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924. Museo conmemorará 3 años del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad

El Museo de la Memoria y la Tolerancia presentará las acciones del movimiento que surgió con el asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia
México, Distrito Federal. A propósito del tercer aniversario del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), el Museo Memoria y Tolerancia (MMT) inaugurará en marzo próximo una exposición.
Se trata de una exhibición que documenta los tres años del movimiento encabezado por el activista, poeta, ensayista y periodista mexicano Javier Sicilia, informó Linda Atach, directora del área de exposiciones temporales del MMT, recinto situado a un costado de la Alameda Central.
Habrá fotografía, video e instalación artística; todo enfocado a describir el movimiento, su objetivo y el fenómeno de la migración", indicó Atach.
El Movimiento comenzó a tomar forma a partir del 26 de abril de 2011, cuando el poeta Javier Sicilia, cuyo hijo Juan Francisco fue asesinado por personas vinculadas con el crimen organizado, llamó a los mexicanos a manifestarse contra la violencia.
Entre sus exigencias se encuentran:
Esclarecer asesinatos y desapariciones
Poner fin a la estrategia de guerra
Asumir un enfoque de seguridad ciudadana
Combatir la corrupción y la impunidad.
Además de erradicar la raíz económica y las ganancias del crimen organizado y recuperar el tejido social.
Excelsior.com.mx. 30/12/2013

741. La violenta paz


México, Distrito Federal. Desde hace mucho tiempo hablamos de paz, pedimos paz, exigimos paz. Una palabra hermosa que significa ausencia de conflictos, de violencia, un periodo de estabilidad. Sin embargo, esa palabra está curiosamente amasada con el fermento de la violencia: se habla de combate a la pobreza y al crimen, de campañas electorales y de vacunación, de lucha contra el hambre, de explotación de recursos, de guerra contra las drogas, en síntesis, de estrategias –en el sentido literal de “planes de guerra”– para la paz.
Las palabras no son inocentes. Son nuestro mundo y nuestra percepción, y tarde o temprano sus contenidos se vuelven, como hoy, una realidad atroz.
Sin embargo y, por lo mismo, en esta lengua llena de agresión es cada vez más importante recuperar un verdadero sentido de la paz.
Iván Illich decía, con justa razón, que “la paz tiene un sentido diferente en cada época y en cada atmósfera cultural”. Esa diversidad, que reviste un significado diferente entre el poder y la gente –el poder dice que hay que “mantener o crear la paz”, la gente pide que “la dejen en paz”–, se perdió desde que la idea de desarrollo y el ingrediente del dinero se convirtieron en un valor absoluto que se impuso como paz para todos.
Nuestra idea de paz es, en este sentido, tremendamente violenta. Hunde sus raíces en la pax romana, en una paz imperial. Cuando el gobernador romano –recuerda Illich– blandía las enseñas de sus legiones y las plantaba en un territorio ocupado, no miraba como el judío, por ejemplo –que al pronunciar shalom pedía las bendiciones de la justica que sólo Dios podía dar a las 12 tribus de pastores recién sedentarizadas–, hacia el cielo. Por el contrario, miraba hacia una ciudad lejana que imponía en ese territorio su ley y su orden. De hecho, la palabra pax era el resultado de un pacto y de un tributo –pago y pacto derivan de pax.
Ambos términos han decaído. Shalom, como otra infinidad de palabras que hablan de particulares formas de la paz, se retiraron al reino privado de la religión o al terreno de formas de vida –pienso en las comunidades indígenas– cada vez más acosadas por el desarrollo y el crimen. Pax, en cambio, invadió el mundo como paz, peace, paix, pace, etcétera, y, usada por las élites dirigentes, ha servido para todo tipo de violencias: desde Constantino, que la usó para transformar la cruz en ideología, hasta los últimos gobiernos estadunidenses para justificar su injerencia en Medio Oriente.
A partir de 1949, cuando Harry Truman –dos años después de arrojar la bomba atómica también en nombre de la paz– anunció su programa de ayuda técnica a los países subdesarrollados, llamado Punto Cuatro, el desarrollo económico se volvió también el centro de la paz. Desde entonces México –por no hablar de todos los países– ha estado azotado por constantes tsunamis de sacrificios en beneficio de una sucesión de programas dirigidos siempre a “elevar la ganancia por habitante” para alcanzar a los países desarrollados.
Sin embargo, tanto los expertos que promueven ese tipo de programas bajo la ideología del liberalismo económico, como los políticos que los contratan y apoyan, lo único que han hecho –a semejanza de la pax romana– es arrasar territorios y formas de vida, es decir, “tejido social”. Al someter a todos a la violencia de una producción y un aumento del consumo, han generado formas inéditas de despojo, miseria y violencia. La paz económica creó un medio en el que las condiciones en que las actividades de la subsistencia florecían se eliminaron para convertirse en empleo escaso y recursos explotables.
Hasta el siglo XII pax, en su sentido profundo, tenía que ver con la preservación de los pobres y sus medios de subsistencia de la violencia de la guerra. Por sanguinaria que fuese una guerra entre señores, la paz de la gente común preservaba la cosecha y el ganado. “La paz de la tierra” salvaguardaba también los valores de uso común contra las intrusiones armadas.
Con el nacimiento del Estado-nación y luego del desarrollo, la subsistencia y sus múltiples tejidos sociales no han dejado de ser víctimas de una agresión pretendidamente pacífica que, en nombre del mercado, las arrasa de formas cada vez más brutales. La paz del desarrollo no sólo transforma valores de uso en valores de cambio, sino que transforma a la gente en ejércitos de reserva para usos mercantiles y deja a poblaciones enteras a la deriva, sin oficio ni beneficio. Miserabilizadas, desposeídas, esas franjas marginales y cada vez mayores quedan abandonadas a las grupos criminales que les imponen la misma lógica económica de formas absolutamente totalitarias. La paz del desarrollo no es sólo violenta en su aparente pacifismo; genera también la violencia en la que vivimos, una violencia cuya suma es cero: la ganancia de unos a costa de la pérdida en sufrimiento, dolor y muerte de otros.
Retejer tejido, una expresión que, al igual que “paz”, carece de contornos precisos, implica salir de esa lógica económica que trajo el desarrollo y el dinero. Sin ese escape, “paz” y “tejido social” serán palabras sin significado, buenas para ganar elecciones y continuar el imperio de la violencia que se ahonda.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón.
Javier Sicilia. Proceso.com.mx. 31/07/13

689. Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad cumple 2 años

 
“Sin Justicia nunca habrá Paz”: Javier Sicilia
México, Distrito Federal. El movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad conmemoró en la Estela de Luz, el segundo aniversario del surgimiento de la agrupación creada por el poeta Javier Sicilia, quien exigió a los legisladores que bloquean la Ley General de Víctimas a dejar la mezquindad, el desprecio y la solidaridad con el crimen.
Reconoció que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha demostrado su voluntad para acercarse con las víctimas, aunque todavía es necesario realizar acciones contundentes para hacerles justicia.
"Porque sin justicia nunca habrá paz, mantendremos una vigilancia absoluta en la aplicación real de la Ley General de Víctimas en todo el país. Llamamos desde aquí a aquellos legisladores que, en nombre de sus intereses -que no son los de la realidad del país ni los de las víctimas, están obstruyendo aún la Ley General de Víctimas- a que cumplan con su vocación fundamental que es servir con buenas leyes a la nación", indicó Javier Sicilia.
Con pancartas, fotografías y consignas las decenas de personas reunidas sobre paseo de la Reforma buscaron recordar a las víctimas de la violencia en nuestro país y rebautizaron al monumento que conmemoró el Bicentenario de la Independencia con el nombre de "Estela de la Paz".
Tras una breve lluvia algunos grupos de asistentes entonaron cantos de protesta, leyeron poemas y escritos relacionados con la necesidad de erradicar la violencia, encendieron veladores y también las madres de algunos de los desaparecidos hablaron a los presentes.
Juan Pablo Reyes. Excelsior.com. 28/03/13

