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La vida en Israel: Guerra y Paz

A seis meses de la sangrienta incursión de Hamas, que dejó cientos de muertos israelíes, y en medio de la ofensiva del Ejército de Israel en Gaza, con saldo de miles de víctimas palestinas y que ha levantado protestas en todo el mundo, la vida en las calles de Tel Aviv transcurre entre la calma, la tensión y la esperanza de que sean liberados los rehenes.
Es 22 de abril y en Israel es día feriado, arranca la Pascua judía, conocida como el Pesaj, una de las tres festividades más importantes en el judaísmo, además de Jánuca y el Sucot. Hace más de 6 meses se encontraban celebrando esta última cuando Hamas cometió el atentado terrorista más mortífero y sangriento en la historia de Israel. Desde entonces, a este país le faltan 133 personas que permanecen como rehenes en la Franja de Gaza, y se sabe que al menos 97 de ellos siguen con vida.
Es día soleado en Tel Aviv, la capital, y el clima es cálido: 23 grados Celsius. A 90 kilómetros de esta ciudad, el Ejército israelí libra una feroz guerra contra Hamas en la Franja de Gaza que, según cifras del Ministerio de Salud del enclave palestino, controlado por dicha organización calificada como terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, entre otros países, ha dejado más de 34 mil muertos, el 70 por ciento de ellos mujeres y niños. Una guerra que ha devastado al pequeño territorio palestino de 365 kilómetros cuadrados y por la que universitarios de Estados Unidos -algunos incluso judíos- realizan históricas protestas en las que exigen un cese al fuego y que se le retire el apoyo a Israel.
Mientras tanto, en Tel Aviv, la vida parece transcurrir de manera normal en esta jornada de festividad. Las cafeterías y los bares en la calle Dizengoff están llenos. La gente, que viste lentes de sol, shorts, blusas cortas y tenis, camina tranquilamente, conversando, riendo. Parejas pasean a sus bebés en carriolas, mujeres y hombres compran en las tiendas los insumos para la cena del Pesaj que reúne a amigos y familia. Pero en los aparadores de muchas de estas tiendas, destacan unas letras en color amarillo que recuerdan que la vida no es normal: "Bring them home" (Tráiganlos a casa). Por toda la calle, en los postes y las paredes están pegados los rostros de los 133 rehenes que quedan en Gaza, y de los que no se tiene información.
Una mujer con trozos de papel aluminio en la cabeza espera en una banca afuera de la estética a que el tinte que le pusieron penetre en su cabello. Habla por celular, y a un lado de ella hay un enorme oso de peluche ensangrentado con un parche en el ojo. Es uno de los muchos osos que uno encuentra conforme avanza por esta calle en dirección a la famosa plaza pública Dizengoff. Fueron colocados para representar a los 30 menores tomados como rehenes por Hamas el pasado 7 de octubre. El más joven, Kfir Bibas, sustraído del kibutz Nir Oz, tenía apenas nueve meses. Ahora debe tener un año y 3 meses, y se cree que sigue con vida.
En medio de esta guerra, que pasará a la historia como una de las que ha dejado la mayor cantidad de muertos en el menor periodo de tiempo, a Israel le duele el 7 de octubre, le duelen las personas aún cautivas y le duelen los muertos. Ese sábado, cientos de combatientes de Hamas irrumpieron en territorio israelí por tierra, mar y aire, matando a 364 personas en el Festival Nova al sur del país, a cientos más en los llamados kibutz, y violando a mujeres. La fuente de la plaza pública Dizengoff se convirtió en un memorial para estas mil 200 víctimas. Están sus fotografías y sus nombres, acompañados de velas, flores, peluches o demás muestras de cariño, una especie de ofrenda. En las jardineras alrededor de la fuente, jóvenes hacen picnic, toman el sol o conversan en este día festivo. El rostro del secuestrado y del muerto, de aquel que extrañan en la cena del Pesaj y en la cena del Sabbath cada viernes, les acompaña.
El sangriento terrorismo de Hamas llevó al Gobierno del Primer Ministro, Benjamin Netanyahu, a lanzar una guerra en la empobrecida Gaza con el objetivo número uno de aniquilar a Hamas, y, objetivo número dos, rescatar a los rehenes. Empezó por el norte y siguió hasta el sur. El Ejército se dispone a invadir Rafah, el último rincón a donde se desplazaron un millón 400 mil palestinos, lo que ha levantado alarma en la comunidad internacional. El Ejército justifica sus operaciones en zonas civiles de Gaza porque Hamas opera en dicha infraestructura. "Utiliza a mujeres y niños como escudos humanos", argumenta. Las Fuerzas de Defensa israelíes señalan que es necesario entrar a Rafah porque ahí quedan aún cuatro batallones de Hamas. Mientras tanto, levanta un campamento en la ya destruida ciudad de Khan Yunis para que ahí se desplacen los civiles.
Muchos israelíes respaldan el objetivo de eliminar a Hamas o, de lo contrario, dicen, nunca se sentirán seguros. Los kibutz atacados por los terroristas, a pocos kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza, están desolados. En hoteles de Tel Aviv viven los desplazados de esos lugares y de la ciudad de Sderot, también atacada el 7 de octubre. A casi 7 meses de lo ocurrido, no se atreven a regresar, el miedo permanece.
Poco se habla en Tel Aviv de lo que ocurre en Gaza.
El consenso reposa en la necesidad de eliminar a Hamas y en traer a los rehenes de vuelta. Algunos distinguen entre terroristas y palestinos, otros no. Algunos señalan que las acusaciones de que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza son una campaña de desprestigio contra el país, otros prefieren no opinar.
La que era la explanada del Museo de Arte es ahora la Plaza de los Secuestrados. Ahí hay un enorme reloj que marca los días, horas, minutos y segundos que han transcurrido desde que Hamas se llevó a 240 personas. En la explanada hay distintas muestras artísticas por los rehenes, una de ellas un largo comedor con 240 lugares.
Los familiares de los rehenes eligieron dicha plaza como punto de reunión por estar próxima al Ministerio de Defensa. Ahí tienen lugar las protestas que exigen al Gobierno y al Ejército traer de vuelta a sus seres queridos.
Marisa Broitman es voluntaria y da recorridos por la plaza. Viste una playera con la leyenda "Los queremos de regreso a casa ahora", y un gafete que dice: guía de turistas.
"Es el mensaje de las familias de hacer todo lo posible por regresarlos", explica.
"Sabemos que no tienen tiempo. Hoy ya casi a 200 días del secuestro no perdemos las esperanzas, pero sabemos que las condiciones físicas, las alimentarias, las espirituales y demás psicológicas no son de lo mejor, por lo tanto cada día que pasa es un poquito menos de esperanza".
Un día, una eternidad 
Maia Chmiel, de 30 años, espera el regreso de sus dos primos Iair (45 años) y Eitan (37 años), secuestrados del kibutz Nir Oz.
No hay día que no piense en ellos.
"¿Cómo se sienten Iair y Eitan después de 200 días, si los liberados después de 52 días decían que cada día se sentía una eternidad?", se pregunta, sentada en la Plaza de los Secuestrados mientras sujeta un cartel con el rostro de ambos argentinos.
Maia no logra entender todavía el secuestro de sus primos. Los describe como grandes personas, amantes del futbol y de los Rolling Stones. Nacieron y crecieron en Argentina, pero se mudaron a Israel en el 2000.
"Iair y Eitan viven alejados de temas militares y de la política. Nada justifica el momento por el que están pasando", lamenta.
"El hecho de no saber dónde están y qué les pasó me rompe por dentro".
Desde el 7 de octubre, Maia no deja de consultar canales de Telegram -donde frecuentemente Hamas publica videos y mensajes- en busca de información sobre sus familiares.
"El 25 de noviembre (con la liberación de un grupo de rehenes) recibimos la primera señal de vida, pero desde entonces no sabemos más", dice.
"Tengo mucho miedo de todo, de que me avisen cosas que no quiero escuchar, miedo a que todo vuelva a pasar", agrega.
Maia tiene miedo también de que todo sea olvidado y de que sus dos primos se queden en Gaza.
"Son nuestra luz y nuestra fuerza, no podemos dejarlos en Gaza", señala.
La joven teme que sus primos no sean considerados en un posible canje de rehenes. Hace un mes, Hamas propuso entregar a mujeres, niños y personas de la tercera edad a cambio de mil prisioneros palestinos.
"Ser hombres adultos no los hace menos importantes que otras personas", sostiene Maia.
Errores Israelies 
La operación militar israelí en Gaza no ha estado exenta de errores -adicional a las víctimas civiles palestinas que ha causado-.
El 15 de diciembre, las Fuerzas de Defensa mataron a tres rehenes. De acuerdo con los reportes, uno de los hombres alzaba una bandera blanca.
"Ellos (los rehenes) hicieron todo bien. Aun así el Ejército disparó", indica Marisa Broitman al ser cuestionada sobre este hecho.
"Fueron días de una pena, de un dolor y de un duelo profundo. Pensábamos: ¿cómo salimos de este fango?".
"¿Hubo reclamo al Ejército?", se le pregunta.
Sí, responde, al menos de una de las familias que exige conocer exactamente qué fue lo que sucedió. Pero otra ha dicho que no puede culpar a los militares, e incluso ha pedido encontrarse con los soldados que dispararon para decirles que están perdonados. La tercera familia es árabe, la víctima era árabe musulmán.
"No es unísono, no es que todas las familias hablen el mismo discurso", precisa Marisa.
Los que no han vuelto. 
Entre los 133 rehenes que siguen en Gaza hay nueve argentinos -entre ellos Iair y Eitan-, un colombiano, un brasileño y un mexicano: Orión Hernández Radoux, plagiado el 7 de octubre de 2023 cuando se encontraba en el Festival Nova de música electrónica. Estaba con su novia Shani Louk y un grupo de amigos. Su rostro aparece en los carteles del aeropuerto de Tel Aviv y también en el memorial que fue instalado en el sitio del festival, a unos 5 kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza.
En el memorial por las víctimas están los rostros de los rehenes y de los fallecidos: 364 en total. La foto de cada persona está colocada sobre un poste clavado al piso del que también ondean banderas, la mayoría israelíes, y la mexicana en el caso de Orión. "Bring him home now" (Tráiganlo a casa ya), dice el cartel.
El sitio del memorial no tiene más que eso. Lo recorren jóvenes y algunos turistas. Lo custodian reservistas de 20 años de edad.
Es frecuentemente visitado, no sólo por familiares de las víctimas, sino por los mismos sobrevivientes de la masacre. Una joven coloca una silla frente al cartel de una persona y se suelta a llorar.
Llora frente a su familiar o su amigo, llora fuerte, con las manos en el rostro. El sonido de su llanto acongoja, pero hay otro aún más estremecedor y que sacude a la primera escucha: el estruendo de los bombardeos del Ejército israelí en Gaza.
En Israel
El saldo del 7 de octubre
1,200 muertos
364 fueron asesiandos en el Festival Nova
253 secuestrados
133 permanecen en Gaza
36 está muertos
120 liberados o asesinados (sus cuerpos ya están en Israel)
200.000 desplazados
En Gaza
Saldo de la ofensiva israelí en este territorio palestino.
34,356 muertos*
24,049 mujeres y niños ( 70%)
· 13,000 combatientes de Hamas abatidos, según las Fuerzas de Defensa de Israe
· 1.6 civiles muertos por cada combatiente
· 1.4 millones Saldo de la ofensiva israelí en este territorio palestino.
- En la explanada del Museo de Arte hay muestras artísticas por los rehenes. Una de ellas es de un comedor con 240 lugares vacíos.
Martínez, E. "La vida en Israel: Guerra y Paz". "El Norte.com". 28/04/2024: Recuperado el 01/05/2024
https://www.elnorte.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?__rval=1&urlredirect=https://busquedas.gruporeforma.com/elnortev2/Documento/Impresa.aspx?id=6s8413486d&url=https://hemerotecalibre.elnorte.com/20240428/interactiva/NNAC20240428-010.JPG&text=la+vida+en+isreal

