiba muchas veces. Gracias a ello me considero extremadamente afortunado. Primero lo conocí a finales de mis 20, en 1993. Ayudaba con la realización del plan de comunicación del Congreso Africano Nacional. Para alguien que difícilmente se queda sin palabras lo que ocurrió fue impresionante, me quedé callado, fui humillado, apenas pude pronunciar una palabra cuando Madiba estrechó mi mano: "Es un honor Madiba", y no pude decir nada más. Tenía una presencia enorme pero también se mantenía simple, sin ser pretencioso. Luego del desayuno preguntó al gerente del hotel donde nos reuníamos si podía agradecer a los trabajadores que nos prepararon la comida. Fue hasta la cocina y agradeció a cada uno de ellos. Lo seguí y vi cómo estrechó las manos de cada uno de ellos, un simple y honesto gesto de aprecio que significó tanto para todos.
En 1995 me encontré nuevamente con él cuando encabezaba la Campaña de Alfabetización de Adultos en Sudáfrica. En el Día de Alfabetización Internacional llevé a un par de niños y adultos a conocer a Madiba al Parlamento. Estaban tan emocionados de tener una foto con él, esa imagen se convirtió en el poster para promover la educación adulta básica. Todos estaban muy ansiosos, ¡me preguntaban qué se suponía debían decir y cómo debían dirigirse al Presidente! Habían preparado frases para agradecerle el tiempo para vernos. Sin embargo, cuando Madiba apareció desde su gabinete de reuniones dio la vuelta a la mesa. Caminó y agradeció a todos por tomarse el tiempo para verlo. "Sé que están muy ocupados y les agradezco por tomarse un tiempo para mí", dijo. En ese momento rompió el hielo, era solo un ser humano, una persona como ellos, y todos se relajaron.
Era más grande que la vida y nunca perdió su sentido de la humanidad y de lo "ordinario". Su tenacidad, su resolución y su voluntad para perdonar eran sobrehumanas y me dieron la fortaleza y la enseñanza de importantes lecciones sobre la determinación y perseverancia.
Madiba dijo una vez que la lucha por la justicia no es un concurso de popularidad. La verdad no siempre es popular y su ejemplo me ayudó, junto a miles de personas más, a ser más resistente. Madiba creía que la injusticia continuaría hasta que los hombres y mujeres decentes dijeran "suficiente es suficiente y no más".
Declaró: "He peleado contra la dominación blanca y he peleado contra la dominación negra. He acariciado el ideal de una libre y democrática sociedad en la que todas las personas vivirán juntas en armonía con las mismas oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y ver realizado, pero Señor, si tiene que ser, también es un ideal por el que estoy preparado para morir". Posicionamiento de su defensa durante el juicio de Rivonia, en 1964.
Hoy habrá un poco más de colores y de alegría en el cielo, él estará ahí, aun ardiendo en la pasión y sabiduría que fue forjó en el horno de la injusticia y la adversidad, envuelto en la victoria. Nos mirará desde arriba, gente por todas partes dispuesta a seguir adelante, sabiendo que lo imposible es posible si somos fieles a nosotros mismos.
¡Descansa en paz Madiba, con nuestra interminable gratitud, tienes más de lo ganado!
Hamba Kahle (Ve con bien / Descansa en paz), Madiba. Ngiyabonga kakhulu (muchas gracias).
Kumi Naidoo. Greenpeace.org. 05/12/13
http://www.greenpeace.org/mexico/es/Blog/Blog-de-Greenpeace-Verde/hamba-kahle-nelson-mandela-con-nuestra-profun/blog/47613/

