Londres, Inglaterra. Es difícil
no sentirse abrumada por el alcance y la brutalidad del conflicto en Siria, el
desplazamiento masivo y el profundo sufrimiento que está causando a incontables
seres humanos.
António Guterres, alto
comisionado de la ONU para los refugiados, ha descrito el conflicto de Siria
como “la gran tragedia de este siglo, una funesta catástrofe humanitaria con
cotas de desplazamiento y sufrimiento sin comparación en la historia reciente”.
La situación se ha deteriorado
drásticamente en las últimas semanas, tras la aparición de vídeos que mostraban
a decenas de civiles aparentemente masacrados con armas químicas en localidades
fuera de Damasco.
En las últimas 24 horas, las
Naciones Unidas han anunciado que el número de refugiados de Siria ha superado
oficialmente los dos millones, un trágico hito. Al menos un millón son niños,
muchos de ellos de menos de 11 años de edad. Pero, como todas las estadísticas,
ésta sólo cuenta parte de la historia, porque detrás de cada número hay un ser
humano que ha experimentado una pérdida descomunal.
En la oficina central de
Amnistía Internacional en Londres recibimos prácticamente a diario llamadas y
mensajes de correo electrónico de estas personas y familias, muchas de las
cuales ahora están en los países vecinos de Líbano, Jordania, Turquía, Irak y
Egipto, y en lugares cada vez más alejados. Se dirigen a la organización para
pedir asistencia, consejo, ayuda material y protección de sus derechos. Desean
rehacer sus vidas, y cada vez son más los que piensan que sólo pueden hacerlo
en otro país seguro.
Porque, después de haber
padecido tanto dolor y sufrimiento en Siria, lo cierto es que la vida es
extremadamente dura para los refugiados en los países vecinos.
Mis compañeros y yo acabamos de
regresar del campo de refugiados de Zaatri, en Jordania; es el segundo más
grande del mundo después del campo de Dadaab en Kenia, que crece de manera
descontrolada. Se ha convertido extraoficialmente en la cuarta ciudad más poblada
de Jordania. Actualmente alberga a casi 130.000 refugiados de Siria, de los que
un porcentaje significativo son menores de edad y población vulnerable:
personas que han sobrevivido a tortura, están gravemente heridas o enfermas,
son ancianas o tienen alguna discapacidad.
La ONU y organizaciones que
trabajan sobre el terreno han hecho varios llamamientos a la comunidad
internacional para que aporten financiación, ya que, pese a algunas donaciones
importantes, persiste el grave problema de falta de fondos para servicios
básicos como asistencia alimentaria, educación, refugio y un sistema de
suministro de agua más fiable. Y no sólo en Zaatri o en todo Jordania escasean
los fondos para proteger y asistir a los refugiados.
Es una realidad en toda la región,
donde la población refugiada, sobre todo en entornos comunitarios, consigue a
duras penas acceder a los servicios básicos y los países de acogida están
sucumbiendo a la presión. Todos esos países de acogida se enfrentan a
importantes problemas económicos y políticos debido a la afluencia de
refugiados; mientras, el aumento de la presión sobre los servicios locales está
enconando las tensiones entre la población refugiada y las comunidades locales.
Así las cosas, la cuestión es
qué se puede hacer, como tantos han preguntado en los últimos días y meses.
Sin una solución política a la
vista para Siria, lo mínimo que se puede hacer es permitir que las personas que
han huido para salvarse puedan vivir con dignidad y seguridad. La ONU, que en
junio lanzó el llamamiento humanitario más ambicioso de su historia, calcula
que actualmente se necesitan casi 3.000 millones de dólares estadounidenses
para cubrir las necesidades de los refugiados en la región. Hasta la fecha,
Estados Unidos, Kuwait y la Comisión Europea están entre sus principales
donantes. A pesar de ello, de momento sólo se ha cubierto el 40 por ciento de
los fondos demandados en el llamamiento. Los países con medios para ello
–países de la UE, América del Norte, los Estados del Golfo Pérsico y otros–
deben seguir incrementando los fondos destinados a la crisis de refugiados y
hacer previsiones para prestar apoyo sostenido a largo plazo a los Estados
vecinos de Siria.
Pero eso no bastará para
aliviar la crisis de los refugiados. Los gobiernos donantes deben estar
preparados para sacar de la región a los refugiados más vulnerables y
permitirles establecerse con seguridad en sus países, mediante programas de
reasentamiento y admisión por razones humanitarias. Así, además de tender una
mano de verdad a los más vulnerables, contribuirán a aliviar la carga que
soportan los vecinos de Siria.
Aunque Alemania ya ha aceptado
acoger a 5.000 refugiados sirios a través de un programa de admisión por
razones humanitarias, la respuesta de otros países de momento es más limitada.
Si vives en un país que puede y
debe hacer más por el pueblo sirio, es el momento de pedir al gobierno que
incremente su apoyo a los refugiados procedentes de Siria. En las últimas
semanas se ha hablado mucho de lo que la comunidad internacional debe o no debe
hacer en relación con el conflicto de Siria. Apoyar a los refugiados es sin
duda algo que puede hacer y algo a lo que debe dedicar muchos más esfuerzos.
Charlotte Phillips. Investigadora
de Amnistía Internacional sobre los derechos de las personas refugiadas y
migrantes.
Live Wire. Amnistía
Internacional.org. 04/09/13
http://livewire.amnesty.org/es/2013/09/04/cuantos-mas-los-refugiados-por-el-conflicto-de-siria-superan-los-dos-millones/