Cómo construir democracias en las que se respeten los derechos después de
la caída del dictador
Londres, Inglaterra. La
euforia de la Primavera Árabe ha dado paso al complicado desafío de crear
democracias en las que se respeten los derechos humanos, señaló hoy Human
Rights Watch con motivo de la publicación de su Informe anual 2013. La voluntad de los nuevos gobiernos de
respetar los derechos humanos determinará si estos levantamientos dieron lugar
a una verdadera democracia o simplemente generaron nuevas formas de
autoritarismo.
En
el informe de 665 páginas, el vigésimo tercer examen de las prácticas de
derechos humanos alrededor del mundo, Human Rights Watch resume los principales
problemas en más de 90 países. Con respecto a los acontecimientos ocurridos en
Oriente Medio y Norte de África, conocidos como la Primavera Árabe, Human Rights
Watch dijo que la creación de un estado en el que se respeten los derechos
humanos puede ser una labor minuciosa que exige desarrollar instituciones
eficaces para la gestión de gobierno, establecer tribunales independientes,
crear una policía profesional y resistirse a la tentación de las mayorías de
prescindir de los derechos humanos y el estado de derecho. Sin embargo, la
dificultad para establecer una democracia no justifica que se intente volver al
antiguo régimen, señaló Human Rights Watch.
“Las
incertidumbres de la libertad no son una razón para volver a la previsibilidad
impuesta del régimen autoritario”, dijo Kenneth Roth, director ejecutivo de
Human Rights Watch. “El camino por recorrer puede ser traicionero, pero la
alternativa es condenar a países enteros a un sombrío futuro de opresión”. La
tensión entre el gobierno de la mayoría y el respeto por los derechos humanos
constituye quizá el reto más importante para los nuevos gobiernos, dijo Human
Rights Watch. Es natural que los líderes de Oriente Medio estén ansiosos por
ejercer este nuevo respaldo electoral, pero tienen el deber de gobernar sin
sacrificar las libertades fundamentales ni los derechos de las minorías, las
mujeres y otros grupos en riesgo.
Otros
países pueden apoyarles sentando ejemplos positivos con sus propias prácticas,
implementando modelos que respeten los derechos humanos, y promoviendo
constantemente estos derechos en sus relaciones con el nuevo gobierno y otros
interlocutores. Hacer la vista gorda a la represión puede ser conveniente en
términos políticos, pero perjudica enormemente los intentos de establecer
democracias en las que se respeten los derechos humanos, dijo Human Rights
Watch.
Tres
ensayos adicionales del Informe anual tratan sobre otras amenazas contra los
derechos humanos. En uno se describe la necesidad de regular las actividades de las empresas
en todo el mundo, especialmente en una era de globalización, con el
fin de proteger los derechos de los trabajadores y de las personas afectadas
negativamente por operaciones empresariales. En el segundo se señala que, en respuesta a las
crisis ambientales, los gobiernos y otros actores se concentran
frecuentemente en el daño a la naturaleza, y se olvidan del impacto sobre los
derechos humanos de los que residen en las zona afectadas. En el tercer ensayo
se subraya el uso de los argumentos de la “tradición” y
el relativismo cultural para negar a las mujeres y las minorías
derechos humanos que deberían ser universales.
En
la introducción del informe, Human Rights Watch señala que la batalla en torno
a la constitución de Egipto,
quien sería probablemente el país más influyente de las regiones que están
pasando por un proceso de cambio, demuestra la dificultad para proteger los
derechos humanos. La constitución contiene algunos elementos positivos, como
prohibiciones claras de la tortura y la detención arbitraria.
Sin
embargo, las disposiciones descritas de manera general y vagas acerca de la
expresión, la religión y la familia tienen implicaciones peligrosas para los
derechos de la mujer y el ejercicio de las libertades sociales protegidas por
el derecho internacional. La constitución también refleja un abandono aparente
de los intentos de ejercer el control civil sobre las fuerzas armadas.
Entre
los países árabes que han cambiado sus gobiernos, Libia es el mejor ejemplo de
la problemática un estado débil, una consecuencia de las decisiones del Muammar
Gaddafi de no desarrollar las instituciones de gobierno para desalentar
amenazas contra su régimen. El problema es especialmente grave respecto al
estado de derecho, dijo Human Rights Watch. Las milicias dominan muchas partes
del país y, en algunas zonas, cometen graves abusos de impunidad. Mientras tanto,
miles de personas siguen detenidas, algunas por el gobierno y otras por las
milicias, con muy pocas posibilidades de que a corto plazo se formulen cargos
contra ellos o se cuestione en los tribunales las pruebas que pesan sobre los
detenidos.