895. Nelson Mandela. Icono mundial de la reconciliación

Nelson Mandela. La fuerza de la reconciliación
Madrid, España. La última vez que vi en persona a Nelson Mandela, fallecido el jueves en su domicilio a los 95 años, fue el 8 de diciembre de 2009, en su hogar de Johanesburgo. Entré por la puerta, atravesé el vestíbulo y me dirigí hacia un comedor grande. Mandela estaba sentado a la cabecera de una larga mesa, de espaldas a mí. Tenía 91 años. Su cabello era blanco y, por fin, me fijé, empezaba a escasear.
Aquella primera imagen se me ha quedado grabada con tanta claridad como el resto de la hora que pasé con él. Era alrededor de la una de la tarde y en la calle brillaba un sol reluciente; pero la habitación estaba en penumbra y él estaba a solas y quieto como una estatua. Reconocí aquella inimitable inmovilidad de los numerosos actos públicos en los que le había visto durante mis seis años como corresponsal en Sudáfrica, entre 1989 y 1995, y en la última entrevista que le había hecho, ocho años antes, para un libro con el que había intentado, a través del prisma de la Copa del Mundo de rugby de 1995, captar la esencia de su grandeza.
Ya en la época de aquella entrevista le costaba enorme esfuerzo caminar, pero conservaba su lucidez y toda su voz, se reía con frecuencia, y aún tenía el cabello gris. Pero cuando hablaba yo parecía quedarse petrificado. Su rostro perdía toda expresión, como el busto de un emperador romano o un místico en pleno trance. O, tal vez, como un hombre que había pasado 23 horas al día solo, año tras año, en una celda diminuta. La sensación era desconcertante, hasta que me respondía y me daba cuenta con alivio que había estado absorto y concentrado, escuchándome.
Ocho años después, en 2009, mientras me aproximaba al comedor de su casa de Johanesburgo, con los ojos fijos en la nuca de aquella cabeza que tan bien conocía, lo que me desconcertó fue el temor a que, en esa ocasión, la esfinge no cobrara vida, que permaneciera perdido en la niebla de la vejez, como había parecido estar durante las celebraciones de su 90º cumpleaños, en Londres, hacía año y medio.
Pero no. No del todo. No al principio. Incapaz de ponerse de pie, volvió los hombros rígidamente en mi dirección cuando me anunciaron y me mostró una sombra de su famosa y deslumbrante sonrisa. Tendió la mano -tan enorme y rugosa como la recordaba de nuestro primer apretón, 19 años antes- y dijo: “Hola, John”. Quise creer que me había reconocido, porque habíamos tenido mucha relación, pero la verdad es que no puedo estar seguro de que así fuera. Quizá, durante un segundo, hubo un destello de recuerdo. Si lo hubo, se extinguió a toda velocidad. Desde entonces hasta que nos despedimos, me dio poca sensación de que supiera quién era yo.
Delante de él tenía un plato de carne picada sin tocar. Bajaba la mirada hacia el tenedor, como tratando de decidir si sería capaz de levantarlo hasta la boca. Estaba delgado y la cara se le había encogido, como de pájaro, desde la última vez que le había visto de cerca. Parecía agradecer la visita, pero estaba confuso. De sus labios no salía ni una palabra. Con nerviosismo, por tratar de llenar el vacío, mencioné una película que acababan de hacer en Hollywood sobre él. Me respondió con un viejo latiguillo que solía usar en las conversaciones: “Bien. Muy bien”; y luego, “ya veo. Ya veo”. Pero no creo que viera nada de nada. Ni tampoco la mención de Invictus -ni el poema del siglo XIX que tanto había amado ni el film que había rodado Clint Eastwood- provocó ninguna reacción en él.
El poema, que leía en prisión y que volvió a leer, muchos años después, en el funeral de uno de sus hijos, empieza: “Desde la noche que me envuelve,/ negra como un pozo insondable,/ doy gracias al dios que fuere/ por mi alma inconquistable”. ¿Le había envuelto por fin la oscuridad? ¿O iba a poder ver en él algún atisbo de luz? Lo conseguí al final, con la ayuda inicial de Zelda La Grange, la mujer afrikaner que ha sido su ayudante personal y la persona con la que seguro que ha pasado más tiempo desde que se convirtió en el primer presidente democráticamente electo de su país en 1994.
“¡Venga, khulu, a comer!”, dijo La Grange. Khulu es un apelativo cariñoso en xhosa, la lengua materna de Mandela, que puede querer decir “abuelo” o “gran hombre”. “Vamos, khulu, necesitas comer”, insistió. Recordé que siempre le había gustado hacer chistes sobre lo mucho que le mangoneaban las mujeres, así que hice un comentario en ese sentido, en voz alta, cerca de él, porque no oía muy bien. Mostró una pequeña sonrisa, se rió levemente y respondió: “Sí, es verdad. Una gran verdad”.
Lo había entendido. Éxito. Había conectado con él. Entré por la brecha y empecé a evocar recuerdos de su pasado político que confiaba en que siguiera atesorando en algún rincón de su mente. Funcionó.
Mencioné los nombres de tres de sus más temibles adversarios afrikaner, con los que había mantenido conversaciones -al principio, secretas- que habían contribuido de manera fundamental a alejar a Suráfrica de la pesadilla de la guerra racial que el mundo había temido durante tanto tiempo.
El primer nombre que dije fue el del general Constand Viljoen, jefe de la Fuerza Surafricana de Defensa entre 1980 y 1985, los años más violentos y represivos de la era del apartheid. “Ah, sí”, respondió. “El militar...” Luego mencioné a Niel Barnard, responsable del Servicio Nacional de Inteligencia en los años ochenta, considerado en todo el mundo como uno de los hombres más siniestros de la época, pero con quien Mandela se reunió más de 60 veces en la cárcel, antes de salir en libertad. “Sí”, replicó. Y por último pronuncié el nombre de Kobie Coetsee, el último ministro de Justicia del apartheid, y le recordé que Coetsee había sido el primer representante del Gobierno al que Mandela había visto cuando estaba entre rejas. “Ah, sí...Bien. Muy bien”, dijo.
Y entonces me hizo una pregunta: “¿Ha estado alguna vez en la cárcel?” Le respondí que no, aunque había visitado su celda de Robben Island.
Al oírlo sonrió, y entonces sucedió. Se encendió una luz en su mente y, en un instante, resumió la esencia de su proeza política.
“Mi gente decía que yo tenía miedo”, empezó, con voz fina pero segura. “Decían que era un cobarde por tender la mano a los afrikaner. Pero yo no entré en aquel debate con ellos. No les dije nada. Sabía que tenía razón. Sabía que ese era el camino hacia la paz. Y, al cabo de algún tiempo, comprendieron que tenía razón yo. Han visto los resultados. Vivimos en paz”.
Había dado en el clavo. La audacia y la visión que le habían inspirado al entablar el diálogo con los amos afrikaners del Estado del apartheid, en prisión, al principio sin decir nada a ninguno de sus colegas en la dirección del Congreso Nacional Africano, por lo que recibió numerosas críticas; y la convicción de que la única manera de alcanzar el objetivo de su vida, construir una democracia estable en Suráfrica y evitar un baño de sangre del que -como advertía a menudo- no saldría ningún ganador, era apelar a las mentes y los corazones de los enemigos ancestrales de su pueblo, y a lo mejor de sí mismos.
Y al final, en efecto, todos comprendieron que tenía razón. Vieron los resultados. La gloria de Mandela, sin parangón en la historia del liderazgo político, fue conseguir que todo un país cambiara de opinión. Siempre fiel a sus principios, a su sueño de una “Suráfrica no racial”, convenció a la mayoría negra de que reprimiera su odio y su impulso natural de venganza y asumiera el espíritu de reconciliación, y a sus opresores blancos de que abandonaran sus viejos temores y sus armas y le aceptaran como presidente legítimo. Los sudafricanos blancos se rindieron, casi sin excepción, ante su encanto y su poder de persuasión. La prueba la tuve cuando entrevisté a aquellos tres viejos enemigos suyos, el general Viljoen, Niel Barnard y Kobie Coetsee, después de que Mandela dejara la presidencia. Los tres hablaron de él con veneración, admiración y -no es exageración- amor.
Con una vivacidad repentina, como si la inesperada reivindicación de sus triunfos le hubiera dado energías, Mandela empezó a pinchar, con ayuda de Zelda la Grange, su carne picada. Aquel mágico estallido había sido todo lo que iba a sacar de él. El reto de alimentar su frágil cuerpo ocupó la mayor parte de sus pensamientos durante el resto de nuestro encuentro. Yo seguí parloteando, logrando escasa respuesta, y después nos dijimos adiós.
Como regalo de despedida me lanzó una vez más su fabulosa sonrisa, la mejor sonrisa del mundo, y salí por la puerta de la casa pero no sin antes echar una última mirada atrás a aquella noble cabeza blanca, a solas en la gran mesa.
Fue terriblemente triste, porque sabía que nunca volvería a verle y porque estaba claro que no podía quedarle mucho de vida. Pero también había estado bien la visita. Muy bien.
John Carlin. Autor de dos libros sobre Nelson Mandela, El factor humano (Seix Barral) y La sonrisa de Mandela (Debate)
John Carlin. El País.com. 06/12/13
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/12/06/actualidad/1386336074_864494.html