Javier Sicilia: dos años como símbolo del dolor de México
México, Distrito Federal. El asesinato de un hijo llevó al poeta Javier Sicilia a liderar las mayores marchas contra la "guerra al narcotráfico" en México. Dos años después y sin poder escribir un solo verso, el hombre del sombrero de ala ancha se dice exhausto por el peso del dolor de tantas víctimas, pero firme en su exigencia de paz y justicia al nuevo gobierno.
"Me siento cansado. Es duro. Pero lo que da significado a la vida es el amor. Y el amor tiene que ver con el servicio a los otros. Yo pongo ese amor por encima del cansancio", dice Sicilia en entrevista desde su casa de Cuernavaca (en las afueras de Ciudad de México), donde reside con su esposa.
Han pasado 24 meses desde que el poeta, de viaje en Filipinas, recibió el aviso de que su hijo Juan Francisco había sido encontrado muerto con otras cinco personas en un carro abandonado cerca de Cuernavaca.
Las investigaciones apuntaron a que Juan Francisco y el resto del grupo fueron secuestrados en un bar, y después asesinados, debido a que dos de ellos reclamaron al dueño por un robo.
En el vuelo de regreso a México, Sicilia escribió unos versos que empezaban diciendo: "el mundo ya no es mundo de la palabra / nos la ahogaron adentro", y al concluirlos se despidió de la poesía.
"El poema, que es el decir fundamental de la poesía, lo tengo asfixiado. Las palabras que su época le proporciona a un poeta, que no puede vivir sin esas palabras, no me alcanzan para lo que quiero decir desde la poesía", explica el ganador en 2009 del premio de Poesía de Aguascalientes, el más prestigioso de México.
La desesperación y rabia por la muerte de su hijo 'Juanelo' le impulsó a fundar el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que ha logrado visibilizar a las víctimas de esta "época" de violencia e impunidad que padece México desde que hace seis años empezó la lucha militarizada contra el narcotráfico.
El movimiento también conmemora su segundo aniversario de vida con un encuentro en la Estela de Luz, una torre luminosa de 104 metros de altura alzada por el anterior gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) en la capital mexicana para conmemorar el Bicentenario de la Independencia de 2010.
El colectivo pide que esa torre, que fue inaugurada un año más tarde rodeada de polémica por su sobrecosto, pase a ser un memorial de las víctimas y un centro de culto de la paz.
Porque más allá de monumentos "lo que hace falta a nivel nacional es la construcción de la memoria de todos los muertos del país", recalca Sicilia, también periodista y escritor y profundamente católico.
El movimiento de Sicilia fue el motor de las grandes Caravanas de la Paz que recorrieron miles de kilómetros por todo México y Estados Unidos y reunieron a colectivos de víctimas hasta entonces fragmentados.
Junto al poeta caminaron familiares de las decenas de miles de personas asesinadas, secuestradas, desaparecidas; una multitud de vidas rotas durante el convulso sexenio de Felipe Calderón, quien llegó a recibir al movimiento y a pedir perdón en nombre del Estado por no haber podido proteger a las víctimas.
"Yo soy la parte más visible del movimiento, la voz, pero el movimiento es un proceso muy horizontal, las líneas se toman en consenso", recalca Sicilia, que sigue escribiendo artículos en la prensa y prepara una autobiografía que no sabe si será capaz de terminar.
Al gobierno de Enrique Peña Nieto, que asumió en diciembre, el poeta le reconoce una "buena intención" por promulgar una ley de reparación de las víctimas, que su propio colectivo había impulsado, y comprometerse a buscar a los miles de desaparecidos.
No obstante, el líder social, de 57 años, aclara que lo importante son los resultados de esa legislación y la aplicación de justicia, a la vez que pide un mayor involucramiento de la sociedad mexicana en la presión a las autoridades.
Para Sicilia, que este jueves volvió a recordar a 'Juanelo' plantando un árbol, "es una obligación de este país que cada lugar sea el adecuado y cada hora sea la adecuada".
Terra.com. 28/03/13

Palabras de Javier Sicilia en la conmemoración de los dos años del MPJD
México, Distrito Federal. Comienzo, después de dos años, con el mismo ritual con el que no hemos dejado de empezar cada uno de nuestros encuentros y discursos: unos versos. Esta vez son te T.S. Eliot: “Lo que llamamos comienzo a menudo es el final/ y llegar al final es empezar./ El fin es de donde partimos”. Porque al final de estos dos años estamos, como en toda conmemoración, en el lugar de donde partimos, guardemos un minuto de silencio por la memoria de los muertos, de los desaparecidos y de la paz y la justicia que aún no encontramos.
Los aniversarios suelen ser momentos de festejo, momentos en los que unos y otros celebran y se desean toda suerte de bendiciones. El nuestro, sin embargo, no es así. Después de dos años de un sufrimiento que no alcanza todavía a ver ni la justicia ni la paz, en medio de uno de los días más dolorosos de la tradición de Occidente, el jueves santo –el día en que el inocente de los inocentes, que representa a la humanidad adolorida va a ser aprendido, juzgado y asesinado–, y bajo el peso de un México desgarrado y sangrante, no hay lugar para el festejo ni la felicidad.
Eso es verdad. Pero, ya que todas las fechas conmemorativas son también momentos en que nos detenemos en el tiempo para reflexionar ¿no valdría la pena dejar por un momento nuestro dolor y recapitular los logros que han nacido de él? ¿No valdría la pena que, después de dos años de caminar, de consolar, de dialogar, de visibilizar la tragedia humanitaria de la patria, centráramos nuestra atención en la Ley de Víctimas que, junto con muchas organizaciones, hemos logrado y celebráramos el reconocimiento que, finalmente, el Estado ha hecho de la deuda que tiene con los desaparecidos, las víctimas y la justicia y la paz? ¿No sería tiempo, entonces, de que, en este segundo aniversario del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, olvidáramos por un instante el sufrimiento y, como sucede en los festejos, volviéramos a los que amamos?
El problema, es que a pesar de esos grandes logros, lo que amamos está destruido. Delante de esa verdad, sólo tenemos corazón para negarnos al olvido y continuar llamando a la nación a sumarse a esa negativa. “Si es verdad –como decía Albert Camus— que olvidar es abandonarse un poco al sueño”, el deber de este aniversario es continuar llamándonos a no dormir, a velar, en cualquier momento, a negarnos a quitar los ojos de esta amarga realidad que nos sobrepasa y nos aplasta. Sólo a través de ese amor y esa fidelidad a los que nos han matado, a los que desaparecidos aún no encontramos, a los que en este momento están siendo asesinados o desaparecidos, y a la paz y la justica que aún, a pesar de los logros y de las buenas intenciones del Estado, no llega; sólo a través de ese amor y esa fidelidad “cumpliremos –vuelvo a Camus—con nuestro deber de hombres y salvaremos quizás lo que [continúa estando] tan espantosamente amenazado”.
Hace más de dos mil años, un jueves como éste, en el que -como un signo y un símbolo de este amor y de esta fidelidad a la que nos negamos a dar la espalda- conmemoramos el segundo aniversario del MPJD, un hombre, el inocente de los inocentes, cercado por la noche y cargado con el peso y la angustia de su destino, miró a sus compañeros dormidos, y solo, acercándose a ellos bajo el silencio del mundo, los despertó y les dijo que no había que dormir sino velar hasta el final de los tiempos. Esos tiempos siguen siendo los nuestros y por ello no dejamos de velar, de recordar, de señalar y de decirles a criminales y gobernantes que continuamos hasta la madre, y que mientras no veamos aplicarse la Ley General de Víctimas, es decir, mientras no veamos la justicia; mientras no veamos volver a casa a los miles de desaparecidos, mientras un solo muchacho, una sola muchacha, un solo niño, una sola niña, una sola mujer y un solo hombre estén amenazados, y no haya paz, estaremos en vigilia. Por ello, hoy, al igual que lo hicimos el año pasado, marcamos nuestra ruta:
1 Porque sin justicia nunca habrá paz, mantendremos una vigilancia absoluta en la aplicación real de la Ley General de Víctimas en todo el país. Llamamos desde aquí a aquellos Legisladores que, en nombre de sus intereses -que no son los de la realidad del país ni los de las víctimas, están obstruyendo aún la Ley General de Víctimas- a que cumplan con su vocación fundamental que es servir con buenas leyes a la nación. Esta Ley General de Víctimas -así lo consensaron y aceptaron la mayor parte de los legisladores el 19 de febrero de este año cuando al lado de Alejandro Marti y de María Elena Morera entregamos en la Cámara Legislativa del Senado sus correcciones-, está ya lista. Las únicos motivos que vemos en los que aún la obstruyen son los de la mala fe, la mezquindad, el desprecio, la ignorancia y la solidaridad con el crimen. Estaremos muy pendientes de que su ausencia de sentido de la vida, no dañen más a la justicia.
2 Porque sin verdad, es decir, sin memoria, no alcanzaremos tampoco la justicia, continuaremos luchando para que La Estela de Luz, ese monumento que desde el inicio perdió su significado y su vocación, y que ha sido onerosamente pagado con el dinero de cada ciudadano, se resignifique y se convierta no sólo en el centro de documentación de la memoria de todas las víctimas de la nación, sino en un centro de cultura de paz.
El 28 de noviembre de 2012, fecha en que conmemoramos el todavía impune asesinato de Nepomuceno Moreno, el MPJD no sólo colocó una placa en memoria a nuestro compañero y amigo, sino que con ella declaró la resignificación de la Estela de Luz como Memorial de las Víctimas de la Violencia en México y Estela de la Paz. Menos de un mes y medio después, el 9 de enero de 2012, durante la ceremonia en la que Enrique Peña Nieto hizo entrega de la Ley General de Víctimas, el propio MPJD le entregó esa misma declaración y le pidió que el gobierno de su administración hiciera posible esa declaratoria para resarsir así la memoria que se le debe a los muertos de esta guerra que aún no termina, una memoria que no hemos dejado de exigir desde los Diálogos de Paz en el Alcázar del Castillo de Chapultepec. El Presidente no sólo se interesó sino que prometió darnos una respuesta que aún no ha llegado.
Hoy, en este segundo aniversario del MPJD, y con el fin de que eso suceda, abrimos, acompañando a muchas plataformas y organizaciones, esa petición en www.change.org/esteladepaz. Para que el presidente Peña Nieto recuerde el compromiso que ha adquirido no sólo con la justicia, sino con la memoria y la paz. La campaña terminará el 8 de mayo, fecha en la que, conmemorando el segundo aniversario de nuestra llegada al zócalo de la Ciudad de México, le entregaremos esas firmas en los Pinos. Recordemos que sólo el apoyo y la voz de los ciudadanos reunidos es la garantía de la persistencia de la memoria, la justicia y la paz. “Cuando los acontecimientos vividos por el individuo o por el grupo –escribió alguna vez el filósofo de la lengua, Todorov- son de naturaleza excepcional o trágica, tal derecho se convierte en un deber, el de acordarse, el de testimoniar. La vida ha sucumbido ante la muerte, pero la memoria sale victoriosa en su combate hacia la nada”.
3 Porque no habrá paz mientras del otro lado de la frontera no se regule el consumo de las drogas y no se haga una política seria del control de armas de exterminio, trabajaremos con las organizaciones estadounidenses, con las que realizamos la Caravana por la Paz por Estados Unidos durante el mes de agosto y septiembre de 2012, para que podamos encontrar una justicia y una paz común. Nuestro dolor, nuestros muertos, nuestros desaparecidos, tienen su correlato, en Estados Unidos, en la guerra contra las drogas, que surgió con Nixon, y en el uso y la compra indiscriminada de armas de exterminio que en Estados Unidos están produciendo también un gran dolor entre muchas de sus comunidades. Esa comprensión de nuestras mutuas responsabilidades en este dolor y este camino, y este trabajo conjunto, que comprendimos y construimos juntos durante esa gran Caravana, es una ruta fundamental en la construcción de la justicia y la paz que hace dos años iniciamos con nuestro caminar, y una ruta también para que la Ley de Seguridad Nacional, se convierta, mediante un cambio de estrategia en la guerra, en una Ley de Seguridad Humana y Ciudadana que los grupos de autodefensa comienzan a manifestar.
Bajo esta ruta y frente a la memoria que mantenemos viva afirmamos que la única grandeza del hombre es luchar contra aquello que lo niega. “No es -vuelvo nuevamente a Camus- la felicidad la que hoy debemos desearnos, sino esta especie de grandeza desesperada” que nos mantiene despiertos y vigilantes frente al horror para. Un día, bajo esta fuerza y esta luz, recuperemos la felicidad y la dignidad que nos arrancaron.
Movimiento por la Paz. 27/03713

