TE GUSTARÍA COLABORAR EN EL BLOG DE CULTURA DE PAZ COMO VOLUNTARIO?

TE GUSTARÍA COLABORAR EN EL BLOG DE CULTURA DE PAZ COMO VOLUNTARIO?
Correo electrónico de Cultura de Paz Monterrey: drjosebenitoperezsauceda@gmail.com
Mostrando entradas con la etiqueta Esclavitud. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Esclavitud. Mostrar todas las entradas

1708. 20 años después de la Declaración de Durban, el racismo sigue impregnando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana


En el aniversario de la histórica Declaración, altos funcionarios de la ONU y líderes mundiales señalan que la xenofobia, la misoginia, las conspiraciones de odio, la supremacía blanca y las ideologías neonazis se están extendiendo y llaman a permanecer juntos como una familia humana, rica en diversidad.
Dos décadas después de que se adoptara una declaración histórica para erradicar el racismo, la discriminación sigue "impregnando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana en todas las sociedades", dijo el miércoles el Secretario General de la de la ONU.
Con motivo del 20º aniversario de la Declaración y el Programa de Acción de Durban, los Jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en el salón de la Asamblea General para debatir sobre las reparaciones, la justicia racial y la igualdad de los afrodescendientes, en el marco de la semana de alto nivel de la ONU.
"Los afrodescendientes, las comunidades minoritarias, los pueblos indígenas, los migrantes, los refugiados, los desplazados, y tantos otros, siguen enfrentándose al odio, a la estigmatización, a la búsqueda de chivos expiatorios, a la discriminación y a la violencia", dijo António Guterres.
"La xenofobia, la misoginia, las conspiraciones de odio, la supremacía blanca y las ideologías neonazis se están extendiendo, amplificadas en las cámaras de eco del odio", añadió.
Vínculos con la desigualdad de género
El titular de la ONU afirmó que los derechos humanos están siendo atacados, desde infracciones flagrantes hasta transgresiones sigilosas.
El racismo estructural y la injusticia sistemática siguen negando a las personas sus derechos humanos fundamentales, y los vínculos entre el racismo y la desigualdad de género son inconfundibles.
Algunos de los peores impactos en las "superposiciones e intersecciones de la discriminación" los sufren las mujeres. Y el mundo está asistiendo a un "preocupante aumento" del antisemitismo, el creciente fanatismo antimusulmán y el maltrato a las minorías cristianas, señaló Guterres.
El Secretario General instó a todos a condenar la discriminación, los discursos de odio y las afirmaciones sin fundamento, ya que los que impulsan esa ideología hoy en día, denigran "nuestra lucha esencial contra el racismo".
Reconocer la resonancia del pasado en el presente
Guterres destacó la "agenda transformadora" lanzada por la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos para tratar de desmantelar el racismo sistémico, garantizar la rendición de cuentas y ofrecer justicia reparadora.
"Este nuevo despertar, a menudo liderado por las mujeres y los jóvenes, ha creado un impulso que debemos aprovechar", dijo, reconociendo también los "avances significativos" realizados por el Foro Permanente de Afrodescendientes en la lucha contra el racismo sistémico.
El titular de la ONU pidió a los Estados miembros que "adopten medidas concretas" para apoyar estos esfuerzos a nivel nacional y mundial y que "reconozcan la resonancia contemporánea de los crímenes del pasado que siguen acechando nuestro presente", como el sufrimiento transgeneracional y las desigualdades estructurales "profundamente arraigadas en siglos de esclavitud y explotación colonial".
"Debemos revertir las consecuencias de generaciones de exclusión y discriminación, incluidas sus evidentes dimensiones sociales y económicas, mediante marcos de justicia reparadora", declaró.
Unidos en una humanidad común
Además, instó a todos a "reconocer la diversidad como riqueza" y a comprender que la lucha contra el racismo es una lucha universal y "concreta en cada sociedad".