Nelson Mandela. Icono mundial de la reconciliación
Mendoza, Argentina. Nelson Mandela, estuvo preso 27 años en las cárceles del apartheid de donde salió para convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica y en laureado del Nobel de la Paz.
“El perdón libera el alma, hace desaparecer el miedo. Por eso el perdón es un arma tan potente” dijo Mandela, premio Nobel de la Paz en 1993, en una frase ahora mítica que desgrana su visión del mundo y de la humanidad y que le ha convertido en el dirigente más popular del siglo XX.
Calificado de “icono mundial de la reconciliación” por Desmond Tutu, otra de las grandes figuras de la lucha contra el apartheid, el expresidente sudafricano, que nunca predicó ideas políticas ni religiosas, encarna valores universales, una suerte de humanismo africano alimentado por la cultura de su pueblo, los xhosas.
“Madiba”, el nombre de su clan con el que le llaman afectuosamente sus compatriotas, nunca fue un revolucionario al estilo de Lenin o Gandhi. Cuando era joven le gustaba el deporte -fue boxeador amateur-, los trajes bonitos y tenía fama de seductor.
“Lejos de asumir un papel divino, Mandela es al contrario totalmente y absolutamente humano, la esencia del ser humano en todo lo que esa palabra puede significar”, escribe sobre él su compatriota Nadine Gordimer, premio Nobel de Literatura.
Los Andes.com.ar. 02/11/13
http://www.losandes.com.ar/notas/2013/9/2/icono-mundial-reconciliacion-735695.asp