590. Opiniones encontradas sobre la Ley General de Víctimas

Afirma Javier Sicilia que LGV abre una esperanza de paz
México, Distrito Federal. La publicación de la Ley General de Víctimas representa una esperanza de justicia y de paz, y de romper la “brecha” entre ciudadanos y autoridades, pero se trata de un primer paso que no soluciona las demandas de justicia y reparación del daño.
Así lo señaló ayer Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, quien urgió al presidente Enrique Peña Nieto, al Poder Judicial y al Legislativo a unir esfuerzos para consolidar lo antes posible el Sistema Nacional de Atención a Víctimas para que la nueva legislación pueda brindar resultados.
“Frente al dolor y el sufrimiento... esta ley abre una esperanza: la esperanza de la justicia y de la paz, la esperanza de la palabra cumplida, la esperanza de un Estado que rompa la espantosa brecha entre ciudadanos y autoridades que tanto daño ha hecho al País y a la democracia, la esperanza de la vida contra la muerte, de la unidad del amor contra el odio, la esperanza de una nación que se rehace de sus miserias".
“Sin embargo, como todo primer paso, no basta. Una ley para que se cumpla necesita un instrumento. La Ley General de Víctimas, que hoy usted (Peña Nieto) ha promulgado y nos entrega, necesita, como esa misma ley lo indica, un Sistema Nacional de Atención a las Víctimas, un sistema honesto, dotado de los suficientes recursos y del suficiente personal para atender la enorme dimensión de la crisis humanitaria que enfrenta la nación, un sistema que requiere, además, de la unidad de todos".
“Sin él, la Ley General de Víctimas será sólo letra muerta, una buena intención en medio del infierno, un sueño devorado por la pesadilla que no hemos dejado de habitar; (se requiere) un sistema que permita no sólo la justicia para los asesinados y los violentados en su dignidad, sino la vuelta a casa de los desaparecidos”, dijo Sicilia durante el evento en Los Pinos.
En la primera parte de su discurso de 13 minutos, el activista leyó un fragmento de un poema de Mario Benedetti, y después de un minuto de silencio lamentó las circunstancias que dieron origen a la ley.
“Esta ley no debió haber sido, es la consecuencia de la no aplicación de las leyes que están hechas para la protección y la justicia de los ciudadanos, es la consecuencia de la impunidad, de la corrupción, del desprecio, de la erosión del esqueleto moral y político del Estado mexicano, y de una guerra que nunca debió haber sucedido.
‘No haremos oídos sordos’
En el acto de la promulgación de la Ley General de Víctimas, el presidente Enrique Peña Nieto garantizó que su Gobierno no hará oídos sordos a los reclamos por la violencia.
“La dignidad de una nación se refleja en la forma en que se trata a las víctimas de delitos y se persigue al delito y a quienes lamentablemente han infringido la ley”, planteó.
“Soy un Presidente que invariablemente estaré al lado de las víctimas. Pondré al Gobierno de la República al servicio de los que más lo necesitan, y de los que lamentablemente más sufren y quienes han quedado al margen de la justicia”.
El Mandatario instruyó al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a instalar inmediatamente las mesas de diálogo con las organizaciones de la sociedad civil para materializar el contenido de la norma.
Asimismo, reconoció que nuestro País está lastimado por la delincuencia y que las víctimas son quienes más han sufrido.
Periódico am.com. 10/01/13