En
Siria,
donde 60.000 personas han muerto durante los combates en curso, según la última
estimación de las Naciones Unidas, las fuerzas gubernamentales han cometido
crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, mientras que algunas fuerzas
de la oposición también han llevado a cabo abusos graves, como actos de tortura
y ejecuciones sumarias.
Una
decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de remitir la
situación en Siria a la Corte Penal Internacional constituiría una medida de
justicia y ayudaría a frenar nuevas atrocidades y venganzas sectarias. Sin
embargo, aunque muchos gobiernos dicen que apoyan esta medida, no han ejercido
el tipo de presión pública sostenida que podría convencer a Rusia y China de
que abandonen sus vetos y permitan la remisión del caso, dijo Human Rights
Watch. También es necesario ejercer presión sobre la oposición armada siria
para que defina y acate una visión del país en la que se respeten los derechos
humanos de todas las personas.
Los
derechos de la mujer son una fuente de polémica en muchos países a medida que
los islamistas van cobrando poder electoral, señaló Human Rights Watch. Algunos
de los que se oponen argumentan que este tipo de derechos son una imposición de
los países occidentales, y son incompatibles con el Islam y la cultura árabe.
Las leyes internacionales de derechos humanos no impide que las mujeres
mantengan un estilo de vida conservador o religioso, siempre y cuando, ellas
así lo desean. No obstante, los gobiernos imponen con demasiada frecuencia
restricciones a las mujeres que buscan la igualdad o la autonomía. Decir que
estos derechos son una imposición occidental no ayuda a ocultar la opresión
local, sino que obliga a las mujeres a asumir un papel de supeditación.
“A
medida que los gobiernos dominados por islamistas surgidos de la Primavera
Árabe van echando raíces, es posible que ninguna cuestión defina mejor su
conducta que su trato hacia las mujeres”, dijo Roth. Las expresiones
consideradas transgresoras de ciertos límites provoca que los gobiernos se vean
a menudo tentados a restringir los derechos de los demás. Las declaraciones que
contienen críticas al gobierno, insultos a ciertos grupos u ofensas contra el
sentimiento religioso están especialmente expuestas a esta situación. Según
Human Rights Watch, en estos casos, el riesgo para la libertad de expresión es
mayor en ausencia de instituciones fuertes e independientes que puedan proteger
los derechos humanos. Los gobiernos también deben actuar con prudencia y
respetar el derecho a disentir, criticar y expresar opiniones impopulares.
Los
gobiernos pueden justificar restricciones de ciertas expresiones, como las
usadas para incitar a la violencia. Sin embargo, también es importante
controlar a los que usan la violencia para reprimir o castigar la expresión,
dijo Human Rights Watch. Los infractores son aquellos que reaccionan
violentamente a la expresión porque no están de acuerdo con su contenido: los
funcionarios tienen el deber de detener la violencia, no de censurar el
discurso ofensivo.
El
problema de un gobierno de la mayoría sin restricciones no se limita al mundo
árabe, señaló Human Rights Watch. Un ejemplo claro es el caso de Birmania,
donde una dictadura militar afianzada durante muchos años dio paso a un
gobierno civil reformista. No obstante, el Gobierno birmano se ha mostrado
reticente a proteger a los grupos minoritarios del país o incluso a denunciar
abiertamente los abusos contra ellos, en particular la persecución grave y
violenta de la etnia musulmana Rohingya.
Human
Rights Watch dijo que la transición de la revolución a una democracia en la que
se respeten los derechos humanos está sobre todo en manos de la población del
país que se somete al cambio, pero otros gobiernos pueden y deben ejercer una
influencia significativa. Sin embargo, el apoyo occidental a los derechos
humanos y la democracia en todo Oriente Medio ha sido incongruente cuando se
interponen los intereses relacionados con el petróleo, las bases militares o
Israel.
A
la hora de exigir responsabilidades a funcionarios abusivos, dicha
incongruencia alimenta los argumentos de los gobiernos represores de que la
justicia internacional es selectiva y rara vez se aplica a los aliados de
gobiernos occidentales; también menoscaba el valor disuasivo de la Corte Penal
Internacional.
“Para
que mejore la situación de los derechos humanos en una región que se ha
resistido durante mucho tiempo al cambio democrático, los nuevos líderes de
Oriente Medio tendrán que demostrar una determinación fundada en principios”, dijo
Roth. “Y necesitarán el respaldo constante e inquebrantable de actores
influyentes fuera de la región”.
HRW.org.
31/01/13