Los
próximos 15 años serán decisivos para el futuro de nuestro planeta. Durante
este período, nos enfrentaremos a algunos de los mayores desafíos del siglo
XXI, en medio de una transición continua y profunda en la economía global.
La
superación del hambre y la pobreza extrema son los retos más importantes. Hoy
en día casi 800 millones de personas no tienen suficiente alimento para comer a
pesar de que se produce suficiente comida en el mundo para alimentar a todos.
Es evidente que necesitamos soluciones urgentes para superar los cuellos de
botella estructurales que impiden que los que padecen hambre tengan acceso a
los alimentos.
En otras
palabras, la inclusión social debe convertirse en la columna vertebral del
desarrollo. Sin embargo, no vamos a lograr ni la inclusión social ni el
desarrollo, a menos que nuestras decisiones estén guiadas por la
sostenibilidad.
Somos la
primera generación que puede acabar con el hambre y hacer que la seguridad
alimentaria y nutricional sea verdaderamente universal. Y tal vez también somos
la última generación en condiciones de evitar daños irreversibles provocados
por el cambio climático.
El marco
político necesario para avanzar en la dirección correcta requiere un grado sin
precedentes de compromiso político.
Entre el 25
y el 27 de septiembre, en una cumbre en Nueva York, se dio un importante paso
en este sentido, cuando la comunidad internacional respaldó los 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible, con una agenda ambiciosa para cambiar el mundo para
mejor en los próximos 15 años.
Este nuevo
pacto global para el futuro incluye crucialmente acabar con la pobreza y el
hambre para el año 2030, la mitigación y adaptación al cambio climático y la
búsqueda de formas más sostenibles de hacer que la oferta satisfaga a la
demanda.
Las
decisiones que tomamos como consumidores se han vuelto tan importantes para el
futuro como los que tomamos como productores.
Además de
los cerca de 800 millones de personas que sufren desnutrición crónica, la
malnutrición es también un problema importante con unos dos mil millones de
personas que sufren de deficiencias de micronutrientes y 500 millones de
personas que sufren de obesidad, esta última una enfermedad que va en aumento
en muchos países de ingresos medios y altos.
El mundo
que se prevé a través de la consecución de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible no es una quimera inalcanzable. No es una utopía; podemos hacerlo
realidad.
La solución
está en el problema. A medida que la
riqueza sigue ganando distancia a la justicia, la supervivencia depende más y
más del imperativo de la cooperación.
O
construimos un futuro para todos, o no habrá futuro aceptable para nadie.
Cualquier duda al respecto palidece ante el éxodo que estamos presenciando,
donde los refugiados arriesgan sus vidas en un intento desesperado por
encontrar una vida mejor en otro lugar.
Más de 70
por ciento de la inseguridad alimentaria en el mundo se concentra en las zonas
rurales de los países pobres y en desarrollo.
Una de las
soluciones es reconocer y apoyar el papel que la agricultura familiar a pequeña
escala puede desempeñar para lograr hambre cero de una manera sostenible.
Para lograr
esto, necesitamos políticas públicas que desarrollen las capacidades de las
personas, apoyar la producción, facilitar el acceso al crédito financiero, la
tecnología y otros servicios y promover la cooperación internacional.
Para
erradicar el hambre y la pobreza debemos empezar por ir más allá de hacer
frente a situaciones de emergencia cuando se producen y en su lugar dirigir
nuestros esfuerzos a hacer frente a las condiciones que las causan.
El costo
del fracaso está claro. Si prevalece enfoque de negocio como el que ha habido
hasta ahora, en 2030 todavía tendremos 650 millones de personas que padecerán
hambre.
Hemos
estimado que para acabar con el hambre para el año 2030 se requieren una
combinación de inversiones en protección social y agricultura y desarrollo
rural de unos 267.000 millones de dólares. Esto significa alrededor de 160
dólares al año para cada persona que sufre hambre.
Esto es más
o menos el precio de un teléfono celular. Se trata de una cantidad
relativamente pequeña a pagar con el fin de liberar al mundo del flagelo del
hambre y de hacerlo durante nuestras vidas.
José Graziano da Silva. Director general de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
José
Graziano da Silva. IPSNoticias.net. 28/09/15.