Isabel Miranda y Alejandro Martí cuestionan la Ley de Víctimas firmada por Peña Nieto
México, Distrito Federal. Los empresarios Isabel Miranda de Wallace y Alejandro Martí, a quienes les fue secuestrado y asesinado un hijo a manos del crimen organizado, criticaron la Ley General de Víctimas que firmó ayer el presidente Enrique Peña Nieto en Los Pinos.
Ambos cuestionaron el decreto en la red social Twitter.
“Estamos a favor de la Ley General de Víctimas, pero no de esta Ley General de Víctimas”, escribió el presidente en la organización SOS en la red social.
Ambos personajes levantaron la ceja sobre el fondo de ayuda que se plantea en la iniciativa, así como los trámites que se tendrán que realizar para acceder a los beneficios:
La Ley General de Víctimas “prevé un esquema en el que el Estado debe reparar el daño cometido por un particular (…) Lo que implica que los contribuyentes tendrían que cubrir el daño causado por un delincuente”, explicó Martí.
Dijo que no establece de manera clara quién podría ser acreedor a la denominación de víctima y tampoco establece los métodos por los cuales se determinarán los montos destinados para la atención de todas las víctimas.
“Para acceder a beneficios de la ley, la víctima pasa por una serie interminable de trámites que la revictimizan”, prosiguió Martí en la red social, mientras que la ex candidata a la jefatura del Gobierno del Distrito Federal por Acción Nacional (PAN) expresó: “Para tener acceso a los derechos de la Ley de Victimas hay que inscribirse en un padrón. Otro tramite enredoso para las víctimas".
Incluso, cuestionó: “Cuando te roban tu celular p.e. si te inscribes en el patrón, puedes exigir el pago del equipo. Quiero ver que el Gobierno haga esto”.
Alejandro Martí señaló que existen instituciones de atención a víctimas pero no les han dado las herramientas jurídicas ni financieras, para su óptimo funcionamiento.
“Se necesitan homologar las leyes secundarias y reglamentos para que estén en concordancia con esta Ley General”, escribió el empresario.
También criticó que la ley, que entrará en vigor dentro de 30 días, sólo contempla atender a víctimas del fuero federal, y no considera la atención a víctimas de delitos perpetrados en el fuero común.
Además, “no establece cómo deberán participar e incidir las organizaciones de la sociedad civil en el Consejo”.
En este contexto Isabel Miranda de Wallace, presidenta de la organización Alto al Secuestro planteó: “Exigimos una Ley de Victimas, sin embargo la Ley de Victimas que hoy se publicó no es viable. No nos dejemos engañar como ciudadanos”.
Al mediodía de ayer, en le dimos a conocer que Enrique Peña Nieto mostró el ejemplar del Diario Oficial de la Federación en el que se publica la Ley General de Víctimas.
Acompañado de parte de su gabinete, el priista escuchó el beneplácito a la firma de la ley que expresó el poeta Javier Sicilia, quien encabezó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, surgido a raíz del asesinato de su hijo, Juan Francisco, en Morelos, a manos del crimen organizado en 2011.
Entonces emprendió una caravana por el país, visitando los estados más azotados por la violencia y haciendo suyos los reclamos de los familiares de miles de desaparecidos y asesinados en el marco de la guerra contra el narcotráfico, instrumentada por Felipe Calderón, de la que el poeta siempre se pronunció en contra.
SPD Noticias.com. 10/01/2013

589. Discurso de Javier Sicilia ante el Presidente Enrique Peña Nieto por la publicación de la Ley General de Víctimas



México, Distrito Federal. Antes de dar nuestra palabra en este momento fundamental para el país, quisiéramos comenzar con unos versos del poema “Desaparecidos” de Mario Benedetti: “Están en algún sitio /concertados/ desconcertados / sordos/ buscándose / buscándonos/ (…)/ cuando empezaron a desaparecer/ como el oasis en los espejismos/ a desaparecer sin últimas palabras/ tenían en sus manos los trocitos/ de cosas que querían/ están en algún sitio / nube o tumba/ están en algún sitio/ estoy seguro/ allá en el sur del alma/ es posible que hayan extraviado la brújula/ y hoy vaguen preguntando preguntando/dónde carajo queda el buen amor/ porque vienen del odio”.

Porque hoy es un día en que en medio de tanto odio, de tanta noche, de tanto dolor que continúa, el buen amor ha salido por fin al encuentro de las víctimas, de los muertos, de los desaparecidos y de la justicia que tanto han buscado, abracémoslos y abracémonos con un minuto de silencio.

Buenas tardes Sr. Presidente Enrique Peña Nieto y señoras y señores que lo acompañan; buenastardes señoras y señores legisladores, buenas tardes hermanos y hermanas del MPJD y de todas las organizaciones sociales que hoy están aquí; buenas tardes hermanos y hermanas que no han dejado de acompañarnos en la búsqueda de la justicia y de la paz. Hoy es un día puntuado por una paradoja: la tristeza y la alegría. La tristeza, porque esta Ley General de Víctimas que por fin ha sido publicada y hoy se nos entrega, no debió haber sido. Es la consecuencia de la no aplicación de las leyes que están hechas para la protección y la justicia de los ciudadanos; es la consecuencia de la impunidad, de la corrupción, del desprecio, de la erosión del esqueleto moral y político del Estado mexicano, y de una guerra que nunca debió haber sucedido. La alegría, porque frente al dolor y el sufrimiento de esas graves omisiones, esta Ley abre una esperanza: la esperanza de la justicia y de la paz, la esperanza de la palabra cumplida, la esperanza de un Estado que rompa la espantosa brecha entre ciudadanos y autoridades que tanto daño ha hecho al país y a la democracia, la esperanza de la vida contra la muerte, de la unidad del amor contra el odio, la esperanza de una nación que se rehace de sus miserias.

Ustedes, señores legisladores, cumplieron como representantes de un pueblo que en sus víctimas reclama una justicia que se le debe; usted, señor Presidente, cumple no sólo con esa justicia que había sido traicionada, sino con lo más sagrado que un ser humano tiene: su palabra, la que usted empeñó en los Diálogos por la Paz que sostuvimos el 28 de mayo en el Alcázar del Castillo de Chapultepec con los entonces candidatos y candidata a la Presidencia de la República. Usted ha hecho posible el deseo que un día le expresamos las víctimas citando a otra víctima, el poeta Paul Celan, el deseo “de que la piedra pueda florecer,/ de que en la inquietud palpite un corazón./ (de que el ) tiempo (sea por fin el) tiempo”. Esperamos que el Poder Judicial siga este ejemplo y cumpla sus obligaciones ante la nación.

Lo reconocemos, lo saludamos, lo abrazamos, lo celebramos como un consuelo y una esperanza que nos llega en medio de la noche, como un primer paso hacia la justicia y la paz que necesita la nación, y como un gran y profundo gesto democrático. Sin embargo, como todo primer paso, no basta. Una Ley para que se cumpla necesita un instrumento. La Ley General de Víctimas, que hoy usted ha promulgado y nos entrega, necesita, como esa misma Ley lo indica, un Sistema Nacional de Atención a las Víctimas, un sistema honesto, dotado de los suficientes recursos y del suficiente personal para atender la enorme dimensión de la crisis humanitaria que enfrenta la nación, un sistema que requiere, además, de la unidad de todos. Sin él, la Ley General de Víctimas será sólo letra muerta, una buena intención en medio del infierno, un sueño devorado por la pesadilla que no hemos dejado de habitar; un sistema que permita no sólo la justicia para los asesinados y los violentados en su dignidad, sino la vuelta a casa de los desaparecidos. Una nación democrática, una nación que se respeta, no puede aceptar no saber dónde se encuentran más de 20 mil hijos suyos, no puede aceptar que miles de sus hijos sean arrojados sin identificar a la fosa común. Hoy, señor Presidente, que celebramos este primer paso dado, demos juntos el segundo y empecemos desde hoy a edificar no sólo ese Sistema Nacional de Atención a las Víctimas para quela Ley encuentre su rostro, sino también a crear los protocolos necesarios para que la Ley de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas tenga peso y realidad. También exhortamos desde aquí a los poderes legislativo y ejecutivo a no permitir la regresión en materia de derechos humanos que podría implicar la propuesta de reforma al Artículo 1º Constitucional.

Hay un tercer paso que dar, señor Presidente. No habrá suficiente justicia para los muertos si no recuperamos su memoria, sus nombres, sus historias, su presencia entre nosotros. El MPJD ha hecho ya, al respecto, una declaratoria: la creación del Memorial de las Víctimas de la Violencia en México en el centro mismo de lo que hoy es ese monumento mal llamado Estela de Luz (le hago entrega, Sr. Presidente, de esa declaratoria). Esperamos que al igual que se ha hecho con la Ley General de Víctimas, este pendiente se cumpla para que la justicia que les debemos a los muertos y nos debemos a los vivos no tenga de qué avergonzarse.

Hay, por último, un cuarto paso que dar. No habrá verdadera justicia si no hay un camino hacia la paz. Ese camino que, como dijo Gandhi ‒y usted hizo suyas sus palabras en los Diálogos de Paz‒, es la paz misma. Paz que no puede hacerse sin todos.

La idea de un pacto por México como el que usted ha convocado, puede llegar a ser, al igual quela Ley que hoy recibimos, un paso de paz si se hace y se da con todos, y al decir todos hablamos de todos los grupos que conforman la nación. Somos todos ellos los que juntos podemos no sólo comunicar sino construir una comunión que pueda redundar en una Ley de Seguridad Humana y Ciudadana que ponga énfasis en los derechos humanos, en un cambio de estrategia en el combate al crimen, en una limpieza real de los delincuentes que hay en todos los órdenes del gobierno, y en la necesaria construcción de un México donde quepan muchos Méxicos. Sin esa Ley, sin ese énfasis, sin esa limpieza, sin ese cambio, sin esa construcción, trabajados por y con todos, las víctimas seguirán acumulándose y la vida democrática del país quedará destrozada bajo el desprecio de la violencia y el crimen.

