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1661. El Mantenimiento de la Paz durante las pandemias precisa respuestas coherentes y polifacéticas

La actual pandemia de coronavirus no solo representa una amenaza al desarrollo y a la consolidación de la paz, sino que también corremos el riesgo de agudizar los conflictos o propiciar otros nuevos, explicó este miércoles el titular de la ONU. 
En una sesión del Consejo de Seguridad sobre los desafíos para lograr una paz sostenible durante las pandemias, el Secretario General de las Naciones Unidas razonó que, durante esta época de incertezas aumentan las interrogantes sobre la eficiencia de los sistemas de salud, los servicios sociales y la confianza en las instituciones y sistemas de gobernanza. 
“Todo esto significa que nuestro compromiso de mantener la paz es más urgente que nunca. Los desafíos de esta pandemia ponen de relieve como nunca la necesidad de dar respuestas coherentes, multidimensionales y transversales según la lógica interna de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, destacó António Guterres. 
Sin embargo, y aunque sabemos que aplicar métodos de prevención coherentes y adaptados a los conflictos que contribuyan a afrontar las crisis sanitarias y humanas permitirán conseguir una paz sostenible, Guterres detalló tres grandes amenazas: la pérdida de confianza en las instituciones públicas y gobiernos, la inestabilidad del orden económico mundial y el deterioro del tejido social. 
Las desigualdades y la pobreza demandan una conducta coordinada 
En el primer supuesto explicó que cuando se produce la impresión de que las autoridades no manejan las crisis correctamente o hay una falta de transparencia, la población tiende a desilusionarse del gobierno y sus instituciones. 
Con relación a la desestabilización del sistema económico global advirtió que de no producirse una actuación coordinada, “las desigualdades, la pobreza mundial y el potencial de inestabilidad y violencia podrían aumentar durante años”. 
En tercer lugar, evidenció el desgaste del tejido social en el recorte del espacio cívico y el bloqueo para el ejercicio de la democracia y la manifestación legítima de agravios. 
“Hemos visto muchas protestas pacíficas, y en varios países, la COVID-19 se ha usado como excusa para tomar medidas severas y aumentar la represión estatal. Al menos 23 países han aplazado elecciones o referendos nacionales, y casi el doble han aplazado votaciones a niveles inferiores”, detalló. 
Efectos positivos durante la crisis de la COVID-19 
En el lado opuesto de la balanza, durante la pandemia y como hechos positivos, Guterres citó la atención prestada en muchos lugares a su llamado a un alto el fuego de alcance mundial; la aprobación en julio de la resolución 2532, “un paso en la dirección correcta”; no obstante, apuntó que “se necesita mucho más para traducir los primeros logros en medidas concretas sobre el terreno”. 
Junto a estas dos aportaciones resaltó también la influencia que pueda ejercer el máximo órgano de seguridad para realizar una mayor labor de prevención. 
En el actual contexto indicó que esto se traduciría en adecuar las respuestas a la pandemia “empezando por un análisis multidimensional que examine cómo esta afecta a los riesgos ocultos derivados de los conflictos”; la importancia de la inclusión, especialmente con comunidades marginadas, grupos de mujeres y jóvenes; y una estrecha colaboración entre los agentes humanitarios, de desarrollo y de paz. 
“Por ejemplo, para consolidar la paz, debemos garantizar que los problemas humanitarios se aborden completamente de manera integral. El Líbano es un ejemplo de ello”, manifestó. 
Igualmente subrayó la necesidad de crear alianzas robustas con los gobiernos, las organizaciones regionales y subregionales, el sector privado y los agentes de la sociedad civil; así como de garantizar que las Instituciones Financieras Internacionales, como el Banco Mundial y el FMI- incluyan el mantenimiento de la paz como una prioridad. 
Por último, calificó de “esencial” la actual colaboración del Consejo de Seguridad con la Comisión de Consolidación de la Paz, aunque su demanda siga superando a la oferta. “Esperamos aprobar 210 millones de dólares en proyectos este año, pero eso todavía está muy lejos del ‘gran salto‘que he pedido en este Consejo y en otros lugares”, aclaró. 
Noticias ONU. Naciones Unidas 12/08/2020 
Correo electrónico de Cultura de Paz Monterrey: josebenitoperezsauceda@hotmail.com

1058. México participará en operaciones de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la Paz

Dichas labores pueden comprender personal militar o civil para la realización de una amplia gama de tareas que involucren a ingenieros, médicos y enfermeros, observadores políticos y militares, asesores electorales, especialistas en derechos humanos
El presidente Enrique Peña Nieto anunció la decisión de México de sumarse a las operaciones de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, realizando actividades de índole humanitaria en beneficio de la población civil.
Al participar en la 69 Asamblea General de la ONU, el mandatario dijo que con esta determinación México, "como actor responsable", da un paso histórico en su compromiso con este organismo internacional.
"México apoya y valora las operaciones para el mantenimiento de la paz, instrumento de la ONU que ayuda a los países a superar conflictos y crear condiciones para una paz duradera mediante acciones de reconstrucción, asistencia humanitaria y seguridad.
"Por eso México ha tomado la decisión de participar en las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas realizando labores de índole humanitaria en beneficio de la población civil.