894. Nelson Rolihlahla Mandela, el «revoltoso»

En 1962 fue condenado a cadena perpetua y estuvo 27 años en la cárcel, la mayoría en la prisión de Robben Island. Salió convertido en un símbolo
Madrid, España. «Además de la vida, una constitución fuerte y una vinculación con la casa real de Thembu, lo único que mi padre me dio al nacer fue un nombre, Rolihlahla. En xhosa, Rolihlahla quiere decir literalmente “arrancar una rama de un árbol” pero su significado coloquial se aproxima más a “revoltoso”. Yo no creo que los nombres predeterminen el destino, ni que mi padre adivinara de algún modo cuál iba a ser mi futuro, pero en años posteriores, tanto mis amigos como mis parientes llegaron a atribuir a ese nombre las muchas tempestades que he causado, y a las que he sobrevivido. Mi nombre inglés, o cristiano, más familiar, no me fue dado hasta mi primer día de colegio, pero me anticipo a los acontecimientos». Así reza el primer párrafo de «El largo camino hacia la libertad», la autobiografía de Nelson Mandela, publicada en España en 2010 por la editorial Aguilar.
Nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, una diminuta aldea a orillas del río Mbashe, distrito de Umtata, capital del Transkei. Conocido en su país como Madiba (título honorífico otorgado por los ancianos de su clan), tras acabar los estudios de secundaria ingresó en el colegio universitario de Fort Hare. Elegido para el Consejo de Representantes Estudiantiles, fue expulsado junto a otro compañero por tomar parte en una huelga. Se fue a vivir a Johannesburgo, donde finalizó el bachillerato. Abogado (se graduó en 1942 en la universidad de Witwatersrand) y político, se casó tres veces y tuvo seis hijos. Su matrimonio más sonado y controvertido fue el segundo, con la activista Winnie Madikizela, de la que se separó tras 38 años de matrimonio a causa de los escándalos políticos en que se vio involucrada. Cuando cumplió 80 años contrajo matrimonio con Graça Machel, viuda de Samora Machel, el mítico presidente de Mozambique.
Fue el primer presidente en la historia de Sudáfrica en ser elegido democráticamente mediante sufragio universal. Antiguo líder del Umkhonto we Sizwe, brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA), fue detenido en el año 1962 y condenado por varios cargos, entre ellos el de sabotaje, a cadena perpetua. Mandela había empezado a cobrar relevancia en las filas del CNA durante la campaña de desobediencia civil de 1952, y sobre todo en el denominado Congreso del Pueblo, celebrado en 1955, y en el que se aprobó la «Carta de la libertad», programa para combatir el sistema de segregación racial imperante en el país. Es en ese período cuando Mandela y Oliver Tambo, también abogado, prestan apoyo legal a negros sin recursos. La figura de Gandhi y la no violencia inspiraban la acción de Mandela, que junto a otros 150 miembros de su partido es detenido. Sentenciados a prisión, son puestos en libertad en 1961, una vez reconocida su inocencia. Las tensiones políticas en el seno del CNA, sobre todo por cuestiones de estrategia para combatir el régimen de Pretoria, acaban provocando una escisión. Mandela aprovecha la Conferencia Pan-Africana de 1961 para hacer un llamamiento a la lucha armada y anuncia la creación del Umkhonto we Sizwe (Lanza de la nación), a imagen de los movimientos guerrilleros judíos, y a cuyo mando se sitúa el propio Mandela, que se implica en la organización de acciones de resistencia armada. Era considerado un terrorista tanto por el régimen como por la ONU. En el recién aparecido «Nelson Mandela por sí mismo» (el libro de citas autorizado), publicado por Plataforma Editorial, en la entrada “violencia” se lee: «La resistencia del hombre negro frente a los intrusos colonialistas fue aplastada por las armas. Nuestra ofensiva para liberarnos de la dominación blanca está contenida por la fuerza de las armas» (Declaración sobre la sublevación de Soweto de 1976, pasada de contrabando desde la prisión). El tono de sus opiniones se va suavizando a medida que pasa años en prisión, y sobre todo a su salida. Durante una intervención en un mitin celebrado en febrero de 1990 en un estadio de Durban, declaró: «La ira y la violencia no pueden edificar una nación».
En el tercer capítulo de su autobiografía, escribe Madiba: «No puedo precisar en qué momento se produjo mi politización, cuándo supe que dedicaría mi vida a luchar por la liberación. Ser negro en Sudáfrica supone estar politizado desde el momento de nacer, lo sepa uno o no. (...) No experimenté ninguna iluminación, ninguna aparición, en ningún momento se me manifestó la verdad, pero la continua acumulación de pequeñas ofensas, las mil indignidades y momentos olvidados, despertaron mi ira y mi rebeldía, y el deseo de combatir el sistema que oprimía a mi pueblo».