Hemos sido y no hemos dejado de ser modestos y realistas. Allí donde la desmesura del orgullo ha señalado el ideal extravagante, nosotros hemos colocado la mesura de las utopías modestas. Sabemos que entre más impracticable es el ideal, mayor es el fracaso. La utopía modesta no pretende la instauración del bien universal – esa idea del bien que en su idealismo conduce, es una enseñanza de la historia, al abismo--, sino la mesura de la bondad que se niega al mal, a la humillación, al crimen, a la corrupción, a la violencia, a la tortura, al desprecio, al arrasamiento dela culturas y de la tierra, y pone por encima de cualquier ideal a los seres humanos de carne y hueso, y sobre cualquier Edén, la modesta comunión de los hombres. Por eso creemos en los pasos comprometidos y firmes que nunca traicionan la rectitud. Con esos pasos no hemos dejado de caminar desde que un día, transidos de dolor y de dignidad herida, salimos de Cuernavaca a visibilizar, abrazar y pedir justicia por las víctimas. Son esos mismos pasos los que hoy, señor Presidente, señoras y señores legisladores, hermanas y hermanos, recordamos y les invitamos a continuar dando, y a poner una fecha para una próxima reunión de trabajo, de donde surja una ruta acordada para la paz y la justicia.

En medio del dolor y del largo camino que aún falta por recorrer, nos detenemos en este recodo para reposar un momento y abrazarnos en el ya pero todavía no de la justicia y la paz que nos trae esta Ley General de Víctimas.