1462. Cultures of War, Cultures of Peace

We have war and peace, theory and practice. And deeper down cultures of war and peace, notions of what the world is or could be. The latter is not necessarily peace, could also mean removing obstacles to war.
Timothy Snyder, “Hitler’s World” (NY Review of Books, 24 Sep 2015) and Greg Grandin, “The Kissinger Effect: The relentless militarism of the national-security state and its perverse justification begin with Henry Kissinger” (The Nation, 28 Sep 2015) are both on that line.
Hitler’s World derives from Darwinist struggle for niches, with survival of the fittest. His niche is not the whole world but what is needed to feed the German people, and here Ukraine plays a major role. The food chain is key to the image, with humans on top, eating animals and plants, but not eaten by them. So also for the human species, divided in races with the Aryan race on top, “fittest” as evidenced by domination all over; never slaves. On top of them are the Germans; their state not an end but the military arm obliged to be strongest.
To Hitler that world is natural, and inherently stable. Values, equality, human rights, equal right to life, Christianity, capitalism, communism, are anti-natural. For Hitler such ideas all came from the Jewish “un-nature” anti-race. Removal to bleak places would benefit the natural order and stability. Killing came later, in Ukraine.
Kissinger the German shares the first point, Kissinger the Jew not the second, and Kissinger the American trumps Hitler with USA as fittest for the world niche; if it “looks ferocious”. The effect on Americans by will-to-power matters more than consequences abroad. USA must show that it could have won, stronger than anybody else, removing obstacles at home and abroad to its natural position as the world hegemon.
The point is not that West produces such views, but the holders become key war practitioners; one even awarded a Nobel Peace Prize.
The Table offers a broader context of cultures of war and peace.
The Table brings together two types of war and peace, direct by acts of commission, structural by acts of omission. The focus is on deep cultures, on more or less explicit notions about empirical and potential realities. The reader will find the worldview on the preceding paragraphs as the first war culture, on the top left.
Much of this is in the books A Theory of Peace and Abolishing War; the four italicized in the peace formula. Since this Table has never been seen before, here are some general comments.
First, West has practiced all the war cultures. Homer’s Odysseus-Iliad is Western civilization, with Greeks and Persians chosen by their gods. War is normal; peace exceptional, for women, children, the old.
Second, the Chosen categories are in The Holy Bible except for the last two. Inequality follows, like Judeo-Christian capitalism, with “sustainable debt” and risk-free interest serving capital accumulation.
Third, Western faith in war culture dwindles with defeats; except the hard West, USA. Prevention-preemption, hatred-polarization– anti communism-terrorism-Islam-Russia–are still on. Economic decline leads to doubts about Chosenness; but West hangs on to the inequalities, including crippling the UN. However, with exceptionalism at a tipping point, about to be given up, there may soon be a major culture-slide. The West may even find structural peace serving them better. But USA?
Fourth, the peace cultures come from all over the world, many from the West; like the Rule of Law, “justice” as punishment and protection of inequality. Christ taught non-retaliation, but without the depth of conciliation (South Africa). Major Western contributions are Human Rights, Democracy and ways of overcoming faultlines, but not (yet) across state borders; hanging on to their Westphalia state system.
Fifth, major contributions from non-West include Buddhist peace as relation, network; nonviolence as concrete practice; power-over-self as defensive defense (also Switzerland); Law, “justice” as equity; BC, Buddhist-Confucian–also Islamic–capitalism (from Japan to East Asia in general), processing-distribution oriented, with capital sharing risks and benefits; and many other alternatives to capitalism.
Sixth, not strange if West is poor at conciliation and solution: causing major traumas, West fears retaliation; benefiting from faultlines and inequalities, West fears loss of power and privilege. This column’s answer: transcendence, go beyond, to new realities.
Seventh: look at the peace culture column. Not bad at all.
Johan Galtung. Profesor de estudios sobre la Paz, Fundador de la Red de TRANSCEND para la Paz, el Desarrollo y el Medio Ambiente y Rector de la Universidad-TPU TRANSCEND Paz. Ha publicado 164 libros sobre temas de paz y afines, de las cuales 41 han sido traducidos a 35 idiomas, para un total de 135 traducciones de libros.
Johan Galtung. Transcend.org. 02/11/15