"Nuestra participación será atendiendo a un mandato claro del Consejo de Seguridad y estará apegado a los principios normativos de política exterior establecidos en nuestra Constitución", señaló el Presidente de la República en el cierre de su discurso.
En lo que es la primera participación de Peña Nieto ante la Asamblea General de la ONU, dijo que el próximo año, cuando el organismo cumpla 70 años, será una gran oportunidad para hacer de la pluralidad un activo y una fortaleza para cambiar.
"Con la participación de todos, con el impulso y la audacia de los Estados Miembros, las Naciones Unidas pueden transformarse en beneficio de toda la humanidad".
Sostuvo que para hacer frente a los desafíos del Siglo 21 la humanidad necesita de unas Naciones Unidas con un nuevo diseño institucional, un renovado compromiso por la paz y la seguridad y con una agenda de desarrollo clara e incluyente.
Hizo notar que "cambiar nunca es fácil" y menos cuando se requiere de una transformación de fondo que depende de la participación de múltiples actores y cada uno tiene sus prioridades e intereses.
"Es tiempo de construir una nueva Organización de las Naciones Unidas para un nuevo Siglo. Esto exigirá de todos los Estados voluntad para escuchar, dialogar, tolerar e incluso disposición para ceder", indicó.
Confió en que al final de este proceso el mundo tendrá una ONU más eficaz que trabaje con éxito en favor de la paz y el desarrollo del planeta. "Mi país está dispuesto a ser parte activa de esta transformación, esta decidido a evolucionar con las Naciones Unidas", dijo.
Ante el pleno de la ONU, el Presidente afirmó que son múltiples las voces que reconocen la necesidad de un cambio en este organismo internacional pero que al mismo tiempo creen que es imposible lograrlo porque nadie cederá en sus posiciones.
Dijo que "México actuó con decisión y audacia, se atrevió a transformarse y a ponerse en movimiento, con base en esta experiencia, estoy convencido, de que la Organización de las Naciones Unidas también puede cambiar", enfatizó.
Dijo que a casi 70 años de su fundación las Naciones Unidas deben evolucionar como lo ha hecho el mundo; "sé que no será fácil construir consensos para lograrlo porque se tendrán que romper inercias y cambiar paradigmas, pero también sé que aquí existe el talento, la visión y la audacia para lograrlo".
Apuntó que en México había una situación similar, "había quienes coincidían en la urgencia de impulsar cambios estructurales al interior de nuestro país, pero que a la vez advertían que no sería posible concretarlo. Esas voces aseguraban que las fuerzas políticas y el gobierno de la República no podríamos ponernos de acuerdo para transformar a nuestra nación.
"Sin embargo, México mostró que sí es posible construir en la pluralidad, que la diversidad es una fortaleza cuando hay disposición para el diálogo constructivo. La base para lograrlo fue el Pacto por México, un acuerdo para impulsar una amplia agenda de reformas en distintos ámbitos de la vida nacional", indicó.
Subrayó que a partir de este instrumento político, los mexicanos se atrevieron a mejorar la calidad de la educación, a flexibilizar el mercado laboral, combatir los monopolios y las prácticas anticompetitivas, a modernizar las telecomunicaciones, a ampliar la oferta de créditos y reducir su costo, a fortalecer las finanzas públicas y a iniciar un nuevo modelo de desarrollo energético.
Puso énfasis ante el concierto de las naciones que los mexicanos decidieron renovar sus instituciones políticas y electoral, lo mismo que del sistema de justicia y de transparencia. Indicó que estos cambios se habían pospuesto por décadas debido a que ningún partido tenía la mayoría legislativa en los últimos años.
"Sin embargo, a partir del diálogo y los consensos fue posible concretarlos en tan sólo 20 meses", dijo. Asentó que la principal diferencia con el pasado fue la voluntad de toda una nación que se atrevió a cambiar.
Subrayó que gracias a las Naciones Unidas el mundo es más libre, más democrático y más desarrollado. Dijo que así como son evidentes las contribuciones de la ONU al bienestar de millones de personas, también son innegables los múltiples desafíos que hoy enfrentan todos los países del planeta.
"Desde la economía global que aun no recupera su dinamismo, pasando por conflictos regionales que han causado muerte y migraciones forzosas hasta el cambio climático que genera desastre naturales, es claro que el mundo necesita respuestas multilaterales más eficaces", señaló.
Indicó que en un mundo con tantos fenómenos que trascienden fronteras se requiere de la cooperación internacional como nunca en la historia; "y esa suma de esfuerzos globales sólo puede surgir aquí, en las Naciones Unidas".
La participación de México en Operaciones para el Mantenimiento de la Paz será gradual, en términos cuantitativos y en el tipo de labores en las que se participará.
Dichas labores pueden comprender personal militar o civil para la realización de una amplia gama de tareas que involucren a ingenieros, médicos y enfermeros, observadores políticos y militares, asesores electorales, especialistas en derechos humanos, por solo citar algunos.