"Ningún país puede pretender estar libre de él", dijo, subrayando la necesidad de corregir los desequilibrios políticos, económicos y estructurales; garantizar que todos se sientan respetados como miembros valiosos de la sociedad; y "permanecer juntos como una familia humana, rica en diversidad, igual en dignidad y derechos, unida en solidaridad".
En un momento en el que el mundo se siente más dividido que nunca, el Secretario General animó a todos a "unirse en torno a nuestra humanidad común (...) y volver a comprometernos con este propósito esencial".
Enmendar las cosas
La Alta Comisionada para los Derechos Humanos afirmó, por su parte, que es vital abordar las consecuencias duraderas del racismo, ya que millones de personas siguen soportando su carga, pasada y presente; el legado de la explotación colonial y la esclavitud inhumana y criminal de los africanos.
Las reparaciones deben ir "más allá del simbolismo" para incluir medidas de restitución, rehabilitación y garantías de que no volverá a ocurrir, dijo Michelle Bachelet.
Tales reparaciones requerirán "capital político, humano y financiero", añadió la responsable de derechos de la ONU, que indicó que esa restitución "debe considerarse junto con el enriquecimiento que supuso para muchas economías la esclavitud y la explotación".
Avanzar en la agenda contra el racismo
Utilizando el ejemplo de una mujer migrante pobre de ascendencia africana, Bachelet destacó las "manifestaciones múltiples e intersecciones" de la discriminación racial.
Subrayó que la lucha contra esta plaga requiere un enfoque global con "estrategias concretas y objetivos con plazos definidos" que se integren en las leyes y las políticas.
Aunque su Oficina seguirá apoyando las acciones, subrayó que la agenda contra la discriminación pertenece a todos, independientemente de la raza, el color, el origen nacional o la afiliación religiosa.
"Se puede lograr la justicia racial, para los afrodescendientes y para todos los demás que sufren discriminación racial", aseguró la responsable de derechos humanos.
Abordar el racismo
Por su parte, el Presidente de la Asamblea General sostuvo que el mundo no ha hecho lo suficiente para "hacer frente a la omnipresencia" de la discriminación racial, la intolerancia y la xenofobia.
"El racismo engendra violencia, desplazamiento y desigualdad. Sigue vivo porque lo permitimos. Penetra en la sociedad porque no reconocemos la diversidad", dijo Abdulla Shahid.
La pandemia del COVID-19 es un ejemplo más de lo lejos que está el mundo de corregir los errores del pasado.
Aunque reconoció que las debilidades estructurales preexistentes eran "una receta para el desastre" mucho antes del coronavirus, observó que a lo largo de la pandemia vemos cómo los marginados y vulnerables "se quedan más atrás", y a muchos "se les niega la igualdad de acceso a la salud, la educación y la seguridad".
Dar un giro a la intolerancia
Durante este "punto de inflexión" en el tiempo, Shahid instó a los líderes mundiales a "cambiar el rumbo del racismo y la intolerancia" reconociendo estos fallos y buscando la igualdad racial para "cerrar esa brecha" y crear resiliencia para los que se quedan atrás.
Subrayó la importancia de reconocer el pasado, diciendo que "no podemos dejar atrás lo que no se aborda".
"Animo a la comunidad internacional, a los individuos, a los líderes y a las partes interesadas, a entablar un diálogo más profundo y honesto para abordar este problema mundial", dijo.
La esclavitud, crimen contra la humanidad
El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, también participó en la reunión a través de una declaración grabada en vídeo en la que afirmó que la Declaración de Durban y la acción resultante encarnan los compromisos de la comunidad internacional para abordar tanto el legado del pasado como las formas contemporáneas de racismo, y reconocer que la esclavitud y la trata de esclavos son crímenes contra la humanidad.
En la reunión, los Estados miembros también adoptaron una resolución para movilizar la voluntad política a nivel nacional, regional e internacional con el fin de aplicar plenamente la Declaración, que es un hito.
Noticias ONU. Naciones Unidas. 22/09/2021
https://news.un.org/es/story/2021/09/1497222?utm_source=Noticias+ONU+-+Bolet%C3%ADn&utm_campaign=00e11be4c9-EMAIL_CAMPAIGN_2021_09_22_05_30&utm_medium=email&utm_term=0_e7f6cb3d3c-00e11be4c9-106929537