1387. La horrenda guerra de México contra los migrantes

“Recen por mí”. Esas fueron las últimas palabras de la hondureña Eva Hernández a su madre, Élida, en una mala conexión telefónica en la noche del 22 de agosto de 2010.
La joven de 25 años estaba por subirse a una furgoneta que la llevaría a ella y a 72 hombres y mujeres más a la frontera de Honduras con México y a Estados Unidos.
Eva quería llegar a lo que consideraba la “tierra prometida” para encontrar un trabajo que le diera suficiente dinero para mantener a sus padres y sus tres hijos pequeños en El Progreso, Honduras. Pero ella y sus compañeros de viaje, salvo uno, no llegaron al destino deseado.
Dos días más tarde, cuando Élida miraba por televisión el noticiero nocturno en la sala de estar, su peor pesadilla se hizo realidad.
Las imágenes de los cuerpos sin vida de 72 hombres y mujeres colmaron la pantalla, víctimas de lo que ahora se conoce como la primera masacre de San Fernando, localidad en el norteño estado mexicano de Tamaulipas. Élida reconoció la ropa de su hija en uno de los cadáveres.
“Al día siguiente compramos los diarios para ver si podíamos confirmar que era ella por las fotos. Sentía que era ella, pero no estaba segura, nadie quiere ver a su hija muerta así”, expresó Élida.
La única información sobre cómo se desarrolló la masacre surgió del testimonio de su único superviviente, que desde entonces vive con terror tras recibir numerosas amenazas de muerte.
Élida no tenía dinero suficiente para viajar a Tegucigalpa a exigir más información o medidas de la embajada mexicana en la capital hondureña. Y nadie se comunicó con ella, tampoco.
Las investigaciones recién comenzaron a tomar ritmo cuando una organización de derechos humanos contactó a la familia.
Dos años pasaron antes de que Élida recibiera una llamada de la embajada de México en Tegucigalpa confirmándole que Eva había muerto.
“Entré en shock. Sospeché que era ella pero nunca quieres aceptar que tu hija está muerta. Al igual que Eva…, la gente muere en esa ruta todo el tiempo. Todo lo que quiero es justicia para que esto no vuelva a suceder”, subrayó, conmovida.
Élida no está sola.
La masacre de San Fernando ofrece un indicio de una crisis impactante que se estaba gestando desde hace años.
Hombres, mujeres y niños, en una búsqueda desesperada de mejores oportunidades de vida o bajo amenaza de muerte de bandas criminales en la América Central marcada por la violencia, se aventuran en esta peligrosa travesía con poco que perder salvo sus vidas.
Las pandillas criminales – se cree que algunas operan en connivencia con las autoridades mexicanas – atacan a los migrantes en el camino. Las mujeres son secuestradas y víctimas de trata sexual. Los hombres son torturados y muchos son secuestrados para pedir un rescate.
Pocos llegan a la frontera sin haber sufrido el abuso de sus derechos humanos. Muchos desaparecen en el camino y nunca más se les vuelve a encontrar.
Las cifras impactantes apenas comienzan a contar su historia.
Seis meses después de la masacre de San Fernando, 193 cadáveres fueron encontrados en 47 fosas comunes en la misma localidad. Un año después, 49 torsos desmembrados, al parecer de migrantes indocumentados, aparecieron en la ciudad de Cadereyta Jiménez, en el vecino estado de Nuevo León.
En 2013, una comisión forense integrada por los familiares de los migrantes, organizaciones de derechos humanos, antropólogos forenses y funcionarios gubernamentales comenzó a identificar los restos de las masacres.
Según datos oficiales del Instituto Nacional de Migración de México, los secuestros de migrantes aumentaron 10 veces entre 2013 y 2014, con 62 denuncias registradas en 2013 y 682 en 2014.
Las autoridades mexicanas se apresuran a culpar de los abusos a poderosas pandillas criminales, haciendo caso omiso de la evidencia que apunta a que las fuerzas de seguridad también suelen estar involucradas en los secuestros y asesinatos.
Pero los desaparecidos de México son invisibles.
O, al menos, las autoridades hacen la vista gorda. Mientras tanto, los relatos de muerte y sufrimiento siguen acumulándose.
Pocos días después de la masacre de San Fernando, el entonces presidente mexicano Felipe Calderón se comprometió a aplicar un plan coordinado que acabara con los secuestros y asesinatos de los migrantes.
Cinco años después, poco se ha hecho.
El actual presidente, Enrique Peña Nieto, eligió una estrategia de seguridad y no de derechos humanos para encontrar una solución a la crisis de migrantes que vive su país.
En una reciente visita a Washington felicitó al presidente estadounidense Barack Obama por su plan para proteger de la deportación a millones de inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos, y lo describió como un “acto de justicia”.
Simultáneamente, Peña Nieto hizo muy poco para remediar los abusos contra los migrantes que suceden en su propio país.
No existen fórmulas mágicas que resuelvan esta compleja maraña de delitos, drogas, violencia y connivencia oficial, pero no hay duda de que las autoridades mexicanas pueden y deben hacer más para erradicarla.
Asignar más y mejores recursos para llevar a cabo investigaciones eficaces de las masacres y ofrecer protección a los miles de migrantes que cruzan el país son dos medidas que no pueden demorarse más.
Al hacerlo México enviará el fuerte mensaje de que las autoridades mexicanas quieren verdaderamente aplicar la justicia en el caso de los migrantes. Ya conocemos las macabras consecuencias que tiene el no hacer lo suficiente.
Carolina Jiménez. Subdirectora de Investigación para las Américas de Amnistía Internacional.
Carolina Jiménez. IPSNoticias.net. 26/08/15