La participación de México está condicionada a: 
1. La autorización expresa y un mandato claro del Consejo de Seguridad de la ONU, en tanto que es el único órgano facultado para tomar decisiones para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
2. El consentimiento expreso y la cooperación del Estado en donde se desplegará la OMP.
3. La conformidad con el marco jurídico nacional y las prioridades de la política exterior.
4. La realización de tareas de índole humanitaria en beneficio de la población civil.
México ha participado en Operaciones de Mantenimiento de la Paz en tres ocasiones: con observadores militares en los Balcanes (1947-1950), y en Cachemira, en la frontera entre la India y Pakistán (1949), y en El Salvador (1992-1993) con 120 policías.
Francisco Reséndiz. Eluniversal.com.mx. 24/09/14

Peña anuncia que México participará en operaciones de paz de la ONU
Fuerzas y civiles mexicanos volverán a participar en operaciones para el mantenimiento de la paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), anunció el presidente Enrique Peña Nieto.
En su discurso ante la Asamblea General del organismo, el mandatario señaló que con esta decisión busca demostrar el "compromiso" de México con la resolución de conflictos internacionales.
"Mi país está dispuesto a ser parte activa de esta transformación, está decidido a evolucionar con las Naciones Unidas. México apoya y valora las operaciones para el mantenimiento de la paz, instrumento de la ONU que ayuda a los países a superar conflictos y crear condiciones para una paz duradera mediante acciones de reconstrucción y asistencia humanitaria", dijo Peña Nieto.
"Por eso México ha tomado la decisión de participar en las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas realizando labores de índole humanitaria en beneficio de la población civil. Nuestra participación será atendiendo a un mandato claro del Consejo de Seguridad y estará apegada a los principios normativos de la política exterior. Con esta determinación, México da un paso histórico en su compromiso con la ONU", agregó.
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) informó más tarde en un comunicado que la participación de México podrá comprender personal militar o civil, cuya intervención "será gradual en términos cuantitativos" y en tareas como ingeniería, medicina, enfermería, de observación política, asesoría electoral y de derechos humanos.
El mensaje señala que México sólo participará en operaciones para el mantenimiento de la paz aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU y si el Estado donde vayan a desplegarse accede a que se realicen.
México ha participado en este tipo de operaciones en tres ocasiones, según la SRE.
La primera fue en Los Balcanes de 1947 a 1950 y la segunda en la región de Cachemira, en la frontera entre India y Pakistán, en 1949. En ambos casos se intervino con observadores militares, mientras que la tercera ocasión se hizo con 120 policías en El Salvador, entre 1992 y 1993.
Actualmente hay 16 operaciones en marcha en el mundo, en lugares como Haití en América Latina y Costa de Marfil y Liberia en África.
Peña plantea reformar la ONU
En su discurso ante la Asamblea General, Peña Nieto también propuso una reforma a la ONU, argumentando que los problemas globales necesitan un organismo "nuevo".
"La ONU debe atreverse a cambiar para mejorar", dijo el mandatario, y como ejemplo pidió reformar el Consejo de Seguridad, responsable de atender amenazas mundiales y resguardar la paz.
Al respecto, el presidente planteó que el consejo tenga más miembros no permanentes —sin precisar un número—, que sus periodos sean más largos y que exista la reelección. Actualmente, el consejo tiene 10 miembros no permanentes que cambian cada dos años.
Además, Peña Nieto propuso que los cinco miembros permanentes —China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia— no tengan derecho a vetar resoluciones cuando se discutan casos de violaciones graves al derecho internacional.
"Necesitamos un Consejo de Seguridad que evolucione y sea representativo del nuevo equilibrio mundial", dijo.
El presidente mexicano reconoció que concretar estos cambios no sería sencillo, aunque consideró que es posible lograrlos, como ha ocurrido en México con reformas estructurales pendientes desde hace varios años.
"Con base en esta experiencia, estoy convencido de que la Organización de las Naciones Unidas también puede cambiar", dijo.
Esta es la primera vez que Peña Nieto participa en la Asamblea General de la ONU. En 2013, el primer año de su mandato, canceló su asistencia para quedarse en México y atender las afectaciones que causaron el huracán Manuel y la tormenta Ingrid. En su lugar acudió el canciller José Antonio Meade.
mexico.cnn.com. 24/09/14
http://mexico.cnn.com/adnpolitico/2014/09/24/pena-anuncia-que-mexico-participara-en-operaciones-de-paz-de-la-onu

Van tropas del país a operaciones de ONU
El presidente Enrique Peña Nieto anunció que México se sumará a las operaciones de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, mediante acciones humanitarias en beneficio de la población civil, incluso con el envío de tropas a zonas de conflicto
El presidente Enrique Peña Nieto anunció la decisión de México de sumarse a las operaciones de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, mediante acciones humanitarias en beneficio de la población civil.
Al participar en la 69 Asamblea General de ese organismo, el mandatario mexicano subrayó que con esta determinación México, “como actor responsable”, da un paso histórico en su compromiso con este organismo internacional. 
La Presidencia precisó que la participación será gradual en términos cuantitativos y en labores las cuales pueden comprender personal militar o civil “para la realización de una amplia gama de tareas”. 