En 1962 fue arrestado y condenado por sabotaje (además de otros cargos) a cadena perpetua en el célebre juicio de Rivonia. Estuvo 27 años en la cárcel, la mayoría en la prisión de Robben Island, con el número 466/64 (es decir, el preso 466 del año 1964): 18 en precarias condiciones, los últimos diez en otras cárceles del régimen que combatió desde su militancia. Wikipedia recuerda uno de los aspectos menos conocidos de su cautiverio: la falsa operación de fuga que el servicio secreto sudafricano ideó en 1969 con el objetivo de asesinarle bajo la apariencia de captura. Pero el espionaje británico descubrió el compló y frustró la operación, como relató el agente británico Gordon Winter en su libro de memorias, «Inside Boss».
Carácter conciliador y no resentido
Algunas de las páginas más vibrantes de sus memorias son las que se refieren a su larguísimo tiempo de prisión, y las que acabaron de forjar un carácter que desembocó en la reconciliación, no en el resentimiento. En el capítulo «Hablando con el enemigo», cuando el gobierno de P. W. Botha buscaba la manera de poner fin a la situación de su preso más famoso, escribe: «Amo profundamente mi libertad, pero amo aún más la vuestra. Ha muerto demasiada gente desde que ingresé en prisión. (...). No amo menos la vida que vosotros, pero no puedo vender mis derechos ni estoy dispuesto a vender el derecho del pueblo a ser libre... ¿Qué clase de libertad se me ofrece cuando la organización de mi pueblo sigue estando prohibida?».
Mandela fue puesto en libertad el 11 de febrero de 1990 y encabezó la delegación de su partido en unas arduas negociaciones con las autoridades surafricanas, que desembocaron en unas elecciones libres que ganó de forma inapelable el preso más famoso del mundo. Ejerció la presidencia desde 1994 hasta 1999. Hizo de la reconciliación nacional el eje de su política. La inmensidad de los problemas de su país le hacía desvelarse. «Si yo no puedo dormir, ningún ministro debe dormir». A veces convocaba a sus ministros de madrugada. Escribe: «El día de mi liberación me desperté, tras pocas horas de sueño, a las cuatro y media de la mañana. El 11 de febrero fue un típico día de finales de verano en Ciudad del Cabo, un día claro y sin nubes. Hice una versión abreviada de mis ejercicios habituales, me lavé y desayuné. Seguidamente llamé por teléfono a una serie de compañeros del CNA y el UDF de Ciudad del Cabo para que vinieran a la casa para preparar mi puesta en libertad y trabajar en mi discurso. (...). No pensaba tanto en la perspectiva de ser libre como en la cantidad de cosas que tenía que hacer antes de que llegara el momento de serlo. Como tan a menudo ocurre en la vida, la trascendencia de una determinada ocasión puede perderse en un marasmo de detalles».
Recibió más de 250 premios y reconocimientos, incluido en 1993 el Premio Nobel de la Paz, junto a presidente que abrió la puerta a fin del apartheid, Frederik Willem de Klerk. Junto a la madre Teresa de Calcuta y Khan Abdul Ghaffar Khan, ha sido el único extranjero distinguido (en 1958, cuando penaba en la cárcel) con el Bharat Ratna, el premio civil de mayor prestigio de la India, y el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1992, el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Sudáfrica volvía a participar en las Olimpiadas después de una ausencia de treinta años, y el futuro presidente de la superpotencia africana acudió para apoyar a su país.
Las últimas palabras de su autobiografía son un resumen de su credo y de su grandeza: «Cuando salí de la cárcel ésa era mi misión: liberar tanto al oprimido como al opresor. Hay quien dice que ese objetivo ya ha sido alcanzado, pero sé que no es así. La verdad es que aún no somos libres; sólo hemos logrado la libertad de ser libres, el derecho a no ser oprimidos. No hemos dado el último paso, sino el primero de un camino aún más largo y difícil. Ser libre no es simplemente desprenderse de las cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás». Y termina: «He recorrido un largo camino hacia la libertad. He intentado no titubear. He dado pasos en falso en mi recorrido, pero he descubierto el gran secreto. Tras subir a una colina, uno descubre que hay muchas más colinas detrás. (...) sólo puedo descansar un instante, ya que la libertad trae consigo responsabilidades y no me atrevo a quedarme rezagado. Mi largo camino aún no ha terminado». Ahora sí. Acaba de terminar. Descanse en paz, Nelson Mandela, Madiba para su pueblo, ejemplo para políticos y seres humanos de toda condición.
Alfonso Armada.  Abc.es 06/12/2013
http://www.abc.es/internacional/20131206/abci-mandela-rolihlahla-201312060803.html