1348. ONU debe proteger a las escuelas en tiempos de guerra

Los Estados deben adherirse a la “Declaración sobre Escuelas Seguras” durante debate en Consejo de Seguridad de la ONU
Los gobiernos deberían apoyar la nueva Declaración sobre Escuelas Seguras durante el debate sobre los niños y los conflictos armados que tendrá lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 18 de junio de 2015, señaló Human Rights Watch . 
Human Rights Watch difundió un breve video sobre protección de escuelas durante conflictos armados, con intervenciones de Ziauddin Yousafzai, asesor especial de la ONU para la educación mundial y padre de la activista por el derecho a la educación Malala Yousafzai, que ha sido distinguida con el Premio Nobel.
“Las escuelas de cientos de miles de niños en todo el mundo son atacadas o utilizadas por fuerzas combatientes como base para la guerra”, señaló Zama Coursen-Neff, directora de derechos del niño de Human Rights Watch. 
“La Declaración sobre Escuelas Seguras ofrece una manera concreta para que los países se comprometan a proteger la educación de los niños, incluso durante conflictos armados”.
Actualmente, 38 países se han sumado ya a la Declaración sobre Escuelas Seguras, que se dio a conocer en Oslo, Noruega, el 29 de mayo de 2015. Los signatarios se comprometen a adoptar y aplicar las nuevas Directrices para Prevenir el Uso Militar de Escuelas y Universidades durante Conflictos Armados, que instan a las partes en conflictos armados a evitar usar edificios educativos o convertirlos en blanco de ataques. 
La declaración es el resultado de un proceso iniciado por la Coalición Global para Proteger la Educación de Ataques en 2012, y encabezado por los gobiernos de Noruega y Argentina desde 2014. Los países adhieren a la Declaración sobre Escuelas Seguras anunciando su intención públicamente y por escrito al Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega.
Fuerzas gubernamentales y grupos armados no estatales han usado escuelas y universidades con fines militares en al menos 26 países desde 2005, lo cual representa a la mayoría de los países del mundo donde se desarrollan conflictos armados. Las escuelas han sido usadas como bases, cuarteles, centros de detención, depósitos de armas y puestos de tiro. Esta práctica pone en riesgo a estudiantes y docentes, al convertir a sus escuelas en objetivos de ataques enemigos. Y los ataques han tenido como saldo alumnos y docentes muertos y heridos.
También se expone a estudiantes a la posibilidad de violencia sexual, trabajo forzado y reclutamiento involuntario por parte de soldados con quienes comparten su escuela. Los estudiantes se ven obligados a permanecer en el hogar e interrumpir su educación, o bien estudiar rodeados de combatientes armados y quedar eventualmente en la línea de fuego.
Un estudio anterior identificó un patrón sistemático de ataques contra la educación en 30 países de distintas regiones del mundo, acontecidos entre 2009 y 2013.
Desde 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU ha solicitado que se intensifique el seguimiento de ataques contra escuelas y docentes, así como del uso militar de estos establecimientos. En 2014, instó a todos los países miembros a “que consideren la posibilidad de adoptar medidas concretas para impedir el uso de las escuelas por fuerzas armadas y grupos armados no estatales en contravención del derecho internacional aplicable”.
El Informe Anual sobre los niños y los conflictos armados del Secretario General de la ONU, divulgado el 12 de junio, aporta evidencias adicionales sobre ataques generalizados contra escuelas y docentes, así como del uso militar de escuelas, y advierte sobre la necesidad urgente de proteger a la educación en contextos de conflicto. El informe presentado al Consejo de Seguridad enumera a distintas partes en conflictos armados que han cometido graves violaciones del derecho internacional humanitario contra menores. Este año, nueve partes fueron incluidas en la “lista de la vergüenza” del Secretario General por habar atacado escuelas y hospitales.
Human Rights Watch pidió al Consejo de Seguridad que exhorte al Secretario General de la ONU a incluir en su lista anual a quienes participan en secuestros de menores.
“El uso militar de escuelas es un problema extendido, pero que puede ser solucionado”, aseveró Coursen-Neff. “Los países que actúen ahora para poner fin a esta práctica se posicionarán como líderes en medidas destinadas a garantizar la seguridad de las escuelas para los niños”.
Human Rigths Watch.org. Nueva York, Estados Unidos, 12/06/15

1130. Carl von Clausewitz, el general que inventó las guerras modernas

Carl Von Clausewitz/GettyImages.com
Inspirado en su experiencia combativa de las Guerras Napoleónicas, el militar prusiano Carl von Clausewitz elaboró teorías de guerra tan eficaces que lo han catapultado como el autor militar más citado hasta ahora.
 Su campo de investigación, que se tradujo en su magna obra 'De la guerra' en 1832, se centró en la teoría y la práctica de la guerra, y la controvertida y crónicamente incomprendida relación entre ambas.
"Hoy en día las doctrinas militares oficiales de Estados Unidos se basan esencialmente en Clausewitz y es casi imposible encontrar ensayos en las revistas de historia militar que no hagan referencia sustancial al general prusiano más famoso de la historia", escribió 'The Daily Beast' haciéndose eco del nuevo libro biográfico 'Clausewitz: His Life and Work', escrito por el profesor Donald Stoker.
Por ejemplo, la derrota de EE.UU. en la guerra contra una pequeña nación agrícola, Vietnam del Norte, es atribuida por algunos analíticos al concepto de Clausewitz sobre el "centro de gravedad" de la guerra, que no se ubicaba en el campo de batalla sino en el apoyo de la población a una guerra remota y ambigua.
Las guerras posnapoleónicas -escribió Clausewitz- no serán una actividad cuidadosamente limitada en escala por los monarcas y realizada solamente por soldados profesionales, conforme a un estático conjunto de reglas y protocolos.
Han convertido en una aventura nacional masiva y altamente volátil, que es mejor comprendida como la interacción de una "trinidad destacable" compuesta de la "violencia primordial, el odio y la enemistad, que se deben considerar como fuerza natural ciega; del juego y la probabilidad dentro de cuyos límites anda el espíritu creativo; y de su elemento de subordinación como herramienta de la política que lo somete todo a la razón".
"El primero de estos tres aspectos se refiere a la gente; el segundo al comandante y su ejército; el tercero el Gobierno", escribió el visionario Clausewitz.
Rt.com. 25/11/14