Las labores, detalló, pueden involucrar a ingenieros, médicos y enfermeros, observadores políticos y militares, asesores electorales, especialistas en derechos humanos. Condicionó la participación a cuatro puntos: 
La autorización expresa y un mandato claro del Consejo de Seguridad de la ONU; el consentimiento expreso y la cooperación del Estado en donde se desplegará la operación; la conformidad con el marco jurídico nacional y las prioridades de la política exterior y que sean tareas de índole humanitaria. 
La Presidencia argumentó que la decisión anunciada está fundada en los principios normativos de la política exterior contenidos en el artículo 89, inciso 10, de la Constitución y la Carta de las Naciones Unidas de la que México es Estado parte, así como en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018. 
“No se requiere de ningún cambio legislativo. La Constitución establece, en su artículo 76-III, que es facultad del Senado autorizar la salida de tropas fuera de los límites del país”, estableció la Presidencia. 
Actor global
Ayer, en su último día de actividades en esta ciudad, el Presidente de la República estableció:
“México apoya y valora las operaciones para el mantenimiento de la paz, instrumento de la ONU que ayuda a los países a superar conflictos y crear condiciones para una paz duradera mediante acciones de reconstrucción, asistencia humanitaria y seguridad.
“Por eso México ha tomado la decisión de participar en las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas realizando labores de índole humanitaria en beneficio de la población civil.
“Nuestra participación será atendiendo a un mandato claro del Consejo de Seguridad y estará apegado a los principios normativos de política exterior establecidos en nuestra Constitución”, señaló el Presidente de la República.
La ONU y el cambio
En su primera participación ante la Asamblea General, el presidente Enrique Peña Nieto hizo notar que el próximo año, cuando el organismo cumpla 70 años, será una gran oportunidad para la transformación de las Naciones Unidas.
En México existía un escenario similar pero se decidió a cambiar, dijo, y recordó la importancia del Pacto por México para consolidar el paquete de reformas estructurales y ponerse en movimiento.
“Con base en esta experiencia, estoy convencido de que la Organización de las Naciones Unidas también puede cambiar”, enfatizó el mandatario durante su discurso. 
Se manifestó por un Consejo de Seguridad que evolucione y se pronunció por ampliar el número de Miembros no Permanentes del Consejo, con asientos de largo plazo, y posibilidad de reelección. 
Consideró que también se debe fortalecer para que pueda combatir eficazmente el terrorismo, al tiempo de renovar los esfuerzos para el desarme nuclear.
La ONU “debe atreverse a cambiar para mejorar”, dijo en su primera aparición en el organismo. 
Francisco Reséndiz Enviado. eluniversal.com.mx. 25/09/14

135. General, Mediador, ...Casco Azul

Beirut, Líbano. Es un general. Pero es sobre todo un mediador. Alberto Asarta es el primer español que dirige una operación de Naciones Unidas. Está al mando de 12.000 soldados de 35 países que quieren acabar con décadas de hostilidades en Líbano. Setenta y dos horas con el hombre que debe devolver la esperanza a un pequeño Estado en cuyo territorio se baten los poderosos del mundo por persona interpuesta.
Hay gente que nace acojonada, pero yo no me encuentro entre ellos”, asegura con su proverbial aplomo el general Asarta. “Cuando España me ha requerido, nunca he dado un paso atrás. Cumplo órdenes y las hago cumplir. En este país soy el responsable de una misión de mantenimiento de la paz y exijo que mis cascos azules tengan tan claras sus obligaciones como yo las tengo. Que sean escrupulosos con las reglas de enfrentamiento, respeten las tradiciones y religiones de los libaneses, sean ejemplares. Estamos en Líbano para solucionar problemas, no para crearlos. Hemos venido a colaborar, no a combatir. Y si se tiene que montar un lío… se montará. Pero mientras, hay que seguir trabajando duro y sin arrugarse para evitarlo. La historia nos dice que en Líbano no vale la pena vivir acojonado”.
Alberto Asarta es un aragonés directo, echado para delante y con un físico poderoso producto de quinientos saltos en paracaídas, años de servicio en la Legión y kilómetros de maratones. A punto de cumplir los 60, aún sale a correr de madrugada rodeado de escoltas entre las alambradas que protegen esta base militar perdida en Naqoura, en el sur de Líbano. Proyecta la imagen del perfecto soldado. Le gusta cultivarla. Lleva las mangas de su uniforme de campaña arremangadas sobre los bíceps, las botas como espejos y la boina azul soldada al cráneo. Disfruta cuando se le define como un líder: “Para eso me he preparado toda mi vida”. Hijo y hermano de militares, tiene a gala haber sido formado en torno a valores que hoy suenan a trasnochados: disciplina, valentía, compañerismo, espíritu de sacrificio. Son su manual de estilo. Asarta es un conservador. Pero no un espadón nostálgico. Está más en la línea de los nuevos generales mediáticos estadounidenses. Diplomado en Estado Mayor, es un militar culto que se maneja en un buen inglés y francés y se define apolítico. “Como militar, represento el fiel de la balanza”. En ese sentido es difícil pillarle en un renuncio. Cuando le muestro el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados del 7 de septiembre de 2006, donde queda escrito para la historia cómo Mariano Rajoy criticó la participación del Ejército español en esta misión en Líbano con reflexiones como la siguiente: “Hay que admitir con toda honestidad que las operaciones bajo mando de la ONU han sido un fracaso y en algún caso un desastre total”, y le pido su opinión al respecto, rechaza comentar esas palabras: “De política no hablo”.