269. Nelson Mandela, mediador de la reconciliación entre blancos y negros


Caracas, Venezuela. Diversos países celebran el Día de Nelson Mandela, declarado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en homenaje a las labores de libertad, justicia y dignidad llevadas a cabo por ese ex presidente surafricano (1994-1999). El festejo coincide con el cumpleaños 93 del llamado "Madiba" y el organismo insta a realizar acciones sociales para seguir su ejemplo.
Con diferentes expresiones culturales y trabajos voluntarios en distintos países, este lunes se rinde tributo a quien por su labor, también recibió el título de Madiba, un honorario emitido por ancianos de su tribu en reconocimiento a su emblemática lucha contra la segregación racial.
Mandela fue un mediador de la reconciliación entre blancos y negros, el primer presidente de color en Suráfrica (1994-1999), acreedor del Premio Nobel de la Paz en 1993, y promotor de los ideales de unidad y la justicia incluso desde la soledad de una prisión en la que tuvo que permanecer durante 27 años.
Ante la celebración del día, el actual presidente surafricano, Jacob Zuma, encabezó este lunes la ceremonia en el llamado Día de Mandela para los habitantes de ese país, cuya sede fue el estadio de Giyani, provincia de Limpopo (norte).
"Como primer presidente de una sociedad libre y democrática en Sudáfrica, él sentó las bases de una sociedad verdaderamente no racista, no sexista, democrática y próspera", declaró el presidente.
Al mismo tiempo, también se preparó que más de 12 millones de escolares surafricanos cantarán "cumpleaños feliz" de forma simultánea desde sus escuelas, en homenaje al que consideran “El Mkhulu” (abuelo); acto que se llevó a cabo a las 08H05 horas locales (06H05 GMT).
El canto, que fue una mezcla del tradicional cumpleaños feliz internacional y una canción popular surafricana, también fue transmitido a la nación al unísono por 18 emisoras radiales y tres canales de televisión.
El Día de Mandela, declarado por la ONU en el 2009 por su aporte a la humanidad, propone que cada 18 de julio las personas puedan dedicar 67 minutos de su vida a promover un espíritu similar al insigne luchador, el tiempo es en símbolo de los 67 años que dedicó Mandela a combatir la discriminación.
Celebración mundial
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon también aprovechó la oportunidad para felicitar a Mandela, e instó a “todo el mundo, no sólo a Sudáfrica” a consagrar también 67 minutos para “hacer el bien”.
"Juntos podemos ayudar a la gente a alcanzar la dignidad y libertad a la que tiene derecho desde que nace (...) esa es la mejor forma de desearle un feliz 93 cumpleaños a Nelson Mandela y es la mejor manera de agradecerle por ser una fuente tan grande de inspiración", expresó Ban.
En este sentido, el presidente de la Asamblea General de la ONU, el suizo Joseph Deiss, también subrayó que "la filosofía de Nelson Mandela es que hagamos un mundo mejor, justo y pacífico".
"Su voluntad de movilización conmueve nuestras vidas y sobre todo su lucha contra las enfermedades como el sida, para combatir la pobreza, su determinación para promover la enseñanza de calidad y su amor a los niños", añadió.
El llamado al servicio público forma parte de una campaña de la Fundación Mandela para reconocer sus contribuciones como abogado de derechos humanos, adalid de la libertad, prisionero político y mediador de paz.
Nelson Mandela, presidente de 1994 a 1999, se retiró de la vida política en 2004 debido a que su estado de salud se encontraba muy delicado.
El ex gobernante celebrará el cumpleaños en familia en su pueblo de Qunu, en el sur del país.
Telesurtv.net. 18/7/2011