How Clausewitz Invented Modern War
Inspired by his combat experience in the Napoleonic wars, Carl von Clausewitz developed theories of warfare so effective that he is still the most quoted man on the battlefield.
It’s very hard indeed to think of a single thinker or writer who looms as large over their chosen field of study as Carl von Clausewitz. Clausewitz, on the odd chance you haven’t heard of him in this age of wars and rumors of wars, was a Prussian scholar-general. His field of study was warfare—or more precisely, the theory and practice of war, and the vexed, chronically misunderstood relation between the two.
Clausewitz’s magnum opus was begun in 1816 after he’d survived the rigors of more than 30 combat engagements in the revolutionary and Napoleonic wars of Europe, more or less physically intact. The manuscript for On War was left unfinished at the time of his death from a cholera epidemic in 1831, and first published in German in three volumes a few years later by his wife, the former Countess Marie von Bruhl, who possessed a fine, discriminating intelligence, and a passionate devotion to her husband and his life’s work.
What makes Clausewitz’s now longstanding domination of his subject so remarkable is that since his death in 1831, warfare as a field of study has continuously occupied the professional attention of thousands of very smart, thoughtful human beings. A fair number of these men, and a few women, soldiers and civilians alike, have made important contributions to a steadily growing canon of classic works on warfare that began some 2,500 years with Thucydides and Sun Tzu. Yet, when it comes to understanding the nature of war and strategy today, none of the works in that canon is spoken of so often, or with such reverence and respect, as Clausewitz’s On War.
Moreover, since his passing, literally hundreds of wars have been fought, and soldiers and historians have proclaimed uncontroversially that warfare has been transformed and revolutionized not once, but a handful of times.
The American Civil War is generally recognized to be the first industrial war, in which railroads and mass production played a key role. Then came the horrors of World War I, with the advent of tanks and airplanes and poison gas. After that terrible slaughter, the professional military establishments in all the industrialized countries threw out their field manuals, and began again. But they didn’t throw out On War.
Twenty years later came another world war that exploited the tank and the airplane in ways unimaginable to the generals of the First World War, and introduced several new strategic dimensions into warfare:  the blitzkrieg, strategic bombing, combined arms war, and finally, nuclear war. Clausewitz not only survived World War II; he emerged from it with his reputation greatly enhanced.
In 1982, Col. Harry Summers’s On Strategy: A Critical Analysis of the Vietnam War masterfully employed Clausewitz’s teachings to offer startling new perspectives on how it was possible for a tiny agricultural country like North Vietnam to defeat the United States.   Evoking a key Clausewitzian concept, Summers argued that the Vietnamese communists had struck at America’s critical “center of gravity” in the war—not its army in the field, but the people’s support at home for a distant and ambiguous war—and they had won!
Summers reignited the fiery debate about Vietnam through Clausewitz’s compelling frame of analysis, and On War has remained front and center in the work of American military intellectuals ever since. In 1989, the U.S. Marine Corps issued a new Bible, Field Manual No. 1, to every Marine, with the order to “read it and take it to heart.” Warfighting, its authors freely admitted, was essentially On War in digest form.
Today the official fighting doctrines of the U.S. armed services all draw heavily on Clausewitz unapologetically, and it is next to impossible to find essays in serious defense and military history journals without substantial references to the most famous Prussian officer in history.
Why? The short answer: this brilliant Prussian saw a great deal of combat up close and personal, read military as well as political history and philosophy voraciously, and then wrote, and rewrote, about his subject compulsively for 30 years—often drawing on disciplines far afield from war studies to make his points. He was as much a student of the human soul as he was about war, which lends his writing about the latter a certain breadth and depth that is hard to capture in short essay like this. 
In the end, Carl Phillip Gottfried von Clausewitz was able to distinguish war’s timeless elements from its evanescent ones with a laser-like precision that has startled readers for generations, and none more so than this one. This melancholy, introspective Prussian, Professor Donald Stoker argues in his meticulously researched Clausewitz: His Life and Work, was driven above all else by a passion to distinguish himself as one of the great combat soldiers of his generation and ended up producing the most sophisticated and trenchant road map to the study of organized violent conflict yet written: “Clausewitz brought the study of war to a new intellectual level,” Stoker opines, “turning it into a genuine discipline, placing it alongside other fields of study such as art, engineering, or philosophy … No one before or since Clausewitz has used both history and analysis to study war and the forces affecting its conduct so deeply.”
The author of On War, we learn, established his initial reputation in European military circles by exposing the illusions of the pre-eminent strategists of his own time, men who believed that the scientific method and the rationalistic forces of the Enlightenment could be harnessed to make war a science, in which success on the battlefield could be guaranteed merely by working out a series of equations and ratios relating to firepower, terrain, route marches, and supply trains.
Clausewitz could be intellectually arrogant. He openly scorned the work of the most renowned French strategist of his generation, Antoine-Henri Jomini, and had little good to say in print about his own country’s leading strategist, Adam Heinrich Dietrich von Bulow.  These gentlemen, said Clausewitz in brief, had the misfortune of mistaking the accoutrements of war for its essential nature.
“War,” wrote Clausewitz, “is an extreme trial of strength and stamina.”  It is “an act of force to compel our enemy to do our will” by spilling blood, and lots of it. It was a duel on a larger scale, with all the uncertainty and danger that implied. In war, he wrote, “everything is uncertain … all military action is intertwined with psychological forces and effects.” So much could go wrong, and so often did! As he famously scribbled,  “Fog can prevent the enemy from being seen in time, a gun from firing when it should, a report from reaching the commanding officer. Rain can prevent a battalion from arriving, making another late by keeping it not three but eight hours on the march … Action in war is like movement in a resistant element. Just as the simplest and most natural movements, walking, cannot easily be performed in water, so in war, it is difficult for normal efforts to achieve even moderate results.”
Besides, because war always involves an adversary whose intentions are deliberately masked from us, it “consists of a continuous interaction of opposites.”
Clausewitz’s contemporaries in the strategic arts, and many of his successors in contemporary America and Britain, one hastens to add, have been so captivated by technology’s transformative effects on war as to miss a fundamental truth about war’s nature:  it is an unpredictable, supremely violent social process, in which the uncertainties faced by the commander and the soldier alike, and the play of “moral forces” such as courage, self-confidence, fear, exhaustion and danger, invariably cause the most meticulous plans to go awry once the shooting starts. “One might say,” wrote Clausewitz in On War, evoking one of his legion of striking metaphors, “that the physical [factors] seem little more than the wooden hilt, while the moral factors are the precious metal, the real weapon, the fine-honed blade.”
While he homed in on the unchanging essence of war as it was experienced, he was also among the first to see that the Napoleonic wars signaled a sea-change in the way wars were going to be fought in the future—in the complexity of their underlying dynamics, in how they needed to be diagnosed and analyzed with a view to obtaining future success. 
In the wake of Prussia’s 1806 humiliating defeat at the hands of France,  Clausewitz’s brilliant mentor, Gerd von Scharnhorst, had begun to suss out how Napoleon’s army of poorly trained peasants, with few proper officers and no formal system of administration or supply, could beat the tar off highly disciplined, professional armies of Prussia and her allies. Scharnhorst reckoned correctly that Napoleon’s success was intimately connected with the rise of French nationalism, with the full participation of the populace in the glorious cause of the nation’s martial destiny.
Clausewitz, who had been astonished by Napoleon’s military genius and the resilience of his armies as he had seen them first hand and learned about them through close study, built methodically on Scharnhorst’s insights. Henceforth, war would no longer be restricted to tiny (in relation to population size) professional armies and the princes that led them. Great leaders willing to harness the powers of the people by giving them a stake in the nation’s glory could conduct conflicts on a previously unimaginable scale. The French armies broke all the rules and won, because Napoleon discarded all the normal political and economic constraints that had kept wars limited in time, space, and destructive power for centuries.
Post-Napoleonic War would not be an activity carefully limited in scale by monarchs and carried out by professional soldiers only, with a static set of rules and protocols. It had become a massive, highly volatile national undertaking, best understood as the interaction of a “remarkable trinity,” composed of “primordial violence, hatred and enmity, which are to be regarded as blind natural force; of the play and probability within which the creative spirit is free to roam; and of its element of subordination as an instrument of policy, which makes it subject to reason alone. The first of these three aspects concerns the people; the second the commander and his army; the third the government … When whole communities go to war, whole peoples, the reason always lies in some political situation, and the occasion is always due to some political object. War, therefore, is an act of policy.”
Stoker’s biography was written in part to reconstruct the Master’s largely unreported roles in the various wars in which engaged from 1792 until 1815; to suggest some connections between those experiences and the vast flow of written works he produced when he was away from the battlefield; and to give us some sense of man’s inner life and temperament.
Certainly the vast correspondence between Marie and Carl has been skillfully exploited by Stoker to flesh out our picture of the man. He shows their deep affection, Carl’s dependence on Marie’s love to sustain him through bouts of melancholy and career setbacks, of which there were more than a few, and their unusual (for the time) intellectual partnership. There is ample evidence in the letters to support Stoker’s claim that Clausewitz was consumed by a desire to excel in combat through individual acts of courage, and that he was deeply disappointed that he never commanded more than a single battalion in combat, and then only briefly.
Most of his long career was spent not where he wanted it, but probably where it should have been, given his temperament and inclinations: as a staff officer, a planner and organizer, and as one of the main reformers of the Prussian army after its defeat in 1806.
Clausewitz: His life and Work is a fine, carefully crafted book, but it seems to me it could have more imaginatively illuminated the relationship between its subject’s experience at war and his influential and original ideas if the author had elected to write a more selective narrative, focusing closer attention on those battles and campaigns where we know a fair amount about Clausewitz’s own role in the engagements at hand, and less attention on campaigns in which his role is unclear, or negligible.
As it stands, the book rather heavily foregrounds detailed battle narrative, and Clausewitz, our ostensible subject, fades into the woodwork on a regular basis. At times I felt I was reading a slightly dry, systematic survey of European conflict sprinkled with references to Clausewitz, rather than a study which sought to connect his experience as a soldier to his huge corpus of writing.
Granted, partly this is a problem of sources the author identifies in the introduction.   Documents and firsthand accounts of Clausewitz at war by others are few and far between.  Still, Prof. Stoker might have been a bit less tentative, a bit more adventurous, in making connections between the life in the field and the ideas in the books, even if the connections were of necessity somewhat speculative.
And readers with little familiarity with European wars of Clausewitz’s time—and there were a great many—will look in vain for “big picture” introductions explaining what was basically at  stake in each conflict. The many campaigns have an unfortunate way of blurring into one another. 
In many ways Stoker’s battle narrative works best when it gives us rich context for Clausewitz’s own accounts of his combat experience, which are invariably as keenly observed as they are harrowing. Stoker provides an excellent account of the long siege battle on the Rhine at the battle of Mainz in 1793, in which Clausewitz first encounters war’s vast devastation in a night attack on one of the French bastions on the west side of the River:
“Let us accompany a novice to the battlefield. As we approach the rumble of guns grows louder and alternates with the whir of cannonballs, which begin to attract his attention. Shots begin to strike close around us. We hurry up the slope where the commanding general is stationed … Here cannonballs and bursting shells are frequent, and life begins to seem more serious than the young man has imagined … Now we enter the battle raging before us, still almost like a spectacle, and join the nearest divisional commander … A noise is heard that is a certain indication of increasing danger—the rattling of grapeshot on roofs and on the ground. Cannonballs tear past, whizzing in all directions, and musket balls begin to whistle around us … The air is filled with hissing bullets that sound like a sharp crack if they pass close to one’s head. For a final shock, the sign of men being killed and mutilated moves our pounding hearts to awe and pity.”
Such quotes certainly whet the appetite to read more of Clausewitz’s own, more obscure histories of campaigns in which he played a part. Regrettably, not many of them have been adequately translated.
Despite Clausewitz’s unfortunate tendency to permit battle narrative to dominate the main subject, this is an important and worthy book, especially for those who already have a reasonable familiarity with Clausewitz’s thought, and want to gain a sense of the personality and the experiences that gave rise to his ideas. For those less familiar with the ideas, the best place to start is Michael Howard’s recently re-issued classic, Clausewitz: A Very Short Introduction, and Peter Paret’s extraordinarily cogent essays on the man and his work in Understanding War.