-Javier Sicilia

Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. 09/01/13




527. La Paz en México: silenciosa y silenciada


México, Distrito Federal. Aturdido por la ensordecedora vorágine que produce el ruido de la guerra antinarco, México ha cerrado los ojos y ha obviado y soslayado su cara más pacífica; una faceta que está ahí, presente y silenciosa… y la mayor parte del tiempo, silenciada por la violencia. Pero desde hace varios años, ciudadanos y movimientos de todo el país han comprendido que “la paz es mucho más que la ausencia de guerra” y han combatido a enemigos públicos menos visibles pero más letales, y que, en los últimos seis años, causaron el doble de víctimas que el crimen organizado. Hoy, a 20 años del nacimiento del “pacifismo mexicano” hay un resurgimiento nacional que pide un cambio de paradigma, donde la paz se convierta en un verdadero derecho constitucional para los mexicanos.
Una de las grandes trampas de la guerra es el estruendo que produce. Y es verdad que resulta difícil, muy difícil, no caer en su ruido. Por el contrario, una de las características que mejor define a la paz es su andar silencioso, su manera de esconderse en lo cotidiano y de recrearse a sí misma aún en medio de los peores escenarios. Quizá porque la paz, a diferencia de la violencia, sí se ha comprobado que es inherente al ser humano, por lo menos en lo individual.
Pero es curioso, nótese que, tanto en la paz como en la violencia, siempre –siempre– nos acompañan las mismas preguntas: ¿Qué la genera? ¿Dónde y por qué comienza? ¿Cuándo y cómo termina? ¿Se aprende, o se nace con ella? ¿Es posible contagiarse de su esencia? ¿Podremos –de verdad– olvidarnos algún día de su existencia?
Las cuestiones fundamentales sobre la guerra, la paz y la violencia son tan ancestrales como modernas. Pero una cosa es cierta: la guerra siempre merece mucha más atención por su terrible poder de romper lo cotidiano. Y, sin embargo, quienes estudian científicamente la paz y sus fenómenos –formalmente desde hace apenas unos 50 años–, coinciden en afirmar que una sociedad (y quizá todo un mundo) pueden educarse positivamente para lograr vivir inmersos en lo que se conoce como una “Cultura de Paz”; un concepto que ha ido extendiéndose en el mundo, y que en México –sí, en este México sumido en la violencia actual–, comienza a conocerse y a aplicarse, paulatina pero certeramente.
México: el grito de guerra que detonó las primeras voces de Paz
En lo que ahora parece un lejano 2006, durante su primer mensaje oficial como presidente electo de México, Felipe Calderón Hinojosa pronunciaba unas incendiarias palabras para un país ya dolido: “Frente a la fuerza de quienes apuestan por la violencia, (hoy) ha ganado la fuerza de los pacíficos”.
En su momento, muchos criticaron aquella “soberbia” del discurso de un Presidente que está a punto de entregar una de las peores crisis humanitarias que haya enfrentado el país en su historia reciente. Las cifras –las oficiales y las no oficiales, según quién las emite–, tal vez no son del todo confiables, pero en cualquier caso, sí resultan terribles: entre 50 y 150 mil muertes violentas en apenas seis años; lo que equivale a afirmar que México es actualmente, uno de los países más mortíferos que cualquier nación con un conflicto armado “formal” en el mundo.
Negar esta realidad, la realidad “de guerra” que actualmente enfrenta el país, resulta poco menos que imposible. Pero igualmente imposible debería resultar para los mexicanos negar los muchos esfuerzos de solución pacífica que llevan años –algunos de ellos largas décadas– operando en las raíces más oscuras y profundas de esta crisis social mexicana que –de mala y peligrosa manera–, sólo se atribuye al narcotráfico y al crimen organizado.
Sin embargo, así ha sido: aturdidos por la ensordecedora vorágine que produce el ruido de esta “guerra antinarco”, México ha cerrado los ojos y ha obviado y soslayado la paz que día a día, también nos acompaña.
Sí. Porque aunque la mayoría seamos ciegos a esta “otra realidad mexicana”, lo cierto es que a lo largo de nuestra historia como país (pasada y reciente) miles de ciudadanos realizan titánicos esfuerzos pacíficos, enfrascados en un silencioso pero contundente y prolongado trabajo, dedicado a mejorar las condiciones sociales y de vida; y en algunos casos, esos esfuerzos se hacen apenas para continuar con la vida… que no es poco.
Con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra, que acabamos por dejar de tenerle miedo… (…) porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera por fin el ¡YA BASTA! Que devolviera a esas muertes su sentido, sin que nadie pidiera a los muertos que regresaran a morir otra vez, pero ahora, para vivir”.
Hoy, este México sumido en las profundidades del miedo inmediato, parece haber olvidado por completo la fuerza desgarradora de aquellos discursos zapatistas escritos hace ya una década, cuando Chiapas nos despertó a todos de golpe con una insurgencia armada conformada por indígenas –nuestros 15 millones de indígenas–, que pedían a su propio país “Paz, Dignidad y Justicia”. La memoria colectiva es corta y la urgencia de la guerra la acorta aún más, pero lo cierto es que todavía hoy le debemos a Chiapas un fuerte despertar social mexicano en nuestro incipiente pacifismo a la mexicana.
(A partir del levantamiento zapatista) “Un conjunto de acciones y movimientos ciudadanos aparecieron con propuestas : para una economía diferente, de reformas al Estado, de política social, de caminos y estrategias para lograr la paz (…) ahí se fue conformando un acercamiento a la Cultura de Paz; (por primera vez) se abrieron horizontes y expectativas sobre los problemas vivos que planteaban la guerra y la paz (…)”, afirma el investigador especializado en la sociedad civil Rafael Reygadas Robles en su libro Abriendo veredas, iniciativas públicas y sociales de las redes de organizaciones civiles.
Efectivamente, fue la presencia de la guerra lo que impulsó en el país las primeras discusiones serias sobre la paz en diversos ámbitos. Hace 10 años, el término “paz” comenzó a echar raíces en México. Con desconocimiento a veces. Con intenciones veladas algunas otras. Con intereses, con politizaciones, y hasta con hipocresía en muchos de los discursos oficiales… pero también con deseos y propuestas para que realmente pudiera sembrarse en el país una nueva semilla.
Y sí: muchos de aquellos esfuerzos fracasaron o fenecieron al paso del tiempo, algunos se cansaron y a otros tantos, el interés se les vino abajo. Pero por fortuna, ciertos movimientos pacíficos de principios de los 90 no sólo siguen hoy en pie, sino que, en este nuevo escenario mexicano donde el ruido de la guerra amenaza con ensordecernos, la paz está volviendo a emerger en el territorio nacional, y esta vez, lo hace con más experiencia.
Lo que no nombra, simplemente no existe...
“En 1994, la guerra en Chiapas nos impactó a todos, pero a los jóvenes creo que ese golpe nos llegó con más fuerza (…) aunque sólo unos pocos de nosotros entendimos desde entonces que la violencia no era ni la única ni la mejor vía para pedir justicia. Por desgracia, vimos con tristeza que la mayoría de nuestros compañeros estudiantes, por las condiciones imperantes en aquel momento de la historia mexicana, pensaban que ya no quedaban más salidas para expresar el descontento… para intentar cambiar al país (…) pero todavía hoy, yo estoy convencido de que es posible la transformación pacífica, y que para México, especialmente en este momento, es necesario y urgente aplicar las salidas pacíficas”.
Originario de Jalisco, Hiram Valdéz Chávez dirigía un movimiento liberal juvenil y estaba por cumplir 19 años en el momento del levantamiento zapatista. Actualmente es un abogado de 39 años y nunca en estas dos décadas dejó de trabajar por y para la “paz posible de México”:
“Inspirados por la llamada de Chiapas, y través de una organización civil en la que convergían movimientos estudiantiles de todo el país, realizamos durante varios años encuentros de jóvenes por la paz en Querétaro, Nuevo León, Colima, Zacatecas, Jalisco y el Distrito Federal… y entre más pasaba el tiempo, y más se recrudecía la violencia, más nos convencíamos de la necesidad de un cambio orientado hacia la paz, y esto –ahora lo sé con certeza–, sólo se logra a través de un nuevo paradigma, a través de la llamada ‘Cultura de Paz’”.
Por mandato de las Naciones Unidas, cada 21 de septiembre se celebra desde 1981 el “Día Internacional de la Paz”, una jornada que ha ido tomando fuerza en diversas partes del mundo, pero que también –como sucede con muchas fechas conmemorativas– este día suele perder su verdadero sentido para disfrazarse momentáneamente de palomas, pancartas alusivas, fondos blancos y discursos cándidos… formas varias sin mucho contenido.
Fue hasta casi 20 años después, en 1999, cuando por iniciativa del científico español Federico Mayor Zaragoza –en ese tiempo Director General de la UNESCO–, el mundo comenzó a conocer este nuevo paradigma social llamado “Cultura de Paz”, un concepto que las Naciones Unidas define como “una serie de valores de total rechazo a cualquier tipo de violencia en todos los niveles, y que previene los conflictos mediante el diálogo y la negociación, pero sobre todo, a través de la atención a las causas primeras de los problemas sociales”.
Y es precisamente este paradigma social, el que un sinnúmero de organizaciones de la sociedad civil mexicana han adoptado en la base de sus acciones. Sí, porque a pesar de que la paz sea mucho (mucho) menos visible que la violencia, lo cierto es que desde hace tiempo, y aún con más fuerza durante estos últimos años “en pie de guerra”, ciudadanos tanto mexicanos como extranjeros, en lo individual y en lo colectivo, han trabajado y siguen trabajando para insertar en este México violento y violentado, los principios de una “Cultura de Paz”.
Son movimientos que tal vez no se notan, pero su labor es larga y continuada: organizaciones de todo el país, desde el norte hasta el sur están ahí, algunas hace ya mucho tiempo, algunas apenas nacen, algunas están creciendo y otras están multiplicándose y comunicándose entre sí… tal vez no se notan, y tal vez, (sólo quizá), muchas de ellas ni siquiera son conscientes de que su trabajo de fondo, está impregnado de “Cultura de Paz”, de este nuevo paradigma poco comprendido por los mexicanos; pero lo cierto es que infinidad de grupos de todas las formas y tamaños, están labrando un camino pacifista en un país que –todavía- prefiere centrarse en su faceta más violenta.
Esta “otra vía” que la mayor parte del tiempo no se nota tanto, permite que las organizaciones trabajen con el silencio que la paz necesita… Pero, ¡atención! No es lo mismo ser silencioso que estar silenciado, pues como dice Johan Galtung (4), uno de los más relevantes estudiosos de la paz en el mundo: “La ausencia de información sobre la solución pacífica de conflictos, puede a su vez, estimular la ausencia de paz”… o ,dicho de otro modo: “lo que no se nombra, parece que simplemente no existe”, y esto es justamente lo que le sucede a La Paz de México.