–Pero usted es el responsable político de esta misión de Naciones Unidas…
–Mis cometidos implican estar en el nivel político, pero no soy un político. Soy un militar. Y cualquier cosa que diga se puede interpretar mal. Mi misión es dirigir la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para Líbano (Unifil) y aplicar la Resolución 1.701 del Consejo de Seguridad de agosto de 2006: monitorizar el cese de hostilidades con Israel, evitar acciones hostiles en nuestra área, ayudar a la población civil, apoyar el despliegue de las fuerzas armadas libanesas en esta zona del país hasta que se valgan por sí solas y establezcan una zona libre de armas entre la Línea Azul (la línea de retirada del Ejército israelí que funciona como límite con Israel y estamos demarcando) y el río Litani; desminar, reconstruir, auxiliar al Gobierno libanés (si nos lo pide) para que no entren armas en este territorio, intentar que las partes dialoguen… Debemos crear un entorno de seguridad y estabilidad que permita que se avance hacia un cese del fuego definitivo y poder comenzar un proceso de paz. Y para ello me relaciono con políticos. Les escucho e intento convencer de la necesidad de la paz. Nuestro papel es mediar. Las partes en conflicto nos han pedido que vengamos a ayudarles. Esa es nuestra legitimidad.
El momento donde es más palpable el trabajo de mediación de Asarta es en las reuniones del llamado Tripartito, que comparte cada mes con altos mandos israelíes y libaneses. Se trata del único canal de comunicación que estos dos países (que carecen de relaciones diplomáticas y nunca han rubricado el fin de las hostilidades que les han enfrentado 30 años) mantienen abierto. Los encuentros se celebran en tierra de nadie, en la Posición 1-32A de Naciones Unidas. Un lugar desolado, irreal y defendido por cañones del Ejército italiano, en el que no hay más señal de vida que un pequeño edificio desnudo cuyo tejado está guardado por tiradores de élite. Para llegar hasta aquí hay que franquear varios controles. El primero en llegar es Asarta. Su todoterreno avanza precedido por blindados del Ejército indonesio erizados de ametralladoras. Cuando desciende de su vehículo le rodea su equipo de protección personal, una docena de soldados de élite españoles. A continuación llegan los generales hebreos: jóvenes, uniformados con desenfado y con el subfusil al hombro; después, los libaneses, más maduros y hieráticos; mostacho árabe y boina negra. Asarta los recibe por separado. Se instalan en una mesa cuadrada en el interior de la casamata desnuda. Ni se miran. Asarta oficia de anfitrión. El ambiente adquiere la tensión de una cuerda de piano. Asarta define este foro como “militar y técnico; tratamos cuestiones como la demarcación de la Línea Azul y los posibles incidentes armados que se hayan producido en la zona y se ponen sobre la mesa los agravios. Este foro tiene un papel básico en la promoción del diálogo y la confianza entre las dos partes. Si están dispuestos a arreglar algunas de sus diferencias mediante el diálogo, habremos dado un paso hacia la normalización”.
Las deliberaciones del Tripartito tienen carácter secreto. Los generales libaneses exigen que abandonemos la reunión. Salimos. En ese momento surca el cielo como un relámpago un avión de combate israelí. Según Unifil, los reactores del Ejército hebreo violan a diario el espacio aéreo libanés en misión de reconocimiento. Los israelíes afirman que seguirán realizando esos vuelos mientras las milicias de Hezbolá no entreguen las armas. Y viceversa. “Los dos bandos tienen razón; las dos son violaciones de la 1.701”, reflexiona Asarta. “Ambas partes están obligadas a cumplir los acuerdos; somos testigos y árbitros, pero no podemos hacerles cumplir la resolución por la fuerza. No podemos evitar los vuelos israelíes ni podemos registrar las casas de los libaneses. Yo no he visto esos arsenales de Hezbolá de los que habla Israel. De lo que sí tengo constancia es de las violaciones aéreas. Y en el asunto de desarmar a las milicias, la responsabilidad no es nuestra, sino del Ejército libanés, y estamos dispuestos a ayudarles si lo solicitan”.