1066. Barack Obama, presidente estadounidense de la guerra

Foto: WhiteHouse.gov por Pete Souza
¿Cuál presidente de los Estados Unidos ha autorizado guerras de distintos tipos en siete países musulmanes?
Si supusiste que era Barack Hussein Obama, estás en lo correcto.
Muchos no se imaginaron que fuera a terminar así. Al principio de su presidencia, el 4 de junio de 2009, Obama pronunció un discurso ampliamente esperado en la capital egipcia, El Cairo, el cual fue considerado como el comienzo de un "reinicio" con el mundo islámico.
Por supuesto, al presidente George W. Bush lo maldijeron ampliamente entre los musulmanes por invadir Irak y las prisiones de Guantánamo y Abu Ghraib.
Muchos musulmanes esperaban que el primer presidente afroamericano, quien se había opuesto a la guerra de Irak cuando era candidato, sería muy diferente de su predecesor.
Obama declaró en El Cairo: "He venido aquí a buscar un nuevo inicio entre Estados Unidos y los musulmanes de todo el mundo, un inicio en base al interés y al respeto mutuo, y también en base a la verdad de que América y el Islam no son excluyentes y no necesitan estar compitiendo".
Obama también dijo en el discurso de El Cairo: "Sin embargo, confrontaremos despiadadamente a los extremistas violentos que representan una grave amenaza para nuestra seguridad. Porque rechazamos lo mismo que la gente de todos los credos rechaza: la matanza de hombres, mujeres y niños inocentes. Y mi primer deber como presidente es proteger al pueblo norteamericano".
Aquellos que escucharon el discurso del Presidente principalmente lo escucharon decir que estaba extendiendo una rama de olivo (como símbolo de paz) al mundo musulmán y en gran medida pasó por alto el hecho de que durante el mismo discurso también había hecho una defensa bastante sólida sobre la guerra de Estados Unidos contra Al Qaeda y sus aliados.
Una disonancia similar ocurrió unos meses después, cuando el presidente fue a Noruega para recibir el Premio Nobel de la Paz. Los miembros del jurado que otorgaron el Premio (y muchos que votaron por él en 2008) parecen haber vinculado la oposición de Obama a la guerra de Irak con su presunta oposición a la guerra en general.
El Presidente seguramente fue el primer galardonado del Premio Nobel de la Paz que aprovechó la oportunidad que se le dio para dar su discurso de aceptación en Oslo para explicar su filosofía sobre las guerras justas y necesarias.
En Oslo, Obama dijo: "Me enfrento al mundo tal cual es, y no puedo quedarme de brazos cruzados frente a las amenazas hechas al pueblo norteamericano. Para no cometer ningún error: existe maldad en el mundo. Un movimiento no violento no podría haber detenido al ejército de Hitler. Las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al Qaeda a deponer las armas. Decir que la fuerza a veces es necesaria no es un llamado al cinismo; es el reconocimiento de la historia, las imperfecciones del hombre y las limitaciones de la razón".
De hecho, resultó que Obama fue uno de los presidentes norteamericanos más agresivos, en términos militares, que haya existido en décadas, quien autorizó las operaciones militares de distinta índole en siete países musulmanes: Afganistán, Irak, Libia, Pakistán, Somalia, Yemen y, ahora, Siria.
El bombardeo de Siria es la primera vez que Estados Unidos organiza una guerra a gran escala desde la Segunda Guerra Mundial sin ninguna de las siguientes:
– Una resolución de la ONU autorizando la fuerza.
– Como parte de una operación de la OTAN.
– Una resolución de la Liga Árabe a favor de la acción militar.
– Una autorización específica del Congreso de Estados Unidos para la guerra en otro país.
– La invitación del país anfitrión para llevar a cabo operaciones militares, como hemos visto recientemente en Irak, donde el gobierno iraquí ha estado pidiendo la intervención militar estadounidense.
Haz el experimento mental en el que George W. Bush fue a la guerra a otro país de Medio Oriente sin la cobertura de una resolución de la ONU, o de una operación de la OTAN o sin la aprobación de la Liga Árabe, o una autorización específica del Congreso. Los gritos de protesta por parte de los liberales norteamericanos y el mundo musulmán seguramente habrían sido ensordecedores.
En cambio, no ha habido protestas. Eso es en parte debido a la manera hábil con la que la administración Obama reunió una coalición suní de quienes están dispuesta - Arabia Saudita, Qatar, Jordania, los Emiratos Árabes Unidos y Baréin – a ayudar con los ataques aéreos.
¿Cómo llegó Obama a lanzar ataques en Siria?
Pero en parte, probablemente tiene que ver con el hecho de que muchos de sus críticos, e incluso sus partidarios, consideran a Obama como una especie de pacifista.
De hecho su récord muestra que es cualquier cosa, menos eso:
Considera el hecho que ordenó que se incrementara al triple el número de tropas estadounidenses en Afganistán, de 30.000 soldados que se tenían a finales de la administración Bush a 90.000, un aumento de tropas que han jugado un papel crítico en debilitar el ímpetu de los talibanes, quienes habían cobrado fuerza en los últimos años del segundo mandato de Bush.
Considera que bajo el régimen de Bush hubo 48 ataques con drones de la CIA en Pakistán. Bajo el mandato de Obama han sido 328, lo cual ha resultado en la muerte de al menos dos docenas de comandantes de Al Qaeda, según un recuento de New America.
Toma en cuenta que bajo el mandato de Bush solo hubo un ataque con drones de la CIA en Yemen. Bajo el mandato de Obama han sido 99 ataques con drones y 15 ataques aéreos, que han causado la muerte de más de tres docenas de operarios de alto rango del grupo.
Obama también es el primer presidente norteamericano en autorizar el asesinato de un ciudadano de los Estados Unidos, el comandante de operaciones de Al Qaeda que nació en Nuevo México, Anwar al-Awlaki, quien fue asesinado en Yemen en un ataque aéreo en 2011.
El mismo año, Obama inició la alianza que derrocó al dictador libio Muamar el Gadafi.
Obama también ha librado una guerra encubierta efectiva en Somalia contra la filial de Al Qaeda con sede allí, Al-Shabaab, cuyo líder, Ahmed Godane, murió en un ataque aéreo de Estados Unidos a principios de este mes.
Y, por supuesto, Obama también autorizó la arriesgada misión de los SEAL de la Marina de Estados Unidos que resultó en la muerte del fundador de Al Qaeda, Osama bin Laden, en 2011 en Abbottabad, una ciudad en el interior de Pakistán.
Este no es el expediente de alguien que tiene miedo de usar la fuerza norteamericana, como sus críticos harían, sino más bien un presidente que se siente cómodo usando el fuerte poder norteamericano hasta en un país como Siria, donde ha disparado una guerra sin el tipo específico de autorizaciones, internacionales o del congreso, que otros presidentes han pedido desde la Segunda Guerra Mundial.
Peter Bergen. Analista de seguridad nacional de CNN, director de New America y autor de "Manhunt: The Ten-Year Search for bin Laden - From 9/11 to Abbottabad"
Peter Bergen. cnnespañol.com. 24/09/14