1191. "No esclavos, sino hermanos": Mensaje del Papa Francisco para la celebración de la XVIII Jornada Mundial de la Paz

Mensaje de Francisco para la celebración de la XLVIII Jornada Mundial de la Paz 
1 de Enero de 2015
"No esclavos, sino hermanos"
1. Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos de sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales. Rezo de modo especial para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con todos los hombres de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.
En el mensaje para el 1 de enero pasado, señalé que del «deseo de una vida plena… forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer».[1] Siendo el hombre un ser relacional, destinado a realizarse en un contexto de relaciones interpersonales inspiradas por la justicia y la caridad, es esencial que para su desarrollo se reconozca y respete su dignidad, libertad y autonomía. Por desgracia, el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad.Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere múltiples formas sobre las que deseo hacer una breve reflexión, de modo que, a la luz de la Palabra de Dios, consideremos a todos los hombres «no esclavos, sino hermanos».
A la escucha del proyecto de Dios sobre la humanidad
2. El tema que he elegido para este mensaje recuerda la carta de san Pablo a Filemón, en la que le pide que reciba a Onésimo, antiguo esclavo de Filemón y que después se hizo cristiano, mereciendo por eso, según Pablo, que sea considerado como un hermano. Así escribe el Apóstol de las gentes: «Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido» (Flm 15-16). Onésimo se convirtió en hermano de Filemón al hacerse cristiano. Así, la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento (cf. 2 Co 5,17; 1 P 1,3) que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social.
En el libro del Génesis, leemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, y los bendijo, para que crecieran y se multiplicaran (cf. 1,27-28): Hizo que Adán y Eva fueran padres, los cuales, cumpliendo la bendición de Dios de ser fecundos y multiplicarse, concibieron la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos, porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen, naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de Dios.
Pero la fraternidad expresa también la multiplicidad y diferencia que hay entre los hermanos, si bien unidos por el nacimiento y por la misma naturaleza y dignidad. Como hermanos y hermanas, todas las personas están por naturaleza relacionadas con las demás, de las que se diferencian pero con las que comparten el mismo origen, naturaleza y dignidad. Gracias a ello la fraternidad crea la red de relaciones fundamentales para la construcción de la familia humana creada por Dios.
Por desgracia, entre la primera creación que narra el libro del Génesis y el nuevo nacimiento en Cristo, que hace de los creyentes hermanos y hermanas del «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29), se encuentra la realidad negativa del pecado, que muchas veces interrumpe la fraternidad creatural y deforma continuamente la belleza y nobleza del ser hermanos y hermanas de la misma familia humana. Caín, además de no soportar a su hermano Abel, lo mata por envidia cometiendo el primer fratricidio. «El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia (cf. Gn 4,1-16) pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros».[2]
También en la historia de la familia de Noé y sus hijos (cf. Gn 9,18-27), la maldad de Cam contra su padre es lo que empuja a Noé a maldecir al hijo irreverente y bendecir a los demás, que sí lo honraban, dando lugar a una desigualdad entre hermanos nacidos del mismo vientre.
En la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura de la esclavitud (cf. Gn 9,25-27), con las consecuencias que ello conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales, la institucionalización de la desigualdad. De ahí la necesidad de convertirse continuamente a la Alianza, consumada por la oblación de Cristo en la cruz, seguros de que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia... por Jesucristo» (Rm 5,20.21). Él, el Hijo amado (cf. Mt 3,17), vino a revelar el amor del Padre por la humanidad. El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús «hermano y hermana, y madre» (Mt 12,50) y, por tanto, hijo adoptivo de su Padre (cf. Ef 1,5).
No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirse libremente a Cristo. El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2,38). Todos los que respondieron con la fe y la vida a esta predicación de Pedro entraron en la fraternidad de la primera comunidad cristiana (cf. 1 P 2,17; Hch 1,15.16; 6,3; 15,23): judíos y griegos, esclavos y hombres libres (cf. 1 Co 12,13; Ga 3,28), cuya diversidad de origen y condición social no disminuye la dignidad de cada uno, ni excluye a nadie de la pertenencia al Pueblo de Dios. Por ello, la comunidad cristiana es el lugar de la comunión vivida en el amor entre los hermanos (cf. Rm 12,10; 1 Ts 4,9; Hb 13,1; 1 P 1,22; 2 P 1,7).
Todo esto demuestra cómo la Buena Nueva de Jesucristo, por la que Dios hace «nuevas todas las cosas» (Ap 21,5),[3] también es capaz de redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo. El mismo Jesús dijo a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15).
Múltiples rostros de la esclavitud de entonces y de ahora
3. Desde tiempos inmemoriales, las diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el derecho. Éste establecía quién nacía libre, y quién, en cambio, nacía esclavo, y en qué condiciones la persona nacida libre podía perder su libertad u obtenerla de nuevo. En otras palabras, el mismo derecho admitía que algunas personas podían o debían ser consideradas propiedad de otra persona, la cual podía disponer libremente de ellas; el esclavo podía ser vendido y comprado, cedido y adquirido como una mercancía.
Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad,[4] está oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable.
Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.
Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores.
Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo... Sí, pienso en el «trabajo esclavo».
Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento.
No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional.
Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados.
Algunas causas profundas de la esclavitud
4. Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin.
Junto a esta causa ontológica –rechazo de la humanidad del otro­– hay otras que ayudan a explicar las formas contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo. Con frecuencia, las víctimas de la trata y de la esclavitud son personas que han buscado una manera de salir de un estado de pobreza extrema, creyendo a menudo en falsas promesas de trabajo, para caer después en manos de redes criminales que trafican con los seres humanos. Estas redes utilizan hábilmente las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las partes del mundo.
Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares. «Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, en el centro de todo sistema social o económico, tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores».[5]
Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo. Muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen: tierra, hogar, propiedades, e incluso la familia. Éstas últimas se ven empujadas a buscar una alternativa a esas terribles condiciones aun a costa de su propia dignidad y supervivencia, con el riesgo de entrar de ese modo en ese círculo vicioso que las convierte en víctimas de la miseria, la corrupción y sus consecuencias perniciosas.
Compromiso común para derrotar la esclavitud
5. Con frecuencia, cuando observamos el fenómeno de la trata de personas, del tráfico ilegal de los emigrantes y de otras formas conocidas y desconocidas de la esclavitud, tenemos la impresión de que todo esto tiene lugar bajo la indiferencia general.
Aunque por desgracia esto es cierto en gran parte, quisiera mencionar el gran trabajo silencioso que muchas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años en favor de las víctimas. Estos Institutos trabajan en contextos difíciles, a veces dominados por la violencia, tratando de romper las cadenas invisibles que tienen encadenadas a las víctimas a sus traficantes y explotadores; cadenas cuyos eslabones están hechos de sutiles mecanismos psicológicos, que convierten a las víctimas en dependientes de sus verdugos, a través del chantaje y la amenaza, a ellos y a sus seres queridos, pero también a través de medios materiales, como la confiscación de documentos de identidad y la violencia física. La actividad de las congregaciones religiosas se estructura principalmente en torno a tres acciones: la asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y formativo, y su reinserción en la sociedad de destino o de origen.
Este inmenso trabajo, que requiere coraje, paciencia y perseverancia, merece el aprecio de toda la Iglesia y de la sociedad. Pero, naturalmente, por sí solo no es suficiente para poner fin al flagelo de la explotación de la persona humana. Se requiere también un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables. Además, como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.
Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas, centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando su integridad, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la sociedad, trabajando también en el plano cultural y de la comunicación para obtener los resultados deseados.
Las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a implementar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes. Es necesaria una cooperación en diferentes niveles, que incluya a las instituciones nacionales e internacionales, así como a las organizaciones de la sociedad civil y del mundo empresarial.
Las empresas,[6] en efecto, tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. A la responsabilidad social de la empresa hay que unir la responsabilidad social del consumidor. Pues cada persona debe ser consciente de que «comprar es siempre un acto moral, además de económico».[7]
Las organizaciones de la sociedad civil, por su parte, tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.
En los últimos años, la Santa Sede, acogiendo el grito de dolor de las víctimas de la trata de personas y la voz de las congregaciones religiosas que las acompañan hacia su liberación, ha multiplicado los llamamientos a la comunidad internacional para que los diversos actores unan sus esfuerzos y cooperen para poner fin a esta plaga.[8] Además, se han organizado algunos encuentros con el fin de dar visibilidad al fenómeno de la trata de personas y facilitar la colaboración entre los diferentes agentes, incluidos expertos del mundo académico y de las organizaciones internacionales, organismos policiales de los diferentes países de origen, tránsito y destino de los migrantes, así como representantes de grupos eclesiales que trabajan por las víctimas. Espero que estos esfuerzos continúen y se redoblen en los próximos años.
Globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia
6. En su tarea de «anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad»,[9] la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces. A través de sucesos dolorosos llegó a ser «hija libre de Dios», mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza[10] para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo».[11]
En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas. Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un «buenos días» o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.
Debemos reconocer que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación. Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno. Por esta razón, hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo,[12] que se hace visible a través de los numerosos rostros de los que él mismo llama «mis hermanos más pequeños» (Mt 25,40.45).
Sabemos que Dios nos pedirá a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (cf. Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos.