Alberto Asarta es el primer español al frente de una operación de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas desde que se iniciaron en 1948 para observar el alto el fuego entre Israel y los países árabes. La comunidad internacional le ha investido con plenos poderes. Es jefe de la misión, representante del secretario general de la ONU y comandante de la fuerza. Mientras se desarrolla una misión de este tipo, los contingentes de cada país están bajo mando de Naciones Unidas a través del Force commander. Asarta (cuya candidatura fue propuesta por el Gobierno español y al que cada año Naciones Unidas debe confirmar al frente de la misión) está obligado a ser una mezcla de soldado, diplomático y árbitro. Un hombre bueno que aplique el palo o la zanahoria para evitar que la herida nunca cicatrizada entre Líbano e Israel se vuelva a abrir. Para lograrlo tiene a sus órdenes más de 12.000 soldados de 35 países. Una fuerza que incluye blindados, artillería, misiles, radares, fragatas y helicópteros. España cuenta con más de 1.000 hombres y mujeres en el Sector Este del país. Además, Asarta cuenta con un equipo de 1.000 civiles de 80 países y de una eficaz maquinaria de cooperación internacional para reconstruir las infraestructuras del sur de Líbano y reactivar su economía a través de proyectos de impacto rápido y microcréditos. Una estrategia ya practicada en otros países en conflicto, como Afganistán, para ganarse los corazones y las mentes de la población. La clave es que los libaneses no perciban a los cascos azules como un ejército de ocupación, sino como un ejército de paz. Lo explica Asarta: “No podemos ir contra Hezbolá por la sencilla razón de que es una formación legalizada, que forma parte del Gobierno y está reconocida por el propio presidente libanés como uno de los pilares de la defensa del país. Son una parte importante de la población entre la cual vivimos, tenemos que convivir con ellos, no podemos ir a contracorriente. Hay que lograr la confianza de la gente y que al mismo tiempo el Ejército libanés se vaya haciendo cargo de la situación”.
Asarta forma parte de la primera generación de oficiales españoles que salieron al mundo tras permanecer cuatro décadas encerrados por la dictadura franquista a cargo de la vigilancia del país. A comienzos de los noventa, cuando era un joven comandante, ya participó en la misión de pacificación de El Salvador. Después ocuparía destinos en rincones tan dispares como Bosnia, Estrasburgo, Argentina o Irak. En este último país, en abril de 2004, entraría en combate contra los islamistas del Ejército de Mahdi, que intentaban asaltar la base española que mandaba en Nayaf. La refriega se saldó con decenas de bajas iraquíes. Las imágenes de aquellos días muestran al zurdo Asarta, cubierto con casco y chaleco antibalas, abriendo fuego entre sacos terreros contra un enemigo invisible. Por aquella acción de guerra, el presidente Zapatero le premió, junto a cinco de sus soldados, con la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Rojo. Cuando a lo largo de la conversación le recuerdo aquellas escenas terribles, zigzaguea entre el orgullo del soldado que ha ganado una batalla y la tristeza del que ha visto morir en el campo de batalla. “Nunca olvidaré aquellos días; los ataques de la insurgencia… Llamaba a mi mujer en España y le decía: ‘Nos están atacando de nuevo’. Y ella escuchaba las explosiones… Aguantamos bien. Era mi obligación. De vuelta a España estuve fastidiado. Son cosas que no te gusta ver. Que marcan. Creo que hicimos lo que teníamos que hacer y volvimos todos vivos. No tengo de qué arrepentirme. No fuimos a Irak a hacer la guerra. Pero al final las cosas se torcieron. Actuamos de acuerdo a unas reglas de enfrentamiento que eran muy restrictivas en el uso de la fuerza. Durante la batalla no disparábamos contra las ambulancias, aunque nos constara que estaban trasladando a combatientes; no disparábamos contra los que fingían estar muertos; no destruíamos edificios donde podía haber población civil aunque hubiera tiradores emboscados. Mis órdenes fueron defensivas. Teníamos unas reglas. Y si nos las saltábamos, podíamos acabar ante un tribunal”.
–¿Mató usted a alguien?
–Prefiero no pensarlo.
Suena la llamada a la oración desde una mezquita vecina al cuartel general de Unifil y se cuela al despacho del jefe, amplio, convencional y pobremente amueblado, como todo este complejo de Naciones Unidas que ha crecido desde unas tiendas de campaña en mitad de la nada hasta convertirse en un enorme complejo militar y logístico que cubre las necesidades de los 12.000 soldados desplegados al sur del Litani. El recinto está amurallado con bloques de hormigón. Frente al escritorio del Force commander, una fotografía de él mismo arrojándose en paracaídas en 1978 ocupa un lugar preferente. “Así no me olvido de dónde vengo. Que dios me libre de las moquetas. Los despachos pueden hacerte perder la cabeza”.
Asarta insiste en que es un hombre de acción. Feliz sobre el terreno. Ante una bota de tinto. O compartiendo un narguile, esa pipa oriental a la que se ha aficionado en Líbano. Le gusta mezclarse con sus soldados. Lo comprobaremos durante una visita a la zona de Marwahim, en el límite con Israel, donde un equipo de zapadores italianos limpia de minas el campo. Hay miles sembradas por el Ejército israelí tras su retirada. Deben localizarlas y destruirlas. Son pequeñas cajas de un plástico parduzco que se confunde con el terreno y ochenta gramos de explosivo en su interior. Su objetivo es mutilar. Retirarlas es un trabajo de alto riesgo. Asarta desciende de un salto de su helicóptero y los trata con afecto. Repite el mensaje que acostumbra: “Soy uno de los vuestros”.