"93 años de Nelson Mandela"
Madrid, España. Nelson Mandela cumplió 93 años, una de las personas más importantes y decisivas del último siglo gracias a sus logros, pero sobre todo, gracias a la lucha que ha mantenido durante tantos años con Sudáfrica y con el Mundo, intentando restaurar las leyes para que la raza negra tuviese los mismos privilegios y derechos que los blancos. La detención y las amenazas de muerte que recibió no lo detuvieron en su objetivvo.
¿Quién es?
Político y abogado, Nelson Mandela tiene el honor de haber sido el primer presidente negro de Sudáfrica elegido democráticamente tras el “Apartheid”. La opresión y la esclavitud que estaba realizando la raza blanca en el siglo XX sobre las personas de color, sublevaron a la población africana a reclamar sus derechos. Después de varios años de intensa lucha liderada por Nelson, por fin se pudo unificar a blancos y negros en un mismo país consiguiendo uno de los mayores éxitos morales de la historia. Una figura única.
Un movimiento llamado “Apartheid”
El “Apartheid” es el movimiento discriminatorio hacia la raza negra que tiene lugar en Sudáfrica en el siglo XX a manos de colonias británicas y holandesas. El nombre del movimiento, “separación”, vislumbra la discriminación que han sufrido millones de personas hasta 1994.
El calvario de la cárcel
En 1962 Nelson fue arrestado y condenado en la prisión de Robben Island a cadena perpetua por supuestos sucesos de sabotaje. En la cárcel, el presidente sudafricano aprovechó para obtener la licenciatura en Derecho. Durante los veintisiete años que duró su cautiverio, Mandela continuó peleando por los derechos de la raza negra
El pensamiento del genio
El pensamiento liberal e igualitario de Nelson lo han convertido en una de las personas más admiradas de nuestra época. Su lucha por conseguir que la raza negra tuviese los mismos derechos que la blanca, lo llevaron a conseguir el Premio Nobel de la Paz en el año 1993. Un ejemplo.
Su vida hecha película
Varios han sido los directores de cine que han querido plasmar en la gran pantalla la vida de Mandela. “Adiós Bafana” dirigida por Billie August, e “Invictus” donde podemos comprobar la perfecta simbiosis que existe entre deporte y sociedad, son las películas que han transportado el nombre de Mandela a la cima del séptimo arte.
El Digital de Madrid.es

Revista Conexión Social

Universidad Autónoma de Zacatecas presenta: Panel sobre el Día Internacional de la Paz

Consejo de Valores Nuevo León y Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

Cultura de Paz y Mediación de José Benito Pérez Sauceda

Cultura de Paz y Mediación de José Benito Pérez Sauceda
Pídelo al 01 81 2115 0135

Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

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Cultura de Paz y No Violencia Monterrey. Juntos, Podemos hacer la Paz, Podemos Ser la Paz. Creador/Coordinador: José Benito Pérez Sauceda; *Pintura de la cabecera: Pérez Ruiz.
Cultura de Paz y No Violencia Monterrey desde 2010.

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