Vaticano, 8 de diciembre de 2014
Francisco

[1] N. 1.
[2] Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 2.
[3] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11.
[4] Cf. Discurso a la Asociación internacional de Derecho penal, 23 octubre 2014: L’Osservatore Romano, Ed. lengua española, 31 octubre 2014, p. 8.
[5] Discurso a los participantes en el encuentro mundial de los movimientos populares, 28 octubre 2014: L’Osservatore Romano, Ed. lengua española, 31 octubre 2014, p. 3.
[6] Cf. Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, La vocazione del leader d’impresa. Una riflessione, Milano e Roma, 2013.
[7] Benedicto XVI, Cart. enc. Caritas in veritate, 66.
[8] Cf. Mensaje al Sr. Guy Ryder, Director general de la Organización internacional del trabajo, con motivo de la Sesión 103 de la Conferencia de la OIT, 22 mayo 2014: L’Osservatore Romano, Ed. leng. española 6 junio 2014, p. 3.
[9] Benedicto XVI, Carta. enc. Caritas in veritate, 5.
[10] «A través del conocimiento de esta esperanza ella fue “redimida”, ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios» (Benedicto XVI, Carta. enc. Spe salvi, 3).
[11] Discurso a los participantes en la II Conferencia internacional sobre la Trata de personas: Church and Law Enforcement in partnership, 10 abril 2014: L’Osservatore Romano, Ed. leng. española 11 abril 2014, p. 9; cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 270.
[12] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24; 270.
Vatican.va. 08/12/14