1033. "Hoy se puede hablar de una tercera guerra mundial por entregas con crímenes, masacres y destrucciones": Papa Francisco

Papa recuerda a víctimas de todas las guerras
El pontífice afirmó que la tercera guerra se libra ya gradualmente
El papa Francisco pidió al mundo que abandone su apatía ante lo que consideró la tercera guerra mundial que se "libra de manera gradual, con crímenes matanzas y destrucción" ante la codicia de intereses y estrategias geopolíticas.
Durante una homilía al pie de un monumento de la era fascista dedicado a la 1ra Guerra Mundial cerca de la frontera con Eslovenia, el papa afirmó que "la guerra es una locura".
Al recordar a las víctimas de aquella conflagración bélica, Francisco subrayó que "hoy, también, las víctimas son muchas", caídas ante los "intereses, estrategias geopolíticas, la codicia del dinero y el poder".
El pontífice afirmó que la tercera guerra se libra ya gradualmente; su visita del sábado al lugar tuvo un profundo significado personal.
El abuelo del papa, Giovanni Bergoglio, peleó en la ofensiva que lanzó Italia de 1915 a 1918 contra el imperio austro-húngaro y sobrevivió para inculcarle los horrores de la guerra
Eluniversal.com.mx. 13/09/14

El papa dice que se libra una Tercera Guerra Mundial "por partes"
El papa dijo que las guerras son irracionales y están motivadas por la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder.
El papa Francisco dijo que los actuales conflictos alrededor del mundo pueden suponer ya una Tercera Guerra Mundial, luchada fragmentadamente.
"Hoy, tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida 'por partes', con crímenes, masacres, destrucciones", dijo en un cementerio de guerra italiano, durante una ceremonia por el centenario de la Primera Guerra Mundial.
"La guerra es una locura", sentenció, al tiempo que señaló que están motivadas por la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder.
En los últimos meses, el papa ha pedido poner fin a los conflictos en Irak, Siria, Gaza y partes de África. También ha dicho que es legítimo que la comunidad internacional use la fuerza contra el grupo miliciano Estado Islámico.
"La humanidad necesita llorar y este es el momento de hacerlo", dijo. "Incluso hoy, tras el segundo fracaso de otra guerra mundial,
El discurso del pontífice estuvo cargado de un significativo elemento personal en tanto su abuelo combatió -y sobrevivió- durante la ofensiva italiana contra el imperio Austro-Húngaro entre 1917 y 1918.
Bbc.co.uk. 13/09/14 

El Papa: "Se puede hablar de una tercera guerra Mundial combatida por partes"    
El Papa ha clamado contra la indiferencia ante "la masacre inútil" de las guerras al tiempo que ha pedido "la conversión del corazón" y pasar "al llanto" durante la misa celebrada este sábado por todas las víctimas de la "locura de la guerra" de todos los tiempos en el mayor monumento militar de Italia.
En el escenario de Redipuglia, donde descansan los restos de más de 100.000 soldados muertos en la primera guerra mundial, Francisco ha expresado que "la guerra es una locura", en el centenario de la Primera Guerra Mundial.
"La humanidad tiene necesidad de llorar, y esta es la hora del llanto", ha afirmado al lamentar que hoy también haya tantas guerras. Con tono solemne, el pontífice ha denunciado que tras el segundo fracaso de una guerra mundial, "se puede hablar de una tercera guerra combatida por partes, con crímenes, masacres y destrucciones".
Así, ha exclamado que la primera página de los periódicos debería llevar el titular: "¿A mí qué me importa?" al tiempo que ha recordado que esta actitud es justamente "lo contrario" de lo que Jesús pide en el Evangelio.
En su homilía, el pontífice ha denunciado que hoy se repite la guerra porque "hay intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder" y ha afirmado que detrás también está la industria armamentística, "que parece ser tan importante".
"Estos planificadores del terror, estos organizadores del desencuentro, así como los fabricantes de armas, llevan escrito en el corazón: ¿a mí qué me importa?", ha añadido.
En el mayor monumento militar italiano dedicado a los soldados muertos en la primera guerra mundial, el Papa ha repetido en varias ocasiones la frase "a mí qué me importa" para clamar contra la indiferencia ante las guerras.
Y entonces ha advertido: "Con ese "¿a mí qué me importa?", que llevan en el corazón los que especulan con la guerra, quizás ganan mucho, pero su corazón corrompido ha perdido la capacidad de llorar".
Por otro lado, cuando ha recordado a las víctimas de la primera guerra mundial enterradas en el sagrario de Redipuglia, el Papa ha expresado que "sus vidas quedaron truncadas" y la humanidad dijo: "¿a mí qué me importa?".
"La guerra es una locura"
Visiblemente conmocionado, tras describir "la belleza del paisaje" de la zona, en la que "hombres y mujeres trabajan para sacar adelante a sus familias, donde los niños juegan y los ancianos sueñan", el Papa ha afirmado que "la guerra es una locura" porque destruye "al ser humano" que es "lo más hermoso que Dios ha creado".
Ante órdenes militares y autoridades civiles y religiosas, ha advertido de que la guerra lo "trastorna todo" incluso "la relación entre hermanos" y que su programa de desarrollo "es la destrucción".
Así, ha señalado que "la avaricia, la intolerancia o la ambición de poder" son motivos que alimentan el espíritu bélico y ha denunciado que la ideología es una justificación. Por eso, ha lamentado que "la guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres".
Previamente durante la visita al cementerio austro-húngaro, el Papa ha pedido expresamente que no haya "excesivas manifestaciones de alegría" porque se trata de "una oración por los muertos y de la invocación a la paz". El pontífice ha querido marcar la visita al cementerio con el silencio y el recogimiento, ha rezado a solas durante un minuto y ha bendecido las tumbas del cementerio.
El avión oficial del Papa ha aterrizado en torno a las 8:50 de esta mañana en el aeropuerto Ronchi dei Legionari, donde ha sido recibido por el arzobispo de Gorizia (Italia), Mons. Carlo Maria Roberto Redaelli, por el primer ministro italiano Matteo Renzi y otras autoridades civiles. Tras la misa el Papa ha entregado a las órdenes militares presentes y a los arzobispos castrenses, entre los que estaba el obispo español Juan del Río Martín, la lámpara de la luz de San Francisco que será encendida en las diócesis durante la celebración de la conmemoración de la primera guerra mundial.
La lámpara proviene del Sagrado Convento de Asís y el aceite para encenderla, de la asociación que lucha contra la mafia en Italia, Libera, presidida por el sacerdote Luigi Ciotti.
Elimparcial.es. 13/09/14