Más que una caravana... la Paz es un largo camino
El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado prioritariamente por el poeta Javier Sicilia, es actualmente el más visible de los grupos que invoca a la paz en México; y aunque esta organización está conformada a su vez por otros movimientos sociales, lo cierto es que está muy lejos de ser el único. Es, eso sí, el que más cobertura mediática ha logrado por su identificación con las víctimas de la violencia desatada por la “guerra antinarco”; es decir que, una vez más y como en el caso de Chiapas, la irrupción de la guerra, es lo que provoca en el país un llamado por la paz.
Y precisamente para que “los pacíficos se noten más”, entre el 12 y el 21 de septiembre de 2012 (este viernes que se conmemora el Día Internacional por la Paz), el movimiento hasta hace poco liderado por Javier Sicilia ha convocado a las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general, a salir a las calles para celebrar “10 días por la paz y los derechos humanos” en todo el territorio nacional.
La llamada Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad realizó desde el 12 de agosto y hasta el 12 de septiembre, una trayectoria por una veintena de ciudades de Estados Unidos. La intención principal de este recorrido de más de 9 mil kilómetros fue la de unir esfuerzos con la sociedad civil estadounidense para contrarrestar los daños mortales que causa el flujo armamentístico desde EU, donde operan alrededor de 100 mil permisionarios legales, sin contar con las muchas armas que llegan a México por la vía ilegal desde el vecino país del norte.
Se trata de un gran esfuerzo pacifista mexicano cruzando las fronteras, pero esta marcha que centró la atención de la prensa nacional e internacional, no es la única que se ha realizado en el país. Las primeras caminatas pidiendo “paz y justicia”, las realizaron los indígenas de México en busca de la atención de sus propios gobernantes y ciudadanos.
Hace exactamente 10 años, otros caminantes por la paz declaraban:
Con los pies cargados de ampollas pero con el corazón entero y firme, llegamos por fin a la capital de México (…) y sin que nos diéramos cuenta, nuestros pasos lograron abrir también los corazones de miles de hermanos y hermanas de la República que nos vieron pasar (…) y entendimos cómo era el camino que andábamos: un camino largo, un camino que hay que andarlo despacio y que sólo se puede lograr si lo caminamos juntos…”.
Se trataba de la caravana Xi’ Nich’ que en 1992 (dos años antes del levantamiento zapatista) recorrió más de mil kilómetros en 52 largos días desde Palenque hasta Ciudad de México. Luego, durante 2000, Xi’ Nich’ volvió a caminar por la paz, esta vez desde Acteal hasta la Basílica de Guadalupe… Y décadas después, muy pocos saben que estos caminantes pacíficos no sólo existen todavía, sino que su actividad sigue vigente, tal vez más ahora que entonces, pues la guerra que antes fue de los indígenas, y que a muchos mexicanos nos pareció ajena, hoy se ha generalizado en el país, atizada por las mismas razones que hace ya 20 años “los hombres de la selva” vaticinaron mucho más allá del narcotráfico: injusticia y desigualdad social, pobreza extrema, agravios ancestrales, exceso de presencia y acción militar, y sobre todo, indiferencia social…
“Lo que hemos estado viviendo no sólo en México, sino en el mundo: abusos, guerras, corrupción, violencia y todo tipo de injusticias, es porque hemos puesto el énfasis en la separación y no en la unidad. Nuestras culturas ancestrales vivían de otra manera y hoy ha llegado el momento de darnos cuenta, de recuperar la visión y la sabiduría de quienes nos antecedieron. Los abuelos de mis abuelos sabían que entre 1992 y 2012 sería el inicio del cambio. Lo que nosotros llamamos un ‘katún’, es un periodo de ‘no tiempo’ que dura 20 años del tiempo occidental, y donde será posible potenciar aquello en lo que decidamos poner nuestra atención: ya sea en la violencia y la guerra, o bien, en la paz y en la unidad. Esa es nuestra meta.”
Ac Tah, mejor conocido por la mayoría como “El Caminante Maya”, es un heredero de la tradición mayaab que proviene del linaje “Tah Baak y Ac Canche” del oriente de Yucatán. Actualmente tiene 45 años y desde 2008 se ha dedicado a recorrer el país, cuyo territorio entero ha abarcado más de dos veces en estos últimos cuatro años. La caminata de Ac Tah, su caravana personal por la paz, tiene como finalidad “transformar la energía de los mexicanos”, a través del movimiento denominado “Un minuto por México”
“El nuestro es un país especial. A nivel energético somos, por decirlo así, el lugar geológicamente elegido para liderar un despertar de consciencia. No es casualidad que nuestra cultura piramidal sea tan amplia (…) estos sitios son en realidad puntos capaces de activar la esperanza, pero para eso tenemos que despertarla en nosotros. Yo en mis recorridos me he encontrado un México hermoso, con muchísima –pero muchísima– más gente buscando la paz que deseando la guerra (…) En nuestras tradiciones no existen seres humanos ‘negativos o malos’, sino personas que carecen del conocimiento, que no saben cómo actuar (…) a veces lo único que se nos ocurre es protestar o violentarnos (…) a veces encerramos el término paz en la religión o la política, pero es algo mucho más amplio a lo que todos podemos acceder”, explica.
“Un minuto por México” es otro de los muchos movimientos poco visibles pero presentes, que a su manera, como lo hace cada uno, promueve desde hace años “la pacificación de México”. Y en el caso de Ac Tah, se hace a través de meditaciones masivas y de pequeños pero significativos actos “de alegría” (como él los llama) que cada uno de los participantes dedica al país para “elevar su energía”.
Sin determinarse por creencias religiosas, la meditación ha sido desde hace por lo menos 5 mil años, una herramienta muy utilizada para encontrar paz y equilibrio. De hecho, experimentos avalados por científicos han comprobado su eficacia incluso para reducir los niveles delictivos en algunas de las ciudades más violentas del mundo, bajo la premisa de que “el pensamiento genera realidad” tanto en lo individual como en lo colectivo.
Mexicanos al grito de... ¿Paz?
El pensamiento colectivo es lo que genera un determinado paradigma social. Y el paradigma actual, pareciera no poder evitar concentrarse con mucho mayor énfasis en la violencia, una atención que –creámoslo o no– tiene serias consecuencias, según han comprobado diversos estudios de la llamada Investigación para la Paz:
“Es lamentable observar cómo generalmente el potencial humano para la paz es despreciado, mientras que la violencia y la guerra se enfatizan y exageran. Al final, este énfasis en la violencia y en la guerra termina por ‘normalizarla’, (…) y esto no sólo es erróneo, sino que tiene pésimas consecuencias en nuestra vida social y política, pues acaba por convertirse en una ‘profecía que se auto-cumple’”, afirma el antropólogo Douglas P. Fry, especialista en resolución de conflictos, y con un amplio trabajo de campo en México.
Sin duda, adentrarse en la “Cultura de Paz” exige un verdadero cambio de modelo social, comenzando por lo pequeño y por supuesto, por ‘los más pequeños’. Son ellos, los niños de hoy, los que con más probabilidad podrán absorber las nuevas enseñanzas que propone la denominada “Educación para la Paz”, una de las muchas aristas que comprende el paradigma pacifista.
"Hace tres años, yo elaboré una propuesta para crear las ‘bandas de paz’, que básicamente consistía en transformar nuestras actuales ‘bandas de guerra’ de niños y jóvenes en un modelo más pacífico, para que desde pequeños se fueran familiarizando con la paz. Envíe esta propuesta a la Secretaría de Educación y Cultura de Sonora, pero parece que no les gustó, o que no les pareció un buen momento político, pues me respondieron –muy amablemente– que yo debía presentarla por mi cuenta ante el Congreso de la Unión. Yo he aprendido a tener paciencia con estas cosas (…) mi propuesta finalmente la retomó una organización internacional que está promoviendo la paz desde España (…) y creo que ahora sólo hace falta que nuestras autoridades también vean la importancia de estos gestos por la paz, sobre todo entre nuestros niños, nuestro futuro”.
Ignacio Bussani es escritor, poeta y periodista en su natal Sonora, y aunque la creación de “bandas de paz” para sustituir los acordes de guerra que nos acompañan desde la infancia podría parecer una propuesta ingenua, lo cierto es que proyectos similares ya se desarrollan en otras latitudes. Ecuador por ejemplo, es un país que lo ha retomado de lleno, consciente de la importancia de un cambio educativo desde las raíces mismas, y desde cosas que –quizá– podrían antojarse nimias o superficiales.
Pero es verdad. La llamada “Educación para la Paz” es mucho más que eso, aunque su fondo, sí contempla “un nuevo ritmo pedagógico”. Como dice una canción: “en la escuela nos enseñan a memorizar fechas de batallas, pero poco nos enseñan de amor”. Esto mismo es lo que dice el catedrático catalán Vicenç Fisas, especialista en el tema, cuando afirma: “Tanto la guerra como la paz son frutos culturales; y podemos educarnos para una cosa o para la otra”.
Una nueva sociedad precisa ciudadanos nuevos y esos ciudadanos requieren a su vez, de espacios nuevos. Esto es lo que se ha planteado desde hace una década la organización regiomontana “Enlazando Esfuerzos Conjuntos”, que entre sus muchos programas contempla a la paz como un aspecto transversal, que atraviesa todos los campos de acción social.
“Necesitamos una nueva versión del mundo; México se merece un tiempo nuevo; todos lo merecemos. (Pero) nuestro país no ha tenido nunca un encuentro puntual con la paz (…) y nunca se nos ha enseñado cómo ejercitar la resolución de conflictos (…) no estamos educados en este aspecto”, dice Mariela Manzano, fundadora de esta organización.
"Enlazando la Paz” es uno de estos programas que arrancó en 2012 con un novedoso y atractivo proyecto piloto, en donde participan varias escuelas públicas y privadas y otros organismos civiles de Monterrey, Nuevo León, bajo la asesoría de instancias internacionales expertas en Educación para la Paz
“Este proyecto que comenzó a funcionar en Monterrey en este año escolar 2012, ha sido ampliamente probado en más de 2 mil 200 escuelas de varios países y sus beneficios los han recibido más de un millón y medio de alumnos en todo el mundo. Es una metodología única, con alcances a largo plazo (…) Aquí no se contempla a la paz como una materia extracurricular, ajena al programa de estudios, sino que permea dentro de toda la educación que reciben los niños”, dice Adda Garza, directora de “La Paz comienza con los niños”, una de las asociaciones locales que participan en este peculiar y pacífico experimento social.