886. "La esclavitud moderna afecta a 20 millones de personas": ONU

Naciones Unidas. La esclavitud moderna es una violación atroz de los derechos humanos, recordó el presidente de la Asamblea General de la ONU con motivo del Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud.
John Ashe señaló que en la actualidad “más de veinte millones de personas son víctimas de la esclavitud moderna y se enfrentan a sufrimientos diarios que jamás podremos imaginar”.
También indicó que, al igual que su antecedente histórico, las formas de esclavitud que se dan en la actualidad son una violación de las garantías fundamentales de los grupos más vulnerables.
En ese sentido indicó que la trata humana, la explotación sexual, el trabajo infantil, el reclutamiento de niños en conflictos armados y el matrimonio forzoso son las peores formas de esclavitud moderna.
Cada año, cientos de miles de hombres, mujeres y niños son raptados por redes internacionales de crimen organizado y vendidos en otro país.
Naciones Unidas. 02/11/13
http://www.un.org/spanish/News/story.asp?NewsID=28143#.Up6kUMQW1Ss

818. 30 millones de personas en el mundo viven en esclavitud

Según la organización Walk Free Foundation, 29.8 millones de personas viven en condiciones de esclavitud moderna, tal como el trabajo forzado y la trata
Londres, Reino Unido. Casi 30 millones de personas en el mundo viven como esclavos, la mitad de ellos en India, según el nuevo listado realizado por la organización de derechos humanos Walk Free Foundation, con sede en Australia.
El Índice de la Esclavitud Global 2013 señala que India tiene el mayor número de personas que viven en condiciones de esclavitud, casi 14 millones, mientras China y Pakistán reúnen más de cinco millones.
Sin embargo, en forma proporcional al número total de habitantes, Mauritania tiene la cifra más alta con alrededor del cuatro por ciento de su población esclavizada.
Los autores del informe esperan que este nuevo ranking ayude a los gobiernos hacer frente a lo que ellos llaman un "delito oculto".
El índice fue elaborado utilizando una definición moderna de esclavitud, que incluye la servidumbre por deudas, el matrimonio forzoso, el trabajo forzado y la trata de personas en sus diferentes modalidades, como la explotación y enajenación de menores.
Además cuantifica lo que llama el riesgo de la esclavitud en 162 países y la fuerza que tiene la respuesta gubernamental a la lucha contra esta actividad ilegal.
Muchos gobiernos no le gustará oír lo que tenemos que decir", señaló el director de la WFF, Nick Grono, de acuerdo con reportes de medios australianos.
El estimado de la organización de 29.8 millones de esclavos en todo el mundo es más alto que otros intentos de cuantificar la esclavitud moderna. La Organización Internacional del Trabajo estima que casi 21 millones de personas son víctimas del trabajo forzoso.
India, China, Pakistán y Nigeria tienen el mayor número de personas esclavizadas, mientras Etiopía, Rusia, Tailandia, República Democrática del Congo, Birmania y Bangladesh siguen en ese orden en la lista de las diez naciones que sufren este fenómeno.
La nueva encuesta cuenta con el respaldo de figuras como la ex secretaria estadunidense de Estado, Hillary Clinton y el ex primer ministro británico Anthony Blair.
Excelsior.com.mx. 17/10/13
http://www.excelsior.com.mx/global/2013/10/17/923958

Revista Conexión Social

Universidad Autónoma de Zacatecas presenta: Panel sobre el Día Internacional de la Paz

Consejo de Valores Nuevo León y Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

Cultura de Paz y Mediación de José Benito Pérez Sauceda

Cultura de Paz y Mediación de José Benito Pérez Sauceda
Pídelo al 01 81 2115 0135

Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

Cultura de Paz y No Violencia Monterrey. Juntos, Podemos hacer la Paz, Podemos Ser la Paz. Creador/Coordinador: José Benito Pérez Sauceda; *Pintura de la cabecera: Pérez Ruiz.
Cultura de Paz y No Violencia Monterrey desde 2010.

Llamado

Llamado

Cultura de Paz Monterrey en tus redes sociales.

Cultura de Paz Monterrey en tus redes sociales.
Cultura de Paz Monterrey Twitter: https://twitter.com/CulturadePazMty y Cultura de Paz Monterrey Facebook: https://www.facebook.com/culturadepazmonterrey/

Participa en la sección "Opinión"

Cultura de Paz Monterrey

Cultura de Paz Monterrey