En las distancias cortas, el general resulta un tipo sobrado, empático, campechano; con un abrazo de oso y una gran sonrisa, elementos que le son útiles en su relación con los jefes tribales. Sabe que debe ganarse su confianza. Cualquier paso en falso de las tropas de Unifil podría herir las susceptibilidades de los libaneses, enojar a las milicias y causar un estallido de violencia. Ese escenario de conflicto se produjo a comienzos del pasado mes de julio cuando el contingente militar francés (poco dado a las sutilezas) se extralimitó en sus funciones de vigilancia registrando domicilios con perros y tomando fotografías. Llovía sobre mojado. En esos mismos días, los partidarios de Hezbolá comenzaban a movilizarse en todo el país en contra de las investigaciones del Tribunal Especial de la ONU para Líbano, encargado de procesar y juzgar a los responsables del asesinato en 2005 del primer ministro sunita, Rafiq Hariri, en Beirut. Las investigaciones del tribunal sitúan a Hezbolá como responsable. Un revés contra la imagen que ha cultivado de ser la resistencia del Estado libanés contra el sionismo. De ser un valor nacional. La organización chiita no estaba dispuesta a beber el cáliz del descrédito. Y comenzó a desestabilizar todo el país. Hasta derribar al Gobierno el pasado enero. Por eso, cuando los soldados franceses se comportaron al sur del Litani más como guerreros que como guardianes de la paz, la respuesta de los lugareños fue inmovilizar sus patrullas, apedrear sus vehículos, herir a uno de sus hombres y sustraerle las armas. La situación se le estaba escapando a Unifil de las manos. Tres días después, Asarta se vio obligado a aplacar los ánimos durante una reunión con los líderes locales, a los que pidió disculpas. Iría aún más allá al día siguiente con una carta pública de dolor de los pecados por el comportamiento de sus soldados. La iniciaba con este sentido párrafo: “Como un hombre de paz; como una persona que ama profundamente a este pueblo, os dirijo estas palabras en un espíritu de total sinceridad desde lo más profundo de mi corazón”. Encaje de bolillos.
Hace un año, tras ser nombrado jefe de Unifil, un grupo de amigos regaló a Asarta un capote de matador con sus estrellas de general bordadas en la esclavina. Era una forma castiza de desearle suerte. La iba a necesitar. En este pequeño país atrapado entre Oriente y Occidente, entre los petrodólares saudíes y los iraníes, que se debate para mantener un precario equilibrio entre las 17 confesiones religiosas que lo forman, alberga a miles de refugiados palestinos y está a tiro de las posiciones israelíes de la División Galilea, han muerto desde 1975 más de 200.000 personas víctimas de los enfrentamientos. En 2006, durante los 34 días de guerra no declarada entre Hezbolá y el Ejército hebreo, murieron 1.500 libaneses y 120 judíos. Barrios enteros en los suburbios chiitas del sur de Beirut fueron arrasados por los ataques aéreos de Israel y 100.000 viviendas quedaron destruidas en el sur del país. En su campaña contra Hezbolá, el rodillo militar israelí borró del mapa puentes y carreteras, aeropuertos y centrales eléctricas. En Beirut son evidentes las huellas de los bombardeos en Dahiya, el suburbio chiita de la capital donde Hezbolá dirige hasta el tráfico. Y aún más aquí, en el sur, un territorio que sufrió durante dos décadas la ocupación por parte de Israel. Hezbolá, el Partido de Dios, monopolizó durante ese periodo la resistencia, el poder político y religioso y los servicios sociales. Esta formación sigue gobernando de facto este territorio de 2.500 kilómetros cuadrados y 700.000 habitantes rodeado por una precaria frontera de 121 kilómetros con Israel. Su población recibió el pasado octubre al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, como a su líder natural. “Este es un tablero con blancas y negras, pero al mismo tiempo hay otros jugadores que juegan en el mismo tablero partidas simultáneas”, analiza Asarta. “Y su juego influye y confluye en este territorio. Hoy se puede iniciar un conflicto en Líbano al margen de los dos países que juegan la partida principal y por eso nuestra misión se desarrolla en un contexto más amplio que el área de operaciones sobre el que tenemos autoridad. Lo que ocurra en Palestina, Egipto, Irán, puede afectar a la frágil situación de Líbano. Y esa coyuntura crea una enorme inestabilidad en nuestra misión. Aquí se dilucidan intereses que no son precisamente los del pueblo libanés”.
Cruzar el sur de Líbano desde Naqoura hasta Marjayoun, donde está localizada la base Cervantes, que concentra al contingente español, permite sumergirse en el feudo de Hezbolá. Cada pueblo que atravesamos fue machacado por los bombardeos israelíes en 2006. Los aún visibles impactos de la artillería contrastan con nuevos palacetes y pequeños negocios financiados por las remesas del exterior y la cooperación internacional que han surgido en estos cuatro años de paz. A la entrada de cada poblado nos reciben enjambres de banderas amarillas de Hezbolá adornadas con Kaláshnikov, los retratos de los jóvenes kamikazes islámicos y las imágenes de Jomeini; las plazas de Tibnin, Tulin, Markaba o Ett Taibe están decoradas con piezas de armamento sustraído al invasor israelí. Todo remite a la guerra. Es imposible tomar imágenes. Hezbolá no lo permite. En los puntos estratégicos de nuestro recorrido se distinguen grupos de jóvenes barbudos con motocicletas y móviles vigilando los movimientos de los vehículos. Muchas mujeres visten chador. En El Adeisseh todavía se aprecian las ruinas de un puesto del ejército bombardeado por los israelíes en agosto tras un enfrentamiento en la Línea Azul que se saldó con cuatro muertos. Pero donde mejor se escenifica la tensión entre Líbano e Israel es en Kafer Kela, a unos pocos metros de la localidad israelí de Metulla. Aquí los soldados de ambos bandos se ven las caras a diario; se escupen, insultan, apuntan con sus armas. “Un detalle absurdo puede provocar un tiroteo, y eso puede llevar a una guerra”, describe Asarta. “Hay que prestar muchísima atención a la Blue Line. Una de nuestras preocupaciones es evitar esos incidentes que pueden desembocar en miles de muertos”.