Denuncia a los "planificadores del terror" de la industria armamentística
El Papa ante los caídos de la I Guerra Mundial: "La guerra es una locura"
Por todos lo caídos y las víctimas de la locura de la guerra, el llanto. La humanidad necesita llorar y ésta es la hora del llanto
Francisco visita Redipuglia (noroeste de Italia), en un viaje relámpago de sólo cuatro horas, para recordar el dolor, levantar una vez más su voz en contra de todas las guerras y hacer un nuevo llamamiento mundial a favor de la paz: "La guerra es una locura". Y una denuncia contra los Caines modernos de la industria armamentística, a los que llamó "planificadores del terror" e invitó al llanto y a la conversión.
Nueve millones de muertos en los campos de batalla, unos siete millones de víctimas civiles a causa de las operaciones bélicas y del hambre, la carestía, las epidemias... Son sólo algunas cifras que retratan la gigantesca destrucción que dejó la I Guerra Mundial, de cuyo estallido se acaba de conmemorar este verano un siglo.
El Papa preside la misa bajo la lluvia y ante un mar de paraguas de distintos colores, con un sencillo báculo. En el frontal del altar un corazón. Muchos militares con sus estandartes.
La primera lectura la lee un marino. Es del libro del Génesis sobre Caín. El salmo responsorial lo canto un soldado de infantería.
Algunas frases de la homilía del Papa
"Tras haber contemplado la belleza de la zona, donde hombres y mujeres trabajan, donde los niños juegan y los ancianos sueñan..."
"Aquí, en este lugar, sólo puedo decir la guerra es una locura"
"La guerra destruye incluso lo que Dios creó de más bello: el ser humano"
"La guerra lo destruye todo, incluso el vínculo entre los hermanos"
"Su proyecto es querer desarrollarse mediante la destrucción"
 "Los motivos de la guerra son justificados por una ideología"
"La ideología es una justificación y, cuando no hay ideología, hay la respuesta de Caín: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?"
"La guerra no mira a nadie. ¿A mí que me importa?"
"Hoy se puede hablar de una tercera guerra mundial por entregas con crímenes, masacres y destrucciones"
"Hoy, aquí, recordamos a las víctimas y a las víctimas de todas las guerra"
"¿Cómo es posible que también hoy siga habiendo tantas víctimas?"
"Porque está detrás la industria de las armas"
"Estos planificadores del terror, como los vendedores de armas llevan escrito en el corazón: ¿A mí qué me importa?
 "Pero su corazón corrupto perdió la capacidad de llorar. Cain no pudo llorar. Y la sombra de Cain nos cubre hoy aquí, en este cementerio"
"Se ve aquí, en la historia que va desde 1914 hasta nuestros días"
"Con corazón de hijo, de hermano y de padre os pido a todos la conversión del corazón. Pasar del 'a mí qué me importa' al llanto"
"Por todos lo caídos y las víctimas de la locura de la guerra, el llanto"
"La humanidad necesita llorar y ésta es la hora del llanto".
Texto completo de la homilía del Papa
Viendo la belleza del paisaje de esta zona, en la que hombres y mujeres trabajan para sacar adelante a sus familias, donde los niños juegan y los ancianos sueñan... aquí, en este lugar, solamente acierto a decir: la guerra es una locura.
Mientras Dios lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos. La guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción: ¡crecer destruyendo!
La avaricia, la intolerancia, la ambición de poder... son motivos que alimentan el espíritu bélico, y estos motivos a menudo encuentran justificación en una ideología; pero antes está la pasión, el impulso desordenado. La ideología es una justificación, y cuando no es la ideología, está la respuesta de Caín: "¿A mí qué me importa?", «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). La guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres... "¿A mí qué me importa?".
Sobre la entrada a este cementerio, se alza el lema desvergonzado de la guerra: "¿A mí qué me importa?". Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños... pero sus vidas quedaron truncadas. La humanidad dijo: "¿A mí qué me importa?".
Hoy, tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida "por partes", con crímenes, masacres, destrucciones...
Para ser honestos, la primera página de los periódicos debería llevar el titular: "¿A mí qué me importa?". En palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?».
Esta actitud es justamente lo contrario de lo que Jesús nos pide en el Evangelio. Lo hemos escuchado: Él está en el más pequeño de los hermanos: Él, el Rey, el Juez del mundo, es el hambriento, el sediento, el forastero, el encarcelado... Quien se ocupa del hermano entra en el gozo del Señor; en cambio, quien no lo hace, quien, con sus omisiones, dice: "¿A mí qué me importa?", queda fuera.
Aquí hay muchas víctimas. Hoy las recordamos. Hay lágrimas, hay dolor. Y desde aquí recordamos a todas las víctimas de todas las guerras.
También hoy hay muchas víctimas... ¿Cómo es posible? Es posible porque también hoy, en la sombra, hay intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder, y está la industria armamentista, que parece ser tan importante.
Y estos planificadores del terror, estos organizadores del desencuentro, así como los fabricantes de armas, llevan escrito en el corazón: "¿A mí qué me importa?".
Es de sabios reconocer los propios errores, sentir dolor, arrepentirse, pedir perdón y llorar.
Con ese "¿A mí qué me importa?", que llevan en el corazón los que especulan con la guerra, quizás ganan mucho, pero su corazón corrompido ha perdido la capacidad de llorar. Ese "¿A mí qué me importa?" impide llorar. Caín no lloró. La sombra de Caín nos cubre hoy aquí, en este cementerio. Se ve aquí. Se ve en la historia que va de 1914 hasta nuestros días. Y se ve también en nuestros días.
Con corazón de hijo, de hermano, de padre, pido a todos ustedes y para todos nosotros la conversión del corazón: pasar de ese "¿A mí qué me importa?" al llanto... por todos los caídos de la "masacre inútil", por todas las víctimas de la locura de la guerra de todos los tiempos. La humanidad tiene necesidad de llorar, y esta es la hora del llanto.
Periodistadigital.com. 13/09/14

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