La metodología a la que se refiere Adda Garza fue implementada por Dr. H.B. Danesh, fundador y presidente del International Education for Peace Institute (Instituto Internacional de Educación para la Paz) con sedes en Canadá y Suiza. La primera vez que este programa se puso en marcha y probó sus frutos, fue nada más y nada menos que en Bosnia-Herzegovina en 2000, tras el traumático paso por la guerra civil que vivió la ex Yugoslavia a finales de los 90.
Y aunque queda gran trecho por caminar, lo cierto es que México comienza a dar pasos firmes hacia este “nuevo paradigma educacional”, y no sólo para los más pequeños. La Universidad Albert Eisten, en el Estado de México, a la postre una de las entidades más violentas en la actualidad, ofrece desde hace ya varios años la Maestría en Educación para la Paz, con bastante éxito.
“Todos nuestros egresados salen con una visión más ética del mundo; la mayoría de ellos han montado ya sus propios esfuerzos sociales y pacifistas en organizaciones acordes con los ideales que aquí se enseñan (…) No, nosotros no somos idealistas, somos muy realistas. Prueba de ello es que habemos muchas personas trabajando para la paz en nuestro país, aunque por ahora no se note tanto (…) después de todo, la paz se hace, no se grita”, dice Héctor Manuel Vázquez Castillo, director de esta peculiar maestría pacífica mexiquense.
Las balas que también matan, pero que no vemos
El mundo entero, y México no es la excepción, está impregnado de una “narrativa de la violencia”. Ella y no la paz, es la imagen con la que nos representamos cotidianamente, tal vez porque efectivamente hay mucha ignorancia en lo que verdaderamente significa la paz. Y la paz, dicen quienes la estudian, “la paz es mucho más que la ausencia de guerra”; es erradicar y renunciar a todo tipo de violencias: física, psicológica, cultural y sobre todo, económica, la llamada “violencia de las estructuras”, la más letal de todas las violencias actuales.
Sí. La paz suele ser silenciosa mientras actúa, y aunque sea “la guerra antinarco” lo que parece inundar nuestro ánimo cotidiano, lo cierto es que el país está librando desde hace tiempo otras guerras que no vemos ni escuchamos, y que son quizá, las que deberían preocuparnos, provocar nuestro estupor y ocupar nuestras acciones. Y ésta es precisamente la tarea que muchos –muchísimos– mexicanos se han impuesto desde hace años para conseguir un México más pacífico, a largo y seguro plazo.
El desplazamiento interno a causa de la violencia directa, por ejemplo, es uno de los temas recurrentes en la actualidad; sin embargo, olvidamos que los éxodos en el país son históricos, y no siempre causados por el narcotráfico. Al inicio de la década de los 90, la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) guardó un absoluto –e inexplicable– silencio acerca de una situación que jamás se ha detenido y que con los años, no ha hecho más que empeorar.
Promover la paz con justicia significa provocar un cambio de consciencia (…) significa descubrir las causas estructurales que provocan los efectos de la guerra (…) Paz es tener posibilidades de sobrevivir más allá de los primeros años de vida; paz es tener qué comer dignamente y todos los días”. Estas palabras que suenan tan actuales, fueron pronunciadas en 1995 por Samuel Ruiz, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, fallecido apenas en 2011.
En el momento del discurso pronunciado por el sacerdote, dos veces nominado al Premio Nobel de la Paz, en Chiapas la mortalidad infantil por desnutrición ascendía a 10 mil niños por año, mientras que en 1993, fuerzas armadas de diversas índoles habían asesinado “en silencio” a más de 15 mil indígenas ante la casi total indolencia del resto del país.
Hoy, en 2012 y de acuerdo a un informe publicado por el Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social (CEIDAS), en los últimos seis años (2006-2012) en México fallecieron 85 mil 343 personas por desnutrición severa, es decir: casi el doble de muertes que reportan las cifras oficiales de la llamada “guerra contra el narcotráfico” durante el sexenio calderonista.
Balas invisibles pero igualmente mortales. De esto trata la “violencia de las estructuras”. De esto trata comprender los verdaderos alcances de una guerra, para comprender la profundidad de la paz que desea alcanzarse; una paz mucho más allá de la lógica militar, puesto que ésta, sólo puede –acaso– prometer lo que los estudiosos suelan llamar “la paz armada”, que poco o nada tiene que ver con la verdadera seguridad. Conocer a los verdaderos enemigos que enfrentamos, es lo que permitirá que México pueda, por fin, darle un nuevo significado a la paz que tanto ansía.
Legislar la Paz y hacer de ella un Derecho Constitucional
Así, en la búsqueda de una paz positiva y duradera, y en plena efervescencia de los discursos guerreros, a mediados de 2011 varias organizaciones pacifistas con el apoyo de una veintena de diputados, presentaron ante el Congreso de la Unión una propuesta para crear formalmente en México una “Ley de Cultura de Paz y de No-Violencia”. Propuesta que fue bloqueada por la Comisión de Gobernación, y que nunca llegó al pleno del órgano legislativo, ni siquiera para discutir la viabilidad de “legislar la paz” en nuestro país.
“¿Por qué la bloquearon? Por desconocimiento del tema y quizá por intereses partidistas, porque no sólo es una ley viable sino necesaria. El Centro de Finanzas Públicas de la pasada legislatura realizó incluso un estudio de impacto presupuestal, y determinó que crear esta comisión costaría unos 193 millones de pesos; una partida casi irrisoria si tenemos en cuenta todo lo que podría hacerse con este órgano que convertiría la cultura de paz en verdaderas políticas públicas con una guía ética de fundamento legal, tal como se ha hecho en otras naciones, que ya han elevado el Derecho a la Paz a rango constitucional”
Esto lo afirma Hiram Valdéz Chávez, aquel estudiante golpeado por el estallido de la guerra en Chiapas y convencido pacifista desde hace 20 años, quien hoy lidera el Consejo Nacional para la creación de una Cultura de Paz y No Violencia en México (COMNAPAZ), organismo ciudadano que agrupa a unas 80 organizaciones pacifistas de todo el país.
Pero las 80 organizaciones que conforman COMNAPAZ, y aún las organizaciones que se han unido al Movimiento por la Paz antes liderado por Javier Sicilia, están lejos de ser todas las que están. Pues por increíble que parezca, hoy resulta difícil dibujar un mapa exhaustivo de “la paz en México”. Y esta ignorancia sobre los constructores de paz, forma parte de la cultura violenta, el paradigma actual en el que todavía nos movemos; ese que obvia y soslaya los esfuerzos individuales y colectivos de quienes, de una u otra manera, han decidido enfrentar las muchas guerras visibles e invisibles que libra el país desde hace mucho tiempo.
Las cifras estructurales están ahí, dispuestas a desvelarnos “los otros enemigos de México”, los que se mueven entre nosotros casi tan silenciosos como la paz misma, pero precisamente en el sentido inverso, en el sentido de violencia y guerra, disfrazados a veces de progreso y seguridad.
De acuerdo al Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) México es actualmente el cuarto país de Latinoamérica que más recursos destina al gasto militar, una partida que en 2012 ascendía a la nada despreciable cifra de 4 mil 859 millones de dólares. En cambio, según el Banco Mundial, durante el presente sexenio (2006-2012) el gasto por habitante en salud se incrementó en menos de 0.2% y el presupuesto para educación no tuvo ningún cambio. En estos seis años, durante lo que la mayoría identificamos como “la guerra del narco”, en realidad el país era aniquilado por otra guerra paralela, pues la cifra de personas en situación de pobreza aumentó en 10 millones.
Sí, ciertamente, es difícil hablar de paz cuando se teme por la vida. Nombrarla en tiempos de guerra, se convierte en un acto casi subversivo, pero es absolutamente necesario, pues solemos pensar que los enemigos reales de la paz, son exclusivamente la guerra y la violencia directa. Y nos olvidamos que también es enemigo de la paz aquél que la omite o la silencia, o quien ignora las verdaderas causas que subyacen bajo las acciones violentas.
“Hay mucha gente trabajando por la paz de México, pero nos ha faltado unirnos y ser más visibles. Conformamos este consejo precisamente para enmendar esas fallas, y vamos a insistir con esta legislatura para lograr que la paz sea un derecho por ley. Sabemos que por ahora el apoyo político es poco, porque hay mucho desconocimiento sobre el tema y sobre todos los alcances transversales que tiene la paz (…) pero en un momento como el que vive el país, es imprescindible dar pasos hacia una nueva cultura, la Cultura de Paz. Aquí lo más importante es que la ciudadanía sí es consciente de esta necesidad, y la existencia de la COMNAPAZ lo refrenda”, dice Hiram Valdéz Chávez.
Ac Tha, el caminante maya lo reafirma: “Lo que más me impacta y más me gusta de este tiempo es que las personas de a pie lo están comprendiendo. Lo que estamos viviendo hoy, toda esta violencia y miedo, es porque hemos puesto el énfasis en la separación y no en la unidad. Yo creo que ha llegado el momento de que hagamos propuestas en lugar de protestas. Nuestros antepasados nunca hablaron de destrucción, sino de construir un tiempo nuevo. Hoy es el momento propicio para crear cosas diferentes, y de verdad es fácil si cada uno colabora con la parte de país que le toca”.
En nuestro paradigma actual tendemos a pensar con desesperanza que las condiciones externas determinan nuestra psicología, pero Gandhi, el pacífico entre los pacifistas, afirmaba categóricamente que: “Un hombre y un pueblo, puede rehacer su psicología y con ello, cambiar sus condiciones”. De esto precisamente se trata el paradigma que propone la “Cultura de Paz”, un paradigma social que, seamos o no conscientes de ello en este momento, ha comenzado en México a plantarle una cara pacífica a los violentos.
Y tal vez, si nos decidimos a mirar con más atención y a darle una oportunidad y una voz a la paz que se mueve en México aún en medio de tanta violencia, aquél discurso inicial de Calderón: “Frente a la fuerza de quienes apuestan por la violencia, ha ganado la fuerza de los pacíficos”, podría convertirse quizá –y como dicen los expertos– en una “profecía pacífica que se auto-cumple”… a pesar de que, tristemente y casi con seguridad, el presidente saliente pase a la historia mexicana como “el Presidente de la guerra”.
Cristina Ávila-Zesatti. Sin Embargo.mx. 21/09/12

Revista Conexión Social

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Consejo de Valores Nuevo León y Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

Cultura de Paz y Mediación de José Benito Pérez Sauceda

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Cultura de Paz y No Violencia Monterrey

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Cultura de Paz y No Violencia Monterrey. Juntos, Podemos hacer la Paz, Podemos Ser la Paz. Creador/Coordinador: José Benito Pérez Sauceda; *Pintura de la cabecera: Pérez Ruiz.
Cultura de Paz y No Violencia Monterrey desde 2010.

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