Unos pocos kilómetros antes de llegar a Marjayoun, un humilde monolito en una carretera sin nombre recuerda a los seis soldados españoles que murieron en este punto a causa de un atentado el 24 de junio de 2007. Sigue sin conocerse la autoría. Fue reivindicado por Fatah al Islam, un grupo terrorista suní vinculado a la red Al Qaeda y enemigo de Hezbolá. ¿Quién mató a los españoles? Nadie parece saberlo. En Líbano todo es posible. La guerra está enquistada. Y muchos piensan que el trabajo de Unifil es otro parche de la comunidad internacional. Asarta no es de esa opinión. Inveterado optimista, ha acuñado un reclamo publicitario para este territorio martirizado por 30 años de guerra y que él cree que algún día podrá vivir en concordia: “Si buscas la paz, vente al sur”.
Jesús Rodríguez. El País.com. 20/2/2011

Buscando la paz

Guatemala, Guatemala. Johann Galtung, fundador de los estudios de paz, desarrolló una serie de modelos, usualmente en forma de triángulos equiláteros, para explicar fenómenos de violencia y conflictividad.
El primer triángulo consiste en la descripción de los componentes de un conflicto, y sitúa en cada esquina los siguientes elementos: contradicción, actitudes y comportamientos. Según el autor, todo conflicto nace con una contradicción básica entre personas o grupos. El asunto se complica cuando las contradicciones son provocadas por actitudes, como los prejuicios, y escaladas a través de comportamientos, como los insultos y la violencia física.
El segundo triángulo es el que define los tipos de violencia que existen. La violencia directa es la que mejor conocemos, se ejerce como violencia física y psicológica. Menos conocida es la violencia cultural, que consiste en la codificación que hacemos de ciertos patrones a través de la cultura. En Guatemala, las expresiones machistas y sexistas usadas por muchos de los varones pueden considerarse como una expresión de la violencia cultural. La violencia estructural es la que ejercen los Estados y las sociedades sobre las poblaciones excluidas o especialmente vulnerables. En Guatemala ejercemos esta violencia sobre los pueblos originarios, las mujeres y los jóvenes, al negarles las oportunidades de estudio, trabajo, salud, recreación y participación política que se merecen.
El tercer triángulo es el de las formas de atender la violencia y el conflicto. Peace making se refiere al proceso de negociación y la creación de acuerdos entre las partes, desde un acuerdo amistoso de divorcio hasta unos acuerdos de paz como los firmados en Centroamérica el siglo pasado. El mantenimiento de la paz o peace keeping se refiere a todo lo que se hace después de alcanzado un acuerdo para no regresar a la violencia. Las intervenciones de paz de las Naciones Unidas son un excelente ejemplo del proceso de peace keeping. La construcción de la paz o peace building es tal vez el elemento menos atendido, porque se refiere a la transformación profunda de las estructuras (económicas, políticas, de racismo, etcétera) que dieron o dan lugar a los conflictos.
Con base en lo anterior podemos ahora definir dos tipos de paz, la paz negativa (el cese de la violencia directa entre dos o más grupos armados) y la paz positiva (la construcción de una paz duradera en función de la atención a las violencias cultural y estructural). En Guatemala, el proceso de paz fue exitoso porque se atendió un acuerdo, la desmovilización y el desarme y la normalización de las relaciones entre las partes. ¿Pero hasta qué punto se atendieron las dimensiones de la violencia estructural y cultural imperantes en el país? El racismo, la pobreza, la violencia de género y hasta nuestro modo violento de conducir son reflejo de cuánto nos falta para llegar a una auténtica paz positiva.
Sin menospreciar la importancia de la seguridad operativa (patrullajes policiales, investigación criminal, procesos judiciales) debo afirmar, con la literatura de mi disciplina como evidencia, que los países que gozan de una auténtica paz lo hacen porque supieron atender las dimensiones culturales y estructurales de la violencia, invirtiendo en salud, educación, arte, ciencia y recreación. Recientemente atendí un curso en la Universidad de Uppsala, Suecia. En la charla inicial el ex diplomático Jan Eliasson y el académico Peter Wallenstein discutieron la importancia que tuvo para la construcción de la paz en Suecia la transformación de la mentalidad violenta y guerrerista que tuvo como nación durante mucha parte de su historia hacia un imaginario centrado en la educación y la paz. ¿Cuándo haremos esta reflexión en Guatemala?
Andrés Álvarez Castañeda. El Periódico de Guatemala. 31/Ago/2010

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